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21 de agosto de 2015

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Recordando a mi amigo Emad Hassan, que nunca debió estar en Guantánamo

Mansoor Adayfi, ex detenido de Guantánamo que ahora dirige el Proyecto Guantánamo de CAGE, elogia al yemení más allá de las sombras de la prisión de tortura. Parte 2 de una serie de 2 partes.

Mansoor Adayfi
FOREVER WARS
13 de agosto de 2024


Emad Hassan. A través de CAGE.

Editado por Spencer Ackerman

Imagina vivir en un mundo en el que cada movimiento está bajo escrutinio, en el que la búsqueda de la libertad se topa con un sufrimiento y unos abusos interminables. Esta fue la dura realidad de Emad Hassan, ex preso de Guantánamo cuya vida se definió por un profundo dolor y una inquebrantable resistencia. Su historia no es sólo la de su lucha personal, sino también un espejo de la difícil situación de muchos ex presos de Guantánamo que, incluso después de su liberación, siguen luchando contra las sombras persistentes de su pasado.

Nacido en Yemen, Emad Hassan vivió parte de su vida en la ciudad de Al-Qaidah, nombre que trágicamente daría lugar a un desastroso malentendido. Conocido por su carácter apacible y amable, Hassan sentía una profunda pasión por aprender y ayudar a los demás. En el verano de 2001, viajó a Pakistán para cursar estudios superiores, impulsado por el deseo de saber y de un futuro mejor. Sin embargo, en la primavera del año siguiente, las autoridades pakistaníes asaltaron la casa que compartía con otros 14 estudiantes extranjeros y los detuvieron a todos. Tras soportar dos meses de brutales palizas e interrogatorios, Hassan fue entregado al ejército estadounidense.

Hassan pronto se encontró frente a un joven e inexperto interrogador estadounidense en lo que más tarde supo que era una prisión militar de Estados Unidos en Kandahar. Confuso y aterrorizado, le preguntaron si formaba parte de "Al Qaeda". El traductor, hablando en un árabe entrecortado, le preguntó: "¿Eres de Al-Qaeda?". Malinterpretando la pregunta, Hassan respondió: "Sí", pensando que se referían a su ciudad natal, Al-Qaidah. Este inocente error dio lugar a un grave malentendido. Los interrogadores, creyendo que habían obtenido una confesión, lo etiquetaron erróneamente como miembro de una organización militante. Hassan recordó más tarde que pensó: "Creía que los estadounidenses lo sabían todo, como crecí creyendo". Sus compañeros de detención a veces se burlaban de él llamándole "el hombre de Al Qaeda", un cruel recordatorio del error que le había atrapado.

Un hermano encadenado

Conocí a Emad en los confines de Guantánamo, un lugar donde la esencia misma de la humanidad se pone a prueba y se aplasta implacablemente. Su calvario comenzó cuando fue vendido por el gobierno paquistaní al ejército estadounidense, que lo trasladó en avión a Guantánamo en 2002 junto con un grupo de estudiantes yemeníes que estudiaban en Pakistán. Emad se hizo rápidamente conocido por su resistencia, participando en todas las huelgas de hambre para protestar por la detención indefinida y las condiciones inhumanas a las que se enfrentaba. A partir de 2005, sufrió alimentación forzada, un procedimiento brutal al que fue sometido más de 5.000 veces a lo largo de más de ocho años. Este proceso, que consistía en sujetarle e introducirle a la fuerza un tubo por las fosas nasales para bombear alimento líquido a su estómago, no sólo era físicamente insoportable, sino también una forma de tortura psicológica diseñada para quebrar su voluntad. Recuerdo que Emad me dijo una vez: "Cada vez que me metían ese tubo por la nariz, sentía que me moría otra vez. Pero aguanté porque sabía que si me rendía, habrían ganado'". Expertos en derechos humanos han comparado el procedimiento con el submarino, y dejó a Emad con graves problemas de salud a largo plazo.

A pesar de estas duras condiciones, Emad se convirtió en un símbolo de esperanza y resistencia dentro de Guantánamo. Transformó su celda en un santuario de aprendizaje y espiritualidad, enseñando a sus compañeros detenidos y a algún guardia sobre el Islam y el Sagrado Corán. Sus conocimientos y su compasión le convirtieron en un pilar de fortaleza para quienes le rodeaban. Sus esfuerzos no eran sólo actos de rebeldía, sino también actos de dignidad humana, que proporcionaban una apariencia de normalidad en un entorno que, de otro modo, sería deshumanizado. A veces actuaba como jefe de bloque, gestionando los problemas de los presos y defendiendo sus derechos. Este liderazgo le convirtió en objetivo de la administración del campo, pero persistió en su misión, impulsado por una profunda creencia en el poder del conocimiento y la fe.

Esperanzas frustradas en Omán

En 2009, surgió un rayo de esperanza cuando el Equipo de Trabajo para la Revisión de Guantánamo de Alto Nivel del presidente Obama autorizó la puesta en libertad de Emad. Sin embargo, las complejidades jurídicas y políticas que rodean Guantánamo hicieron que Emad permaneciera encarcelado varios años más, atrapado por retrasos burocráticos y políticas cambiantes. Los enredos legales que mantuvieron a Emad en Guantánamo durante años después de que se autorizara su puesta en libertad no fueron exclusivos de su caso. Muchos detenidos se encontraban en un limbo similar, atrapados en una red de políticas cambiantes, desafíos diplomáticos internacionales y un sistema jurídico que parecía incapaz de abordar las violaciones de derechos humanos que se estaban produciendo. Finalmente, en 2015, fue reasentado en Omán, lo que supuso tanto un alivio como nuevos retos.

La transición a Omán fue agridulce. Aunque Emad ya no estaba confinado en las duras condiciones de Guantánamo, la realidad de su nueva vida distaba mucho de ser ideal. Omán le proporcionó lo necesario y lo trató con respeto, pero se encontró con importantes obstáculos. Se le negó la oportunidad de completar su educación, un sueño que había acariciado durante años. La ausencia de un programa de rehabilitación o integración le impidió adaptarse a una nueva sociedad. Su situación legal en Omán seguía siendo precaria, lo que le dejaba en un estado de incertidumbre constante.

A pesar de que las condiciones eran mejores que en Guantánamo, la salud de Emad empezó a deteriorarse. Los años de tortura y malos tratos le habían dejado secuelas físicas duraderas, y su bienestar general era frágil. El estrés y la ansiedad de la incertidumbre sobre su situación legal agravaron sus problemas de salud. Los funcionarios omaníes llegaron a presionarle para que trabajara en una fábrica, un empleo que no podía desempeñar debido al deterioro de su salud.

La abogada de Emad, Alka Pradhan, comentó su muerte afirmando: "Dada su horrible situación, y a pesar de los malos tratos sufridos, Emad era una luz brillante en Guantánamo. Era gentil, amable, indefectiblemente educado, incluso cuando todo lo que podías dar eran malas noticias. La mejor noticia fue cuando nos dijeron que por fin estaba libre en Omán, donde podría volver a ver a sus seres queridos. La peor noticia fue hoy, y sobre todo saber que los malos tratos de Estados Unidos desempeñaron sin duda un papel terrible en su prematura partida". Esto subraya las condiciones brutales y deshumanizadoras que soportó Emad.

Una vida truncada

La inminente amenaza de deportación a Yemen ensombrecía su recién descubierta libertad. Yemen, desgarrado por la guerra civil, representaba no sólo una vuelta a la inestabilidad, sino también un lugar donde no podría acceder a la atención sanitaria que necesitaba desesperadamente. Emad necesitaba diálisis al menos cuatro o cinco veces por semana, y la idea de volver a un país asolado por la guerra sin una atención médica adecuada le llenaba de miedo.

A principios de año, el gobierno de Omán informó a los 28 ex presos yemeníes de Guantánamo de que ya no podían quedarse, y les dio de plazo hasta mediados de agosto para marcharse voluntariamente o enfrentarse a una vida de penurias. Sin residencia, se verían privados de servicios esenciales: sin acceso a atención médica, sin vivienda, sin permiso de trabajo y sin oportunidades educativas para sus hijos. La situación se agravó aún más cuando el gobierno omaní empezó a negarse a renovar los permisos de residencia de los niños, lo que marcó el inicio de graves restricciones para sus vidas y su futuro.

Esta noticia conmocionó a los ex detenidos, a quienes se había asegurado que Omán sería su nuevo hogar. Ante la escasez de opciones, 26 de los hombres y sus familias regresaron a Yemen tras recibir presiones del gobierno omaní, que ofreció a cada uno 70.000 dólares como indemnización.

La noticia de su inminente deportación fue un golpe devastador para Emad. La incertidumbre, unida al deterioro de su salud, fue demasiado para él.

Un llamamiento a la intervención urgente y las trágicas consecuencias de la negligencia

El equipo de CAGE International se puso en contacto tanto con el Departamento de Estado de EE.UU. como con el gobierno de Omán en relación con la difícil situación de los ex detenidos de Guantánamo en Omán, entre ellos Emad Hassan. CAGE solicitó intervención y apoyo urgentes para abordar las condiciones y la incertidumbre a las que se enfrentan estas personas. A pesar de sus persistentes esfuerzos, no recibieron respuesta de ninguna de las partes. Esta falta de compromiso puso de manifiesto una preocupante indiferencia hacia la situación de los ex detenidos y subrayó la necesidad de una mayor rendición de cuentas y apoyo por parte de ambos gobiernos a la hora de abordar los problemas de derechos humanos y proporcionar la asistencia necesaria.

La muerte de Emad Hassan la semana pasada marcó el trágico final de una vida llena de sufrimiento y lucha. Su salud, ya frágil debido a años de tortura, alimentación forzada y negligencia médica en Guantánamo, se había ido deteriorando constantemente. Los malos tratos a los que fue sometido le causaron graves daños renales, por lo que tuvo que someterse a diálisis entre cuatro y cinco veces por semana. A principios de este año, su estado empeoró y entró en coma durante cuatro meses. Cuando finalmente fue trasladado al hospital para ser operado de urgencia, los médicos determinaron que su cuerpo estaba demasiado débil para soportar la intervención. Su función renal se había reducido al 20%, lo que le dejaba en estado crítico. A pesar de sus esfuerzos, el cuerpo de Emad no pudo soportar el esfuerzo y falleció trágicamente, siendo su muerte el último capítulo de una vida marcada por un sufrimiento inimaginable. La historia de Emad es un poderoso testimonio del impacto duradero de la tortura y del largo camino hacia la recuperación al que se enfrentan muchos ex detenidos de Guantánamo. Su viaje desde las sombras de Guantánamo hasta su prematura muerte pone de relieve cuestiones más amplias de justicia, derechos humanos y la urgente necesidad de un apoyo integral para quienes han sufrido un trauma tan profundo.

Una familia abandonada

La muerte de Emad Hassan ha dejado un profundo vacío en la vida de su familia. Le sobreviven su esposa y sus dos hijas pequeñas, que ahora se enfrentan a un futuro sin su presencia ni su apoyo. Su muerte no sólo les ha privado de un marido y un padre, sino que también les ha abocado a un futuro incierto y lleno de retos. Tras la muerte de Emad, su mujer debe enfrentarse sola a las complejidades de la vida y criar a sus hijas, que se quedan sin la guía y el amor de su padre. Su dolor se ve agravado por la dura realidad de convertirse en huérfanos, lo que pone de relieve el coste personal del sufrimiento de Emad y el profundo impacto de su pérdida en el bienestar de su familia.

Reflexionando sobre la vida de Emad

Reflexionando sobre la vida de Emad, queda claro que su lucha no fue sólo contra los confines físicos de Guantánamo, sino también contra un sistema que no reconoció su humanidad. Su historia nos recuerda con crudeza las consecuencias duraderas de la injusticia y la profunda necesidad de compasión y apoyo para quienes han soportado penurias inimaginables. Al recordar a Emad, debemos reconocer también a muchos otros que siguen viviendo en la sombra, sin que se escuche su voz y sin que se reconozca su dolor. El legado de Emad debe inspirarnos para defender un mundo en el que prevalezca la justicia y no se olvide a nadie. La comunidad internacional, los gobiernos y los ciudadanos de a pie deben trabajar para garantizar que estas injusticias no se repiten jamás. Debemos abogar por la rendición de cuentas, la protección de los derechos humanos y el apoyo a quienes han padecido un sufrimiento inimaginable. Sólo entonces podremos honrar el legado de Emad y construir un mundo donde prevalezca la justicia.

Guantánamo 2.0

Emad no fue el primer ex preso de Guantánamo que murió como consecuencia de malos tratos y de verse privado de atención médica adecuada; también ha habido otros casos trágicos. Los ex presos de Guantánamo siguen enfrentándose a un sinfín de injusticias y problemas mucho tiempo después de su liberación. A muchos les persigue el trauma persistente de años de detención y tortura, y su sufrimiento a menudo persiste en otros países. Los enredos legales que mantuvieron a Emad en Guantánamo durante años después de que se autorizara su liberación no fueron exclusivos de su caso. Muchos detenidos se encontraron en un limbo similar, atrapados en una red de políticas cambiantes, desafíos diplomáticos internacionales y un sistema jurídico que parecía incapaz de abordar las violaciones de derechos humanos que se estaban produciendo.En Arabia Saudí, por ejemplo, algunos ex detenidos siguen en paradero desconocido, mientras que otros han sido condenados a muerte. Mientras tanto, muchos se enfrentan a la amenaza de la deportación o viven sin estatus legal, lo que los deja vulnerables y sin recursos. La privación de la ciudadanía ha convertido a algunos en apátridas, lo que agrava su precaria situación. Las restricciones de movimiento y la vigilancia permanente agravan aún más sus dificultades.

Esta difícil situación ha llevado a algunos ex presos a calificar sus circunstancias de "Guantánamo 2.0", lo que refleja una preocupante continuación de los abusos contra los derechos humanos y la negligencia sistémica que perpetúan su sufrimiento y les niegan la justicia y la dignidad que necesitan desesperadamente. Al recordar a Emad, debemos reconocer también a los muchos otros que siguen viviendo en la sombra, sin que se escuche su voz y sin que se reconozca su dolor. El legado de Emad debe inspirarnos para defender un mundo en el que prevalezca la justicia y no se olvide a nadie.


 

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