El capitán Delfín Varela Gorriti estudiaba las corrientes del
mar y de los ríos
La historia del oceanógrafo que
habría colaborado en dictadura en los vuelos de la muerte
El dato surgió gracias al aporte del testigo José Luis Miceli en la audiencia
número 17 del juicio que se sigue por el asesinato de cuatro personas que
partieron en aeronaves desde Campo de Mayo.
Ailín Bullentini
Página|12
10 de marzo de 2021
El
Batallón de Aviación del Ejército 601 de Campo de Mayo sumó, en plena dictadura
a un técnico oceanógrafo que, según el ex soldado conscripto se encargaba de
informar sobre “las corrientes del mar y los ríos”.
Imagen: Gustavo Molfino
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El Batallón de Aviación del Ejército 601 de Campo de Mayo sumó, en plena dictadura
cívico militar eclesiástica, a un técnico oceanógrafo que, según el ex
soldado conscripto que lo identificó ayer en el juicio por los vuelos de la muerte que partieron de
esa guarnición militar durante el terrorismo de de Estado, se
encargaba de informar sobre “las corrientes del mar y los ríos”. “Nos
preguntamos qué hacía un oceanógrafo en Aviación del Ejército. Es como llevar
un buzo a la montaña”, apuntó el testigo José Luis Miceli, quien también
aseguró que el capitán era consultado por pilotos del Batallón. Tras su
testimonio, la Fiscalía, algunas querellas y defensas solicitaron que se
incorpore al juicio el legajo de esta persona, identificada como Rodolfo Delfín
Varela Gorriti.
Miceli fue el segundo ex conscipto que declaró este lunes en la audiencia número 17 del juico que el tribunal oral
federal número 2 de San Martín sigue por el asesinato de cuatro personas en
vuelos de la muerte que partieron de Campo de Mayo hacia el Río de la Plata y
el Mar Argentino.
Foto: Gustavo Molfino
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Además de apuntalar la hipótesis de que esos vuelos efectivamente existieron, algo que han venido realizando casi todos los testigos
que declaran en el debate, transmitido desde su comienzo por el
medio autogestionado La Retaguardia, Miceli aportó un dato que hasta el
momento no se conocía en la causa: los posibles aportes de un técnico
oceanógrafo en la diagramación de un plan para tirar personas a aguas abiertas
desde aviones o helicópteros. Los genocidas no se preocuparon solo por
cómo eliminar a "subversivos" o "zurdos" en vuelo, sino
también por hacerlo en momentos en los que las aguas que las recibieran
pudieran tragarse esos cuerpos para siempre.
El hombre, de unos 60 años, sabía ese dato desde hace más de cuatro décadas y este
lunes casi vuelve a llevárselo con él a su casa. Decidió que no.
Un oceanógrafo en batallón de Aviación
“Tengo una cosita más que puede servir o no”, interrumpió este lunes al presidente del
Tribunal Oral Federal número 2 de San Martín, Walter Venditti, mientras cerraba
su testimonio y lo invitaba a abandonar la sala de audiencias. “Había un
oceanógrafo que había entrado… nos llamó la atención, porque ¿un oceanógrafo en
aviación del Ejército? Se llamaba Delfín Varela y era capitán. Se decía ¿y
éste qué hace? Y este estudia las corrientes, del mar, de los ríos. De eso sí
me acuerdo. Si puede servir... ”
La ronda de preguntas volvió a activarse y, de inmediato, Miceli recordó que el
oceanógrafo que conoció a mediados de 1976 en el Batallón de Aviación del
Ejército 601 de Campo de Mayo tenía un nombre más: Rodolfo: “Rodolfo Delfín
Varela podrá ser”, apuntó. También que había ingresado con el cargo de jefe de
la Compañía de Servicios. Los archivos de la Fiscalía y las querellas
hallaron en sus archivos un nombre muy similar: el de Rodolfo Delfín Varela
Gorriti, un capitán retirado en 1979 quien fue jefe de la Compañía de
Servicios del 601 en Campo de Mayo en 1976 y en 1977 se desempeñó en el
Instituto Geográfico Militar.
En 2015, Varela Gorriti firmó una solicitada para que se retire y se “destruya” el cartel
que señaliza la Guarnición de Ejército de la ciudad bonaerense de Azul como
sitio en donde tuvieron lugar crímenes de lesa humanidad. “La
supuesta desaparición de un ciudadano, hace casi 39 años, por lo que un fallo
judicial condenó a dos Oficiales, lleva a demonizar y ofender públicamente a la
Guarnición y al Ejército”, dice la solicitada firmada por el ex capitán y
agrupaciones de familiares pro genocidas, entre otres.
Foto: Gustavo Molfino
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Al cierre del testimonio de Miceli, las partes acusadoras solicitaron al TOF
número 2 que el legajo de Varela Gorriti sea incorporado al juicio con el
objetivo de chequear el recorrido, de observar si allí hay registros de su
actividad como presunto asesor de pilotos sobre las corrientes de las aguas y,
antes que nada, de ver su foto. De hecho, el abogado que representa la querella
de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación solicitó que, en cuanto
tengan los jueces en su poder la foto de Varela Gorriti se lo cite a Miceli
para que la vea.
El ex soldado lo recuerda. Según su memoria, el oceanógrafo era “delgado, de nariz
protuberante y cara chupada”, de “unos 40 años”.
“Era un hombre muy tranquilo y correcto. Con nosotros. Después, no sé qué realmente
había venido a hacer”, sospechó Miceli. Es que la contratación de un
oceanógrafo en el Batallón de Aviación, como jefe de la compañía de servicios,
le sigue pareciendo tan dudoso como “llevar a un buzo a la montaña”. Tenía
la oficina cerca de la pista de aviación y lo iban a ver “pilotos y oficiales”.
Rumores de vuelos de la muerte
Miceli tenía unos 20 años cuando ingresó al Servicio Militar Obligatorio. Eran los
primeros días de marzo de 1976 cuando lo asignaron a cargo del cabo primero
Gatica, en el sector de talabartería de la Compañía de Servicio del Batallón de
Aviación del Ejército 601 de Campo de Mayo. “Arreglaba todo lo que fuera
cuero”, detalló al comienzo de su testimonio, guiado por el fiscal Marcelo
García Berro, ante el Tribunal Oral Federal número 2 de San Martín. Aclaró que
hacía guardias. Y que algunas de ellas eran en el aeródromo.
El fiscal le consultó sobre los tipos de aviones y helicópteros que había. Miceli
respondió que helicópteros Bell; un avión Twin Otter y que, por aquellos
tiempos, habían traído un avión Fiat desde Italia “tipo hércules pero doble
motor”. “Lo había traído el Mayor Malacalza, había sido el piloto de ese
avión”, dijo, en referencia a Delsis Malacalza, uno de los acusados en el
juicio. El fiscal quiso saber si el testigo conocía a otros pilotos. “Es que
nosotros hacíamos guardias ahí, pero la parte del aeródromo era medio
restringida”, respondió, descartando la posibilidad de aportar más nombres.
--¿Por qué?-- quiso saber García Berro.
--...Y… corrían comentarios. --Recordó Miceli--.
Entre los soldados había comentarios de que estaban los famosos vuelos fantasma,
vuelos de la muerte. Algo pasaba. Porque entraban vehículos que se decía que
traían gente muerta, los subversivos. Mucho no se podía preguntar ahí adentro,
pero más o menos uno se imaginaba.
El ex soldado apuntó que solían entrar camionetas Ford Ranchero, de Gendarmería, que
“traían gente”. Y que por la noche, ingresaban vehículos Ford Falcon, de
Coordinación Federal, que “pasaban como si fuera su casa”.
El fiscal, entonces, quiso saber un poco más:
--¿Los comentarios que circulaban entre los soldados eran que esa gente que llegaba en
camionetas era tirada de los aviones y helicópteros?--.
--Sí señor--. Contestó el ex conscripto. --e sabía que llevaban gente y las
tiraraban, porque a pasear no iban, no volvían.
Un vuelo personal
A propósito de las consultas del fiscal, Miceli recordó un episodio puntual que
observó desde la torre de guardia.
“Un día estando en el aeródromo, era tarde, entró un auto”, comenzó. Detalló que
era Ford Fairlane, que del asiento conductor se bajó un “hombre de pelo largo,
bigote, jean chalequito y fuertemente armado” hasta la barrera de entrada del
aeródromo. “Traían a un hombre canoso, robusto. Nos llamó la atención,
daba la impresión de que lo llevaban detenido, sentadito en el medio ahí”,
describió. El Fairlane cruzó la barrera, el pelilargo se volvió a subir, y
condujo con el canoso detenido y las otras tres personas que viajaban hacia la
pista, donde esperaba un helicóptero con los motores encendidos.
“Mirá, lo cargaron en el helicóptero”, dijo Miceli que le comentó su compañero.
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