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Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

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¿Quién es el héroe americano?

Juan Gabriel Gómez Albarello
elespectador.com
5 de marzo de 2013

Luego de que Galileo hubiese abjurado de sus descubrimientos, Andrea, uno de sus pupilos, le espetó, “Desgraciada es la tierra que no tiene héroes.” Con tranquilidad, Galileo le replicó: “No, desgraciada es la tierra que necesita héroes.”

El diálogo es ficticio, pero su contenido verosímil. Las grandes iniquidades demandan héroes, pero la grandeza de sus actos no basta para borrar el sufrimiento causado por tanta maldad. Galileo quizá habría guardado silencio si Andrea le hubiese musitado, “Bendecida ha sido la tierra que tiene héroes.”

En pos de esa bendición uno se sumerge en el arte. En sus profundidades uno busca la cifra de una fuerza redentora. En cada historia de una época inicua uno querrá identificarse siempre con el héroe o la heroína. Nosotros, americanos todos, tributarios del cine de Hollywood, ¿a qué paladín tomaremos como modelo? ¿Cuál de todos brilla más por su valentía y por su gentileza?

El orden de las cosas es que la realidad imite al arte, pero la nuestra es una época tan aciaga que es ahora el arte el que debe imitar la realidad. A Bradley Manning ningún héroe ni heroína de la pantalla le llega ni a la suela de los zapatos. Pero la nuestra es una época tan aciaga que Hollywood tardará mucho en imitar el carácter de un hombre como Bradley Manning. Son tan precarios sus héroes americanos.

Django es el prototipo de una sociedad resentida. Desgraciada será la tierra que lo tenga como héroe. Tony Mendez (el personaje central de Argo) tiene bastante de valiente y de gentil. Llamarlo héroe, sin embargo, requiere mucho esfuerzo. Otra cosa querría la Casa Blanca, que necesita héroes para la empresa nada heróica de atacar a Irán. Pero eso es mucho pedir. La “hazaña” de Mendez fue apenas un coup de main, no un tour de force, y en la versión de Hollywood un gesto auto-congratulatorio. Será difícil que pase por la criba del tiempo.

La ejecución extrajudicial de Osama bin Laden ya es historia (en el sentido en el que en los Estados Unidos historia es todo aquello ya no merece ser objeto de nuestra memoria ni de nuestra atención); mucho menos ahora que sabemos que la economía trata a su más inmediato ejecutor como a un pobre diablo, no como a un héroe.

¿Y qué de la heroína? La pelirroja que en la vida real es vegetariana y aborrece la crueldad, la que sabe guiarse por la fuerza de sus pálpitos, la que moviliza a la inmóvil burocracia, la que no tiene vida porque sólo tiene un deseo: la venganza, ¿no es ella la mujer ejemplar?

Si creyéramos en la película de Kathryn Bigelow, entonces Maya debería ser también un ícono del feminismo. Pero, ¿quién se la cree? Una antigua analista de la CIA escribió un artículo en el que reduce a polvo a la despolvada Maya. No ha sido, empero, la verdad la que ha desdibujado su imagen: Tiffany Maxwell, en una comedia que complace a Big Pharma, a la gran industria farmacéutica, terminó por opacar su brillo.

¿Quién es entonces el héroe americano?

Bradley Manning es hoy nuestro verdadero héroe. El recuento de su saga habrá de contener una gran soledad y muy pocos diálogos. En uno de ellos, Manning le dice al ex-hacker Adrian Lamo, “Si usted tuviera un acceso sin precedentes a redes clasificadas 14 horas al día, los 7 días de la semana, durante 8 o más meses, ¿qué haría?” Esas redes contenían, y seguramente todavía contienen, “cosas increíbles, cosas espantosas (…) que pertenecen al dominio público, no a un servidor guardado en una oficina oscura en Washington DC.”

El pasado miércoles 27 de febrero, ante la Juez que lo juzga, los fiscales y el público presente en el salón de la audiencia, Manning hizo una declaración política que todos los americanos deberíamos leer “y que ciertamente debería ser enseñada en todas las escuelas acerca de cuáles son las obligaciones morales de la gente en el ejército con respecto a parar la que es en verdad una máquina asesina de los Estados Unidos.”

Leyó un documento de 35 páginas. Con respecto a las filtraciones de los Diarios de Afganistán y de Irak, el registro de las operaciones realizadas por las fuerzas armadas estadounidenses, dijo que de ese modo quería que el público conociera “el verdadero costo de la guerra (…) Creo que si el público general, especialmente el estadounidense, tuviese acceso a la información (…) [este acceso] podría desatar un debate interno acerca del papel del ejército y acerca de nuestra política exterior en general.”

Con respecto a la filtración de los cables enviados al Departamento de Estado, afirmó, “yo creí que esos cables no dañarían a los Estados Unidos. Sin embargo, creí que esos cables serían pondrían [al gobierno] en una situación embarazosa.”

En el curso de esa misma declaración, Manning admitió por primera vez haber filtrado el video que hoy conocemos, gracias a WikiLeaks, con el nombre de Asesinato Colateral.

Imagen de previsualización de YouTube

Al respecto dijo, “Para mí, el aspecto más alarmante de este video fue el aparente gusto por la sed de sangre que tenía el equipo de armas aéreas (…).” Las acciones de los soldados “se parecían a la de un niño torturando hormigas con una lupa.” Ese video, según Manning, pertenece a la categoría de la “pornografía de la guerra”, una pieza en la que la tripulación del helicóptero no mostró ninguna preocupación por la vida humana.

En el juicio que se sigue en su contra, Manning reconoció haber cometido varios delitos relativos al manejo impropio de información clasificada, pero rechazó los cargos de espionaje y de ayudar al enemigo. Al salón de la audiencia llegó luego de permanecer detenido por más de mil días y de haber sido sometido a torturas que no dejan marcas en el cuerpo: el confinamiento en solitario y la privación del sueño. Vienen entonces a la memoria unas líneas de Borges: “(…) un acto es menos que todas las horas de un hombre. La batalla y la gloria son facilidades; más ardua que la empresa de Napoleón fue la de Raskolnikov.”

He buscado en la literatura de los Estados Unidos un modelo a imitar, una anticipación de hombres como Daniel Ellsberg y como Bradley Manning. Encontré uno, quizá el mejor, en la descripción estilizada que Raymond Chandler nos da de los detectives de Dashiell Hammett.

“En todo aquello que puede ser llamado arte hay una cualidad redentora. Puede ser la la pura tragedia, si es una tragedia elevada, y pueden ser la pena y la ironía, y la risa estridente del hombre fuerte. Cuesta abajo por calles mezquinas debe ir un hombre que no es mezquino, que no está empañado ni tiene miedo. El detective en esta clase de historia debe ser este tipo tipo de hombre. Él es el héroe, él es todo. Debe ser, para usar una manida expresión, un hombre de honor, por instinto, inevitablemente, sin pensar acerca de ello, y ciertamente sin decirlo. Debe ser el mejor hombre en su mundo y un buen hombre en cualquier mundo. No me preocupo mucho acerca de su vida privada; no es ni un eunuco ni un sátiro; creo que podría seducir a una duquesa y estoy bien seguro de que no arruinaría a una virgen; si es un hombre de honor en una cosa, lo es en todas las cosas. Es un hombre relativamente pobre pues de otro modo, no sería en absoluto un detective. Es un hombre común pues de otro modo no podría andar entre gente común. Sabe que es el carácter pues de lo contrario no conocería su trabajo. Nunca tomará el dinero de otro hombre de forma deshonesta ni su insolencia sin una debida y desapasionada revancha. Es un hombre solitario y su orgullo consiste en que lo trate como un hombre orgulloso o que se arrepienta si lo llega a volver a ver. Habla como un hombre de su época habla, esto es, con un ingenio descortés, un vivo sentido de lo grotesco, un disgusto por todo lo fingido, y un desprecio por las pequeñeces. Su historia es su aventura en busca de una verdad oculta; no habría aventura si no le ocurriera a un hombre apropiado para la aventura. Tiene un rango de atención que ha de asustarle, pero le pertenece por derecho propio porque es propio del mundo en el cual él vive.”

Si el carácter se refleja en el rostro, entonces será difícil encontrar en la cara jovial de Bradley Manning algunos de los rasgos que definen al héroe de Hammett.

Bradley Manning

No obstante, de Manning podemos decir lo mismo que Chandler dice de ese héroe: “Si hubiese bastantes hombres como él, creo que el mundo sería un lugar más seguro donde vivir y, sin embargo, no tan deslustrado como para que haya valido la pena haber vivido en él.”


 

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