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POCOS HOMBRES BUENOS


Ilustración de Lindsay Ballant/The Forum. El ex soldado naval Daniel Penny sale en un video, grabado por el periodista freelance Juan Alberto Vázquez, aplicándole a Jordan Neely una llave de ahorcamiento fatal en el metro de Nueva York el 1 de mayo del 2023. Penn está acusado de asesinato involuntario por la muerte de Neely. En el video, después de que el cuerpo de Neely quedara inerte, Penny libera dejó de ahorcarlo y se pone de pie mientras que Neely se queda inconsciente en el piso del vagón del metro. Otro pasajero le dice a Penny “qué buena llave haces, hombre”.

Por Lyle Jeremy Rubin
De The Forum
5.28.23

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 18 de agosto de 2023

El asesino de Jordan Neely y la violencia racista en el corazón del proyecto imperial estadounidense

El hombre que pasó minutos ahorcando a Jordan Neely hasta la muerte en el metro de Nueva York era un soldado de la marina estadounidense. Se enlistó como soldado en el 2017 y fue dado de baja como sargento en el 2021.

Después de su liberación de custodia policial — inusual en dicho caso — contrató los servicios de un despacho legal fundado por dos ex oficiales del Ejército de la Guardia Nacional. Ambos fueron desplegados a Irak, en donde ayudaron a defender a soldados acusados bajo el Código de Uniforme de la Justicia Militar.

A pesar de ser un abogado defensor, uno de los dos fundadores de la firma, Thomas Kenniff, fue candidato republicano para el distrito de Manhattan en el 2021 (el mismo año de la baja de su actual cliente). Hizo un llamado para “vigilancia policial de ventanas rotas” en contra de ofensas insignificantes como grafiti y evasión de pasajes. Estuvo especialmente apasionado en revertir la reforma de fianzas.

Kenniff ha dicho que su inspiración para convertirse en auditor militar general fue la actuación de Tom Cruise en A Few Good Men (“Hombres de Honor” en español), inspirada en hechos reales. En la película, Cruise interpreta a un abogado militar responsable por provocar que el comandante de la base de Guantánamo —interpretado por Jack Nicholson— admita en el estrado que estuvo detrás del castigo extrajudicial mortal del soldado naval William Santiago.


Estos detalles pueden parecerle al azar al lector. Tal vez sorprendentes o sugestivos. Probablemente generan más preguntas de las que contestan.

¿Cómo es que un soldado disciplinado de la Marina de los Estados Unidos cometiera el error garrafal de aplicar una llave letal a un Neely angustiado? ¿Por qué ignoró las advertencias de un transeúnte acerca de que podría “obtener un cargo de asesinato” si mantuvo una “gran llave ahorcadora”? ¿Por qué, en una era de operaciones militares oficialmente caracterizadas por la contrainsurgencia que construyó una nación “ganándose corazones y mentes” y la des intensificación, escogió el soldado asaltar a un hombre vagabundo en primer lugar?

El antecedente del abogado del asesino también levanta preocupaciones: un abogado defensor incursionando en las políticas electorales como un defensor duro sobre el crimen; un oponente de la reforma de fianza, corriendo a la defensa de un vigilante que, después de asesinar a un artista callejero ahorcándolo por la espalda, fue liberado por los policías sin más problema, un abogado inspirado en practicar la ley por una película que imputa la mera masculinidad de las novatadas y la violencia extrajudicial encarnada en su último cliente, quien no es más que un antihéroe tan chiquito como el héroe todo estadounidense que se ha desquiciado.

Como el periodista David Klion ha destacado, el héroe en cuestión fue criado en una residencia de un millón de dólares en el West Islip, un pueblo en Long Isand, con un ingreso de más de cuarenta por ciento de un neoyorquino promedio. West Slip también es blanco (96%) que algunos llaman “White Islip”.

Aunque sus abogados aceptan clientes de bajos ingresos, también tienen experiencia considerable como fiscales y abogados de corporaciones enormes y se especializan en defender a aquellos acusados de discriminación sexual bajo el Title IX. Kenniff está en el Consejo de Operaciones de Heal Our Heroes (Cura a nuestros héroes), una beneficencia devota a tratar el trauma de veteranos. Aunque juzgando por sus participaciones políticas y donaciones, es más probable que dicha filantropía esté motivada, si no en una pequeña parte, por el nacionalismo ferviente que tanto prevalece entre los conservadores de hoy en día.

Según la periodista Talia Jane, el asesino de Neely ha sido, desde el 2016, registrado activo del Partido Conservador del estado de Nueva York, un tercer partido que, a lo largo de los últimos 70 años se ha enfocado, seguido de manera exitosa, en impulsar el GOP del estado más hacia la derecha.

El asesino y su equipo legal creen que el mundo está destinado a ser vigilado por un cierto tipo de héroe, ya sea uniformado o no, en Bagdad o en Nueva York. Y es ese punto de vista mundial del héroe, creada con instintos erráticos y racistas y con un desprecio de clase errático igual, lo que ayuda a resolver cualquier ambigüedad aparente. Para ser este tipo de héroe ya no se necesita ser blanco o rico (por lo menos uno de los que ayudaron al asesino en su asesinato no era blanco y, posiblemente, rico tampoco). No se necesita ni siquiera ser disciplinado o que obedezca la ley. Pero sí requiere un compromiso inquebrantable al orden racial y de clase que la ley defiende. Un sistema que típicamente asegura que aquellos en el lado malo se parezcan más a Jordan Neely o a William Santiago que sus contrapartes más blancas y más ricas y un sistema eternamente forzado, en sus mentes, por unos pocos buenos hombres.


Sólo Thomas Kenniff sabe qué era lo que Tom Cruise tenía en A Few Good Men que comenzó la chispa de su decisión para convertirse en un abogado militar. Pero, sin el escritor Anthony Swofford está en lo correcto y todas las películas anti guerra son pro guerra, entonces es igual de verdadero que todas las películas que critican al ejército son todavía pro militares. Dudo que Kenniff haya identificado la crítica que animó este éxito taquillero clásico. Principalmente, que el personaje de Cruse sólo puede darle honor al ejército a través de su disidencia de la jerarquía establecida y su compasión por el marginado asesinado de Santiago. (Por supuesto, la fácil victoria moral del personaje depende de la noción de la ley — y del Código de Uniforme de Justicia Militar estadounidense — diseñada para proteger a los débiles y perseguidos, una noción que se opone a toda la evidencia disponible, pero, sin embargo, cumple con la premisa de Swofford). Kenniff probablemente sólo quería ser un patriota celebrado como el que Cruise personificó.

Asimismo, sólo el cliente de Kanniff puede saber por qué, después de su baja, estranguló a Neely a muerte. Pero uno no tiene que ser tan ingenuo como para creer que Penny pudo haber pensado que iba en serio cuando escribió en el sitio de trabajo que ser un soldado naval le hizo darse cuenta que él “amaba ayudar, comunicarse y conectarse con diferentes personas de todo el mundo”.

Probablemente, incluso los policías que liberaron al asesino, se dicen a sí mismos, también, que quieren ser los buenos. O a cierto punto, de cualquier manera, cada uno buscó convertirse en uno de los pocos buenos hombres.

Excepto que todo acerca de su aculturación es una burla de ese ideal. Porque se predica en la administración, seguido por una fuerza letal, de una jerarquía. Una orden que está implícita en el mismo lema, en el que sólo algunos pocos son buenos y en donde todos los demás son su presa.

El asesino de Neely fue un soldado de la marina activo del 2017 al 2021, lo cual significa que sirvió en paralelo a la presidencia de Donald Trump. Un aporte fácil sería que su comportamiento el 1 de mayo encapsula un movimiento político, un momento cuando los peores impulsos de los cómodos hombres blancos — junto con sus fanáticos ­— fue desatado al máximo.

Pero esta realidad ha precedido y sobrevivido la presidencia de Trump. A través de la bipartidista Guerra contra el terror, los marines toleraron clases superficiales en des intensificación o sensibilidad cultural, pero el centro del adoctrinamiento fue tipificado por los cantos de “Kill kill kill Hajji” durante el entrenamiento de bayoneta o pequeñas cancioncillas acerca de violar bebés y abuelas durante la carrera temprano en la mañana. Las famosas palabras del general Jim Mattis, el ícono naval más querido de la era, ha sido blasonado en placas en el Cuerpo de Marines: “Sé educado, sé profesional, pero ten un plan para matar a todos los que conozcas”.

Algo parecido a esta mentalidad fue taladrado en muchos del rango y archivado en las otras ramas también. Y uno no debe ignorar el pensamiento dominante de sus equivalentes domésticos — los hombres (y muchas veces mujeres) en azul. Armados con equipo militar excedente, muchos de ellos veteranos — según el Departamento de Justicia, el 25% de la fuerza policiaca americana tiene un antecedente militar — las fuerzas policiacas de la nación han seguido la “guerra contra las drogas” junto con la Guerra contra el Terror utilizando muchas de las mismas tácticas.


Ilustración de Lindsay Ballant/The Forum. El ex soldado naval Daniel Penny sale en un video, grabado por el periodista freelance Juan Alberto Vázquez, aplicándole a Jordan Neely una llave de ahorcamiento fatal en el metro de Nueva York el 1 de mayo del 2023. Penn está acusado de asesinato involuntario por la muerte de Neely. En la versión completa del video, que obtuvo the Daily Mail días después del incidente, muestra que Penny ignoró a otro pasajero del metro que le advirtió “lo vas a matar” mientras que Penny ahorcaba a Neely por casi quince minutos.

Entender la relación integral entre los guerreros en casa y en el exterior es crucial para entender la guerra. Igual lo es entender cómo estos justificadores de guerra están constantemente volteando las jerarquías de raza y capital y los universos morales también. En donde las más pequeñas agresiones de los dominados se venden como amenazas existenciales y la regular y desproporcionada manera de lidiar con la muerte de los devotos del estatus quo es comercializada como una necesidad noble.

Después de que el asesino de Neely se entregara a las autoridades, recibió el cargo de asesinato involuntario de segundo grado y fue liberado bajo fianza, el gobernador de Florida Ron DeSantis twitteó:

    Debemos derrotar a los fiscales financiados por Soros, detener la agenda pro criminal de la izquierda y retomar las calles de los ciudadanos que obedecen la ley. Estamos con los buenos samaritanos como Daniel Penny. Demostrémosle a este marine que Estados Unidos está con él.

DeSantis animó a sus seguidores a contribuir al fondo de defensa legal del asesino, un esfuerzo evocador del derecho movilizador detrás de Kyle Rittenhouse, quien les disparó a tres hombres, matando a dos, durante protestas en contra del tiroteo policiaco contra Jacob Blake en Kenosha, Wisconsin. Sin embargo, el propio DeSantis es un ex auditor judical general acusado de manera creíble de complicidad en muertes sospechosas y abuso en el centro de detención en la bahía de Guantánamo. Así que su retórica de apoyo a las acciones de Penny también debería ser un recordatorio de los perdones otorgados por Trump a los criminales de guerra procesados como Eddie Gallagher y Mathew Golsteyn, o más atrás, el apoyo machista al teniente William Laws Calley después de la masacre de My Lai.

Cuando eres de los eternos buenos tipos, es increíble todas las cosas malas con las que te puedes salir con la tuya. Aquí o en donde sea. Vestido de civil o uniformado. El espacio entre la mitología virtuosa y la viciosa sigue expandiéndose, al igual que el derecho imperialista.


El punto no es que los que pelean contra la guerra y los policías de la nación (o sus abogados) sean monstruos. La mayoría — puestos — para hacer el bien. Ser buenos. Algunos incluso alcanzaron algo de bondad de vez en cuando. En sus vidas personales. Incluso en el trabajo.

El punto es simplemente que la maquinaria que mantienen es monstruosa. Según los Costs of War Project de la Universidad de Brown, las guerras post 11/9 de Estados Unidos han matado a más de 929,000 personas con violencia directa y, por lo menos, 4.5 millones indirectamente a través de enfermedades, destrucción infraestructural e inestabilidad regional. Millones han sido severamente heridos, mezquinamente entregados, dejados sin familia o sin techo. Naciones completas y mundos vivos han sido destruidos sólo para ser reemplazados por retrocesos opresores, como hemos visto en África.

Para los estadounidenses, todo esto ha sucedido como si no hubiera pasado nada. La narración se dejó a los sobrevivientes y un minúsculo círculo de periodistas, investigadores, políticos y artistas en los Estados Unidos a quienes les importa promoverlos. Muchos cazando libros, como el libro del poeta y novelista Sinan Antoon The Book of Collateral Damage, escrito sobre el tema. Y, sin embargo, pocos estadounidenses escogieron leerlos.

Y no es coincidencia que estos millones de destrucciones tácitas han tomado lugar entre personas con piel más obscura que el asesino del metro y en partes mucho más pobres del mundo.

Para un intervalo fugaz, los estadounidenses hablaron abiertamente acerca de los horrores relacionados con el hogar. Se dieron cuenta de que Estados Unidos encabeza las tazas mundiales de encarcelamiento, superando los regímenes más autoritarios del planeta. Aprendieron que, a pesar de un decline estable en crimen en las últimas décadas, el número de aquellos encarcelados ha incrementado en cuatro veces la mitad del último siglo. Los pobres tienen tres veces más posibilidades de ser arrestados, los extremadamente pobres quince veces más de terminar acusados de un delito. Los latinos tienen más de tres veces la posibilidad de ser encarcelados y los negros casi seis veces más.

Los invitados de televisión y radio mainstream discutieron cómo la vigilancia policial está diseñada para manejar a las poblaciones excedentes de desempleados o subempleados. Cómo estas poblaciones fuertemente discriminadas no iban a ser forzadas hacia la pobreza o captividad fueron resultados igualitarios — en lugar de ganancias de la elite — el objetivo final.

Igual que como el complejo industrial militar, el estado carcelero produce redistribuciones impactantes ascendentes (y redirecciones mórbidas) de riqueza y poder, al igual que erosión posterior de normas liberales democráticas — sin importar cualquier esperanza para una democracia social o económica genuina.

Desde entonces, estadounidenses y las celebridades mediáticas que curan sus opiniones, no quisieron renunciar la presunción de la virtud americana (con su fe en los guardianes armados estadounidenses), muchos olvidaron estas lecciones duras a pesar del mar de ilegalidad incrementada como resultado de la pandemia.

Por lo tanto, el 1 de mayo del 2023, había poco espacio dedicado al legado del Día Internacional del Trabajo. Y lo que pareciera tiempo al aire infinito y columnas dedicadas a debatir si era comprensible ahorcar a muerte a un hombre indigente y con hambruna. Este triste estado declarado por él mismo arrojando basura hacia otros pasajeros con su chamarra en el piso del metro.


El hombre que asesinó a Jordan Neely era un marine. Y esto no debería sorprendernos.

Los estadounidenses en (o anteriormente en) el ejército cometen crímenes violentos en tazas mucho más altas que civiles. Miembros activos son tres veces más propensos a perpetrar violencia doméstica. Un aterrador 28.5% de tiradores que cometen asesinatos en masa tienen antecedentes de servicios armados. Vente por ciento de los acusados del motín del 6 de enero en el capitolio eran o fueron militares.

Las estadísticas sobre policías — incluyendo los policías que liberaron al asesino de Neely — no son diferentes para nada. Esto tampoco debería de sorprendernos. Y no sólo porque el personal no uniformado soporta altas tazas de estrés post traumático y herida cerebral traumática. La explicación de trauma es real, pero incompleta. La mayoría de las personas que experimentan trauma o incluso sufren TBI no son violentas. El factor operativo es el entrenamiento para reciclar sus traumas a través de la violencia y esta es precisamente lo que hacen el militarismo y el estado carcelario estadounidense.

La verdad es que los pocos hombres buenos en Estado Unidos están entrenados para matar. Algunos ya lo han hecho o han ayudado a otros en el acto — a veces, como Penny, es cuestión de segundos y otras, más gradualmente, a través de medidas deshumanizadoras capaces de causar muerte instantánea. Y han sido alabados por hacerlo por una Sociedad que no ha comenzado a considerar las consecuencias de sus instituciones jingoístas.

Estas son verdades que demasiados estadounidenses no pueden manejar. Prefieren seguir negando imaginar las posibilidades no letales infinitas que tenemos todos disponibles casi todo el tiempo. Visto qué tantas demagogias — en ambos partidos — se benefician de esta negación, esto no debería sorprender tampoco. Nuestros líderes políticos pusieron una cantidad de energía masiva para descartar cualquier intento de prudencia para reducir o inversiones sociales de largo plazo como imprácticas. Esto está reflejado en el uso cínico del alcalde de Nueva York Eric Adams del asesinato de Neely para promover sus políticas de salud mental — asegurando que Neely debería haber sido obligado forzosamente por su propia seguridad, todo mientras se negó a juzgar a su asesino y llamando a aquellos que condenaron a Penny o exigieron cargos criminales, como “irresponsables”.

Cuando una nación está en guerra perpetua, se convierte en algo fácil, incluso inevitable, que la brutalidad se convierta en el primer recurso, en lugar del último, en una lista de circunstancias. Por lo menos, esta brutalidad es fácil para un subconjunto de americanos — aquellos que nos dicen que existen para nosotros, “para proteger y servir” a nuestras comunidades y nación, pero en verdad, para quienes nosotros supuestamente existimos. Trabajando duro para que la riqueza pueda ser redistribuida hacia arriba. Moldeado como desempleo y mendicidad para que la inflación pueda ser moderada y los mercados se estabilicen. Obedeciendo a sus órdenes para que las jerarquías raciales y de clase puedan ser mantenidas. No están tan por encima de la ley como la ley per se. El orden que mantienen podría, en algún sentido estructural, venir desde arriba. Pero ese orden resalta tanto desde ellos, de la creencia profunda de que son buenos hombres encargados de regular (a veces asesinar) al resto.

Llaman a su orden, estado de derecho. Valores occidentales. Civilización. Mientras que todos los demás, particularmente gente como Jordan Neely, son obligados a reconocer el verdadero carácter de su orden.


 

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