La orden de torturar formó parte de la estrategia sectaria bélica de EEUU en
Irak
Gareth Porter Antiwar.com 4 de noviembre de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La publicación por WikiLeaks de una orden del ejército estadounidense
dirigida a sus soldados en el sentido de no investigar los casos de torturas a
los detenidos por fuerzas iraquíes se interpretó en las noticias sobre la
filtración como una muestra más del desinterés del ejército de EEUU ante las
torturas perpetradas en Irak.
Pero el significado más profundo de esa orden, que los medios pasaron
precisamente por alto, es que formaba parte de una amplia estrategia de EEUU que
perseguía explotar el odio sectario chií contra los sunníes con el objetivo de
suprimir la resistencia sunní, por su oposición a la invasión y ocupación
estadounidenses.
Y la figura clave, a la hora de desarrollar esa estrategia de utilizar a las
fuerzas chiíes y kurdas para suprimir a los sunníes durante los años 2004-2005,
fue la del General David Petraeus.
La estrategia consistió en el deliberado despliegue de comandos policiales
chiíes y kurdos en zonas de insurgencia sunní, con pleno conocimiento de que se
estaba torturando a los detenidos sunníes, como muestran los informes publicados
por WikiLeaks.
Esa estrategia inflamó los temores sunníes ante el dominio chií y fue uno de
los factores que más contribuyeron al incremento de la influencia de Al-Qaida en
las zonas sunníes. La alimentada escalada de la violencia sunní-chií llevó a la
masiva guerra sectaria de 2006 en Bagdad, en el curso de la cual decenas de
miles de civiles –principalmente sunníes- murieron asesinados.
La estrategia de utilizar unidades de los comandos policiales y del ejército
compuestas mayoritariamente por chiíes y kurdos para suprimir a los insurgentes
sunníes se adoptó en abril de 2004 tras un punto de inflexión clave en la
guerra, cuando las unidades del Cuerpo de Defensa Civil desaparecieron
sustancial y repentinamente de toda la región sunní durante una ofensiva de la
insurgencia.
Dos meses después, el mando del ejército de EEUU emitió la “FRAGO [orden
fragmentaria, por sus siglas en inglés] 242”, que estipulaba que no debía
llevarse a cabo investigación alguna sobre las torturas y malos tratos a los
detenidos por parte de iraquíes a menos que se dictara una orden en tal sentido
desde la sede del mando, según las referencias a la orden que aparecen en los
documentos de WikiLeaks.
La orden llegó inmediatamente después de que el General Petraeus se pusiera
al frente del nuevo Mando Transitorio de Seguridad Multinacional en Irak
(MNSTC-I, por sus siglas en inglés). Era una clara señal de que el mando
estadounidense contaba con la tortura a los prisioneros como rasgo fundamental
de las operaciones de la policía y el ejército iraquí contra los insurgentes
sunníes.
Petraeus sabía que llevaría al menos dos años construir un cuerpo de
oficiales iraquíes competente, como le contó a Bing West, autor de “The
Strongest Tribe”, en agosto de 2004. Mientras tanto, tendría que utilizar
las milicias kurdas y chiíes.
En septiembre de 2004, Petraeus adoptó un plan para establecer unidades
paramilitares dentro de la policía nacional.
Las unidades iniciales pertenecían a los antiguos equipos de fuerzas
especiales iraquíes no sectarias. Sin embargo, en octubre, Petraeus patrocinó la
primera unidad, claramente sectaria, de milicias chiíes: las fuerzas
estadounidenses estuvieron entrenando durante dos meses a los 2.000 chiíes de la
“Brigada del Lobo” como elemento clave de su estrategia de comandos
policiales.
En noviembre de 2004, después de que el 80% de las fuerzas de policía sunníes
desertara y se uniera a los insurgentes en Mosul, el mando estadounidense envió
a esta ciudad a 2.000 milicianos kurdos, los peshmerga; y cinco
batallones de soldados, mayoritariamente chiíes, junto a un puñado de kurdos, a
patrullar Ramadi. Pero pocas semanas después, una vez completado su
entrenamiento, se envió también a Mosul a la Brigada del Lobo.
También se trasladaron a Samarra y Faluya cientos de tropas chiíes desde
Bagdad y las zonas sureñas del país.
La Brigada del Lobo no necesitó de mucho tiempo para hacerse famosa por sus
torturas a los detenidos sunníes. Associated Press informó del caso de
una mujer detenida en Mosul a la que azotaron con cables eléctricos para
conseguir que firmara una confesión falsa asegurando que era una líder local de
alto nivel de la insurgencia.
Un oficial del mando estadounidense le dijo posteriormente a Richard Engel,
de la NBC, que la Brigada del Lobo había sido una unidad muy eficaz y que
había logrado expulsar de Mosul a la insurgencia.
Seguidamente, se envió a la Brigada del Lobo a las barriadas sunníes de
Bagdad, donde la Asociación de Académicos Musulmanes la acusó públicamente de
haber “detenido, torturado y asesinado a los imanes y vigilantes de algunas
mezquitas, arrojando después sus cadáveres a los basureros…”
La Brigada del Lobo se desplegó también por otras ciudades sunníes, incluidas
Samarra y Ramadi, siempre en estrecha cooperación con las unidades del ejército
estadounidense.
Los documentos de guerra publicados por WikiLeaks incluyen una serie
de informes sobre Samarra de 2004 y 2005, en los que se describe cómo el
ejército estadounidense había entregado a sus cautivos a la Brigada del Lobo
para “interrogatorios adicionales”. Lo que eso suponía era que los comandos
chiíes podrían extraer más información de los detenidos que la que permitirían
las leyes estadounidenses.
El General Martin Dempsey, quien en septiembre de 2005 sucedió a Petraeus
como comandante responsable del entrenamiento de las fuerzas de seguridad
iraquíes, dio claramente a entender en una entrevista con Elizabeth Vargas, de
la ABC News, realizada tres meses después, que el mando de EEUU aceptaba
los duros métodos interrogatorios de la Brigada del Lobo como una característica
ineludible de utilizar fuerzas de contrainsurgencia iraquíes.
Dempsey dijo: “Estamos combatiendo en un entorno de gran dureza… estos chicos
no están luchando en las calles de Bayonne, Nueva Jersey”. Contrariamente a la
noción occidental de “inocente hasta que se pruebe que es culpable”, dijo que la
idea que se tenía en Irak estaba “muy cerca” de todo lo “contrario”.
Vargas informó: “Para Dempsey, gran parte de la tarea de construir una fuerza
policial viable es aprender a aceptar, cuando no abrazar, las diferencias
culturales”.
Una segunda etapa de la estrategia de la guerra sectaria contra los sunníes
llegó cuando el nuevo gobierno chií se apoderó del Ministerio del Interior en
abril de 2005. El ministro chií llenó de inmediato las fuerzas de la policía
iraquí –especialmente las unidades de los comandos- con tropas chiíes de las
Brigadas Badr, las fuerzas leales al Consejo Islámico Supremo de Irak entrenadas
por Irán.
Fue cuestión de días que las Brigadas Badr, junto con las Brigadas del Lobo,
empezaran una campaña de arrestos, torturas y asesinatos masivos de sunníes en
Bagdad y en otros lugares de la que ampliamente informaron las agencias de
noticias.
El mando estadounidense respondió a esos desarrollos emitiendo una nueva
versión de la orden anterior sobre qué hacer en cuanto a la tortura de iraquíes,
según los documentos de WikiLeaks. El 29 de abril de 2005, el mando
estadounidense emitió la FRAGO 039, requiriendo que se informara a través de los
canales operativos sobre las torturas perpetradas por iraquíes a los prisioneros
según un modelo adjunto a la orden. Pero que no hubiera investigación ni
seguimiento a menos que así se ordenara desde lo más alto de la cadena de
mando.
El ex Ministro del Interior, Falah al-Naquib, le dijo posteriormente al
corresponsal de Knight-Ridder Tom Lasseter, que él había advertido
personalmente al Secretario de Defensa Ronald Rumsfeld y a otras autoridades
estadounidenses sobre la violencia sectaria de los comandos de policía de las
Brigadas Badr contra los sunníes. “Pero no nos tomaron en serio”, se
lamentó.
En realidad, el ejército estadounidense y su embajada eran bien conscientes
del grave riesgo que entrañaba la estrategia de utilizar a los vengativos
comandos policiales chiíes para localizar a los sunníes, i.e., exacerbar
las tensiones sectarias entre sunníes y chiíes. En mayo de 2005, Ann Scott Tyson
escribió en el Washington Post que los analistas del ejército de EEUU no
negaban que la estrategia estadounidense “agrava las fallas subyacentes en la
sociedad iraquí, elevando las posibilidades de conflicto civil”.
A finales de julio de 2005, cuando Petraeus todavía encabezaba el mando, John
F. Burns, del New York Times, le preguntó a un anónimo “alto funcionario
estadounidense” del MNSTC-I si EEUU iba a acabar armando a los iraquíes para que
se enfrentaran en una guerra civil. La respuesta del funcionario fue:
“Quizá”.
El hecho de que EEUU patrocinara el ataque chií contra los sunníes
proporcionó una nueva oportunidad a Al-Qaida. A mediados de 2005, Abu Musab
al-Zarqawi, líder de Al-Qaida en Irak, anunció la creación de una unidad
especial, la Brigada Omar, para combatir a los escuadrones de la muerte y
comandos de tortura chiíes. Eso produjo un baño de sangre sectario masivo en
Bagdad en 2006, con miles de civiles muriendo asesinados cada mes.
(Inter Press Service)
El Dr. Gareth Porter es periodista e historiador investigador en temas de
política de seguridad nacional de EEUU. Desde 2005 escribe regularmente para
Inter Press Service sobre la política estadounidense en relación a Irak e Irán.
Es autor de cuatro libros, el último de los cuales es “Perils of Dominance:
Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam” (University of California
Press, 2005). Fue también especialista y activista contra la Guerra de Vietnam y
Co-Director del Centro de Recursos para Indochina en Washington.
Fuente:
http://original.antiwar.com/porter/2010/11/01/torture-orders-were-part-of/
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