El legado de Bush sigue definiendo el campo de juego de Obama
Pese a los cambios, Obama ha asumido buena parte de las políticas de Bush |
Tanto demócratas como republicanos repudian el legado del ex presidente
MARC BASSETS Washington. Corresponsal La
Vanguardia.es 26/08/2010
La Administración Obama puede jactarse de haber cumplido la
promesa de retirar antes del 31 de agosto del 2010 todas las tropas de combate
de Irak. El logro, no obstante, es el resultado de las
estrategia bélica puesta en marcha por su antecesor, el republicano
George W. Bush, antes de abandonar la Casa
Blanca.
El denostado Bush, sentenciado tras su marcha como uno de
los peores presidentes de la historia y repudiado por demócratas y republicanos,
sigue marcando la política estadounidense. Y no sólo en el caso de Irak.
El ex presidente se ha convertido en el arma arrojadiza que los demócratas
lanzan contra los republicanos ante las elecciones legislativas de noviembre,
elecciones en las que los primeros se exponen a perder la mayoría en el
Congreso. Casi dos años después de la victoria de Obama, la estrategia de su
partido pasa ahora por señalar que, si la economía va mal, es culpa de las
políticas del anterior presidente.
También los conservadores reniegan de Bush, porque consideran que con su
despilfarro presupuestario traicionó los principios de la derecha y dañó la
marca republicana.
Nadie añora a Bush, y él se ha mantenido apartado de las querellas políticas,
lejos de Washington, en Texas. Incluso ha tenido la delicadeza de programar la
publicación de sus memorias para después de las legislativas.
Nadie lo añora, pero su legado perdura. Así lo cree el historiador de la
Universidad de Princeton Julian E. Zelizer, editor y coautor de La presidencia
de George W. Bush: una primera evaluación histórica, una colección de ensayos
que se publicará este otoño en Estados Unidos.
"En política todo el mundo subraya el cambio", dice Zelizer. "Pero
normalmente hay más continuidad que rupturas radicales, aunque sólo sea por lo
difícil que es cambiar las cosas en nuestro sistema político".
El historiador señala que la reforma del sistema sanitario y la regulación
financiera, así como el tono multilateral en las relaciones exteriores, sí
representan un giro respecto a Bush.
Pero enseguida enumera ámbitos donde la continuidad entre Bush y Obama es
evidente: desde la concentración de poder en la institución presidencial, que
Bush promovió tras el 11-S, y que Obama ha mantenido, hasta la guerra de
Afganistán, pasando por las políticas antiterroristas y el rescate bancario.
En un informe recién publicado, la Unión Americana por las Libertades Civiles
(ACLU, en sus iniciales en inglés), lee la cartilla a la Administración Obama
por haber incumplido buena parte de las promesas de cambio en materia de
seguridad nacional y derechos humanos. La ACLU–organización que actúa como perro
guardián de las libertades civiles en Estados Unidos– elogia la renuncia a la
tortura por parte de Obama y la publicación de documentos sobre esta práctica
con Bush.
Pero también presenta un retrato muy crítico de las políticas bushistas de la
Administración Obama: expansión de la guerra secreta contra el terrorismo con
asesinatos selectivos incluidos, persecución de quienes filtran informaciones
comprometedoras, obstrucción a las investigaciones judiciales de los crímenes de
la era Bush, mantenimiento del sistema de detención permanente de
Guantánamo...
"Existe el peligro real de que la Administración Obama consagre
permanentemente en la ley políticas y prácticas que eran ampliamente
consideradas extremas e ilegales durante la administración Bush", se lee en el
informe. "Existe el peligro, en otras palabras, de que que la Administración
Obama presida sobre la creación de una nueva normalidad"".
La "nueva normalidad" a la que se refiere la ACLU es lo que el historiador
Zelizer llamó, en un artículo en The Washington Post, "el mundo de Bush", unas
coordenadas políticas definidas por George W. Bush, y a las que ningún
presidente, ni siquiera Obama, podía escapar.
"Creo que el final de la presidencia enmascaró un poco los cambios
fundamentales que puso en marcha. Y creo que quizá el propio Barack Obama no se
dio cuenta de lo duraderos que eran algunos de estos cambios políticos",
añade.
Los signos de continuidad explican la decepción de la izquierda demócrata.
Alentada por una campaña electoral basada en las ideas de cambio y esperanza,
soñaba con una revolución que, pese a los éxitos del presidente, no ha llegado.
De ahí que en la izquierda, cuya movilización fue decisiva en la victoria del
presidente en el 2008, algunos hayan empezado a retomar el argumento de que
Obama es comparable a Bush. La Casa Blanca ha reaccionado airada.
"Oigo a esa gente diciendo que es como George W. Bush. A esa gente deberían
hacerle un control antidopaje. Es una locura", dijo hace unos días Robert Gibbs,
portavoz de la Casa Blanca, en una entrevista en el periódico The Hill. "Sólo
estarán satisfechos –añadió Gibbs– cuando tengamos un sistema sanitario como el
canadiense y hayamos eliminado el Pentágono. La realidad no es así". Según el
historiador, "es posible que vivamos en la edad de Obama, como algunos lo
llaman, pero todavía es el mundo de Bush". "Al final de la presidencia de Bush
se cometió el error de pensar que, como era impopular, y como miembros de ambos
partidos se distanciaban de él, era un presidente que no había tenido un gran
impacto", dice Zelizer.
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