worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


La hermandad de Guantánamo

La tortura y el abuso en Guantánamo no mató nuestra humanidad. Sólo la hizo más fuerte.

Mansoor Adayfi
Escritor, artista, activista y ex prisionero en Guantánamo

25 de enero 2022
AL JAZEERA

Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 25 de abril de 2022

An illustration showing men in orange jumpsuits in a enclosed space looking up to the sky through railings.

[Jawaher Al-Naimi/Al Jazeera]

Me criaron en una familia que enfatizó los fuertes valores religiosos como hermandad, compasión y bondad. También observe esta moral practicada en mi pequeño pueblo en Yemen. En mi casa y en la escuela, me enseñaron a seguir el ejemplo del profeta Mohamed (que la paz sea con Él) y amaba especialmente decir “estoy únicamente con el propósito de perfeccionar sus más altos valores”.

Años más tarde, fue únicamente a través de mis interacciones con mis compañeros detenidos en Guantánamo que entendí completamente lo que esto significaba. A través de nuestra fe compartida, desarrollamos un lazo que no puede ser roto, incluso al haber sufrido la peor tortura y el peor abuso.

En el otoño del 2001, estaba viajando en Afganistán cuando fui secuestrado por caudillos locales y presentado ante las fuerzas estadounidenses como un “operativo egipcio de al-Qaeda” a quienes me vendieron. Tenía 18 años. Al poco tiempo, en febrero del 2002, fui transferido a Guantánamo.

Como otros detenidos, no sabía en dónde estaba ni por qué o por qué nos golpeaban y gritaban constantemente. Estaba confundido, aterrorizado, enojado y me rebelaba en contra del constante cambio de reglas. Estar encarcelado por 14 años, esencialmente crecí en Guantánamo. A menudo recordaba las lecciones que me enseñaron en la infancia e incluso durante mi abuso incesante, reflexionaba sobre la tradición del Profeta y sus enseñanzas acerca del carácter moral.

Después de vivir juntos por años, de ser transferido de un “campamento” a otro en Guantánamo, de celdas improvisadas a confinamiento solitario, nosotros los prisioneros desarrollamos una comunidad muy unida. Compartimos nuestra vida, cultura y recuerdos. Pasamos a través de todo juntos, para bien o para mal y nos convertimos en una familia.

En el 2010, cuando hicimos la transición a vida comunal en el Campamento 6, nuestro lazo se profundizó. Los interrogadores y guardias eran menos, las reglas eran relajadas para darnos más libertad y comenzamos a interactuar más entre nosotros, así como con el staff.

En lugar de rezar en jaulas separada, podíamos rezar colectivamente en filas como si estuviéramos en mezquitas. En lugar de comer solos, podíamos disfrutar las comidas juntos como lo haríamos en nuestros hogares con nuestras familias. En lugar de jugar con el balón solos, podíamos jugar en equipos como si estuviéramos afuera de la prisión y, en lugar de hablar con los mismos vecinos cada día en las jaulas, ahora podíamos hablar con decenas de prisioneros en distintos bloques.

No teníamos mucho, pero nos teníamos los unos a los otros. Cuando los prisioneros llamaban a otros, decían “nuestros hermanos afganos”, “nuestros hermanos yemeníes” y así. Enseñamos y aprendimos unos de otros acerca de distintos temas y tradiciones culturales. Adoptamos las mejores cualidades de las culturas de los otros. Los árabes se comenzaron a comportar como afganos, los afganos como árabes.

De manera poco sorprendente, los interrogadores intentaban ponernos unos en contra de otros. Había bloques en la prisión en los que la mayoría de los detenidos eran o árabes o afganos. Un día, cuando los interrogadores querían aislarme, me movían al bloque afgano, pensando que mi vida sería más difícil porque no había árabes con quiénes platicar.

Poco sabían que cuando te terminabas en un bloque con un grupo que no era el tuyo, de hecho, eras afortunado. Te trataban como su huésped todo el tiempo que estuvieras ahí, intentaban acomodarte en la manera en la que pudieran.

Y esto fue lo que me pasó. Los afganos me trataron como un familiar. Terminé enseñándole árabe a un prisionero afgano analfabeta y escuchando bella poesía de otro afgano, poeta y cantante, en sus sesentas quien había escrito dos libros de poesía en pashto en Guantánamo. Siempre cantaba su poesía y cantaba también a mí.

Con los árabes como mayoría de detenidos en el “campamento”, muchos se involucraron en protestas y resistencia en contra de la tortura y el abuso ahí. Al principio la mayoría de los afganos y prisioneros de otras nacionalidades intentaron no participar. La administración lo tomó como símbolo de miedo e intentó explotar esto para crear divisiones.

Un día, el traductor pashto vino a distribuir hojas de papel sólo para prisioneros afganos. Escritas en pashto y darí estaba la palabra “hipócritas” con algunas fotos de prisioneros árabes. El primer prisionero afgano que recibió el papel lo aventó al traductor y el escupió.

Los interrogadores verdaderamente no entendían nuestra hermandad. Estaban engañados al pensar que podían cambiarnos.

Mientras más estábamos juntos nuestro lazo crecía más fuerte. El sufrimiento, la tortura y el maltrato que experimentamos nos unió más y fortaleció nuestra camaradería. Desarrollamos una única forma de solidaridad.

Cuando los interrogadores torturaban a alguno de nuestros hermanos, la mayoría de nosotros les dejábamos de hablar. Nunca estuvo coordinado, nadie nos dijo que lo hiciéramos – sólo nos sentimos obligados a defender a nuestros hermanos que estaban sufriendo.

En los momentos raros de alegría, también estábamos juntos. Todos celebrábamos cuando un prisionero recibía buenas noticias, especialmente si alguno de sus hijos se había casado o se habían convertido en abuelos. Celebrábamos nuestras festividades religiosas juntos. Ayunábamos el mes santo de Ramadán juntos y marcábamos el Eid al-Adha y cuando los prisioneros eran transferidos de Guantánamo, hacíamos una gran celebración.

Guardias y personal de la prisión eran sorprendidos por nuestro comportamiento. Les decían que conocerían a lo peor de lo peor – asesinos, “terroristas”, monstruos que eran capaces de romper sus cuellos en un segundo. Cuando los guardias comenzaron a trabajar y hablar con nosotros, su visión cambió por completo. Muchos prisioneros y guardias desarrollaron fuertes amistades e incluso algunos de los guardias incluso se convirtieron al islam.

Los lazos que formamos y el buen carácter moral que vi en cada uno de mis compañeros prisioneros me mostraron el poder de las enseñanzas del profeta. El islam se basa en perfeccionar la relación entre nuestro creador (Alá) y nosotros, pero también la relación con nosotros mismos, nuestras familias, vecinos y todos los que nos rodeen, incluyendo a nuestros enemigos.

Estos lazos estás interconectados, interdependientes y moldean quiénes somos y en quiénes nos hemos convertido. Nos retan, nutren y fortalecen incluso en tiempos de sufrimiento. Aprendí que incluso cuando no podemos controlar lo que nos sucede, incluso cuando otros se desprenden de su humanidad, debemos hacer todo en nuestro poder para preservar la nuestra. Todavía tenemos el poder de encarnar una moral ética alta como individuos y nuestras relaciones unos con otros. En Guantánamo, practicamos las reglas del profeta cada día.

Los puntos de vista expresados en este artículo son del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.


Mansoor Adayfi

Escritor, artista, activista y ex prisionero de Guantánamo

Mansoor Adayfi es un escritor, artista, activista y ex prisionero de Guantánamo encarcelado por más de 14 años sin cargos ni juicio. Adayfi fue liberado en Serbia en el 2016, en donde lucha por hacer una nueva vida y desprenderse de la designación de sospechoso terrorista. En 2019 ganó el premio Richard J. Margolis de escritores de no ficción para periodismo de justicia social. Su libro “Don’t Forget Us Here, Lost and Found at Guantánamo” fue publicado en agosto del 2021.


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net