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Un niño migrante regresó con su madre, pero ya no es el mismo

Thiago, de 5 años, estuvo lejos de su familia durante cincuenta días debido a la política de tolerancia cero del gobierno de Donald Trump; el trauma de esa separación y de la detención aún le cobran factura con momentos de fuerte ansiedad. Está lejos de ser el único.

Miriam Jordan
The New York Times.es
1 de agosto de 2018

Thiago, de 5 años, dentro de un clóset en su hogar de Filadelfia. Se reencontró con su madre tras dos meses de separación en la frontera suroeste de Estados Unidos.

Thiago, de 5 años, dentro de un clóset en su hogar de Filadelfia. Se reencontró con su madre tras dos meses de separación en la frontera suroeste de Estados Unidos. Crédito Todd Heisler/The New York Times

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FILADELFIA — Antes de que fueran separados en la frontera suroeste de Estados Unidos, al hijo de 5 años de Ana Carolina Fernandes le encantaba jugar con los Minions, los personajes amarillos y traviesos de las películas de Mi villano favorito. Ahora su juego favorito es cachear y esposar a “migrantes” con grilletes de plástico.

Thiago fue alejado a la fuerza de su madre durante cincuenta días. Ya no es el mismo niño que los agentes de la Patrulla Fronteriza le quitaron de los brazos a Fernandes cuando llegaron a Estados Unidos desde Brasil, lamentó su madre.

La primera vez que llegaron a casa después de su reunificación, el niño —que no había tomado leche materna en años— le pidió que lo amamantara. Cuando llegaron visitas al hogar, en Filadelfia, corrió a esconderse detrás del sofá.

“Ha estado así desde que lo recuperé”, dijo Fernandes. “No quiere hablar con nadie”.

Thiago es uno de casi tres mil niños que fueron separados a la fuerza de algún padre en la frontera como parte de la nueva política migratoria de tolerancia cero del gobierno de Donald Trump. Después del resultante furor, el presidente estadounidense puso fin a la separación familiar el 20 de junio y desde entonces más de 1800 niños han sido reunidos con sus padres.

“Nuestros voluntarios han visto el peso significativo y real que estas separaciones traumáticas han tenido en los niños y en las vidas de sus familias, que permanecen aún después de la reunificación”, dijo Joanna Franchini, quien coordina una red de voluntarios que trabaja con menores migrantes y sus padres llamada Together & Free.


A Thiago le dan episodios de ansiedad en cuanto deja de ver a su madre, Ana Carolina Fernandes. Credit Todd Heisler/The New York Times

Un niño de 3 años que fue separado de su madre ha estado haciendo como si esposara y vacunara a personas que lo rodean, una conducta que seguramente vio cuando estaba en la custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Unos hermanos ahora lloran cada vez que ven a alguien uniformado en la calle.

Hasta ahora, la mayoría de los problemas que muestran los niños incluyen una ansiedad pronunciada durante cualquier rutina que los separe aunque sea por unos segundos de sus padres, ya sea porque estos van al baño o están en otra habitación, según quienes monitorean los reportes.

“Estos niños no quieren estar sin sus madres; les detona un sentimiento de abandono o de que les van a quitar a su mamá”, dijo Luana Biagini, asistente legal que ha trabajado con las familias brasileñas reunificadas.

“Tengo a madres preocupadas que se quejan de que su niño era más extrovertido y hablador, y que ahora es taciturno y casi no responde”, dijo Biagini, quien trabaja en un despacho legal de Boston.

“No hay mayor amenaza para el bienestar emocional de un niño que el ser separado de su principal cuidador, incluso si es por un periodo corto”.

JOHANNA BICK, PSICÓLOGA

Parte de la razón por el trauma es que los mismos padres también quedaron traumados, pues sus hijos les fueron arrebatados de sus brazos entre llantos y gritos. A otros menores parece que los engañaron al decirles que iban a jugar con otros niños, sin que los padres ni los hijos supieran; después no pudieron comunicarse entre ellos hasta por semanas. Los expertos creen que los niños posiblemente lo pensaron como un castigo.

Décadas de investigación han mostrado que los menores separados de manera traumática de sus padres tienen una alta probabilidad de desarrollar problemas emocionales, retrasos cognitivos y trauma a largo plazo. Estudios más recientes han encontrado que la separación afecta la memoria y la producción de cortisol, la hormona que surge en reacción al estrés.

“No hay mayor amenaza para el bienestar emocional de un niño que el ser separado de su principal cuidador. Incluso si es por un periodo corto, pues se siente como una eternidad para un niño”, dijo Johanna Bick, profesora de Psicología de la Universidad de Houston que estudia experiencias adversas en la niñez.

Los efectos a largo plazo para los menores separados se darán según factores como cuánto tiempo estuvieron alejados, qué tan abrupta fue la separación y lo difícil que fue el trayecto vía México. El trauma puede ser mitigado con intervención profesional temprana y una crianza enfocada al cuidado.

“La mala noticia es que los primeros años de la vida son momentos muy sensibles para el desarrollo cerebral y lo que sucede puede tener un impacto dramático después”, dijo Bick, cuya investigación se ha enfocado en niños en albergues temporales y con familias de cuidado temporal. “La buena noticia es que los niños son resilientes y la intervención temprana los puede beneficiar”.


Thiago, a la izquierda, ahora juega a ser agente de la Patrulla Fronteriza que esposa a migrantes. Credit Todd Heisler/The New York Times

El gobierno de Trump puso a algunos de los menores separados en cien albergues, a veces ubicados a cientos de kilómetros de donde estaban sus padres. Mientras que ahí se cumplían sus necesidades básicas, el ambiente era más restrictivo que de apoyo. Por razones de seguridad, por ejemplo, los niños tienen prohibido tocarse entre sí; incluso si son hermanos y quieren abrazarse. Al personal de la mayoría de los albergues se le dijo que podía sostener a los niños menores de 4 años, pero los demás tenían que mantenerse alejados.

Un diez por ciento de los niños fueron llevados con familias de acogida. Pero muchas veces esas familias reciben a varios niños a la vez, por lo que es difícil que reciban atención individual.

Thiago, ante la pregunta de si su familia de acogida le dio abrazos, movió su dedo índice para decir que no y luego agregó, en un tono de voz muy bajo: “No me querían”.

Y aun así regresar a un padre que los ama puede ser doloroso.

“Cada menor responde de manera distinta, pero es ingenuo pensar que las reuniones son por sí mismas jubilosas”, dijo Oliver Lindheim, psicólogo clínico de la Universidad de Pittsburgh que ha estudiado a niños que viven una separación. “Las cosas no regresan a como eran antes”. Muchas veces, dijo, los menores pasan de demandar atención de manera excesiva a ser tímidos y retraídos.


Al igual que Thiago, muchos menores migrantes que fueron separados de sus padres presentan ansiedad, regresiones, problemas de salud mental y se han vuelto introvertidos, según reportes de abogados y expertos. Credit Todd Heisler/The New York Times

Thiago y su madre fueron retenidos por la Patrulla Fronteriza en Nuevo México el 22 de mayo. El día siguiente los oficiales les informaron a Fernandes y a otras madres brasileñas en la misma instalación fronteriza que sus niños serían llevados a otra parte. Cuando Fernandes le intentó explicar a Thiago, este lloró hasta quedarse dormido. Otro niño tuvo un ataque de pánico y fue necesario hospitalizarlo.

Cuatro días después, Fernandes estaba en una prisión federal cuando le dijeron que tenía una llamada de emergencia: una mujer le dijo que Thiago no respondía. No quería comer ni dejaba que lo bañaran. Fernandes y Thiago pudieron hablar por teléfono; el niño lloraba sin control. Ella le prometió que pronto podrían volver a verse.

Pero pasaron semanas antes de que siquiera volvieran a hablar. Fernandes no tenía idea de que Thiago había sido llevado a Los Ángeles y estaba con una familia de acogida. El 10 de junio pagó su fianza y fue liberada. Le dieron un número de teléfono para que marcara a preguntar dónde estaba su hijo. Llamó de inmediato desde Filadelfia, donde se mudó con familiares, pero fue hasta el 13 de julio que pudo reunirse con Thiago, gracias a la ayuda de una abogada en Boston.

Cuando lo vio en el aeropuerto, dijo Fernandes, corrió hacia él. “Estaba llorando y abrazándolo. Pero a él ni parecía importarle. Estaba ahí, congelado”.

Ha pasado algo de tiempo, pero Thiago sigue enojadizo y lejano; tiende a correr hacia un clóset para evitar interactuar con otros.


Fernandes con Thiago en un parque Credit Todd Heisler/The New York Times

Aunque, a veces, baja la guardia.

En un restaurante brasileño le emocionó ver los postres en un aparador y disfrutó de un flan mientras veía la caricatura de Peppa Pig. Pero su madre se alejó por un momento y él comenzó a apanicarse.

Después, casi como si nada, jugó con un familiar de 8 años, Rogerio, en un parque de juegos. Le pidió a su madre ir a la piscina del centro comunitario local y Fernandes inscribió a Thiago y a Rogerio en clases de natación.

Sin embargo, el primer día, Thiago salió corriendo del agua en cuanto se le acercó el instructor.

Fernandes dijo que está buscando a un terapeuta para su hijo porque no parece estar por desaparecer lo que sea que tiene. “Mi hijo no tenía preocupaciones”, dijo. “No era así”.


 

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