Declaración de Apoyo
Ron Kovic y Marin Sheen |
Jueves, 01 de mayo de 2008
Para Actos Antireclutamiento en Berkeley, California
De RON KOVIC, Veterano del Vietnam y autor de Nacido en 4 de Julio
Como antiguo Sargento del Cuerpo de Fusileros Navales de los Estados Unidos,
y que el 20 de enero de 1968, durante mi segundo periodo de servicio en Vietnam
recibí un tiro que me dejó paralítico de la cintura para abajo, envío mi
completo apoyo y admiración a todos aquellos que están en este momento luchando
para detener el reclutamiento militar en Berkeley. Desde las manifestaciones de
protesta de finales de los sesenta no ha habido una causa más justa como ésta en
que ahora están enfrascados. ¿Quiénes conocen mejor la profunda inmoralidad y
falsedad de los reclutadores militares como nosotros que hace décadas entramos a
esas mismas oficinas de reclutamiento con nuestros padres creyendo, en nuestros
corazones, que se nos decía la verdad sólo para descubrir que habíamos sido
engañados y terriblemente traicionados?
Muchos de nosotros pagamos ese engaño con nuestras vidas, años de sufrimiento
y cuerpos y mentes que nunca volvieron a ser los mismos. Si solamente alguien
nos lo hubiese advertido, si solamente alguien hubiese tenido el coraje de
exponer la locura a la cual estábamos siendo llevados, si alguien nos hubiese
protegido de los reclutadores cuyo único deseo era cumplir su cuota, enviarnos
al campamento de entrenamiento y esconder de nosotros el secreto oscuro de la
pesadilla que nos esperaba a todos.
Durante los últimos cinco años he visto con horror a otro Vietnam
desarrollándose en Irak. Tantas similitudes, tantas cosas siendo dichas que me
recuerdan esa guerra de 30 años atrás, y que me dejó paralítico y confinado a
una silla de ruedas por el resto de mis días. Recusándose a aprender de las
lecciones de Vietnam, nuestro gobierno sigue persiguiendo una política de
engaño, distorsión, manipulación y negación, haciendo todo para esconder de los
norteamericanos sus verdaderas intenciones y agenda en Irak.
A medida que nos aproximamos del quinto aniversario de esta Guerra trágica y
sin sentido, no puedo dejar de pensar en los jóvenes que han sido heridos, cerca
de 30 mil, que ocupan los hospitales Walter Reed y Bethesda, el Centro Médico
del Ejército en Brooke, y los hospitales para veteranos en todo el país. Los
parapléjicos, amputados, víctimas de quemaduras, los ciegos y mutilados,
aturdidos y en estado de choque, con lesiones cerebrales y psicológicamente
estresados, son una nueva generación entera de severamente incapacitados que ni
siquiera habían nacido cuando yo llegué herido al Hospital de Veteranos del
Bronx en Nueva York en 1968.
El Desorden por Estrés Postraumático (DEPT) que afectó a tantos de nosotros
después del Vietnam, está recién empezando a aparecer en los soldados que
regresaron recientemente de la actual guerra. Para algunos la agonía y el
sufrimiento, las noches sin dormir, los ataques de ansiedad, y terribles ataques
de insomnio, la alienación, la furia y la cólera cohabitarán con ellos durante
décadas, o quien sabe para el resto de sus vidas. Permanecerán atrapados en una
permanente pesadilla de esa guerra, el haber matado a otro hombre, un niño, o
ver a un amigo morir… peleando contra un enemigo que no se sabe quien es,
mientras alguien, un niño, una mujer, un viejo – cualquiera – te pueden matar a
ti. Esos traumas regresan a casa junto con uno, algunas veces escondidos, por
décadas agonizantes. Impactan profundamente nuestras vidas diarias, y las vidas
de aquellos que están a nuestro lado.
Matar a otro ser humano, sacarle la vida mandándolo a otro mundo con un
simple disparo, es algo que nunca te abandona. Es como si parte tuya muriera al
mismo tiempo. Si eliges seguir viviendo, puede haber una cura, o hasta esperanza
y alegría nuevamente – pero esa cicatriz y memoria y pena permanecerán
eternamente dentro de ti. ¿Por qué los reclutadores nunca mencionan este tipo de
cosa? Ninguno de los panfletos que distribuyen dice algo a ese respecto.
Algunos de esos veteranos están apareciendo en refugios para sin techo en
todo el país, mientras otros han empezado a hablar con coraje públicamente
contra la estupidez y demencia de esta guerra y de los líderes que la empezaron.
Durante la Convención Demócrata del 2004, algunos soldados de regreso formaron
un grupo llamado Veteranos de Irak Contra la Guerra, de la misma manera que
hicimos nosotros al marchar en Miami en agosto de 1972 como Veteranos de Vietnam
Contra la Guerra. Otros han recusado ser enviados a Irak, se han ido al Canadá,
y empezaron un movimiento de resistencia a esta guerra inmoral e ilegal.
Como muchos norteamericanos, yo los he visto en la TV, o en Hospitales para
Veteranos, pero la gran mayoría están escondidos, como los ataúdes, cubiertos
con la bandera, de nuestros muertos que regresan a casa en la oscuridad de la
noche desde la Base Aérea de Dover, mientras esta administración continúa su
política de censura, y control férreo de las imágenes que provengan de esta
guerra, impidiendo que el público vea el costo humano causado por su política
belicista.
Hace tiempo, muchos de nosotros nos hicimos una promesa, la de nunca permitir
que lo que nos pasó en Vietnam ocurriese nuevamente. Teníamos una obligación,
una responsabilidad, como ciudadanos, como norteamericanos, como seres humanos,
de levantar nuestras voces en protesta. Nosotros jamás nos olvidamos de los
hospitales, de los centros de cuidados intensivos, de los heridos a nuestro
alrededor luchando por sus vidas, de aquellos años largos y dolorosos después
que volvimos a casa, de aquellas noches de soledad.
Había vidas para salvar en ambos lados, jóvenes hombres y mujeres que serían
desfigurados y mutilados, madres y padres que perderían a sus hijos e hijas,
esposas y amantes que sufrirían por décadas si no hiciésemos todo lo posible
para detener el momento de prosecución de esta insensatez.
Mario Savio dijo una vez que: “Hay momentos en que la operación de la máquina
es tan odiosa, nos enferma el corazón de tal manera, que no puedes hacer parte
de ella, ni siquiera pasivamente, y tienes que entonces poner tu cuerpo sobre
los engranajes y las ruedas, sobre las palancas, sobre todos los aparatos, para
hacer que pare. Y debes decirle a los que la manejan, a sus dueños, que a no ser
que te liberen, la máquina será impedida de trabajar”.
Es hora de detener la máquina de guerra
Es hora de tomar parte en acciones osadas y audaces. Vidas preciosas están en
riesgo, tanto norteamericanas como iraquíes, y los reclutadores militares deben
ser confrontados a todo momento, en cada colegio, cada campus, cada oficina de
reclutamiento, en cada esquina, cada pueblo y cada ciudad de los EEUU.Les
debemos dejar bien claro que sus actos representan una amenaza a nuestras
comunidades, nuestros hijos y todo lo que amamos.
Les debemos explicar que al condenar a nuestros jóvenes a la muerte,
destinándolos a la mutilación permanente, y con daños psicológicos causados por
una guerra sin sentido e inmoral es errado y no será tolerado por Berkeley y de
hecho por ninguna ciudad o persona. El tiempo de sacrificar a nuestros jóvenes
se ha acabado. Ya aguantamos lo suficiente y les incentivamos a que usen todos
los medios a su alcance para manifestarse a través de la desobediencia civil no
violenta para acabar con el reclutamiento militar en Berkeley y en todo nuestro
país. Estoy al lado de Uds. en esta lucha importante y valiente, y confío en que
vuestras acciones en los días por venir inspirarán a innúmeros otros a través
del país para hacer lo mismo y terminar con esta guerra profundamente inmoral e
ilegal.
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