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Nada más que completa oscuridad

El viaje de Ahmed Rabbani a través del sistema de prisiones obscuras estadounidenses y Guantánamo

14 de agosto, 2021
Por Fatima Bhutto, escritora paquistaní
Foriegn Policy

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 4 de junio de 2023


ILustración de FOREIGN POLICY /REUTERS

Para el 2002, Ahmed Rabbani, un chofer de taxi de 33 proveniente de Karachi había caído en tiempos duros. Nacido en Rohingya y criado en Meca, asistió a la escuela mientras trabajaba con su padre. Aunque había nacido en terreno santo — el lugar de nacimiento del profeta Muhammad— después vivió en Medina, en donde el profeta recibió la palabra de dios y en donde fue enterrado, Rabbani jamás recibiría la nacionalidad saudí debido a los orígenes paquistaníes de su familia. Desmoralizado por lo que fui como un futuro con opciones limitadas, dejó la escuela cuando tenía 15. El destino, cruel como fue, le aventó a Rabbani una pequeña bendición: comenzó a trabajar en catering y describió que amaba cocinar.

Rabbani se ganaba la vida manejando los pisos de dos hoteles en Medina y trabajando como sous-chef, cocinando para bodas y fiestas grandes. Pero esta era una vida triste, para cuando tenía 20 su familia estaba rota. Sus dos hermanos habían sido arrestados por robo y deportados de vuelta a Paquistán, mientras que fue su padre fue arrestado por no pagar un préstamo. Casi de la noche a la mañana, Rabbani se convirtió en el único proveedor para su familia. Era casi imposible pagar las deudas de su padre con el sueldo de un cocinero, así que Rabbani, cuyos amigos llaman Badr, que significa “luna”, comenzó a vender drogas.

Las cosas comenzaron a colapsarse velozmente después de eso. Fue arrestado por un cargo relacionado con alcohol y eventualmente deportado a Paquistán, prohibiéndole la entrada al reino de su nacimiento por cinco años. En Karachi, en donde se reunió con su familia, abrió un pequeño restaurante por su cuenta, pero apenas hablaba urdu en ese momento, el árabe era la lengua de su madre y administrar el negoció se hizo demasiado difícil.

Con una visa de trabajo bajo un nombre falso, regresó a Arabia Saudita antes de los cinco años y trabajó en una tienda de dulces, pero un año más tarde fue arrestado nuevamente por cargos relacionados con el alcohol y lo perdió todo: su libertad, coche, trabajo. Después de una breve temporada en la cárcel, repitió el ciclo de deportación y regreso, saltando entre la cárcel y la desesperación como hombre libre.

Las cosas fueron de mal en peor para Rabbani. Eventualmente se encontró vendiendo drogas, esta vez en Karachi. Sus hermanos se involucraron y a mitad de los noventas la policía hizo una redada en su casa y arrestó a todos. Acusaron a los Rabbani de contrabando de armas y los golpearon, encerrándolos en celdas húmedas. Cuando se dieron cuenta que sólo eran drogas, la policía aceptó un soborno y los dejó ir. Cuando regresaron a su hogar, había sido destruida.

Rabbani volvió a perder todo nuevamente. Comenzó a manejar un taxi y por un tiempo las cosas parecieron que podían estar bien. Hablaba árabe fluido, lo cual le permitió construir una clientela selecta de árabes, algunos de los cuales llevaba a grandes distancias, incluso hasta Afganistán.

Se había divorciado y vuelto a casar. Después, en el 2002, hubo un momento de brillo en el horizonte desigual de la vida de Rabbani: su esposa estaba embarazada. Pero en la noche del 10 de septiembre del 2002, las autoridades paquistaníes lo despertaron a la mitad de la noche. En esta ocasión no era la policía. Tenían pistolas y dijeron que matarían a su familia si no cooperaba. Encapucharon a Rabbani y se lo llevaron de su hogar esa noche, junto con su hermano Abdul. Nunca regresaría.


La prisión aislada y clandestina y centro de interrogación de la CIA conocido como Cobalto o Fosa Salada se ve en la imagen de satélite en el 2014. Antes de la guerra de Afganistán era una fábrica de ladrillos, el sitio norte de Kabul fue adaptado por la CIA para detención extra judicial. DIGITALGLOBE VÍA GETTY IMAGES

En custodia, fue destrozado con palos, golpeado con alambre y torturado. Confesó a cada uno de los cargos que los paquistaníes le aventaron, diciendo lo que fuera para detener las golpizas. Era el inicio de la “guerra contra el terror”, cuando el gobierno de George W. Bush les dijo a sus aliados “estás con o en contra de nosotros”. Esos aliados actuaron casi con impunidad para complacer a Washington, asumiendo que podían hacerle lo que sea a un hombre si era sospechoso de terrorismo.

Pakistán era esencial para la guerra estadounidense en Afganistán y le pagaron generosamente en la forma de billones de dólares en ayuda militar. Cuando los paquistaníes entregaron a Rabbani a los americanos, básicamente vendiéndolo por una recompensa de $5,000 dólares en efectivo, los extranjeros usaron máscaras, tapando sus rostros. Rabbani, los paquistaníes les dijeron a los americanos, no era un chofer de taxi de Karachi, sino un terrorista buscado llamado Hassan Ghul. Rabbani tenía miedo, incluso horror, pero les iba a decir a los estadounidenses la verdad: era un chofer de taxi, este era un caso de identidad equivocada. “Esperaba justicia inmediata”, dijo más adelante.

Pero, en lugar de eso, fue desaparecido, puesto en pañales y volado a un sitio negro de la CIA aislado en el norte de Kabul, que los estadounidenses llamaban Cobalto, por el mineral enterrado en las montañas afganas. También se referían al lugar como el Salt Pit (poso salino), pero los hombres detenidos dentro de sus paredes siempre le llamarían Prisión Obscura.

Según el Reporte del Comité de Inteligencia sobre Tortura, del senado estadounidense, a cierto punto la Prisión Obscura tuvo a casi la mitad de los 119 detenidos identificados en el reporte del gobierno. Rabbani es uno de los 17 hombres mencionados por nombre, reconocido como el detenido que soportó lo que la CIA llamaba “técnicas de interrogación mejoradas” (EIT por sus siglas en inglés), jerga post 9/11 para tortura, sin la autorización del gobierno.


Una persona protestando con luna foto del prisionero Ahmed Rabbani durante una protesta por el cierre de Guantánamo en San Francisco el 11 de enero del 2012. LEA SUZUKI/THE SAN FRANCISCO CHRONICLE VÍA GETTY IMAGES

Dos psicólogos contratistas, James Mitchell and Bruce Jessen, acuñaron el término. De manera más precisa, lo pidieron prestado de la Gestapo, que usaba lo que llamaban verscharfte vernehmung, o interrogación mejorada, durante la era nazi. Los dos hombres crearon el programa de EIT utilizando la ingeniería inversa en el manual de SERE (Sobrevivencia, Evasión, Resistencia, Escape), un manual militar estadounidense diseñado para entrenar a los soldados a resistir la tortura. Los dos psicólogos cambiaron el manual para lograr total impotencia en detenidos, una ruptura de resistencia y voluntad, dejando a los hombres sin lugar para sobrevivir, evadir o escapar.

Las EIT incluyeron ‘waterboarding’ (submarino) (los sadistas de la inquisición española estaban menos interesados en semánticas que los nazis, llamando el ahogamiento simulado ‘tortura del agua’), humillación sexual y cajas de sudor.

Ninguno de estos métodos fue oficialmente considerado tortura. Más de tres años después de que las EIT se convirtieran en una práctica estándar en Cobalto, Guantánamo y Bagram y otros sitios de detención estadounidenses, el presidente Bush insistiría, en una conferencia de prensa en el 2005 que “los Estados Unidos no torturan y es importante que el mundo lo entienda”.

El sitio clandestino fue una casa de horror que fue mantenida en obscuridad en todo momento, ni siquiera un rayo de luz pasaba a través de las cortinas y las ventanas pintadas. La música reverberaba a volúmenes terribles para el oído 24 horas al día. Otros sonidos se escuchaban en las bocinas, dijo Rabbani: sonido ensordecedor de motores aéreos, gente que gritaba y uñas arañando el pizarrón.

Varias de las celdas fueron equipadas con barras construidas lugares profundamente obscuros diseñados específicamente para la privación de sueño y strappado, como le llamaban los inquisidores españoles, que quiere decir sostener los brazos de los hombres arriba de su cabeza, en alto, para mantenerlo en posición de pie que eventualmente dislocaría sus huesos. Aviones transbordaban detenidos de Pakistán a Cobalto, los guardias, que eran afganos, se comunicaban entre ellos con señales y los prisioneros no tenían permitido hablar con nadie con excepción de los interrogadores de la CIA.

Un interrogador comenzaría su conversación con Rabbani apagando cigarros en su piel. Decían que él había estado facilitando el viaje de Muyahidín desde y hacia Afganistán, que manejaba casas seguras de Al-Qaeda en Karachi cerca del aeropuerto internacional Jinnah, que había entrenado con terroristas en Kandahar, asistido en el viaje de Khalid Sheikh Mohammed, contrabandeó componentes de artefactos explosivos improvisados desde Pakistán a Afganistán, planeó ataques terroristas en trenes americanos y hoteles paquistaníes, que se reunió con Osama bin Laden hasta doce veces, que se involucró en la planeación del ataque en Strait of Hormuz y que era un consejero privado del programa de ántrax para al-Qaeda. Rabbani había confesado a todos los crímenes relacionados con terrorismo cuando fue torturado en Pakistán y, ahí en la Prisión Obscura, confesaría más.

Cobalto en sí, declaró un oficial senior de la CIA, era una técnica de interrogación mejorada. Según el reporte del senado, la CIA confundió y mintió repetidamente acerca de su programa de tortura, engañando a la Casa Blanca, al congreso, al Consejo de Seguridad Nacional y otras agencias gubernamentales. En el 2004, oficiales de la CIA le insistieron al Departamento de Justicia que no estaban usando la desnudez para humillar detenidos.

Gul Rahman, un detenido afgano levantado de un campo de refugiados en Pakistán en donde vivía con su familia, murió en ese sitio obscuro. Fue dejado en agua helada hasta que le dio hipotermia y forzado a pasar la noche sentado en el piso congelado sin pantalones a mitad de noviembre. Lo habían encadenado y mantenido desnudo o casi desnudo durante sus tres semanas en la Prisión Obscura.

La CIA no notificó la muerte de Rahman su familia por 16 años, los últimos reportes muestran que todavía no han recibido su cuerpo. La CIA mintió acerca del uso de pañales para degradar a hombres adultos, acerca de cuánto tiempo habían tenido a hombres en strappado y, tal vez, de manera más ingeniosa, dijeron que sus métodos brutales fueron efectivos para obtener información valiosa. No fue así. El reporte del Senado concluyó que la tortura no produjo inteligencia de ninguna manera punible.

Las EITs fueron un fracaso colosal, con la excepción, tal vez, de Mitchell y Jessen, los dos contratistas psicólogos que armaron el programa de EIT. En cuatro años, su compañía se embolsó 81 millones de dólares del gobierno estadounidense solamente. En Cobalto, Rabbani fue sometido a, por lo menos, 30 diferentes tipos de tortura. Los guardias lo golpeaban incesantemente. Lo metieron en estructuras tipo tumbas, en celdas frías — una técnica apoyada por la Gestapo — amenazado con ser sodomizado y asesinado y lo colgaron desnudo en strappado por horas y horas. “Nada más que obscuridad extrema”, dijo Rabbani, “música fuerte, el olor de alcohol y sangre, dolor por el hambre, golpes y sed”.

No le permitieron utilizar zapatos todo el tiempo que estuvo en la Prisión Obscura y, porque la CIA censura el último numeral en todos sus documentos, se cree que Rabbani estuvo en el sitio de tortura de 540-549 días.

En todo el tiempo en el que Rabbani estuvo en la Prisión Obscura, jamás le permitieron cambiarse de ropa, utilizando las mimas cosas que le habían dado en Paquistán antes de que sus compatriotas lo entregaran a los americanos. No le dejaron lavarse tampoco y la tela, pronto, se rasgó al mínimo contacto, rigidizada por la suciedad. No había colchón en su celda, sólo dos cobijas sobre las cuales dormía. A los prisioneros les daban de comer una vez al día y una segunda cada cuatro días.

Perdió 60 libras (30kg) de peso. No había baño, sólo un bote sin tapa que era cambiado una vez al día. La celda siempre apestaba a heces y orina, sin importar si los prisioneros usaban una de sus dos botellas de agua asignadas al día para intentar lavar y limpiar alrededor. A Rabbani le permitían bañarse por tres minutos sólo una vez cada dos meses con agua fría. Eventualmente tuvo piojos, la muerte era lo único que esperaba.

A Rabbani le permitían bañarse por tres minutos sólo una vez cada dos meses con agua fría. Eventualmente tuvo piojos, la muerte era lo único que esperaba.

Rabbani no sufrió lo peor de lo que los torturadores en la Prisión Obscura eran capaces de infringir. En el 2002, el mismo año en el que la revista People lo nombró como uno de los hombres vivos más sexy, el entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld firmó el ahora infame memo de tortura. Autorizó interrogaciones de 20 horas — mismas que recibió Rabbani, encadenado a una silla de plástico, para que pudieran darle manguerazos de agua después de que los prisioneros perdieran control de sus esfínteres — y posiciones de estrés hasta por cuatro horas. En una nota escrita a mano al final del memo, Rumbsfeld se quejó “Yo estoy de pie de 8-10 horas al día. ¿Por qué el límite es de 4 horas?”. A Bashir Nasir al Marwalah lo mantuvieron de pie por 5 días seguidos.

A Majid Khan, un compañero paquistaní mantenido incomunicado por tres años y en completa obscuridad por cuatro, fue violado en su segundo año en la Prisión Obscura cuando sus interrogadores hicieron puré su comida intacta para “infusión rectal” ”, la invención para castigar a Khan por una huelga de hambre que había iniciado.

El Pentágono ha, desde entonces, negociado un trato con Khan, que está detenido en Guantánamo: si renuncia su derecho a usar decisión histórica que le permitiría cuestionar a la CIA acerca del programa de tortura en un tribunal, será liberado en “los siguientes años”. Rabbani, por su parte, repetidamente les rogó a sus interrogadores que le creyeran que no era Hasan Ghul, sino Ahmed Rabbani, conocido como Badr or “luna” por sus amigos y era un chofer de taxi en Karachi. La CIA ya sabía eso.

Un día después del arresto de Rabbani, el 11 de septiembre del 2002, según un memo referenciado en el reporte del senado, “se determinó que un individuo llamado Ahmad Ghulam Rabbani, también conocido como Abu Badr y su chofer fueron arrestados, no Hassan Ghul”. No sólo sabía la CIA que no era Hassan Ghul, sino que por dos días tuvieron a Ghul en la Prisión Obscura exactamente al mismo tiempo que a Rabbani.

Gul, un terrorista, fue sacado de Cobalt después de cooperar con las autoridades. Estuvo detenido en otros sitios por aproximadamente 900 días, después de los cuales fue liberado. Ghul regresó a Paquistán y continuó su vida como terrorista. Según el reporte del senado, Ghul fue asesinado por un ataque de dron en el 2012. Rabbani, sin embargo, pasaría casi dos años en la Prisión Obscura antes de ser movido, primero a Bagram y luego a Guantánamo. (El gobierno estadounidense no ofreció hacer comentarios acerca del caso de Rabbani).


Clive Stafford Smith es fotografiado el 30 de octubre del 2015, después de que un avión con Shaker Aamer, el último detenido británico fuera liberado de Guantánamo, llegara al aeropuerto Biggin Hill en Londres, Inglaterra. CARL COURT/GETTY IMAGES

Clive Stafford Smith— uno de los abogados de Rabbani, el co fundador de Reprieve y un abogado de derechos humanos internacionalmente reconocido — ha pasado la mayor parte de su vida representando prisioneros en espera de la pena de muerte. Un abogado inglés-americano, autor y activista, ha ganado 400 apelaciones de pena de muerte y acompañado a seis clientes a sus ejecuciones.

Ahora, con 62 años, tiene un terrible comportamiento divertido para alguien cuyo trabajo gira en torno al encarcelamiento ilegal. Contesta mis preguntas en correos electrónicos en lo que llama “Guantánamo anaranjado” y me asegura que, cuando me preocupo por sonidos en las grabaciones de nuestras entrevistas, la CIA tendrá un “respaldo completo”. Él presentó la primera litigación contra Guantánamo en el 2002, el año en el que abrió la prisión, junto con dos colegas y amigos. Terminó tomando a más de 80 detenidos como clientes, aunque pasaron dos años antes de que le permitieran ir a la prisión a conocerlos de frente.

    Al día de hoy, después de 19 años en custodia estadounidense, Rabbani jamás ha sido acusado de algún crimen, nunca tuvo información y jamás le han dado una audiencia adecuada de habeas corpus.

Al día de hoy, después de 19 años en custodia estadounidense, Rabbani jamás ha sido acusado de algún crimen, nunca tuvo información y jamás le han dado una audiencia adecuada de habeas corpus. Eric M. Freedman, el distinguido profesor de Siggi B. Wilzig en derechos constitucionales en la Universidad Hofstra de derecho, quien presentó varios casos de habeas junto con Stafford Smith en el 2002, cree que los Estados Unidos ya tenían el modelo legal perfecto para lidiar con terrorismo y casos de seguridad nacional.

Después del bombardeo de 1993 del World Trade Center, los hombres involucrados fueron “encontrados, arrestados y enjuiciados en un juicio abierto en un tribunal federal en el distrito sur de Nueva York con un excelente consejo defensor pagado por el gobierno estadounidense”, argumenta. “El jurado los condenó, no a muerte, aceptando el argumento de los abogados defensores de que, haciéndolo, sólo se crean mártires y más ataques”.

Los terroristas desaparecieron en el sistema de prisiones supermax, en donde permanecen y de quienes jamás se ha vuelto a escuchar. Así es como los casos de la guerra contra el terror debieron de haberse manejado, insiste Freedman; el hecho de que este modelo existente fuera reemplazado por un sistema de detención preventiva extra legal que el habeas corpus fue precisamente diseñada para prevenir es “una desgracia para el estado de derecho, punto”.

Oficiales estadounidenses han sido explícitos acerca de lo que llaman “prisioneros para siempre”, hombres que jamás serán acusados de algún crimen. Rabbani es uno de ellos. No sólo le negaron el derecho a un juicio, pero, como señala Kristin Davis, abogada en Washington que ha trabajado en su caso pro bono desde el 2018, como muchos hombres en Guantánamo “no fue recogido en un campo de batalla. Jamás estuvo en uno. No estuvo involucrado en hostilidades”. A Rabbani lo están tratando como prisionero de guerra. Existe una buena razón por la cual no pueden acusarlo, añade Stafford Smith, “porque no ha hecho nada — aparte de cocinar y manejar un taxi”.

El destino de Rabbani será decidido en una audiencia de PRB (Junta de Revisión Periódica) el 17 de agosto. Aunque audiencias de PRB previas han negado apelaciones para la liberación de Rabbani, tanto Davis como Stafford Smith están esperanzados acerca de las posibilidades de su cliente. En el 2016, una audiencia de PRB llamó a “la detención de PK-1461” “una necesidad para proteger la amenaza en curso contra la seguridad de los Estados Unidos”. Sus abogados, utilizando el nombre de Rabbani en lugar de su número serial de internamiento, argumentaron que fue torturado para que confesara de manera falsa y, que, en realidad, no fue un facilitador de terror sino un “hombre de negocios astuto e ingenioso y que persiguió el omnipotente dólar”.


Una torre de guardia en el perímetro del Camp Delta en el centro de detención en la bahía de Guantánamo el 30 de marzo del 2010. JOHN MOORE/GETTY IMAGES

El uso de confesiones falsas no es único en la guerra contra el terror. Casi la mitad de prisioneros exonerados del pasillo de la muerte en Estados Unidos son condenados en base a confesiones falsas. La gente que es privada de sueño por una sola noche es cinco veces más probable que admita a algo que no hizo e incluso uno de cinco, perfectamente descansado, confesará a crímenes que no cometió si es intimidado por figuras de autoridad.

Para ilustrar este punto, cuando estaba en Atlanta, Stafford Smith logró que Jerome Holloway, uno de sus clientes en el corredor de la muerte, confesara al asesinato de Abraham Lincoln, John F. Kennedy y Ronald Reagan. Stafford Smith eventualmente logró que Holloway, quien se creía que era uno de los hombres más incapacitados mentalmente  en el corredor de la muerte en ese momento, recibiera un nuevo juicio y su sentencia de muerte revocada.

El hermano de Rabbani, Abdul, fue aprobado para ser liberado de Guantánamo el pasado mes de mayo y Stafford Smith tiene la esperanza de que Rabbani será el siguiente. En febrero, Afganistán se convirtió en el primer gobierno extranjero en intervenir a nombre de un ciudadano detenido en Guantánamo. El gobierno afgano pidió al tribunal federal estadounidense la liberación de Asadullah Haroon Gul, un ex comandante de Hezb-i-Islami (HIG) que ha pasado un tercio de su vida detenido sin cargos, por el acuerdo de paz del 2016 que se firmó entre HIG y el gobierno del presidente Ashraf Ghani, la guerra de Gul ya terminó, no puede razonablemente continuar como prisionero de una guerra extinta.

Hasta muy recientemente, gracias al acuerdo de paz afgano, parecía que la guerra afgana había terminado. Ex prisioneros de Guantánamo fueron parte de las negociaciones talibanas que aseguraron la liberación de 5,000 prisioneros talibanes en Afganistán bajo el acuerdo. “¿Cómo puedes pedirle a Afganistán que libere miles de prisioneros y tú no liberas uno? Gul, el último afgano de bajo valor, escribió en un artículo publicado en un periódico local.

    El gobierno de Pakistán recientemente se convirtió en el segundo del mundo en intervenir a favor de otros ciudadanos en Guantánamo, comenzando con Rabbani.

El gobierno de Pakistán recientemente se convirtió en el segundo del mundo en intervenir a favor de otros ciudadanos en Guantánamo, comenzando con Rabbani. En junio, Shahzad Akbar, un consejero del primer ministro Imran Khan, le escribió al Secretario de Estado Antony Blinken para solicitar la urgente repatriación de Rabbani a Pakistán. “Muchos han sido encarcelados en Gitmo sin proceso legal debido, incluidos paquistaníes”. Akbar me dijo que “y es el deber del Estado darles cualquier asistencia legal y consular posible a sus ciudadanos”. Davis está motivado por la intervención de Paquistán, destacando que “no hemos visto compromiso a este nivel en 20 años”.

“El Departamento de Tesorería tiene una lista de todas las personas que están bajo sanciones del departamento y el FBI tiene la lista de los más buscados y casi ninguno de los prisioneros en Guantánamo están en esas listas”, dice Stafford Smith. “Khalid Sheikh Mohammed está, pero muy pocos otros. Esto es irónico en un nivel muy bizarro porque ¿por qué creerías que estos son los peores terroristas del mundo cuando ni siquiera los tienes en tu lista de más buscados?”.

Pero, como preguntas los escépticos, seguramente debe haber tipos malos en Guantánamo. “Hay personas que han hecho cosas impactantes, pero es un grupo muy muy chiquito”, dije Stafford Smith “y vale la pena señalar que más gente ha muerto en Guantánamo de los que han enjuiciado. Nueve en total, tres por suicidio”.


Una campaña de gitmohungerstrikes.org organizada por Reprieve buscó cerrar Guantánamo, en donde Ahmed Rabbani permanece en custodia. Aunque la campaña terminó, el sitio continúa a registrar la huelga de hambre en curso de Rabbani. GITMOHUNGERSTRIKES.ORG

Todos menos 39 de los 780 detenidos estimados de la bahía de Guantánamo han sido repatriados o reubicados. El gobierno de Bush liberó a 500 hombres, el de Obama 240 y el de Trump únicamente a uno. Cada detenido ha sido musulmán y hombre. Hubo un estadounidense, pero, cuando las autoridades se dieron cuenta de que la constitución aplicaría con él, “lo sacaron de ahí muy rápido”, dice Stafford Smith, que todavía tiene seis clientes en la prisión.

Guantánamo es el programa de detención más caro del mundo, costándoles a los contribuyentes alrededor de 13 millones de dólares por prisionero al año. En contraste, las prisiones supermax cuestan apenas $70,000 dólares por prisionero. Según el New York Times, de un reporte del Departamento de Defensa del 2013, los costos de edificios y operaciones — incluidas las 1,800 tropas estacionadas en la isla que únicamente hacen rotaciones de 6 meses pera evitar que sean cercanos a los prisioneros o enloquezcan en la base naval aislada — han superado los $7 billones.

Los libros de derecho están prohibidos en la prisión, al igual que los diccionarios, lo cual significa que los prisioneros no pueden enseñarse mucho. A cierto punto durante su largo encarcelamiento, le permitieron a Rabbani tomar clases de arte. Pero pintó lo que soportó a través de esos años — la tortura, el confinamiento solitario (en Gitmo no existe “reclusión”, sólo lo que llaman “operaciones de celda individual”) — y las clases de arte fueron canceladas y le quitaron sus dibujos, como propiedad del gobierno estadounidense. Su hijo Jawad nació al poco tiempo de habérselo llevado; Rabbani jamás ha tocado a su niño, ahora con 18 años. Lo ve una vez al mes en una granulosa llamada de Skype.

“Aquí es todos los días, cada día. Sin cargos, sin juicio y sin fin a la vista. La gente enloquece aquí”.

De alguna manera, dice Rabbani, Guantánamo es peor que la Prisión Obscura. “Aquí es todos los días, cada día. Sin cargos, ni juicio y sin fin a la vista. La tente enloquece aquí”. En el 2013, después de exigir que, o fuera acusado y enjuiciado o liberado, Rabbani comenzó una huelga de hambre. Ha estado en huelga por lo menos ocho años. Cuando fue capturado pesaba 170 libras, hoy pesa menos de 79. Más de la mitad de él ha “escapado” de Guantánamo. El resto irá a casa libre o en un ataúd.

Rabbani cocina para sus compañeros prisioneros, aunque él ya no come. En lugar de eso, es alimentado de manera forzada una vez al día cuando las autoridades le bombean una lata de Ensure a través de un tubo por la nariz. Después de más de 3,000 días de huelga de hambre, Rabbani llegó a un acuerdo con las autoridades acerca de su huelga (conocida como “huelga no religiosa” en el doble lenguaje de Gitmo) y ahora toma un segundo Ensure en lugar de que lugar de soportar la alimentación forzada dos veces al día).

Si alguna vez sale de Guantánamo, a Rabbani le gustaría abrir un restaurante nuevamente. Pasa sus días probando recetas. No come nada de lo que prepara, usando los ingredientes que tiene, mezclando todo en bolsas de basura y cocinando en un microondas de la prisión. Le da energía, dice. “Olvido mi sufrimiento, olvido que me estoy muriendo de hambre”. Mientras que espera su próxima audiencia de PRB, Stafford Smith le envía a Rabbani las especias que pide por correo y ha conseguido a un chef en Yorkshire que ha juntado sus recetas, fotografiado los platillos y anotado sugerencias para mejorarlos. Tal vez algún día sea un libro.

Aunque Barack Obama juró que cerrar la prisión sería su primer acto como presidente, Guantánamo sobrevivió sus dos períodos, así como el de la administración de Trump (a principios de la pandemia Donald Trump supuestamente propuso enviar a estadounidenses con COVID-19 a la prisión). El gobierno de Biden, que transfirió a su primer prisionero afuera en julio, parece ser cautelosa con seguir adelante con los planes para cerrarla para el final de su término como presidente. Según un reciente reporte de NBC News, en lugar de hacerlo a través del congreso, la administración planea aprobar a todos los prisioneros para ser reubicados.

Aquellos por quienes ningún país se hará responsable podrían ser transferidos a una prisión supermax en Estados Unidos, permitiéndole al presidente Joe Biden el espacio para firmar una orden ejecutiva formalizando el cierre de Guantánamo. Es demasiado pronto para decir si la administración tendrá éxito.

Algún día, Freedman ha creído por mucho tiempo, “Estados Unidos se disculpará por Guantánamo y pagará repatriaciones de la misma manera en la que lo hizo con la detención de los japoneses. Es tan grande la mancha en la constitución estadounidense como lo fue eso”.

Fatima Bhutto es una escritora que vive en Pakistán. Sus libros más recientes son The Runaways>, una novela y New Kings of the World, un reportaje no ficticio sobre la cultura popular global. Twitter: @fbhutto


 

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