LA CORTE KAFKA: BUSCANDO LEY Y JUSTICIA
EN BAHÍA DE GUANTÁNAMO
Alka Pradhan
Revisión online de la Universidad de Derecho Northwestern
Febrero 2020
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar por Sergio Rey Godoy 13 de agosto de
2020
“¿Por qué llevas hiyab?” pregunta un destacado reportero.
“¿Por qué llevas hiyab?” pregunta la madre de una madre
de un bombero del Departamento de Bomberos de Nueva York el cual
desinteresadamente corrió para salvar vidas antes de que cayera la segunda torre.
“¿Por qué llevas hiyab?” pregunta un estudiante de segundo año de Derecho sosteniendo una taza de café “feminista”.
“Ejercer en Bahía de Guantánamo” suena contradictorio. Los campamentos de detenidos fueron creados allí en 2002 específicamente por el
propósito de estar fuera de la ley. Cerca de dieciocho años más tarde, los
jueces de los lentos cargos militares aún no pueden decidir si o qué partes de
la Constitución podrían aplicarse a los cuarenta hombres que quedan allí. Los
derechos humanos existen para los humanos, se lo enseño a mis estudiantes, pero
si los carcelarios no reconocen la humanidad de sus cargos y ninguna persona de
fuera puede realizarlos, ¿es verdad?
Los detenidos de Guantánamo son presentados como un monolito — duros terroristas que quieren matar estadounidenses. La primera impresión,
creada por gente como Donald Rumsfeld y Dick Cheney los cuales también
controlan toda la información de los hombres, se ha convertido en la verdad en
la mente del pueblo. He representado a más de una docena de hombres en
Guantánamo. A diferencia de Rumsfeld y Cheney, me he sentado en habitaciones
con ellos, he compartido cenas con ellos, me han aconsejado sobre embarazo y
paternidad, y me han hecho cerrar la boca ya que algunos lloraban por sus
madres, hermanos o hijos muriendo en sus hogares lejos de allí mientras ellos
siguen encerrados en Guantánamo. Un cliente tenía un hijo que nunca había
conocido. Otro perdió a su joven hijo en Siria mientras estaba en Gitmo. Uno escribió
cartas estremecedoras con una mano derecha que había sido aplastada
constantemente en torturas anteriores, intentando participar de alguna forma en
la preparación de la pendiente boda de su hija. Todas sus cartas llegaron tras
la boda, consejos que inexplicablemente llegaron llenas de tinta censuradora.
Uno de mis clientes favoritos, un caballero que se
disculpaba por robarme mi tiempo con mi familia para visitarle en Guantánamo,
escribía cartas de amor a su mujer cada día. Él arrancaba silenciosamente fotos
de flores y animales de las revistas aprobadas por el Departamento de Defensa y
las adjuntaba con las cartas. Le suplicaba que le esperase y, en contra de mis
consejos, aceptó un trato de libertad el cual le pondría en gran peligro al
salir de Guantánamo solo con la esperanza de reunirse con ella más rápido. A su
salida estuvo legalmente desaparecido casi seis meses. Fue la gota que colmó el
vaso para su mujer, quien rechazó reunirse con el después.
Se ha declarado que todos estos hombres se armaron en contra de los Estados Unidos, que todos son una amenaza para los estadounidneses
y que por eso se ven forzados a encerrarlos de por vida, fuera de los Estados
Unidos, en lo equivalente a un gulag. Esa declaración es absolutamente falsa.
Aquí hay algunas verdades: hemos retenido a casi ochocientos hombres en
Guantánamo, la mayoría no debería haber sido detenida en absoluto. Si hubiesen
sido blancos y de Francia o Noruega o Alemania, la prisión extraterritorial de
Guantánamo nunca hubiera estado permitida de existir. Y desde luego nunca
hubiese durado durante dieciocho años sin un punto final a la vista.
La única verdad que todos los detenidos comparten es que fueron torturados por los americanos. Hemos mentido sobre eso, también, y lo
seguimos haciendo. Estas no eran “técnicas de tortura mejoradas”. Eran
brutales, actos medievales, algunas de ellas incluso cometidas en la Torre de
Londres y en Salem — y sí, en Bergen-Bergen. Los hombres eran asesinados en
nuestro programa de tortura. Aquellos que sobrevivieron estuvieron lisiados
mental y físicamente de por vida.
I. ANTECEDENTES
Cuando decidí a la madura edad de dieciséis años que quería dedicarme a los derechos humanos y a la ley humanitaria, nunca hubiese
adivinado que estaría litigando contra mi propio gobierno. Acababa de regresar
de un programa de verano del instituto en la Universidad de Oxford, donde uno
de los hablantes era Patricia Viseur Sellers, entonces una fiscal especializada
en crímenes de guerra basados en género en el ICTY1. Era una abogada estadounidense, lo que yo quería ser, ayudando a dar forma al
entonces nuevo campo de ley de crimen internacional. Y era una mujer, y su piel
era como la mía. Crecí principalmente en un cómodo y homogéneo barrio en Ohio,
el tipo de lugar que se ve en programas de televisión como One Tree Hill
o My So-Called Life. Lo que les falta, sin embargo, son los personajes
femeninos indoamericanos cuyos comentarios de autodesprecio y ruidosas risas
adelantan las bromas sobre su ropa (“no Abercrombie”), sus caras (“demasiado
oscuras para verlas en fotos”), religión (“mis padres no quieren que vaya si
tienes un dios elefante en tu pared”), países de origen (“una mierda” antes de
que el presidente lo dijera), y comida casera (“apesta a curry”).
No iba a dejar sentirme acosado. Hacía las bromas antes de que abriesen sus bocas, aceptaba la gracia del chiste, les dejaba sentirse
incómodos. Lo hacía por los nuevos niños inmigrantes también, que no entendía
el chiste. “El chiste es cómo les vemos a ellos”. Veinte años más tarde me
encuentro asintiendo con mi cliente, Ammar, que habla de cómo se siente ser un
extraño al ser un refugiado adolescente en Irán. Era definitivamente más
privilegiado que Ammar, pero ser una minoría de adolescente es algo que nos une.
Mi abuelo trabajó para las Naciones Unidas y pasó muchos
largos veranos en Ginebra junto a amigos de la familia que eran trabajadores
internacionales. Leí sobre las Guerras de los Balcanes, el genocidio de Ruanda,
la carrera nuclear indo-pakistaní, y debatí las ventajas de la soberanía contra
la intervención humanitaria en mi clase de Política Estadounidenses y Gobierno.
Cuando vi a Ms. Sellers hablar sentí que había encontrado mi lugar. Como ella
explicó, nadie inventó los derechos humanos — existen en cada ser humano. Pero
sin personas que luchen a capa y espada por esos derechos, no hay forma de
relajar el caos político y bélico. Yo quería hacer eso.
Cuando crecemos en Estado Unidos, no obstante — y especialmente cuando estudiamos Derecho en América, se nos enseña que somos los
buenos. A veces es verdad. Ayudamos a dar forma a gran parte del mundo tras la
Segunda Guerra Mundial y dirigimos la carga contra la ley internacional que
ahora irrita a nuestro Departamento de Defensa de Guantánamo. Nuestra
Constitución es magnífica y tiene profundos puntos débiles, y magnífica de
nuevo por cómo crea las instituciones — el Congreso, la presidencia, las cortes
— para ayudar a resolver esos errores.
Pero la Constitución, escrita en un momento de poder de estado, no supo qué hacer con los ataques del 11S, ni tampoco las instituciones.
Descubiertos prestando demasiada poca atención a un participante no estatal (Al
Qaeda), el Congreso y el Ejecutivo lo sobre corrigieron. Poderes plenos fueron
empleados, las reglas de reunión de inteligencia en secreto y de lucha de
guerras en público fueron suspendidas. Los Estados Unidos no querían seguir las
leyes que ayudaron a crear.
Conocemos algunos de los errores que cometemos. No entendimos la naturaleza o la diversidad de las partes en Afganistán. El
programa de ejecución y tortura no generó inteligencia usable y puede haber
tirado al garete años de búsqueda de Bin Laden. Pero aun así no hemos estimado
los efectos de esos errores. Aún no hablamos del impacto en nuestra seguridad
nacional con nuestros aliados retirándose de operaciones conjuntas debido a nuestros
campos de tortura. El gobierno sigue vigorosamente debatiendo que los detenidos
de Guantánamo no deberían tener protección absoluta en territorios controlados
por los Estados Unidos y en las cortes en las que ondee la bandera. No parece
que entendamos cómo estos errores —torturar personas de color, crear cortes
segregadas para musulmanes fuera de la constitución— han socavado la seguridad
que tanto ansiamos tan desesperadamente conseguir.
II. EN LA CORTE
Durante la mayoría de estos cuatro años que he representado a Ammar en el construido especialmente para estos casos Campamento
Justice (el complejo jurídico de la Bahía de Guantánamo), he sido la única
abogada mujer de color. Una de solo un puñado de mujeres en toda la corte, de
hecho. Durante mi primer debate, hice una pausa en la palabra “Abbottabad”.
Abbottabad es una ciudad en Pakistán donde Osama bin Laden fue eventualmente
encontrado y asesinado por el ejército de EE.UU. en 2011. Es contantemente mal
pronunciado en la prensa, incluyendo al presidente Obama. Cerca de dos décadas
después de la Guerra de Afganistán, ¿es tan difícil aprender a pronunciar
“Afganistán”, “talibán”, “Irak”, “Abu Ghraib” —y sí, “Abbottabad”
correctamente? Faltar el respeto a una cultura y a su gente porque cinco de
ellos son acusados de cometer crímenes (incluso atroces) es antiético para la
justicia basada en los derechos. Entonces hice una pausa y le expliqué al juez
en dos frases la historia de Abbottabad y que iba a pronunciarlo de la misma
forma que lo hacen los pakistaníes. Para mi parecía algo absolutamente normal
de hacer. El juez, a su favor, aceptó la explicación con dignidad. A mi
derecha, sim embargo, había un coro de resoplos desde la acusación hasta el
final de mi argumento.
Muchas cortes siguen estando dominadas por hombres y escucho el mismo comentario en Guantánamo que mis compañeras alrededor del
mundo. He sido llamada “histérica” por hablar del traumatismo craneoencefálico
de Ammar a manos de la CIA. Los fiscales han replicado que “no entiendo” la
litigación. Un fiscal comentó que “necesitaba volver con mis hijos” después de
una polémica semana de audiencias. Estas son palabras normales sin imaginación
que pueden ser denegadas.
Donde se vuelve raro es con la etiqueta de “simpatizante del terrorista”. Mi piel es marrón y soy la única mujer que se levanta en el
podio y debate en la corte de Guantánamo. Llevo un hiyab cuando Ammar y los
otros cuatro acusados están en la corte, así que los testigos suelen llegar a
la conclusión de que soy musulmana. La hermana de una víctima del 11S, el dolor
inimaginable resurgiendo después de un día de argumentos sobre los defectos que
sostienen el caso, me dijo “Estás de su parte. No eres estadounidense”.
Otro miembro de la familia dijo claramente que la fiscalía les había informado
que estaba ahí para promover “a los terroristas”. Un testigo una vez me
preguntó, ajeno tanto a la absurdez como a la afrenta, si disfrutaba
proyectando una sensación “Mata Hari”. (Cuando le pregunté si sabía que el
fiscal de Mata Harise se refirió a su género como una prueba contra ella, se marchó
apresurado. Además, aseguro a todos que estoy completamente vestida en la
corte). Todos mis compañeros de defensa son atacados por representar a nuestros
clientes. Pero conmigo, “la broma” es, de nuevo, mi apariencia.
Ahora no evito los comentarios. La razón es la corte creada para este caso. La corte está rodeada de alambre de espino y carteles
que dicen “Complejo Legal Expedicionario”. Fue creada deliberadamente fuera de
nuestro sistema legal, con una obscura cláusula en su estatuto permitiendo
pruebas derivadas de la tortura sitio negro de Ammar. La finalidad para la que
se creó fue para ejecutar a Ammar lo más rápido posible. La finalidad de las
burlas y de las barricadas del gobierno —espiando nuestras reuniones,
reteniendo financiamiento, denegando hallazgos— es hacer que paremos de
defenderle. En términos reales, si nos distraemos evitando las bromas sobre
nosotros, Ammar será asesinado sin nadie que haya luchado contra el sistema
corrupto que le procesa. Ya no estamos en Ohio, Toto.
Es posible ser un gran abogado de defensa sin ser muy cercano a tu cliente, pero no en Guantánamo. Como estos hombres fueron
deshumanizados, no confían en casi nadie. Viven aislados, lejos de la prensa y
de los testigos y de la familia en un campo secreto de Cuba. La primera cosa
que hacemos, si nos dejan, es conocerles. Aprendemos cómo fueron sus infancias,
cuántos hermanos tienen. Si le gustan más los dátiles de Kuwait o de Dubai, si
hay un plato especial que hacen sus madres en el Ramadán. Si les gusta el
criquet o el fútbol o si ven películas de Bollywood, que son extensas en el
Medio Este. Cómo modifican las comidas de la prisión con su yogurt, menta, ajo,
o salsa picante para hacerlas apetitosas. Solo después de que hayamos
reconstruido su personalidad podemos defenderles en una corte diseñada para
reducirles a monstruos unidimensionales.
Durante cada interacción, tenemos que intentar evitar redesencadenar su trauma. Algunas canciones sonando en sitios negros programaron
la mente de Ammar de forma que cree que va a ser asesinado cuando las escucha.
Otro prisionero entra en pánico cuando es transportado en una furgoneta negra,
que es siempre que va a una reunión legal o a una cita médica. Una de las
torturas sobre estos hombres es la humillación sexual por parte de
interrogadoras y guardas femeninas. La humillación sexual es cruel, inhumana y
degradante para cualquier persona, pero sube un nuevo nivel para los hombres
musulmanes por lo principios específicos de su religión. Para eliminar ese
rebrote de humillación llevo el hiyab en la corte.
Naturalmente no estoy cómoda con el hiyab. Realmente no me gusta ponérmelo en la cabeza (llevar un tocado por Ascot fue doloroso).
Tengo que ajustarlo en su lugar para asegurarme que no se cae cuando hablo en
el podio, porque tiendo a usar mucho mis manos describiendo los fallos del
gobierno para soportar cualquier tipo de estándares normales del juicio. Hace
calor bajo ese hiyab en el calor de 100 grados de Guantánamo, además de
requerir pantalones de traje. Algunas de las otras mujeres de la corte
prefieren usar abayas, que me parecen demasiado físicamente restrictivas para
mí. No soy musulmana y a veces me considero demasiada cohibida adoptando, por
razones prácticas, una costumbre que tiene significado religioso y cultural
para muchas mujeres alrededor del mundo. Pero si un hiyab puede (y hace) que un
traume se relaje lo suficiente para que pueda hacer mi trabajo en la corte,
merece la pena. E irónicamente, solo ese trocito de “separarse del otro” vista
en mí y en mis colegas americanos con hiyabs o abayas, me permite entender
mejor el uso de nuestro país de Guantánamo como un gran experimento de deshumanización.
Incluso más irónicamente, recibo más respeto y consideración de Ammar que de mis clientes posteriores, como su abogada
americana, que de mis compañeros de la fiscalía. Ningún detenido nunca se ha
negado a reunirse conmigo por ser una mujer. Cuando hablo del cerebro traumado
de Ammar, lo llaman “honesto”, no “histérico”. Cuando estaba en las
profundidades de la lucha contra el Departamento de Estado para negociar las
condiciones de repatriación del cliente, él me llamó su “abogada tigresa”
inspirándose en el personaje de Kung Fu Panda (una de las películas aceptadas
en el Campamento 62.
Durante mi embarazo durante la mitad de 2018 mientras asistía a vistas en
Guantánamo, recibía felicitaciones del Campamento 73
, combinadas con preguntas sobre cuándo volvería después del nacimiento del
bebé. Mientras bebía té de jengibre hecho por Ammar para mí para combatir mis
náuseas para recuperarme para los debates orales, prometí que volvería, y lo
hice. Resulta que si ofreces respeto y humanidad a la gente, vuelve hacia ti
diez veces más.
CONLUSIÓN
Mi camino ha divergido grandemente de mi inspiración, Patricia Sellers. En vez de cortes internacionales, cito a la Convención Contra
la Tortura, al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y a los
Convenios de Ginebra en una comisión militar ilegal en Cuba. Elegí la defensa antes
que la fiscalía, pero intenté seguir su ejemplo como una defensora de los
derechos humanos, sea cual sea el título del trabajo. No cuestiono el
patriotismo de mi trabajo, como mencionó el juez Tatel recientemente en la
decisión de un circuito DC excoriando al gobierno por su manejo del caso Nashiri
en Guantánamo: “la justicia criminal es una responsabilidad compartida”, junto
a la acusación, defensa y poder judicial. 4
Sin fuertes abogados de defensa, la justicia se desmorona, y particularmente Guantánamo.
Ms. Sellers fue preguntada una vez en una entrevista cómo de importante era el caso Akayesu en la historia internacional legal, y
ella no pudo enfatizar lo suficiente cómo de progresiva había sido la decisión.
Me siento de la misma forma con el 11S5
por la razón opuesta: la historia legal internacional grabará lecciones de
injusticias que se perpetraron. Las comisiones militares de la Bahía de
Guantánamo han permitido la carga de “crímenes de guerra” ex post facto,
insistieron en la existencia de una “guerra” que se extiende hasta 1996 para
cubrir la jurisdicción de todos los detenidos, ocultando la más importante
prueba de las torturas de los acusados, y entonces han ejecutado una estatua
del gobierno que permite el uso de la tortura para conseguir testimonios. Juego
una pequeña parte en dar luz a estas asquerosas violaciones legales a través de
litigación, en la prensa y en Twitter. Y, algún día, el público se dará cuenta
el porqué luchamos tanto contra nuestro propio gobierno desde el 11S, el porqué
pasamos meses y años de nuestras vidas en una esquina olvidada en Cuba— y el
porqué llevamos hiyabs.
Copyright © 2020 Alka Pradhan. Edited by the Northwestern University Law Review.
This Essay was originally published in Women & Law, a special joint
publication of the nation’s top law reviews. Alka Pradhan, Kafka’s Court:
Seeking Law and Justice at Guantánamo Bay, in WOMEN & LAW 151
(2020) (joint publication of the top sixteen law reviews).
† Alka Pradhan es un abogado de Derechos Humanos en la comisión militar de la Bahía de Guantánamo. Actualmente representa a Ammar al
Baluchi, uno de los cinco acusados en United States v. Khalid Sheikh
Mohammad, et al. (el caso del 11S). Previamente, Ms. Pradhan representó a
un grupo de detenidos en la Bahía de Guantánamo en procedimientos habeas,
y también a víctimas civiles de ataques con drones de Yemen y Pakistán. Ms.
Pradhan es una académica y profesora de Derecho en la Universidad de Derecho de
Pensilvana. Está eternamente agradecida a su marido y a su familia por su inquebrantable
apoyo.
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