Un fracaso estrepitoso
El discurso bélico de Obama
Justin Raimondo Antiwar.com 05 de diciembre de 2009
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Después de 92 días esperando el advenimiento de la Palabra desde lo alto, la
nación recibió órdenes de nuestro comandante en jefe pero no fue sino la
constatación de un fracaso de enormes proporciones. Como su audiencia de West
Point aparecía desdeñosa –aplaudiendo sólo en dos ocasiones y en las dos muy
tibiamente-, el Presidente Obama trató de explicar que su escalada en la guerra
de Afganistán y Pakistán es realmente un preludio de retirada. ¿Lo es?
“En primer lugar, es importante recordar las razones por las que EEUU y
nuestros aliados nos vimos obligados a emprender una guerra en Afganistán. No
pedimos esa guerra. El 11 de septiembre de 2001, diecinueve hombres secuestraron
cuatro aviones y los utilizaron para matar a casi tres mil personas. Atacaron
nuestros centros neurálgicos económicos y militares… Como bien sabemos, esos
hombres pertenecían a al Qaida… La base de operaciones de al Qaida estaba en
Afganistán, donde los talibanes les habían ofrecido refugio y, allí, un
movimiento despiadado, represivo y radical se apoderó del control del país
después de años de ocupación soviética y guerra civil, convirtiéndose en un
lugar diferente tras la atención prestada por EEUU y nuestros amigos”.
Todos los que confiaban en algún cambio real en nuestra retórica, no ya en nuestra política
exterior, con Obama en la Casa Blanca, están sin duda ahora profundamente
decepcionados, porque George W. Bush podría haber pronunciado exactamente esas
mismas palabras, y, en efecto, lo que hizo fue pronunciar una serie de variantes
interminables sobre esa misma cuestión al justificar nuestras acciones tanto en
Irak como en Afganistán. Pero la verdad del asunto es que apenas hay cien
combatientes de al Qaida en todo Afganistán; así pues, ¿qué estamos haciendo
allí?
Y en caso de que ustedes se planteen cómo es posible que estemos emprendiendo
una guerra sin autorización del Congreso, Obama les volcará el legado de su
predecesor, que apoya sin reservas:
“Tan sólo unos días después del 11/S, el Congreso autorizó el uso de la
fuerza contra al Qaida y quienes les acogieron, una autorización que está
vigente hasta el día de hoy. La votación en el Senado fue de 98 a 0. La del
Congreso de 420 a 1. Por primera vez en su historia, la Organización del Tratado
del Atlántico Norte invocó el Artículo 5: el compromiso que dice que un ataque
contra una nación-miembro es un ataque contra todos. Y el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas ordenó que se dieran todos los pasos necesarios para
responder a los ataques del 11/S. EEUU, nuestros aliados y el mundo estaban
actuando como un todo para destruir la red terrorista de al Qaida y proteger
nuestra seguridad común”.
Somos buenos, somos legales, esta guerra es legítima, ¿lo es? No quedan
fuerzas de al Qaida de importancia en Afganistán, por tanto, repito la pregunta,
¿qué estamos haciendo allí? Obama no ha contestado en ningún sentido a esta
pregunta y ahí está la debilidad subyacente de este su peor discurso. También
tuvimos un poquito de historia revisionista, del tipo que no aporta mejora
alguna a la variedad dominante:
“Bajo el estandarte de esa unidad interna y legitimidad internacional –y sólo
después de que los talibanes se negaran a entregar a Osama bin Laden-, fue
cuando enviamos a nuestras tropas a Afganistán. En cuestión de meses,
dispersamos a al Qaida y matamos a muchos de sus operativos. Los talibanes
salieron del poder y les hicimos volver sobre sus talones. Un lugar que había
conocido decenios de temor ahora tenía razones para la esperanza”.
Afganistán tenía “razones para la esperanza”, ¿en qué? ¿En una ocupación de
ocho años? ¿En una guerra civil, en represión, ataques aéreos, “daños
colaterales”? Porque eso es precisamente lo que han conseguido. Más historia
revisionista a continuación:
“Entonces, a primeros de 2003, se tomó la decisión de emprender una segunda
guerra en Irak. El debate desatado sobre la guerra de Irak es bien conocido y no
es necesario repetirlo aquí. Es suficiente decir que durante los seis años
siguientes, la guerra de Irak se llevó la mayoría de nuestras tropas, nuestros
recursos, nuestra diplomacia y nuestra atención nacional, y que la decisión de
ir a Irak creó importantes enfrentamientos entre EEUU y gran parte del
mundo”.
Sí, lo malo de la guerra de Irak no fue que innecesariamente asesinara a
miles, muchos miles, de iraquíes, y a un número mucho menor de estadounidenses.
Oh, no: lo verdaderamente malo fue que desvió atención y recursos de la batalla
que Obama quería combatir: la de Afganistán y Pakistán. Sin embargo, todo eso
sucedió en los viejos malos días de gobierno republicano, antes de que se
inventara la “esperanza”
“Hoy día, después de costes extraordinarios, estamos haciendo que la guerra
de Irak alcance un desenlace responsable. Trasladaremos a nuestras brigadas de
combate a finales del próximo verano de Irak y a todas nuestras tropas a finales
de 2011… Hemos dado a los iraquíes una oportunidad para moldear su futuro y
estamos dejando, con todo éxito, Irak a su pueblo”.
¡Cuánta palabrería barata! Hemos obsequiado a los iraquíes con ocho años de
espanto, incluidos cientos de miles de muertos, heridos sin cuento, una guerra
sectaria civil que todavía sigue asolándoles y un gobierno mucho más tiránico
que el que derrocamos. Si eso es un “éxito”, entonces imagínense lo que sería un
fracaso.
Oh, pero todo no es arco iris y rosas, no, en absoluto:
“Mientras que con el sudor de nuestra frente alcanzábamos hitos importantes
en Irak, la situación en Afganistán se iba deteriorando. En 2001 y 2002, después
de escapar hacia Pakistán a través de la frontera, los dirigentes de al Qaida
establecieron allí un puerto seguro. Aunque el pueblo afgano eligió un gobierno
legítimo, ese gobierno ha encontrado dificultades a causa de la corrupción, el
narcotráfico, una economía subdesarrollada e insuficientes fuerzas armadas.
Durante los últimos años, los talibanes han mantenido una causa común con al
Qaida, porque ambos buscan el derrocamiento del gobierno afgano. De forma
gradual, los talibanes han ido haciéndose con el control de amplias franjas de
Afganistán, mientras se implicaban cada vez más en brutales y devastadores actos
de terrorismo contra el pueblo pakistaní”.
Toda esa historia de los dirigentes de al Qaida escapando hacia Pakistán a
través de la frontera es clave, pero ¿hay pruebas de todo eso? Pues no se ha
ofrecido ninguna. Pero, sobre la base de esa afirmación, se espera que aprobemos
la invasión no de uno, sino de dos países: Afganistán y Pakistán. Me parece a mí
que el Presidente y sus acólitos van a tener que ofrecer alguna prueba más.
Cuando Hillary Clinton se fue a Pakistán y dijo a los pakistaníes que estaban
escondiendo a Osama bin Laden, porque es seguro que tiene que estar en alguna
parte en su país, no fue sino una pura estupidez, un insulto a sus anfitriones y
un grave paso en falso diplomático: al hacer la misma insulsa afirmación, Obama
no está convenciendo más que Hillary. ¿Cómo sabemos que los dirigentes de al
Qaida están en Pakistán, se supone que tenemos que aceptar la palabra de Obama?
Lo siento mucho, pero la credibilidad del gobierno estadounidense en asuntos de
esa clase es absolutamente nula por razones obvias para todos. La última vez que
vivimos una situación similar y nos creímos las palabras de un presidente
estadounidense, nos quedamos realmente jodidos, ¿piensan realmente los fans de
Obama que vamos a hacer lo mismo de nuevo?
Esta historia de que los talibanes y al Qaida comparten la misma causa porque
ambos quieren derrocar al gobierno de Afganistán es una estupidez, una pura y
simple estupidez. La “causa” de al Qaida es la destrucción de EEUU y sus
tácticas reflejan este objetivo: de eso se trataban los ataques del 11/S. Por
otra parte, los talibanes sólo quieren sacar a EEUU de su país. No están
enviando aeronaves contra los rascacielos estadounidenses, aún.
Realmente, el Presidente no se aclara mucho en su discurso, el texto refleja
el deseo del típico político de ser venerado por todos. Aquí va ahora Obama el
halcón:
“En todo este período, nuestros niveles de tropas en Afganistán se limitaron
a una fracción de lo que eran en Irak. Cuando asumí el poder, sólo teníamos
alrededor de 32.000 estadounidenses sirviendo en Afganistán, comparados con los
160.000 en Irak en el punto álgido de la guerra. Los comandantes que estaban en
Afganistán pedían repetidamente refuerzos para enfrentar el resurgimiento de los
talibanes, pero esos refuerzos no llegaron. Esa es la razón por la que, poco
después de asumir el poder, aprobé esa vieja petición de más tropas. Tras
consultas con nuestros aliados, anuncié entonces una estrategia que reconocía la
conexión esencial entre nuestros esfuerzos bélicos en Afganistán y los puertos
seguros de los extremistas en Pakistán”.
Pobre pequeño Afganistán, solo y aterrado en un mundo que nunca creó,
anhelante de más tropas, olvidado por la Casa Blanca de Bush y esperando la mano
segura de Obama el Guerrero, quien se moverá de forma decisiva y veloz y llamará
a la caballería para salvarle el pellejo. ¿Se ha construido alguna vez una
narrativa partisana totalmente politizada más autocomplaciente sobre los
escombros de una guerra desastrosa?
Sin embargo, además de la postura política de autogloria, hay algo más en ese
discurso que chirría en los oídos y es la forma en que pasa de puntillas por los
intempestivos hechos del pasado, como si creyera que no vamos a darnos
cuenta.
Por ejemplo, cuando habla sobre el “Presidente” Hamid Karzai y el robo de las
recientes elecciones presidenciales en Afganistán:
“En Afganistán, nosotros y nuestros aliados evitamos que los talibanes
pudieran impedir una elección presidencial y -aunque se vio deslucida por el
fraude- esa elección produjo un gobierno que es consecuente con la constitución
y las leyes afganas”.
¿Deslucida por fraude? Invalidada es más exacto. Karzai robó alrededor de un
millón de votos. Si esto es “consecuente con la constitución y las leyes
afganas”, entonces uno tiene que preguntarse por qué enviar a nuestros hijos e
hijas a morir por un gobierno fundado en el fraude.
Hablando de fraude, ésa es realmente la base de las razones de la continuada
ocupación de Afganistán, porque, ya ven, incluso él admite que no hay mucha
presencia de al Qaida: “Al Qaida no ha aparecido en Afganistán con los mismos
efectivos que antes del 11/S, pero conserva sus puertos seguros a lo largo de la
frontera”. Así pues, ¿estamos en Afganistán para combatir a un enemigo que está
en Pakistán? Buena suerte con los argumentos que Obama no supo ofrecer.
Al fracasar en la argumentación, también tropezó y cayó en más de unas
cuantas contradicciones. Por una parte, afirmó que “Afganistán no está perdido,
pero durante varios años se ha ido retrocediendo. No hay amenaza inminente de
que vaya a derrocarse al gobierno”, pero, por otra parte, nos dice: “En resumen:
el statu quo no es sostenible”. Pero si no puede mantenerse el statu quo,
entonces es inminente algo muy parecido a una derrota, ¿qué es ese algo?
“¿Qué es?”, es una pregunta que seguía surgiendo –en mi mente al menos-
cuanto más escuchaba a ese político consumado cometer el mayor error de su
carrera. La ambigüedad y la duda se cernieron sobre el podio modulando todas y
cada una de sus palabras, especialmente estas palabras:
“Como comandante en jefe, he decidido que va en beneficio de nuestros vitales
intereses nacionales enviar 30.000 soldados estadounidenses más a Afganistán.
Después de dieciocho meses, nuestras tropas empezarán a volver a casa. Esos son
los recursos que necesitamos para recuperar la iniciativa mientras construimos
la capacidad afgana que pueda permitir una transición responsable cuando
nuestras fuerzas salgan de Afganistán”.
Es decir, no piensen en escalada, porque se trata realmente del primer acto
de una retirada. Los yanquis están llegando pero también se están marchando.
¿Qué clase de evasivas son estas?
Cada Presidente afirma que no ha tomado “a la ligera” la decisión de ir a la
guerra, como Obama también afirmó: “Cada comandante-en-jefe afirma que va a la
guerra como último recurso, y hace alusiones a moderación en el uso de la fuerza
militar”. Hasta George W. Bush afirmó lo mismo. Y, no, no me siento impresionado
de que el Presidente hable de preocupaciones acerca de “las consecuencias a
largo plazo de nuestras acciones”. Si no lo hubiera hecho o no hubiera alegado
eso, habría sido algo realmente extraño. Pero, ¿qué pasa si no ha considerado
todas las consecuencias a largo plazo, o sencillamente ha decidido que tenemos
que vivir con esas consecuencias? Ya saben, lo mismo, lo mismo que su
predecesor.
Hablando de George W. Bush, lo siguiente suena espantosamente familiar:
“Tomo esta decisión porque estoy convencido de que nuestra seguridad está en
juego en Afganistán y en Pakistán. Ahí está el epicentro del extremismo violento
practicado por al Qaida. Desde ahí nos atacaron el 11/S y desde ahí se están
tramando nuevos ataques mientras hablo. Esto no es mera cháchara, no es una
amenaza hipotética. Sólo en los últimos meses, hemos aprehendido extremistas
dentro de nuestras fronteras enviados aquí desde la región fronteriza de
Afganistán y Pakistán para cometer nuevos actos de terror. Este peligro crecerá
si se retrocede en la región y al Qaida podrá actuar con impunidad”.
El Presidente se está refiriendo en ese párrafo al caso de Najibullah Zazi,
el inmigrante afgano de 24 años que vive legalmente en este país desde 1999. Por
eso no ha venido aquí como invasor intentando penetrar en la sociedad
estadounidense, él estaba ya aquí. El FBI alega que admitió haber recibido
“entrenamiento militar” en las dos visitas que hizo a Pakistán: Zazi dice que
sólo fue a visitar a su mujer. Además, Zazi no ha sido aún acusado de nada, en
resumen, una base muy endeble para construir el argumento para la guerra.
Como si fuera consciente de lo insustancial de su argumento, Obama se nos
vuelve bushiano de nuevo y juega la carta nuclear:
“Y las apuestas son incluso más altas dentro de un Pakistán con armas
nucleares, porque sabemos que al Qaida y otros extremistas buscan las armas
nucleares, y tenemos todas las razones para creer que estarían dispuestos a
utilizarlas”.
¿Recuerdan cuando los funcionarios de la administración Bush nos machacaban
una y otra vez sobre el infame “hongo atómico” del que Condi Rice siempre estaba
hablando? Rice, Cheney y el Presidente Bush evocaron todos ellos visiones de
holocausto nuclear si no hacíamos caso de sus llamamientos para ir a la guerra
contra Irak. Los estadounidenses tienen miedo a morir de algo nuclear: no tienen
más que evocar una visión de devastación radioactiva y ya les tienen muriéndose
de miedo, dispuestos a hacer lo que sea, a consentir en lo que sea, con tal de
evitarlo: es su Habitación 101 [cámara de tortura en “1984”, la novela
de George Orwell], y eso funciona siempre.
Entonces, ¿a qué se parecerá la victoria? Bien, a algo como esto:
“Nuestro objetivo principal sigue siendo el mismo: desbaratar, desmantelar y
derrotar a al Qaida en Afganistán y en Pakistán, y anular su capacidad para
amenazar a EEUU y a nuestros aliados en el futuro”.
Ya que hay menos de cien efectivos de al Qaida en Afganistán, la guerra está
ya medio ganada ¿no es así? Bien, quizá no tanto, y tenemos luego ahí a
Pakistán. ¿Qué trata de hacer en relación a este país? Nada que pueda admitir en
este momento, pero surgen cuestiones inevitables: ¿cuándo invadiremos? Esta
campaña a base de bombardeos desde aviones teledirigidos no puede durar
indefinidamente y pronto llegará el momento de poner las botas sobre el terreno,
¿y entonces qué? ¿Es que nos va a decir en julio de 2011 que sí, que estamos
empezando a retirarnos de Afganistán –como Obama anunció en su discurso- para
que podamos ir adonde está la verdadera acción: a Pakistán? Apostaría por
ello.
Este es un juego de trileros, pero no creo que el pueblo estadounidense vaya
a picar. Porque van a mirar con recelo los objetivos del trío de anunciadas
guerras de Obama:
“Tenemos que negar un puerto seguro a al Qaida. Tenemos que revertir el
momentum de los talibanes y negarles la posibilidad de derrocar al
gobierno. Y debemos fortalecer la capacidad del gobierno y las fuerzas de
seguridad afganas para que puedan asumir la responsabilidad en el futuro de
Afganistán”.
¿Todo esto para julio de 2011?
El tempo acelerado de esta operación militar –las prisas por enviar las
tropas al frente de Af-Pak al “paso más veloz posible”- tiene un aire de pánico
e incluso de desorden. No intenta proyectar más que una idea de fuerza. Obama,
en esta ocasión, parecía alguien que está a punto de tomar una dosis generosa de
alguna medicina asquerosa y tiene que beberla de un trago para acabar lo antes
posible. Pero es probable que este incremento acelerado –o super “incremento”-
vaya seguido de otro y de varios más antes de acabar, y pretender otra cosa es
deshonesto. Así pues, todo el discurso no fue más que una extensa engañifa.
Hubo siete u ocho referencias en el discurso al día feliz en el que hagamos
el traspaso de responsabilidades a las fuerzas afganas, otro recuerdo a la era
Bush, cuando George W. hacía constantes referencias al día en que los iraquíes
pudieran “defenderse solos” para que nosotros pudiéramos “retirarnos”. Y la
guerra seguía adelante y los años transcurriendo, al igual que ocurrirá ahora.
“Justo como hemos hecho en Irak, llevaremos a cabo esta transición
responsablemente, teniendo en cuenta las condiciones sobre el terreno”.
Precisamente, lo que hemos hecho en Irak, después de cientos de miles de
muertos. ¿Cómo voy a tranquilizarme?
Ahora nos topamos con el meollo de la cuestión:
“Están también los que sugieren que Afganistán es otro Vietnam. Sostienen que
no se puede estabilizar y que es mejor que pongamos fin a nuestras pérdidas y
nos retiremos rápidamente. Pero este argumento depende de una falsa lectura de
la historia. Al contrario de Vietnam, estamos unidos a una amplia coalición de
43 naciones que reconoce la legitimidad de nuestra actuación”.
Es Obama quien malinterpreta la historia. Durante la guerra de Vietnam,
tuvimos una serie de aliados, incluidos, al principio, los franceses, de los que
heredamos la lucha. Tropas de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur,
Tailandia, Taiwán y de la España de Francisco Franco combatieron todas en la
guerra del lado estadounidense. Y no sólo está malinterpretando la historia,
está malinterpretando la realidad cuando afirma que “A diferencia de Vietnam, no
nos enfrentamos a una insurgencia de amplia base popular”. Si no nos
enfrentáramos a una insurgencia de ese tipo, no necesitaríamos enviar ahora
30.000 soldados, ¿no es cierto?
De nuevo, Obama vuelve al tema de los “puertos seguros”, asegurando que
estamos en mortal peligro a causa de los yihadistas escondidos en alguna cueva
en algún lugar de Pakistán. Y, efectivamente, Pakistán gravita sobre esta
perorata como un nubarrón:
“Estamos en Afganistán para impedir que un cáncer se extienda otra vez por
ese país. Pero ese mismo cáncer también ha echado raíces en la región fronteriza
de Pakistán. Por eso necesitamos una estrategia que funcione a ambos lados de la
frontera”.
A pesar de todo este parloteo sobre cómo EEUU ha hecho rápidamente amigos y
aliados, y cómo nos hemos comprometido a ayudarles, a subvencionarles y a
protegerles, no hay “confianza mutua” alguna como dice Obama, sino sólo
desprecio y desconfianza mutuos, como Hillary Clinton dejó claro durante su
reciente viaje a Pakistán, donde acusó directamente a sus anfitriones de
esconder a Osama bin Laden. Si Obama está buscando “una estrategia que funcione
a ambos lados de la frontera”, entonces, un día, tendrá que cruzar esa frontera.
Y no creo que dude ni por un momento en extender esta guerra. A lo que se
refiere este discurso, junto a toda la fanfarria sobre el lanzamiento de otra
campaña militar, es a que vamos a prepararnos para una guerra regional más
extensa que envolverá a Pakistán y a la mayoría del resto de los “estanes” de
Asia Central. Porque a medida que metemos a las tropas en Pakistán, después las
sacaremos para llevarlas, por ejemplo, a Tayikistán. Bien, digamos simplemente
que hay montones de posibles “puertos seguros” en esa parte del mundo. ¿Fuera en
julio de 2011? No apostemos el rancho en ello: para ese momento estaremos ya en
las “áreas tribales” de Pakistán e invadiendo Uzbekistán.
Me encantó cómo Obama buscó encuadrar como “centrista” su postura, colocando
a los extremistas a cada lado: los que piden la retirada y “los que se oponen a
identificar un plazo adecuado de transición a la responsabilidad afgana. En
efecto, algunos exigen una escalada más espectacular y abierta de nuestros
esfuerzos bélicos, una que nos comprometa con un proyecto de construir una
nación de hasta una década de duración”. Su posición es desde luego la razonable
posición media: pragmática, imperturbable, deliberativa. Un error absoluto.
Error porque, en contra de lo que afirma Obama, asegurar Afganistán no
responde a ningún “interés vital nacional”, es algo periférico y marginal. Esos
infames “puertos seguros” no son ni puertos ni seguros, y tienen poco que ver,
si es que tienen algo, con el lanzamiento de ataques terroristas contra la zona
continental de Estados Unidos. Los ataques del 11/S se planearon y ejecutaron
sobre suelo estadounidense por individuos que entraron legalmente en este país:
incluso aunque Osama bin Laden hubiera de algún modo hallado todo lo relativo a
un misil guiado antes del 11/S, los ataques –que estaban ya completamente
planeados y en marcha- se habrían producido. Al Qaida, que ha funcionado siempre
de forma descentralizada y organizada siguiendo la pauta de un concepto parecido
a “resistencia sin líderes”, es ahora incluso más amorfa e indefinida que nunca.
¿Cree realmente Obama que eliminando unos cuantos campos de entrenamiento en
Pakistán va a lograr decapitar a la hidra?
Toda la racionalidad empleada para justificar la continuación de la ocupación
de Afganistán resulta poco convincente, por eso este discurso de Obama es el
peor. Lejos de concentrar al país en torno a una guerra cada vez más impopular,
sólo sirve para subrayar la debilidad de su posición. Si estos son los mejores
argumentos que puede ofrecer el Equipo de Obama, entonces va a facilitarme mucho
mi trabajo pero el de Obama va a ser mucho más duro, seguro que sí.
El momento más bajo de toda esta pesada perorata fue el alarmante
descubrimiento de que Obama añora los viejos buenos días de la era Bush, cuando
todos estaban unidos por el miedo:
“Es fácil olvidar que cuando empezó esta guerra estábamos unidos y vinculados
por la memoria reciente de un ataque espantoso y por la determinación de
defender nuestra patria y los valores que nos son tan queridos. Me niego a
aceptar la idea de que no podemos evocar de nuevo esa unidad. Creo, con todas
las fibras de mi ser, que nosotros –como estadounidenses- podemos todavía
agruparnos tras un objetivo común”.
Sí, el asesinato masivo es sin duda un objetivo común. El objetivo común de
todos los ejércitos de agresión. Pero ése es un objetivo que la gente decente no
puede asumir. Al contrario de Obama, yo no añoro el regreso de los días más
negros de los años de Bush, cuando el miedo impregnaba el aire como una niebla
ponzoñosa, y todos los que rompían la sagrada “unidad” del momento eran
denunciados por “traidores” y “quintacolumnistas” por la Unidad de
Difamación.
¿Pensaban, pues, que Obama iba a ser diferente, que iba a representar el
“cambio”? Bien, al final, les llegó la misma sangre, el mismo trueno, la
retórica estereotipada común a todos los demagogos:
“Estamos atravesando una época de gran prueba. Y el mensaje que enviamos en
medio de estas tormentas debe llegar claro: que nuestra causa es justa y nuestra
resolución inquebrantable. Seguiremos adelante en la confianza de que la razón
hace la fuerza, y con el compromiso de forjar unos EEUU más seguros, un mundo
más seguro y un futuro que represente la más alta de las esperanzas y no el más
profundo de los temores”.
La resolución de los fanáticos y de los locos es perpetuamente
“inquebrantable”. Los agresores y matones siguen siempre “adelante”. Y los
poderosos están siempre absolutamente seguros de la justeza de su causa.
Proclaman que sólo quieren “seguridad”, y su llamamiento representa siempre,
invariablemente, la “más alta de las esperanzas”.
Pero siempre acaba en océanos de sangre.
Fuente: http://original.antiwar.com/justin/2009/12/01/obamas-war-speech-an-unconvincing-flop/
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