Obama y el rayo de Júpiter
Alberto Piris Republica 17 de junio de 2012
Aludí la semana pasada a la influencia que en la política internacional de
EE.UU. empezaba a ejercer un nuevo modo de hacer la guerra que está cobrando
importancia bajo la presidencia de Obama: el que se basa en el empleo de aviones
no tripulados y fuerzas de operaciones especiales. Pero los efectos de esta
innovación no se limitan al terreno militar y todo parece indicar que están
incidiendo de modo más peligroso en la Casa Blanca que en el Pentágono.
El pasado 29 de mayo, The New York Times (TNYT) publicó un impactante y
extenso artículo cuyo título revelaba el núcleo de su contenido: Secret ‘Kill
List” Proves a Test of Obama’s Principles and Will (es decir: “La lista secreta
de muertes pone a prueba los principios y la voluntad de Obama”). El documentado
trabajo venía a revelar que era el propio presidente el que decidía
personalmente quiénes eran las personas a eliminar mediante ataques con misiles
Hellfire disparados desde aviones teledirigidos. Unas fichas resumen de cada
posible objetivo, recopiladas por los servicios de inteligencia, ponían en sus
manos los datos esenciales y dejaban a su arbitrio la decisión final: matar o no
matar.
El asesor de seguridad nacional confirmó el hecho de que es Obama en persona
el que decide: “Se ha propuesto ser él quien determine el alcance de esas
operaciones [ataques con aviones no tripulados]. Opina que él es el responsable
del lugar que ocupa EE.UU. en el mundo y está decidido a tener las riendas en su
mano”. Las que en pasadas épocas eran operaciones de kill or capture (matar o
apresar) se han convertido en asesinatos directos de aquellos a los que Obama
designa como enemigos a destruir.
Si este endurecimiento de Obama tiene algo que ver con la campaña electoral
en la que ya está inmerso, y en la que la reciedumbre del Comandante en Jefe es
para muchos compatriotas un tanto a su favor, el caso es que numerosas voces se
han alzado contra un modo de operar que ignora la “transparencia” prometida
durante la campaña electoral que le llevó a la presidencia. Un anterior director
de la CIA, partidario de la línea dura adoptada por Obama, declaró a TNYT que
todo secreto implica costes, pero que la estrategia de Obama debería abrirse al
escrutinio público: “Este programa se apoya en la legitimidad personal del
presidente, lo que no es aceptable. He trabajado con alguien [Bush] que tomaba
las decisiones basándose en informes secretos de su asesoría legal, lo que nos
ponía en situaciones difíciles. Las democracias no hacen la guerra basándose en
documentos legales guardados en una caja fuerte del Departamento de
Justicia”.
Pero hay algo de más gravedad en este asunto. El público no se hubiera
enterado de todo esto a través de un diario de gran tirada, si no fuera por una
filtración supuestamente facilitada desde la Casa Blanca, donde se cree que la
imagen de un presidente decidido a recurrir a todos los medios para ganar la
guerra contra el terror aumentará su tirón electoral. En la misma línea está la
difusión, procedente de fuentes oficiales, de que fue Obama el que ordenó atacar
el sistema informático de las centrifugadoras iraníes, lo que se consideró una
acción de ciberguerra que le hizo ser visto por sus compatriotas como un
decidido defensor de la patria frente al eje del mal. El senador McCain,
anterior candidato a la presidencia, acusó a Obama de poner en peligro la
seguridad nacional revelando esos datos “para reforzar sus ambiciones
electorales”.
Por otra parte, el Gobierno de Obama ha resucitado una vieja ley
antiespionaje de la Primera Guerra Mundial, aplicándola en seis ocasiones contra
funcionarios o periodistas que revelaron actividades ilegales, como el uso del
waterboarding (simulación de ahogamiento) para obtener información de los
prisioneros. En toda la Historia de EE.UU. antes de Obama, esta ley solo se
aplicó tres veces. La práctica de filtrar lo que favorece y perseguir y hostigar
a quien difunde una verdad incómoda no habla mucho en favor de la democracia de
EE.UU. ni del Presidente que prometió “cambiar las cosas”.
“Obama no ha dado marcha atrás a lo que hizo Bush, sino que ha ido mucho más
allá. Pero ha sabido envolverlo en un paquete más atractivo”, comentó un
escritor estadounidense, especializado en asuntos de seguridad. Por otro lado,
en la revista Foreign Policy, un alto funcionario experto en Oriente Medio
escribió: “Barack Obama se ha convertido en un George W. Bush que toma
esteroides”. Para Peter Van Buren, veterano funcionario del Departamento de
Estado “esta es la simple realidad del momento: el presidente se ha declarado
por encima de la ley (junto con sus asesores y los que ejecutan sus órdenes),
tanto moral como legal. Él solo es quien decide quién vivirá y quien morirá bajo
los aviones no tripulados, él es quien recompensará a los medios favorables con
información privilegiada o aplastará a los periodistas que le molestan a él o a
sus colegas. Lo peor de todo: él será el único que decida lo que está bien y lo
que está mal”.
Así se ha transfigurado Obama, Premio Nobel de la Paz, el que prometió cerrar
Guantánamo, mejorar sus relaciones con el mundo islámico y volver a encender el
faro de la libertad y el respeto a los derechos humanos. En vez de eso, los
drones han puesto en sus manos el rayo de Júpiter y se complace en utilizarlo
según le convenga.
Fuente: http://www.republica.com/2012/06/14/obama-y-el-rayo-de-jupiter_507681/
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