¿Qué será necesario para salvar a los niños de Yemen?
Jeremy Varon | 29 de noviembre, 2018
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 30 de diciembre de 2018
Estaba examinando cuidadosamente las mochilas de los niños en el muro de Isaías buscando la de un niño de 11 años. Esa es la edad de
mi hijo y cargarla me haría sentir más cercano a las vidas por las cuales
estamos en luto. Encontré una.
Abd al-llah Abdullah Hussein al-Raza fue asesinado en un ataque aéreo saudí el 9 de agosto del 2018 en la provincia de Saada en
Yemen. Estaban viajando para festejar el fin de año cuando una bomba cayó en el
autobús en el que viajaba, matando once niños y adultos. Estados Unidos fue
quien suministró la bomba, manufacturada por Lockheed Martin. En las fotos publicadas
por la prensa, muchas mochilas azules llenas de sangre enmarcaban la grotesca
escena de la masacre.
No debería de haber sido foco de atención mundial el asesinato de niños sobre la guerra de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes
Unidos contra Yemen desde marzo del 2015. Bombardeos sin piedad, puertos
bloqueados, enfermedades, inanición en masa y el sufrimiento de niños han sido
los distintivos. Desde que la guerra empezó, más de 85,000 niños menores a cinco años han muerto de hambre. Cualquier supuesta justificación de
la guerra como vía para luchar contra los rebeldes apoyados por Irán en Yemen
se ha evaporado desde hace mucho en esta depravación feroz.
Tampoco debía el salvaje asesinato del periodista residente en Estados Unidos Jamal Khashoggi perpetuado por Arabia Saudita ser
un motivo de urgencia para los americanos en su papel dentro del conflicto. Arabia
Saudita es el importador de armas más grande de Estados Unidos. El líder de la
coalición anti rebelde ha luchado con la bendición americana, armas y
entrenamiento y, hasta hace unas semanas, con el combustible de
reabastecimiento de sus aviones de guerra.
Pero aquí estamos, noviembre 8, alrededor de cien activistas con mochilas azules y los nombres de los niños asesinados, afuera
del consulado de Arabia Saudita en Nueva York. Nuestra esperanza silenciosa era
que algo bueno saliera de la muerte de estos niños, si ayudaba a que las vidas
de otros pudieran ser perdonadas.
¡Detengan la inanición, detengan las bombas!
Llamándose “Voces de Yemen”, una coalición de grupos
pacíficos realizó la demostración. Entre ellos estaba Voices for Creative Non-Violence bajo el liderazgo de la intrépida
activista de Chicago Kathy Kelly. Kelly ha pasado décadas protestando la
agresión militar estadounidense, a veces desde las zonas de guerra en
Afganistán e Irak. Ha organizado esfuerzos nacionales para despertar a América
sobre el conflicto en Yemen, mientras un contingente en Nueva York se ha
reunido semanalmente en Union Square por año y medio.
Al frente con figuras de muñecas imitando madres llorando, los participantes del luto lograron atravesar las masas de medio día,
que visiblemente estaban confundidas o movidas por el espectáculo. El propósito
de la protesta era tan serio como su contenido: físicamente bloquear la
entrada, con el riesgo de ser arrestados, al edificio de la Segunda Avenida que
alberga al consulado saudí. Dos docenas de demostradores, o más, con sus
mochilas, tomaron su posición en entradas separadas. Algunos honraron la
macabra manifestación mientras que otros se indignaron y empujaron su entrada a
través de los brazos entrelazados de los manifestantes.
Hincándose ante la entrada central, David Barrow rompió la hipnótica recitación de los nombres de los muertos para gritar
lentamente “¡Detengan las bombas! ¡Detengan la hambruna! ¡Detengan la matanza
de los niños de Yemen!”. Las palabras se sintieron como un mandato antiguo, de
otro mundo y profundamente humana al mismo tiempo, un llamado al mal elemental
y una adolorida defensa de la vida.
Las tensiones aumentaron con la presencia acosadora de los matones de la embajada, de esos que contratan los autócratas en todo el
mundo para proteger sus puestos de avanzada foráneos. Docenas de policías de la
ciudad de Nueva York llegaron pronto, listos con sus esposas plásticas. Los
manifestantes cantaron y cantaron y condujeron entrevistas improvisadas con
Democracy Now! y Al-Jazeera (las únicas cubriendo la demostración, a pesar de
la amplia promoción que hubo con la prensa) y mantuvieron sus pies en la tierra.
Encuentros como estos son confundidos con simples rituales para hablar acerca del poder, aquí con cuerpos en lugar de palabras. De
igual manera, estos encuentros provocan la respuesta de los poderosos cuando
son confrontados con la verdad. Con fuertes en sus oficinas, los saudís sabían
que estábamos ahí y por qué. Los saudís calcularon reserva y confianza de la
policía neoyorquina para limpiar el traspaso, cobardía a medida y contemplación
de la idea de ser encontrados responsables, sin importar por quién.
Miedo dentro el consulado por más prensa negativa por la guerra de Yemen puede haber anticipado lo que parecían arrestos inminentes. Después
de horas, la policía se negó a mover las barricadas, como sucede en algunas
ocasiones. Quién tomó la decisión, sigue sin saberse.
En el lugar, Kathy Kelly habló con el Detective Frank Bogucki quien recuerda haber arrestado algunos de los presentes en el “Shock y
Pavor” del 2003 contra el bombardeo de Irak. “El detective Bogucki dijo que
estábamos predicando al coro”, escribió Kelly en el correo post-demostración de
noviembre 8. “Cuando le contamos de los crímenes que suceden dentro del
consulado…creemos que “el coro” debe unirse para resistirse al sacrificio de
niños, a la matanza de niños”.
Ventas de armas y masacre de niños
Desde el bombardeo del 9 de agosto y especialmente desde el asesinato de Khashoggi, Washington ha estado en pelea por hacer algo
acerca de Yemen. De repente, el coro auto didacta se ha hecho más grande, con
algunas nuevas promesas vocales que restringen la guerra saudí. Recientes
pláticas van desde requerir aprobación del congreso para involucrarse
militarmente en el conflicto hasta sancionar a Arabia Saudita a detener la
venta de armas al reino petrolero.
En el congreso, ha habido algunas buenas voces, así como desaciertos en los
esfuerzos para, por lo menos, limitar el conflicto. A principios de este año,
los senadores Chris Murphy (D-CN), Bernie Sanders (I-VT) y Mike Lee (R-UT)
patrocinaron una resolución para “remover fuerzas armadas estadounidenses de
hostilidades” en Yemen, además de las dirigidas a Al-Qaeda. La medida fracasó
por un 55–44 de margen. La verdad, el proyecto de ley solo buscaba restringir la “asistencia
aérea para objetivos, inteligencia compartida, reabastecimiento de combustible
aéreo” por parte del ejército. La CIA, que dirige los notorios ataques de drones en Yemen y que
podría entrar para llenar el vacío del ejército, está exenta. Este proyecto de
ley propone difícilmente termina con la guerra y no desentiende a los Estados
Unidos de ella. Las bombas hechas en Estados Unidos todavía pueden matar
civiles yemeníes, siendo guiadas por sus aviones o no.
En respuesta al ataque al autobús en agosto, un grupo partisano de legisladores de ambos partidos añadió condiciones para la continua
asistencia militar a Arabia Saudita en su asalto a Yemen para el proyecto anual
de asignaciones de defensa. Las condiciones requerían que la administración de
Trump certificara que Arabia Saudita y la UAE están tomando “acciones
demostrables” para limitar las bajas civiles y persiguiendo, en “buena fe” el
fin del conflicto. Citando cifras intactas de muerte y enfermedad, grupos de
ayuda han cuestionado estas condiciones objetando que no se han aplicado. En
septiembre 12, el Secretario de Estado Mike Pompeo llevó al congreso las certificaciones necesarias, después
avaladas por el Secretario de Defensa James Mattis.
La prensa prontamente reportó que Pompeo manipuló al staff del Departamento de Estado con las cifras de civiles muertos en la
guerra. Pompeo había sido aconsejado por la cabeza del equipo de asuntos
legislativos del Departamento de Estado, Charles Faulkner. Antes de unirse
Departamento de Estado, Faulkner había sido un cabildero del fabricante de
armas Raytheon. Si fracasaban en la certificación, Faulkner le advirtió a
Pompeo, se pondría en riesgo la venta de dos billones de dólares en armas de
Raytheon a Arabia Saudita y UAE. En el estirón de las ganancias entre guerra y
guerra y los derechos humanos, la venta de armas y la matanza de niños, ganaban.
La legislación más ambiciosa hasta entonces, la Resolución Coincidente de Cámara de Representantes 138, invoca la prerrogativa
constitucional bajo la Resolución de los poderes de guerra a ordenar al
presidente a detener una guerra que el congreso nunca declaró. Post-Khashoggi,
ganó momentum real, incluyendo el apoyo de poderosos demócratas que se oponían
a medidas similares y tempranas dentro de su junta política. Pero en un
movimiento poco reportado, los líderes republicanos de la Cámara de Representantes maniobraron,
el 13 de noviembre, para que se “matara” el proyecto de ley sin consideración
de la cámara completa. Un portavoz de Speaker Ryan explicó que la legislación era
ahora superflua, dado que la administración de Trump revisó la postura en la
recarga de los aviones saudís. Sea que se pueda revivir el proyecto de ley, en
los días que le quedan al actual congreso, o resurja cuando los demócratas
tomen el control de la Casa en enero, queda por verse.
Mientras tanto, el proyecto de ley Sanders-Lee-Murphy, recientemente
apoyado en una carta a Mitch McConnell (R-KY) firmada por el ex Secretario
de Estado Colin Powell, un laureado Nobel y otras eminencias, llegó a
consideración por parte del senado. Si pasa, para ser ley deberá tener un
proyecto de ley a tono por parte de la Casa y luego poder evadir un posible
veto presidencia. A hoy, los votos existen para todas las opciones.
La administración de Trump amargamente se opone a esa medida, como aclaró el Secretario Pompeo en una reunión a puertas
cerradas en la mañana con algunos senadores el pasado 28 de noviembre. En ella,
explicó el papel vital que tiene la alianza EE.UU.-Arabia Saudita y la guerra
en Yemen con la hegemonía iraní. Cayendo en un doble discurso, instó, “mientras
más apoyo tengamos de ustedes, tenemos una mayor oportunidad de terminar el
conflicto y poner un fin al sufrimiento que no nos tiene contentos a nadie”. Los
prospectos de paz, aparentemente dependen de derrotar una medida que se opone a
la guerra. Rechazando este sin sentido, el senado con mayoría republicana, pasó
más tarde ese día, por un 63-37 una resolución que para que el proyecto de ley
avanzara hacia un debate completo por parte del Senado. Es una tremenda
represión al presidente Trump, pero no es un alivio inmediato para la gente de Yemen.
Retorciendo la mano y con los votos del senado aparte, el gobierno de Estados Unidos permanece, por ahora, comprometido a terminar la
guerra en Yemen. Incluso la mejor legislación se queda corta con el llamado de
los manifestantes a que su país se retire completa y permanentemente de la
guerra. Con evasión y duplicidad, los que apoyan la guerra de alguna manera se
atragantaron de vergüenza porque no han alcanzado ni siquiera el objetivo de
terminar con la rebelión Houthi. Por este pobre resultado, los EE.UU. se ha unido
a la desmesurada violencia y sufrimiento sin paralelos en el mundo hoy en día. Terminar
guerra no es fácil para los que la hicieron.
“Un mundo cruel y asqueroso”
Esta riña legislativa, desconocida en detalle para todos menos para una fracción de americanos que siguen de cerca este tipo de
cosas, ha sido sobrepasada por la monstruosa defensa de Trump a Arabia Saudita.
Excusando el asesinato de Khashoggi, Trump nos recordó que este es “un mundo cruel y asqueroso”. La grandeza, sugirió, está en
convertir esta realidad en una ventaja para uno mismo, no en intentar cambiarla.
Para Trump, esta desalentadora introspección es como un principio cósmico básico, tanto como para los negocios como en la vida.
Ahora aparece elevado en el centro de su doctrina de política exterior, en
donde es usada para exonerar oligarquías asesinas con mucho petróleo y odio
feroz a Irán. Las implicaciones son terroríficas. En la muy pública muerte de
Khashoggi, un periodista muy bien conectado, apoyado por las poderosas
instituciones periodísticas y una formidable nación como Turquía, solamente
inspira el realismo duro de Trump. ¿Qué oportunidades tienen los niños de
Yemen? ¿Cómo podrá creer una población vulnerable que el presidente pueda
juzgar su sufrimiento como aceptable o incluso útil?
Ha sido depresivo ver a los que apoyan a Trump alrededor de esta protesta. El apoyo generalmente viene en dos campos. El
primero contempla sus sicópatas, profundamente trastornados en el culto de
personalidad que Fox News y el mismo Trump han hecho a mano. Para este grupo,
cualquier cosa que Trump haga o diga, no importa lo desagradable que sea, es elogiado
como rompe normas genio, una movida maestra en un juego que solo Trump sabe
jugar. Le dan crédito por escoger demonios convenientes como compañeros de cama
y por presionar los acuerdos correctos con ellos.
Greg Gutfield, el experto cabeza de alfiler del difícil de ver “The Five” de Fox,
personifica esta adulación. Precios baratos de gasolina, paz entre israelíes y
palestinos, estabilidad de la región, Gutfield cloqueó en un blog reciente), es el trayecto sereno para la
victoria de Trump. La verdad es que Arabia Saudita solita no puede lograr
ninguna de estas cosas. Pero la verdad no tiene un lugar necesario en el
pensamiento mágico de un creyente de la verdad. Las vidas de los civiles
yemeníes son sacrificadas por un espejismo.
El segundo campo son estos oportunistas de notoriedad neo conservadora de antaño. Usan a Trump como un vehículo potente para las cruzadas
que han ya ganado. Sé testigo de la reciente columna del New York Times de los halcones iraníes Michael Doran y Tony Badran
titulada, como dulce para el presidente, “Trump es crudo, pero tiene razón acerca de Arabia Saudita”.
Con corte intense, ejecutan la ofuscación de Trump acerca de quién ordenó la muerte de Kashoggi porque sirve como una estrategia
nacional, un camino en contra de la maldad de Teherán como una vía para achicar
la de Riyad y descubrir cuántos castigos estadounidenses hacia Arabia Saudita le
darían más poder al enemigo real, Irán, que ha embrujado al predecesor
irresponsable de Trump. Los críticos de Trump, concluyen, erran al favorecer la
“abstracta moralidad” sobre la “sabiduría estratégica”.
Así es la coartada cínica, de nuevo prestigio popular por Trump, de hombres sabios auto profesado, mientras condenan a otros a muerte
con sus cálculos geo políticos de cabeza dura. Pero no hay nada abstracto
acerca de madres que lloran, niños pulverizados, mochilas ensangrentadas y
fragmentos de bombas con sellos de fabricantes americanos. Si no otra cosa, la
demostración en el consulado saudí trataba de transmitir justamente eso.
Salven a los niños
Existe, obviamente, un temible candor en la trasparencia en las ventas preferidas de armas de Trump y las alianzas
estratégicas sobre los derechos humanos y la defensa global de la democracia. Por
décadas, otros presidentes han hecho la misma negociación. Para estos términos,
los fines de “seguridad nacional” justifican los medios repugnantes usados para
lograrlos. El presidente Obama, después de todo, dio luz verde a la guerra de
Yemen para almohaza un favor adicional con Arabia Saudita. Cada presidente
desde la Guerra Fría, ha apoyado dictadores e insurgentes y ha quemado pueblos
para salvar a estos “aliados” de los enemigos de América.
Trump, sus defensores dicen con efusión exagerada, simplemente se administra con la precisión auto servido que otros presidentes
han usado para ocultar su ruido y motivos prudentes. Sería un error, de todas
maneras, considerar esta refrescante honestidad. Reconocer el legado de la
hipocresía americana no debería ser para excusar o celebrarla, ni para
trascenderla con convertirse en bruto sin disculpa. Si la arrogante aceptación
del sacrificio de niños de Trump en Yemen revela posteriormente la corrupción
endémica del poderoso imperio americano, comúnmente motivado por cabilderos de
armamento y fanáticos de think tank, no importa el presidente, entonces su fanfarroneada venal nos habrá enseñado
algo valioso.
Lo que hagamos con este conocimiento podría algún día salvar a otro autobús con
niños, en algún otro país distante en donde las bombas americanas no tengan
lugar alguno.
Jeremy Varon es profesor de historia en The New School, editor de The Sixties: A
Journal of History, Politics and Culture y miembro de Witness Against Torture.
Publicado originalmente en PUBLIC SEMINAR
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