Los déspotas del oeste
08 de febrero de 2012 Margaret
Kimberly
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 24 de febrero de
2012
No se pueden discutir los hechos. Las naciones poderosas occidentales son en
la actualidad los peores terroristas del mundo. Irak es una ruina gracias a los
EE.UU. y Reino Unido y, por desgracia, George W. Bush y Tony Blair no fueron los
últimos “vampiros” de su tipo.
La gente de Afganistán y Pakistán vive con miedo a una muerte llegada en
aviones no tripulados, y los iraníes están siendo empujados aún más a la
desigualdad económica por las maquinaciones de los supuestos líderes de las
supuestas democracias. Ahora son Barack Obama, David Cameron y el presidente
francés Nicolas Sarkozy quienes llevan la guerra al resto del mundo.
Ya fue suficientemente malo que se unieran para destrozar Libia bajo el
pretexto de ser nobles humanitarios, pero Cameron y Sarkozy se presentaron en
los escombros como dos hienas hurgando en un cadáver. Su presencia debería haber
sido vista como la afrenta macabra que era, pero la ausencia de enfado dice
mucho sobre quién tiene y quién no tiene inmunidad en el tribunal de la opinión
mundial.
Ahora, este eje del mal tiene su mirada puesta en Siria e Irán, y están tan
determinados a llevar un cambio de régimen que arriesgarán incluso la seguridad
de sus supuestos aliados. Naciones como Grecia y España que luchan bajo la deuda
creada en la última burbuja inmobiliaria, dependen del petróleo iraní. No
importa. Los EE.UU. y la Unión Europea han estado presionando a todas las
naciones occidentales para que se unan a las sanciones y los boicots que ayudan
a los planes de cambio de gobierno en Irán que han sido orquestados por Obama y
sus compinches.
Mientras que la Corte Penal Internacional solo puede permitirse perseguir a
unos pocos dictadores africanos, el presidente estadounidense y sus amigos se
permiten una ola de asesinatos sin fin en nombre del humanitarismo. Los peores
terroristas del mundo caminan libres cuando deberían estar escondidos como hacen
otros delincuentes comunes.
A los estadounidenses idealistas se les pide constantemente que boicoteen las
empresas o incluso los países que se supone se han desviado de las normas de
comportamiento civilizado. Es hora de aumentar la lista de los despreciados y
marginados, y Obama y compañía deberían estar en los primeros lugares.
¿Deberían los amantes de la paz comprar vino francés o viajar a Lóndres para
ir al teatro? Si nos piden que compremos café de comercio justo y boicoteemos a
las grandes empresas que producen comida genéticamente modificada, ¿no
deberíamos también castigar a los países que libran interminables guerras de
agresión?
Existen innumerables informes sobre asesinatos de honor, mutilación genital,
trabajo infantil siempre que esos crímenes sean cometidos en países
“no-blancos”. Los líderes de las naciones “blancas” no tienen que ocuparse a
menudo de sus atrocidades, es decir, por librar una guerra contra miles de seres
humanos. Barack Obama puede ser un hombre de color, pero no hubiera sido
presidente de los EE.UU. sino hubiera asegurado a los blancos ricos y poderosos
que no iba a actuar como tal. En efecto, es tan blanco como el resto de los
cabecillas del estado con los que está aliado.
Pero no es solo racismo lo que silencia a millones de personas que deberían
estar furiosas por la conducta de occidente. Esas personas han sido inducidas a
creer que viven en auténticos países democráticos. Sí, pueden votar en
elecciones y hablar libremente contra sus líderes, pero son impotentes. Fueron
impotentes para frenar la destrucción de la economía mundial por un pequeño
puñado de individuos ricos y multinacionales. Son impotentes para parar a sus
líderes en el asesinato de personas en Libia, Somalia, Afganistán o cualquier
otro lugar que hayan decidido atacar.
De hecho están bajo el gobierno de una especie de despotismo. La fachada es
de libertad y prosperidad, pero su despotismo causa estragos a una escala
masiva, creando pobreza, guerra y dando una vida miserable a millones de
personas.
La persona media en Nueva York o Londres se burlaría de la idea de que viven
en algo menos que el más perfecto de los sistemas de la historia. Se ofenderían
si les dijesen que sus políticos no están entre los mejores, entre los más
dignos de respeto y adulación.
No importa quien si se enfadan o no cuando se les dice la verdad. Las
Naciones Unidas no pueden parar a esos malvados, y la gente, la mayoría de
ellos, no están los suficientemente interesados para protestar contra sus
acciones.
Por supuesto nunca pagarán un precio por sus acciones. Sus países son
blancos, ricos y poderosos, por lo que sus atrocidades no son siquiera
consideradas como tales. Los líderes de la OTAN y del G-8 se reunirán en Chicago
en mayo y conspirarán sobre Siria e Irán o forzarán a su gente a sufrir sobre
las medidas de austeridad. Cualquiera que protete por su presencia corre el
riesgo de ser tratado como un criminal, mientras que los mayores sinvergüenzas
son tratados como reyes. Chicago es el lugar perfecto para esas reuniones. Al
Capone estaría orgulloso.
La columna Freedom Rider de Margaret Kimberley aparece semanalmente en
BAR, y es ampliamente difundida en otros medios. Tiene también un blog
frecuentemente actualizado disponible en http://freedomrider.blogspot.com.
La señora Kimberley vive en Nueva York y se la puede contactar via correo
electrónico en Margaret.Kimberley(at)BlackAgendaReport.com
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