Mantenido vivo para ser torturado: ¡Despedir a
John Yoo!
01 de noviembre 2009 Jill McLaughlin
Un hombre cuelga suspendido de los barrotes de su celda. Sus pies apenas
tocan el suelo, la cuerda utilizada para atar sus muñecas aprietan más cada vez
que se mueve. Cada músculo de su cuerpo gira y se contorsiona. Su sangre fluye
pero está obstruida en varios lugares de su anatomía – está comenzando a formar
coágulos. Si esto sigue así durante mucho más tiempo ciertamente morirá.
Apenas durmió la noche anterior ya que sus torturadores sólo le permitieron
unos momentos de sueño. Han hecho eso muchas veces. La música suena estruendosa
y estrepitosamente hasta que se imprima en su cerebro. La música se apaga y él
se queda dormido - hasta que la música comienza de nuevo.
Un ojo está hinchado debido a los miles de palizas recibidas. El otro está
abierto. Es la única ventana a su sufrimiento físico y emocional - a excepción
de cuando se mueve para tratar de obtener algo de alivio. Luego, su boca se abre
y se contorsiona y lanza un grito. Eso también cuenta una historia.
Un hombre con un estetoscopio y una máquina de aspecto curioso entra en la
celda con otros dos hombres uniformados. Los hombres uniformados desatan las
cuerdas y el prisionero cae al suelo. El hombre con el estetoscopio se inclina
hacia él y comienza a escuchar su corazón. A continuación, coloca la banda del
tensiómetro alrededor de su brazo y empieza a bombear el manguito. Esta presiona
los músculos ya ablandados del cautivo y este gime.
Los tres hombres le miran con desdén. El hombre con el estetoscopio y la
curiosa máquina ha terminado con la auscultación y de leer los signos vitales.
Lo dejan en el suelo. Él quiere dormir... por un rato. Durante un tiempo le
dejarán en paz y entonces todo comenzará de nuevo. Él ignora que en otros
lugares, hombres como estos tres que acaban de marcharse han ido demasiado
lejos, y que otros hombres como él están muertos. Sí, él es ajeno a eso, así
como desearía estar muerto.
Al otro lado del mundo un hombre se para frente a una clase de una famosa
Facultad de Derecho.
No lo afecta el hombre en la celda... ni su sufrimiento. No puede
afectarlo... no lo conoce. Es decir, no conoce a ese hombre en la celda como
persona particular... una persona que vivía su vida, amaba y era amado antes de
que lo agarraran y lo despojaran de todo lo que lo definía, antes de convertirse
en el hombre en la celda.
Pero el hombre al frente de la clase sí sabe de la existencia del hombre
encarcelado. Sabe de muchos hombres encarcelados. Los puso en esas celdas con
sus palabras. Palabras de justificación. Palabras de justificación legal.
Palabras que permiten... que autorizan a los 3 hombres y otros tantos como ellos
a hacer lo que ellos hacen a los hombres encarcelados. El hombre al frente de la
clase comienza a hablar... sobre el imperio de la ley... la Constitución. Su
conciencia no le tortura... no lo pueden afectar los hombres encarcelados. No le
importa si mueren o si son mantenidos vivos para ser torturados. ¿Cómo es
posible?
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