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“NO TIENES DERECHOS”

Sabri al-Qurashi ha vivido sin estatus legal en Kazajstán desde su liberación de Guantánamo en el 2014


Una pintura de Sabri al-Qurashi realizada mientras estaba en la prisión de Guantánamo muestra a un detenido con sandalias flip-flop cubriendo sus ojos con sus brazos detrás de él en una jaula en el 2014: Ilustración: Sabri al-Qurashi

Elise Swain
The Intercept
7 de enero del 2023

Traducido por El Mundo no Puede Esperar 3 de marzo de 2023

“ESTOY INTENTANDO estar bien”, me escribió Sabri al-Qurashi una tarde después de preguntarle cómo estaba. Al-Qurashi ha sobrevivido mucho, pero está increíblemente deprimido, cansado y está desesperado porque las condiciones de su vida cambien. Hasta hoy, ha pasado dos décadas sintiéndose atrapado sin que, a la vista, parezca haber un fin.

Al-Qurashi vivió la pesadilla de languidecer en una jaula como detenido en la notoria prisión militar en la bahía de Guantánamo, Cuba. Él nunca esperó que estaría viviendo en otra versión de una jaula después de su liberación en el 2014. Ha estado, por casi una década, atrapado en Kazajstán. Las promesas que una vez le hicieron de poder comenzar una vida y una familia después de Guantánamo se han destrozado. Su vida ahora se siente como un purgatorio permanente sin algún tipo de identificación básica a la merced del gobierno de Kazajstán. Sin esperanza o paciencia, al-Qurashi amenaza con hacer huelga de hambre.

“Verdaderamente, mi vida ahora es tan mala como la que tenía en Guantánamo y, en muchos aspectos, todavía peor. Por lo menos ahí, sabía que estaba en prisión y que un día saldría”, escribió en un recuento que compartió con The Intercept, que será publicado por CAGE, un grupo de activistas por las víctimas y detenidos de la “guerra contra el terror”. “Ahora estoy viviendo como si estuviera muerto y que me digan que soy libre cuando no lo soy”.

“Ahora estoy viviendo como si estuviera muerto y que me digan que soy libre cuando no lo soy”

Cuando al-Qurashi se reunió con representantes del gobierno de Kazajstán cuando estaba en Guantánamo, era optimista acerca de ser enviado a un extraño nuevo hogar. Estuvo de acuerdo con un acuerdo negociado secreto negociado por el Departamento de Estado de EE.UU.

Sin poder regresar a Yemen por la inestabilidad del país, al-Qurashi dijo que le ofrecieron una buena vida en otro lugar. Su entendimiento, y el de su equipo legal, era que, después de vivir bajo algunas restricciones por dos años, sería un hombre libre, con los mismos derechos que los ciudadanos kazajstanos. Es un país musulmán, le dijeron, y sería tratado como un miembro de la sociedad. En lugar de eso, hoy se encuentra sin las necesidades más básicas.

“No tengo estatus oficial, identificación, derecho a trabajar o a la educación y no tengo derecho a ver a mi familia”, dijo al-Qurashi. “He estado casado por ocho años, pero a esposa no se le permite venir a vivir conmigo”.

Al-Qurashi vive bajo condiciones que son un crudo contraste con la estabilidad que el Departamento de Estado ha intentado garantizar con su acuerdo. “La meta de los Estados Unidos en reubicar a ex detenidos de Guantánamo era crear condiciones para que estos hombres se integraran a sus nuevas sociedades y darles la oportunidad de comenzar una nueva vida en una manera en la que se protegiera la seguridad de los Estados Unidos”, le dijo un ex oficial del Departamento de Estado familiarizado con los esfuerzos de la administración de Obama para transferir a detenidos de Guantánamo a The Intercept. “Entre otras cosas, los acuerdos exitosos implican techo, acceso a cuidado médico, oportunidades educativas, habilidad para trabajar y la oportunidad de comenzar o reunirse con sus familias”.

En una entrevista con The Intercept, al-Qurashi dijo que le han dicho repetidamente a través de los años, que su esposa y otros miembros de la familia no tienen permitido visitarlo, mucho menos irse a vivir con él, desde Yemen, porque él “ilegal”. Dijo que le dijeron “no tienes derechos”. Según un mensaje visto por The Intercept, la Red Crescent Society está negociando con oficiales en Kazajstán que la esposa de al-Qurashi pueda visitarlo de manera breve finalmente. “Estamos esperando una respuesta y los estaremos informando”, dijo un representante del Comité de la Cruz Roja que trabaja en beneficio de al-Qurashi a través de un texto en octubre. Al-Qurashi no ha tenido noticias desde entonces.

Un vocero del Departamento de Estado dijo que una vez que los acuerdos de seguridad en relación a la reubicación expiran, la responsabilidad del trato de ex detenidos recae sobre los gobiernos anfitriones. “La repatriación o reubicación de ex detenidos es un proceso cuidadosamente negociado entre los Estados Unidos y países receptores basado en garantías de trato humano y de seguridad mutuamente acordadas. Mientras que las garantías de seguridad son limitadas en cuanto a tiempo, las relacionadas con el trato humano no expiran”, dijo el vocero del Buró de Contraterrorismo Vincent Picard en una declaración.

“Mientras que los gobiernos anfitriones son alentados para que consulten con nosotros, el gobierno estadounidense no ejercita algún tipo de custodia sobre el trato de los individuos reubicados. Alentamos a los gobiernos receptores a ejercitar sus responsabilidades humanamente y con consideración de medidas de seguridad apropiadas”. (La embajada de Kazajstán en EE.UU. no respondió a la solicitud de comentarios).

Que al-Qurashi haya pasado tanto tiempo sin tener incluso un documento de identidad, en desafío a los esfuerzos diplomáticos del Departamento de Estado, es algo que sus defensores legales nunca imaginaron.

“Ultimadamente, nunca recibió identificación adecuada para ser un individuo documentado en el país y eso es un problema para cualquier país”, dijo Greg McConnell, abogado pro bono de al-Qurashi. “Eso es algo que nunca fue apropiadamente cumplido en la manera en la que entendimos que sería por parte del gobierno de Kazajstán”.

Después de las promesas rotas, al-Qurashi ahora siente que no le importa a nadie. Con el ICRC financiando su departamento, comida e incluso un lugar para pintar, a al-Qurashi le preocupa que los oficiales kazajstanos puedan preguntar “¿Qué más puede pedir?” Para al-Qurashi, sin embargo, la nueva vida que acordó era una en donde su esposa pudiera estar con él y en la cual pudieran construir una vida juntos. Su existencia ahora, ha dicho, está sostenida por ayuda, pero no es una vida en realidad.

“Por supuesto, intento no darme por vencido”, dijo, “pero todo está en mi contra”.

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Este cuadro de Sabri al Qurashi, creado cuando estuvo encarcelado en Guantánamo en el 2014, muestra un avión en el cielo, viesto a través de una reja rota. Ilustración: Sabri al Qurashi

Al Qurashi se mantiene tranquilo. Su sonrisa contagiosa es encontrada con una hospitalidad cálida que puede ser sentida a través de nuestros videos llamadas por WhatsApp. Sus manos grandes se mueven y se detienen de repente, con sus palmas hacia el techo cuando enfatiza momentos exasperantes. Cuando no es alcanzado por la desesperación, su humor brilla.

En una llamada una tarde de otoño, me preguntó en dónde estaba sentada yo. “Es un pequeño patio, como un jardín”, dije, mostrándole con mi computadora portátil mi patio de concreto en Brooklyn.

“Oh, yo también tengo un jardín”, dijo, “Déjame enseñarte”. Caminó a través de un departamento crudo y apuntó la cámara al jardín de hierbas de interior más triste que he visto. Pequeños brotes verdes de albahaca y menta luchan por su vida en una tinaja de plástica de agua. Le siguió una gran carcajada, su cara transformada por un momento de felicidad de desvalorización propia. Pocas semanas después, todas las plantas estaban muertas.

Por años, al-Qurashi ha intentado mantenerse sano con la pintura, sus ilustraciones son sofisticadas y conceptuales y, su talento, descubierto en Guantánamo, es inmenso. El poder de escapatoria permitido al hacer arte, sin embargo, ha disminuido últimamente. “Incluso dibujar, que es lo mejor de mi vida, y algo que amo — ya no estoy tan entusiasmado por eso”, me dijo.

Al-Qurashi se abrió acerca de su juventud en una serie de entrevistas. Nacido en Arabia Saudita con padres yemeníes, pasó sus años de joven en Hafar al-Batin, haciendo trabajos para vendedores en el mercado para que pudiera regresar a casa con 10 ó 20 riyales después de la escuela. Con sueños de convertirse en un “hombre rico”, comenzó a vender aceites de perfume en mercados saudís en sus veintes. Eventualmente viajó a las fábricas de Pakistán, su primera visita solo. Eso fue cuando sucedieron los ataques del 11/9. En un intento desesperado de salir del país mientras las fuerzas de seguridad rodeaban a los extranjeros, al-Qurashi fue tomado en una redada en el departamento en el que se hospedaba.

“Está en mi naturaleza el perdonar incluso a aquellos que me lastimaron”

En ese momento, el gobierno estadounidense estaba pagando hasta $5,000 dls a los caudillos afganos y al gobierno de Paquistán por capturar presuntos miembros de al-Qaeda o de los talibanes y por entregarlos. Según el CCR (Center for Constitutional Rights), 86% de los hombres encarcelados en Guantánamo fueron vendidos por una recompensa. Al-Qurashi no tenía idea de que se iba a unir a cientos de hombres que serían entregados a los estadounidenses por parte de oficiales paquistaníes.

En la prisión estadounidense improvisada en Kandahar, Afganistán, al-Qurashi dijo que fue desnudado, rasurado, intimidado con perros y privado de agua, calidez y dignidad básica. El peor día de su vida, dijo, fue el vuelo a Cuba. Esperó para que sus captores se dieran cuenta del error, pero ese día jamás llegó. A través de brutales interrogaciones, huelgas de hambre y confinamiento solitario, mantuvo su inocencia.

Al-Qurashi dijo que no siente amargura acerca de lo que le sucedió, incluso expresando gratitud por los amigos que hizo en el camino. Le pregunté si perdonaba a las personas que lo torturaron. “Por supuesto”, respondió sin titubear. “Está en mi naturaleza perdonar incluso a aquellos que me lastimaron”.

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Una pintura de Sabri al-Qurashi, de un paísaje nevado en Kyzylorda, Kazajstán, en el 2021. Ilustración: Sabri al-Qurashi

Otra prisión

A finales del 2014, tres yemeníes, incluyendo al-Qurashi y dos tunecinos llegaron a Kazajstán desde la bahía de Guantánamo — el primer y último grupo en ser enviado al que fuera un país soviético. El destino parecería extraño, pero Kazajstán es un país de mayoría musulmana y puede abordar las preocupaciones de seguridad de los EE. UU acerca de una transferencia. Trato duro, vigilancia intensiva y acoso comenzaron inmediatamente, como fue documentado en una investigación de VICE poco tiempo después de la llegada de los hombres.

Al-Qurashi y Lotfi bin Ali, un tunecino de 6.8 pies, fueron colocados en la frontera rusa en Semey, una pequeña ciudad a la sombre del sitio de pruebas de armas nucleares de Semipalatinsk. Los hombres esperaban ser bienvenidos en un país musulmán, pero en lugar de eso, encontraron hostilidad visible.

Al-Qurashi batalló para aprender kazajstano con un maestro que no hablaba árabe, en una ciudad que en su mayoría hablaba ruso. Lofti, en ese momento, no podía encontrar un abrigo para el invierno que le quedara a su gran tamaño

Bin Ali frecuentemente habló con los reporteros acerca de sus condiciones en Kazajstán y, tal vez debido a los vergonzosos reportajes de los medios, fue reubicado nuevamente en Mauritania, junto con su compañero tunecino Adel Hakimi. Sin jamás haber regresado a Tunez, bin Ali murió el 9 de marzo del 2021, después de lugar por encontrar tratamiento médico adecuado para su enfermedad cardiaca.

“El Departamento de Estado ni siquiera pretendió importarle un carajo”, dijo Mark Denbeaux, el ex abogado de bin Ali. “Lo único que querían era sacar gente de Guantánamo. Los aventaron en Kazajstán y no les importó lo que sucediera”.

Otro ex detenido de Guantánamo enviado a Kazajstán — Asim Thabit Al Khalaqi, un yemení sin problemas de salud documentados — murió cuatro meses después de la transferencia debido a una repentina enfermedad severa. Familia y amigos alegan mala práctica médica y dicen que su cuerpo jamás fue regresado a Yemen o apropiadamente enterrado.

Al Qurashi ahora lucha por encontrar el cuidado médico adecuado para una herida que sostuvo hace tres años, cuando un hombre violentamente lo atacó en la calle. Golpeado en la cara y dejado con daño de nervios, se le dijo, después del ataque, que no podía reportar el incidente o tener algún tipo de presencia en un tribunal. La policía le dijo a Al Qurashi que, debido a su falta de estatus en el país, no tenía lugar para presentar cargos. Su tratamiento para la parálisis parcial facial es continuo — le han dado acupuntura y sanguijuelas que chupan sangre — pero necesita una cirugía complicada que tiene miedo de tener por cómo ha sido tratado hasta ahora.

Además de dejar su cuerpo en riesgo, el acercamiento las autoridades kazajstanas con al-Qurashi lo ha dejado virtualmente imposibilitado para hacer algún tipo de contacto social con aquellos a su alrededor, dijo.

“No tengo dignidad básica o libertad de moverme incluso en las calles que rodean mi departamento”, al-Qurashi explicó en un recuento para CAGE. “El gobierno acosa a cualquiera que yo contacte, lo que hace imposible socializar. El gobierno desalienta a la gente de asociarse conmigo diciéndoles que somos terroristas y que somos peligrosos. Por no querer poner en peligro a nadie, he dejado de intentar integrarme con los locales”.

Por su falta de identificación, al-Qurashi no puede hacer cosas básicas como enviar y recibir dinero, paquetes o correo. No puede trabajar. Cuando quiere salir de su departamento, por ejemplo, para ir a pescar cerca, debe llamar a la oficina de la Red Crescent y pedir que su acompañante designado lo acompañe. A veces la espera es de días. No puede salir de su barrio, mucho menos manejar o viajar afuera de Kyzylorda, su prisión al aire libre. “Existo en vida, pero no la vivo”, me dijo al-Qurashi.

La experiencia hace eco de aquellos otros ex prisioneros que se expresan en contra del implacable estigma de la vida después de Guantánamo. “Cuando se van de Guantánamo, no es como que son exonerados, no es como que Estados Unidos dice que son inocentes o que fueron erróneamente detenidos”, dijo Maha Hilal, autora de “Innocent Until Proven Muslim” (“Inocentes hasta demostrar que son musulmanes”) y académica sobre el efecto de la llamada guerra contra el terror sobre los musulmanes. “Y, por eso, obviamente, se van de Guantánamo con el estigma de “terroristas” en la espalda”.

Al-Qurashi dijo, “He sido tratado como un terrorista desde el día en el que me bajé del avión aquí”.

De los cinco detenidos enviados a Kazajstán, sólo Qurashi y Muhammad Ali Husayn Khanayna, quien no quiso comentar, siguen en Kyzylorda.


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Arriba a la izquierda: un cuadro que Sabri al-Qurashi hizo en Guantánamo muestra a un hombre dentro de una botella flotando en el océano, esperando ayuda, en 2014. Abajo a la derecha: un óleo sobre tela de 2108 de Sabri al-Qurashi de un barco luchando con el mar. Al-Qurashi dice que seguido pinta barcos atrapados en las olas fuertes porque se identifica con cómo se siente estar solo a la mitad del océano. Ilustraciones: Sabri al-Qurashi

¿De quién es la responsabilidad?

Cuando terminó el gobierno de Obama, también terminó el esfuerzo diplomático del Departamento de Estado del trabajo con hombres aprobados para ser liberados de Guantánamo. El gobierno de Trump desmanteló la oficina responsible de reubicaciones, en ese momento llamada Comitiva Especial para el Cierre del Centro de Detención de la Bahía de Guantánamo o Special Envoy for the Closure of the Guantánamo Bay Detention Facilities. Ex prisioneros de Guantánamo quedaron sin apoyo para responsabilizar a sus países anfitriones por maltrato. Los hombres aprobados para ser liberados de Guantánamo permanecieron en la prisión porque el presidente Donald Trump canceló las transferencias de salida.

Una vez que expira el acuerdo de dos años entre el país receptor y el Departamento de la Defensa, no existe medio alguno para mantener que los países anfitriones tratarán a los detenidos reubicados con derechos humanos básicos, dijo Martina Burtscher, una compañera del grupo de derechos humanos Reprieve que trabaja en asuntos relacionados con Guantánamo. (“Una vez que las garantías han expirado y con cualquier renegociación de garantías pendiente, recae en la discreción del país receptor el determinar qué medidas de seguridad continúa a implementar”, dijo Picard, un vocero del Departamento de Estado).

El colapso complete en la comunicación y falta de presión diplomática permitieron que los países receptores como Kazajstán, los Emiratos Árabes Unidos y Senegal hicieran lo que sea con los detenidos reubicados — como encarcelarlos y, en el caso de Senegal, repatriación forzosa a Libia.

“Esta no es la solución que EE.UU. quería, pero así sucedió por la falta de cuidado y de recursos”, dijo Burtscher. “Entiendo que necesitan vaciar Guantánamo, pero tambén tienen una responsabilidad de seguimiento”.

“Implantaron a estos hombres en países en donde no tienen familias, amigos, conexiones, en donde no hablan el idioma, no tienen nada”, continuó. “Lo mínimo que pueden hacer es asegurarse de que tengan un estatus legal sólido”.

    “Implantaron a estos hombres en países en donde no tienen familias, amigos, conexiones, en donde no hablan el idioma, no tienen nada”, continuó. “Lo mínimo que pueden hacer es asegurarse de que tengan un estatus legal sólido”

Después de que Joe Biden asumiera la Oficina Oval en el 2021, el Departamento de Estado creó un escritorio con un mandato similar al del viejo comité especial, ahora la Oficina del Representante Senior para Asuntos de Guantánamo. Tina Kaidanow fue designada en agosto.

Para hombres reubicados como al-Qurashi, el nombramiento no disminuye la desesperación porque el maltrato de su país anfitrión cambie radicalmente. A través de su abogado, Greg McConnell, al-Qurashi envió un mensaje a Kaidanow pidiéndole ayuda en su caso. “Por favor, le pido que revise mi caso”, al-Qurashi escribió. “Si me quedo en Kazajstán, me deben dar el derecho a vivir y trabajar como un hombre libre, tener estatus legal, poder viajar y permitir que me visite mi familia. Si eso no es posible en Kazajstán, ayúdeme a ser reubicado en otro país en el que pueda vivir como un hombre libre”.

Mientras los defensores de al-Qurashi continúan a solicitar el estatus legal en el país, él dice que la única oferta sobre la mesa de parte de los oficiales de Kazajstán es un viaje de regreso a Yemen — una oferta que puede violar la ley internacional de no devolución nonrefoulement, Burtscher dijo. También ha rechazado el estigma de ser calificado como terrorista de al-Qaeda por parte de EE.UU. potencialmente convirtiéndolo en un objetivo de varias facciones beligerantes en la guerra civil de Yemen.

La nueva oficina del Departamento de Estado podría posiblemente intervenir — si hicieran una prioridad sobre las transferencias de detenidos desde Guantánamo — y negociar que al-Qarashi fuera transferido a un país más hospitalario.

Al-Qurashi, sin embargo, dijo que se quedaría en Kazajstán si las autoridades le dieran un a residencia legal y le permitieran a su esposa vivir con él. “Si me dieran mis libertades y derechos, podría lograr mucho más aquí”, me dijo.

Hasta ahora, la nueva oficina del Departamento de Estado parece actuar lentamente. “Tener un embajador nombrado ayuda y eso ciertamente muestra algún nivel de compromiso de parte de la administración de Biden”, dijo McConnell. “Todavía estoy esperando escuchar algo importante de parte de ellos acerca de lo que está sucediendo para remediar esta situación. Son muy educados, muy agradecidos y absorben mucha información — y no tengo nada de vuelta — y eso no ha cambiado en mucho tiempo”.

Mansoor Adayfi, otro yemení que estuvo detenido en Guantánamo, dijo que nada sucederá sin el movimiento significativo de EE.UU. “Su caso necesita que el gobierno estadounidense se involucre nuevamente para arreglar el problema. Y, o necesitan hablar con Kazajstán para garantizar el estatus legal, para que pueda ver a su esposa, pueda tener permiso de trabajar y vivir legalmente, como cualquier otra persona”, dijo Adayfi, “o deberían de enviarlo a un mejor país para que pueda construir su vida”.

McConnell dijo que “Esto es algo que ellos hicieron. Es un fracaso. Ellos necesitan ayudar a rectificarlo”.


 

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