El legado de Estados Unidos
después del 11/9 se convertido en tortura
Veinte años después de los ataques, los Estados Unidos todavía están superando las consecuencias de las brutales
interrogaciones que se llevaron a cabo en nombre de la seguridad nacional.
Mohamedou Ould Slahi, quien
sufrió brutales interrogaciones cuando estuvo en la bahía de Guantánamo es un
hombre libre en Mauritania después de ser un detenido por casi 15 años. Crédito... Btihal Remli para The New York Times
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Carol Rosenberg
The New York Times
Septiembre 12, 2021
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 28 de septiembre de 2021
Nuakchot, Mauritania — Mohamedou Ould Slahi es casi
clínico mientras recuerda los detalles de la tortura que sufrió durante el
verano del 2003 en Guantánamo.
Había guardias que lo amenazaban con perros de ataque
y lo golpearon tan fuerte que le rompieron las costillas. Los soldados que lo
encadenaban y lo bombardearon con música heavy metal y luz estroboscópica o lo
empapaban en agua helada para evitar que durmiera por meses. El aislamiento que
aturdía la mente en una celda obscura sin su Corán. Las guardias mujeres se
exponían y lo tocaban sexualmente con el objetivo de desconcertar su fe.
Pero lo que dejó al Sr. Slahi en absoluta
desesperación, dijo, fue el interrogador que trató de amenazarlo para que aceptara su participación
como cómplice en la planeación de un ataque terrorista.
“Si no lo admites, vamos a secuestrar y violar a tu madre”, dijo el interrogador, según el recuento del Sr. Slahi.
“Recuerdo haberle dicho ‘Esto es injusto. Esto no es justo’”, recuerda el Sr. Slahi. El interrogador, dijo, respondió “No estoy
buscando justicia. Estoy buscando detener aviones de estrellarse en edificios
en mi país”.
A lo que el Sr. Slahi dijo que contestó, “Necesitas atrapar a esa gente, no a mí”.
Hoy, el Sr. Slahi, de 50 años, es un hombre libre en
Mauritania, su país nativo en África del Oeste después de casi 15 años de ser detenido,
una porción de ese tiempo con la amenaza de un juicio de pena de muerte sobre él.
El final, fue liberado
en el 2016 sin cargo alguno, las confesiones que hizo bajo coerción
retractadas, un caso propuesto en su contra considerado por el fiscal como
inservible en tribunal por la brutalidad de la interrogación.
“Era muy ingenuo y yo no entendía cómo funcionaba Estados Unidos”, dijo el Sr. Slahi.
Para los Estados Unidos, como para el Sr. Slahi, el
legado de la tortura sigue siendo complejo y multifacético dos décadas después
de los ataques del 11 de septiembre del 2001, llevando al gobierno de George W.
Bush puso a un lado las limitaciones legales y morales en nombre de la
seguridad nacional.
Los Estados Unidos hace mucho dejaron de emplear las
llamadas técnicas de interrogación mejoradas utilizadas en lo que estudios han
concluido fue un esfuerzo inútil o contraproducente para extraer información
que salvara vidas de parte de detenidos en prisiones secretas de la CIA y en la
bahía de Guantánamo.
Pero la elección de convertirse en un gobierno que
autorizó la tortura sigue siendo una mancha en la reputación del país,
subvalorando su autoridad para confrontar la represión en otros lados. Incluso
al día de hoy, algunos oficiales de la administración de Bush corren el riesgo
de ser cuestionados cuando viajan a Europa por investigadores que evocan la
Convención Contra la Tortura de las Naciones Unidas.
Después de su primera reunión
con Presidente Biden en junio, el presidente Vladimir V. Putin de Rusia le recordó a los periodistas que la prisión de Guantánamo
sigue abierta y que la CIA había torturado en prisiones extranjeras
secretas. “¿Esos son derechos humanos?”, preguntó.
El Sr. Slahi en su hogar en Nuakchot, Mauritania. Muestra signos de desorden de estrés post
traumático. Crédito Btihal Remli para el New York Times
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El uso de tortura está complicando esfuerzos para llevar a la justicia a los cinco hombres acusados de planear los ataques del 11
de septiembre.
“Hubo tortura”, dijo Adele Welty, cuyo hijo Timothy, un bombero, murió en Nueva York el 11 de septiembre. Ella ha llegado a cuestionar
si las comisiones militares pueden lograr justicia.
“El hecho de que mi país pueda hacer eso es tan salvaje. Realmente me molesta”, dijo. “¿Qué tipo de personas somos que podemos
hacerle eso a otros seres humanos, y realmente creímos que lo que decíamos en
respuesta a la tortura era real o sólo estaban diciendo eso para detener la tortura?
Stuart Couch, ex fiscal de la marina cuyo trabajo fue poner al Sr. Slahi en un juicio en la bahía de Guantánamo, pero que rechazó
hacerlo cuando se enteró lo que el ejército le había hecho, dijo que los
Estados Unidos sufrirán de lo que se llama el “efecto Jack Bauer”: la creencia
de que puedes sacarle a golpes la confesión a un sospechoso, salvar la
situación y surgir heroico como la estrella de televisión del thriller “24”,
transmitida por Fox del 2001 al 2010.
El Sr. Slahi vivió ese malentendido.
Ahora tiene fama medida. Su libro, el superventas “Diario
de Guantánamo es ahora una película, “El
Mauritano”. Mientras que es común que le nieguen visas de viaje,
recientemente hizo un viaje a Londres en donde participó en una lectura y fue
recibido en una fiesta por parte del director de la película Kevin Macdonald.
Un ingeniero de software, el Sr. Slahi tiene dos
teléfonos, una computadora portátil y wi-fi en la casa que ha construido desde su liberación. Aislado por largos periodos
durante su encarcelamiento, ahora tiene varias conversaciones alrededor del
mundo a través de textos, video conferencias y llamadas telefónicas.
En cierto nivel, él es una historia de Esperanza.
“De corazón perdono a todos los que me hicieron daño durante mi detención”, dijo en un mensaje a través de
YouTube al mundo al poco tiempo de haber sido liberado. “Yo perdono
porque el perdón es mi recurso inagotable”.
Pero los efectos de lo que vivió en Guantánamo, no están para nada, en el pasado.
La historia del Sr. Slahi abarca tramos de casi los veinte años en los que Estados Unidos encubrió,
reconoció y abordó las consecuencias de los programas de interrogación
autorizados por el entonces presidente George W. Bush y su equipo. Crédito... Btihal Remli para The New York Times
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El Sr. Slahi tiene desorden de estrés post traumático: insomnio, distracción, hiperactividad, en momentos pensamiento
disperso. Tiene déficit de audición probablemente relacionado con la música
heavy metal con la que los guardias lo bombardeaban para mantenerlo despierto y
dolor de espalda crónico de la ciática que puede ser atribuido a meses de encadenamiento.
Tiene pérdida de memoria de ciertos periodos de detención y vívidos recuerdos de otros. Al platicar acerca de su
tortura, contrapuso los recuentos de su abuso en Guantánamo con canciones que
recuerda haber escuchado ahí: para privarlo del sueño: “Let the Bodies Hit the
Floor” de Drowning Pool, “Señorita” de Justin Timberlake que lo relajaba cuando
se escuchaba en su celda desde el lugar de un guardia cercano.
El Sr. Slahi fue uno de los dos detenidos cuya tortura en Guantánamo fue llevada a cabo bajo un programa
aprobado por Donald H. Rumsfeld, el entonces secretario de defensa. Estados Unidos también envió 119 hombres a la red de
prisiones secretas de la CIA en el extranjero — incluyendo a quienes planearon
los ataques del 11 de septiembre — en donde los detenidos rutinariamente eran
privados de sueño, encadenados en maneras insoportables y sujetos a abuso
rectal y otros tratos brutales.
La CIA ha reconocido que tres detenidos fueron sujetos a waterboarding. Uno murió debido al abuso. Muchos otros fueron brutalizados en detención
estadounidense o de aliados mientras los interrogadores improvisaban sus
propios métodos.
Un estudio integral por parte del Comité de Inteligencia Selecto del senado del programa de la Agencia, concluyó que las
técnicas no salvaron vidas o interrumpieron planes terroristas y no eran
necesarios, conclusiones que la CIA dispute. (Un resumen ejecutivo del reporte fue hecho público en el 2014
pero el reporte completo sigue siendo clasificado).
La historia del Sr. Slahi — incluida en entrevistas, testimonios e investigaciones de congreso — abarca mucho de los veinte años en
los que Estados Unidos ha tapado, reconocido y ha lidiado de varias maneras con
las consecuencias diplomáticas y humanas de los programas de interrogación
autorizados por el Sr. Bush y su equipo.
El Sr. Slahi fue un hijo inteligente y curioso en una familia beduina de doce hijos que se convirtió en el primero en estudiar fuera.
Mientras trabajaba para obtener un título en ingeniería en Alemania en los 90s,
viajó a Afganistán para entrenar en el yihad anti comunista en tiempos en los
que Estados Unidos apoyó esto. Ya estaba de vuelta en su nativa Mauritania para
el 11 de septiembre del 2001.
Analistas de información revisaron registros después de los ataques y se dieron cuenta de que había recibido una llamada al final
del 98 o principios del 99 de parte de un teléfono satelital usado por Osama
bin Laden. La llamada fue acerca de un asunto familiar y vino de un primo que
había sido parte del círculo cercano de bin Laden y que después se había ido a
Mauritania, dijo el Sr. Slahi.
Inteligencia estadounidense también se había
convencido de que el Sr. Slahi había hospedado en su hogar en Duisberg, Alemania
a tres musulmanes, por una noche, en noviembre de 1999. Entre ellos estaban dos
de los secuestradores del 11 de septiembre y Ramzi bin al-Shibh, quien está acusado de de reclutar a la llamada célula
de secuestradores de Hamburgo y enfrenta la pena de muerte en Guantánamo.
El Sr. Slahi dijo que este encuentro fue tan casual, un asunto de hospitalidad
a viajeros musulmanes, que dijo que no se acordaba del sospechoso llamado Ramzi
cuando los interrogadores lo presionaron en relación a esto.
Investigadores también se fijaron en el hecho de que
el Sr. Slahi se había mudado a Montreal en el invierno de 1999 y rezó en la
misma mezquita que Ahmed Ressam, un argelino conocido por como el terrorista del milenio por un plan fallido para plantar una bomba
en el Aeropuerto Internacional de los Ángeles en el año nuevo de 1999. El Sr.
Slahi fue interrogado por fuerzas de seguridad federales en Canadá y se mudó de
vuelta a casa dos meses después.
Para el 2001, Estados Unidos había persuadido al
gobierno de Mauritania de entregarles al Sr. Slahi a los interrogadores
jordanos. Después fue enviado a Guantánamo el 2 de agosto del 2002, después de
lo que describe como una estadía breve y brutal en la base militar
estadounidense de Bagram en Afganistán.
En Guantánamo, los guardias e interrogadores buscaron
romperlo tanto física como psicológicamente. En un caso descrito por el Sr.
Slahi y otros detenidos, las guardias se expusieron e hicieron insinuaciones sexuales
cuando estaba encadenado a una silla en un cuarto de interrogación. Un guardia
se burlaba mientras que ella se quitó la ropa.
“Me tocó”, dijo el Sr. Slahi. “Tan humillante. Tan destructivo”.
Después de meses de interrogación, admitió haber planeado explotar la torre CN en Toronto — una confesión que dijo haber sido
forzada, más adelante, añadiendo que no sabía que existía ese edificio antes de
esa interrogación.
Un juicio fue evitado después de que el Sr. Couch, un teniente coronel de la marina, se enfrentó a una escena surrealista en Guantánamo de
otro prisionero en una celda de interrogación desnudo, encadenado al piso
mientras era bombardeado por música de rock pesado. El coronel estaba
impactado, investigó un poco y se dio cuenta de que las confesiones del Sr.
Slahi fueron obtenidas a través de lo que concluyó fue trato cruel e inusual.
El libro del Sr. Slahi, “Diario de
Guantánamo” ha sido traducido en más de dos docenas de idiomas. Crédito... Btihal
Remli para The New York Times
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Sin cargos, el Sr. Slahi fue prisionero de la guerra contra el terror, designado como demasiado peligroso para ser
liberado hasta que su libro, publicado en el 2015 después de que sus abogados
trabajaron para lograr desclasificar sus escritos, pusieron un foco de atención
sobre su caso. Un ex guardia de la armada, Steve Wood de Oregón, le escribió al comisión de libertad condicional Inter agencia
del presidente Obama que consideraba que el Sr. Slahi era tan seguro que
gustosamente lo recibiría en su casa.
Las fuerzas estadounidenses entregaron al Sr. Slahi a Mauritania justo como se lo habían llevado a Guantánamo: con los
ojos tapados y encadenado.
Pero mientras ya fue liberado, Guantánamo continúa contando lo que se les ha hecho a otros detenidos que
todavía están ahí — incluidos los cinco hombres acusados de ayudar a planear los ataques del 11 de septiembre, entre ellos Khalid Shaikh Mohammed, a quien los contratistas de la
CIA sometieron 183 veces a waterboarding en una prisión secreta en Polonia.
El tribunal de guerra en Guantánamo, manejado por el ejército estadounidense, tiene como objetivo balancear la necesidad de
confidencialidad con los derechos del acusado.
Para la frustración de las familias de casi 3,000 víctimas del ataque, los crímenes del 11 de septiembre raramente han sido
mencionados en casi una década de procesos.
Más bien, los abogados defensores han logrado efectivamente poner a la CIA en juicio ya que han buscado sistemáticamente
excluir la evidencia en contra de estos hombres, particularmente confesiones
realizadas en sus estadías en Guantánamo, producto de tortura.
Los abogados de un acusado, Mustafa al-Hawsawi, quien se sienta cuidadosamente en una almohada en el tribunal, por el dolor provocado
por el abuso rectal sufrido en custodia de la CIA, argumenta que el caso debe
ser desechado por la conducta ultrajante del gobierno.
En un esfuerzo para acelerar los procedimientos — y tal vez para proteger las identidades de ciertos empleados de la CIA — los
fiscales han comenzado a reconocer que Estados Unidos torture a sus prisioneros
en prisiones extranjeras. No usan la palabra, pero han leído en voz alta las
macabras descripciones de abuso para intentar argumentar que los abogados
defensores tienen suficientes detalles para intentar desechar los cargos o
intentar excluir la pena de muerte si los acusados son condenados.
Los fiscales dijeron en el 2018 que estipularían ante
“cualquier cosa conectada” con la realidad” para evadir la lucha de la
seguridad nacional sobre desclasificar ciertos detalles de lo que sucedió en
los sitios obscuros.
“No vamos a objetar” dijo un fiscal, Jeffrey D. Groharing. “No vamos a hablarle a un testigo y debatir si el Sr. Mohammed fue
víctima de waterboarding> 183 ó 283 veces. Francamente, pensamos que eso tiene poca relevancia para las
comisiones y los asuntos ante ellas”.
Después de estar en
aislamiento por largos periodos, el Sr. Slahi ahora está frecuentemente con su
teléfono y su computadora. Crédito...Btihal Remli para The New York Times
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Los fiscales parecen haber aceptado que, a este punto, el testimonio acerca del trato de los acusados no llevará a que
un jurado militar en el caso los absuelva.
Pero también existen muchos estadounidenses que no han olvidado las decisiones tomadas después del 11 de septiembre. La
repulsión del país a la tortura data “desde los primeros días de la república
americana”, escribió el juez federal de Manhattan Jed S. Rakoff, en su más reciente
libro “Why the Innocent Plead Guilty and the Guilty Go Free.” (“Por
qué los inocentes se declaran culpables y los culpables salen libres”)
“Esta no es la manera en la que una colonia civilizada, o después, los Estados Unidos, se conduce a sí misma”, dijo.
“Yo creo que la manera legal fundamental de abordar lo que estaba debilitado al
llegar el 11 de septiembre fue lo que sucedió en Guantánamo”.
El tribunal del juez está a unas cuadras del Zona Cero. “Lo que está grabado en mi memoria es ver a la gente brincar de
las ventanas de las torres del WTC porque la alternativa era quemarse adentro”,
dijo en una entrevista. “Uno jamás podrá olvidar la atrocidad de ese ataque.
Pero es exactamente cuando ocurren atrocidades que el estado de derecho se pone
a prueba”.
Solo un puñado de los hombres que fueron víctimas del trato aprobado por el gobierno de Bush han sido liberados y han
hablado públicamente de su experiencia, siendo uno de ellos el Sr. Slahi.
“Yo solo tengo la ley”, dijo el mes pasado. “Y si la ley me falla, estoy
terminado. No existe nada más para mí”.
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