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Al interior de un tribunal de guerra estadounidense: la ropa y la cultura en Guantánamo

Lo que los acusados, abogados y fiscales del caso del 11 de septiembre visten en la corte sirve un propósito. Evoca emociones, suscita controversia y, sobre todo, envía mensajes.

Carol Rosenberg

Illustrations by Wendy MacNaughton
The New York Times
31 de diciembre de 2019

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Este artículo fue realizado en colaboración con el Centro Pulitzer sobre la crisis de información.

BAHÍA DE GUANTÁNAMO, Cuba — Cheryl Bormann, abogada de uno de los hombres acusados de conspirar para realizar los ataques del 11 de septiembre de 2001, había logrado pasar los dos filtros de seguridad necesarios para ingresar al tribunal de máxima seguridad cuando el dobladillo de su abaya negra comenzó a descoserse.

“Tengo un problema con una prenda”, exclamó en el vestíbulo del juzgado. “¡Cinta adhesiva!”.

Bormann, una civil que ha dedicado su carrera a combatir las sentencias de pena de muerte, había comprado hacía poco la túnica estilo saudita por 50 dólares en una tienda cercana al Pentágono, pero no había tenido tiempo de hacerle bien el dobladillo. Las grapas que había usado como solución provisional se estaban cayendo.

Una vez arreglada la túnica, la cerró sobre su cuerpo, cubrió su cabello pelirrojo y entró al tribunal militar en la bahía de Guantánamo donde otras ocho mujeres, la mayoría abogadas y asistentes jurídicas de los acusados, también se ocultaban el cabello por respeto a sus clientes: los cinco hombres acusados de conspirar para cometer el peor ataque terrorista en la historia de Estados Unidos.

La decisión de las mujeres de hacer eso muestra hasta qué punto el choque cultural sigue vigente, incluso tras más de una década de procedimientos en el tribunal de guerra en esa remota base naval de Estados Unidos. Los juzgados siempre son escenarios, y aun cuando poca gente observa las audiencias, siguen siendo una plataforma para una combinación de ideas y perspectivas particularmente difíciles.

Cheryl Bormann, la abogada de Walid bin Attash

Cheryl Bormann, la abogada de Walid bin Attash

Khalid Sheikh Mohamed está acusado de ser el autor intelectual del ataque del 11 de septiembre

Khalid Sheikh Mohamed está acusado de ser el autor intelectual del ataque del 11 de septiembre

Mark S. Martins, el fiscal encargado de comisiones militares

Mark S. Martins, el fiscal encargado de comisiones militares

Las abogadas afirman que deben respetar las sensibilidades religiosas de sus clientes para poder defenderlos. Las familias de las víctimas del 11 de septiembre dicen sentirse ofendidas por el hecho de que estas mujeres occidentales se cubran y acepten las normas culturales de hombres acusados de asesinato en masa.

Pasar tiempo en el tribunal militar a medida que se acerca el juicio de los hombres acusados de orquestar los actos del 11 de septiembre —un proceso que ha llevado años— es ver esos conflictos y otros de maneras muy distintas, incluso a través de las prendas que visten y los mensajes que envían.

Hay fiscales de traje y corbata, soldados en uniforme de camuflaje color verde olivo y botas de combate y un juez que viste la tradicional toga negra.

Están los prisioneros, entre quienes sobresale el hombre acusado de ser el autor intelectual de los ataques del 11 de septiembre, Khalid Sheikh Mohamed, que visten el atuendo musulmán tradicional, con accesorios que transmiten mensajes políticos.

Y de manera más controversial están las mujeres de los equipos de defensoría jurídica que visten de manera sencilla, pero con sensibilidad cultural, como parte de un esfuerzo, dicen, por cultivar relaciones respetuosas y de confianza con los acusados, hombres a quienes la CIA torturó antes de traerlos a la bahía de Guantánamo para sus juicios de pena de muerte. Sus atuendos resultan ofensivos para los familiares de las 2976 víctimas de los ataques del 11 de septiembre.

No se permite tomar fotografías al interior del tribunal, donde la selección del jurado de este caso está programada para enero de 2021. Así que The New York Times llevó a una ilustradora a Guantánamo para mostrar cómo lo que comenzó como un procedimiento inconfundiblemente militar cuando los acusados fueron procesados en 2012, se ha convertido en un evento en el que la manera de vestir, entre otras cosas, ha cobrado importancia.

Una vista panorámica de la sala del tribunal. El sello que aparece en cada página, firmado por el oficial de seguridad de ese día, indica que el dibujo ha sido aprobado para su publicación.

Una vista panorámica de la sala del tribunal. El sello que aparece en cada página, firmado por el oficial de seguridad de ese día, indica que el dibujo ha sido aprobado para su publicación.

Los equipos de defensoría jurídica que hace siete años estaban compuestos principalmente por miembros del ejército estadounidense, ahora se componen casi en su totalidad de civiles. Dos fiscales militares que comenzaron como miembros del Cuerpo de Infantes de Marina y la Armada siguen siendo parte del equipo del gobierno como civiles y acuden al tribunal vestidos de traje.

Pueden pasar días enteros sin que un abogado en uniforme presente un alegato, a menos de que el fiscal jefe de crímenes de guerra, el general de brigada Mark S. Martins, se levante, ataviado en su traje militar azul, y hable.

La ropa de los acusados también ha cambiado. Hace siete años, los soldados los llevaban a sus comparecencias con ropa holgada de color blanco, kipás y pantuflas de lona que les proporcionaban en prisión. Ahora los cinco hombres acusados de asociarse con los secuestradores aéreos se presentan ante el tribunal vestidos con túnicas y pantalón o togas acompañadas de chalecos. Se cubren la cabeza con kipás, capuchas y bufandas.

Mohamed sentado en la corte

Mohamed sentado en la corte

Mohamed durante un receso para orar

Mohamed durante un receso para orar

Mohamed en consulta con su equipo legal

Mohamed en consulta con su equipo legal

Mohamed se tiñe la barba de naranja, como el profeta Mahoma. En ocasiones, dobla una bufanda negra a rayas y la usa como turbante sobre su kipá blanca. Otras, viste una kipá de la región de Sind, en Pakistán, proveniente de Baluchistán, con lo cual muestra su afinidad con la tribu de su tierra natal.

Durante la semana en la que la ilustradora del Times estuvo en la corte, Mohamed usó un chaleco gris que su familia le envió. Una vez que la artista se fue, empezó a usar una chaqueta de caza color verde selva sobre sus prendas tradicionales.

En 2012, los abogados de Mohamed defendieron su derecho a usar ropa con camuflaje por ser una “vestimenta culturalmente apropiada”. Tiene el patrón de camuflaje boscoso, como el que usaban los yihadistas en la década de los ochenta en Afganistán. Osama bin Laden vestía el mismo patrón en sus apariciones públicas.

Dos otros acusados también agregan ocasionalmente una chaqueta estilo militar a su vestimenta tradicional musulmana, a menudo con un patrón desértico, como el que las tropas de Estados Unidos usaron durante la invasión de Irak.

Ammar al-Baluchi, uno de los cinco acusados en el caso

Ammar al-Baluchi, uno de los cinco acusados en el caso

Mustafa al Hawsawi, otro acusado

Mustafa al Hawsawi, otro acusado

Ramzi Bin al-Shibh, otro acusado

Ramzi Bin al-Shibh, otro acusado

En el verano de 2014, los cinco acusados usaron bufandas con la bandera palestina para mostrar su solidaridad con Gaza durante una ofensiva israelí. Las bufandas todavía aparecen en la corte, a veces en el escritorio de la defensa.

El tribunal, como lo ve la audiencia a través del vidrio, tiene muchos de los adornos de una sala legal típica. El juez usa una túnica negra. Las banderas de Estados Unidos están a su derecha y el testigo está a su izquierda, cerca del jurado.

Pero este es un tribunal de seguridad nacional. El público escucha el proceso con un retraso de 40 segundos, tiempo suficiente para que un oficial de seguridad detenga el sonido si alguna persona revela información clasificada.

El coronel W. Shane Cohen, el juez

El coronel W. Shane Cohen, el juez

La sargenta técnica Erica Smiler, asistente legal de Bin al-Shibh

La sargenta técnica Erica Smiler, asistente legal de Bin al-Shibh

Clayton Trivett, uno de los fiscales

Clayton Trivett, uno de los fiscales

Gary D. Sowards, uno de los abogados de Mohamed

Gary D. Sowards, uno de los abogados de Mohamed

Ilustrar está permitido, pero con restricciones. Un artista, por ejemplo, no puede dibujar a los guardias. Son soldados que están por temporadas de nueve meses y que acuden al tribunal con botas camuflajeadas de combate.

Los familiares de las personas que murieron en los ataques tienen su propia sección detrás de la zona de los fiscales.

Algunos miembros de las familias se quejan de las atenciones que los militares les dan a los sospechosos de terrorismo. Los guardias despejan la sala a la hora de la oración musulmana para darles privacidad a los acusados y a los miembros del equipo legal que rezan con ellos.

La sala del tribunal, como se ve desde el interior de la galería de espectadores, detrás de un cristal

La sala del tribunal, como se ve desde el interior de la galería de espectadores, detrás de un cristal

Pero lo que más molesta a algunos familiares es la forma en la que las mujeres que forman parte de la defensa se visten cuando sus clientes comparecen ante el tribunal.

“No me importaría si de hecho fuera su religión y creyeran en eso”, dijo Kathleen Vigiano, cuyo esposo, Joseph, detective policial, y su cuñado John Jr., bombero, perdieron la vida tratando de rescatar gente del World Trade Center.

En su opinión, el atuendo es “irrespetuoso” y comentó que cuando viajó a Guantánamo este verano en el mismo avión que las abogadas, ninguna de ellas llevaba el cabello cubierto.

“No se visten así en el avión. No se visten así en la base; la vestimenta formal es la vestimenta formal”, aseveró Vigiano.

Las mujeres en el equipo de Mohamed visten generalmente faldas largas y otro tipo de prendas holgadas con una serie de pañoletas, chalinas y velos coloridos y, al menos en una ocasión, un hiyab de una sola pieza que se pone encima de las demás prendas de vestir.

“Honestamente me parece que parte del malestar está enraizado en la islamofobia”, dijo Rita Radostitz, una de las cinco abogadas que representan a Mohamed en el tribunal. Ella comentó que las abogadas defensoras que se especializan en los casos de pena de muerte como ella adoptan algunas medidas de manera instintiva, para crear y mantener una relación profesional.

Dos integrantes de la defensa de Mohamed hablan durante el receso

Dos integrantes de la defensa de Mohamed hablan durante el receso

Rita Radostitz, abogada de Mohamed

Rita Radostitz, abogada de Mohamed

Darlissa M. Leatherwood, una asistenta legal del equipo jurídico de Al-Baluchi

Darlissa M. Leatherwood, una asistenta legal del equipo jurídico de Al-Baluchi

El equipo jurídico de Walid bin Attash, encabezado por Bormann, prefiere usar la austera abaya negra de Arabia Saudita, que es donde nació su cliente.

Representa “la cultura de la que proviene”, explicó Bormann. “Es lo que lo hace sentir más cómodo. Cuando tienes que hablar con alguien, quieres que la otra persona se sienta cómoda”, agregó.

Durante una conferencia de prensa en Guantánamo en 2017, una de los familiares, Jean Winter, hizo hincapié en que el atuendo de las mujeres del equipo de defensa era “hiriente” y “un insulto a todas las mujeres estadounidenses”.

Winter representaba a su sobrino, Carl E. Molinaro, un bombero que fue asesinado en el World Trade Center, y a su esposo, Richard, un inspector de la ciudad de Nueva York, que murió en 2008 debido a los humos tóximos que inhaló en el lugar. Dijo que era “vergonzoso ver a otras exitosas mujeres americanas ataviadas con ropa antigua, arcaica, degradante y humillante”.

Del lado del juzgado de los acusados, las únicas mujeres que muestran su cabello son las abogadas y asistentas legales de los servicios militares que, como sus colegas varones, visten uniformes en la corte. El ejército regula estrictamente lo que llevan y normalmente llegan a la corte con el pelo en un apretado moño.

Kimberly Waltz, una analista del FBI, sentada detrás de la zona de los fiscales

Kimberly Waltz, una analista del FBI, sentada detrás de la zona de los fiscales

Darlissa M. Leatherwood, una asistenta legal, empezó en el equipo de la defensa en 2015 cuando era sargento de la Marina y asistía a la corte en uniforme y el cabello descubierto.

Pasó a la vida civil y volvió un mes o dos más tarde con una pañoleta impecablemente colocada en la cabeza. “Para mí, se trataba de intentar conectar y hacer que se sientan cómodos”, dijo. “Nunca sentí presión para ser de un modo u otro”.

Se volvió tan diestra con la pañoleta, dijo, que puede ponérsela en cinco minutos, el mismo tiempo que le tomaba “echarme el cabello atrás en un moño” cuando llevaba uniforme.

“Aprendes a hacer las cosas muy rápidamente en la Marina”, dijo.

En los casos específicos de pena de muerte, las abogadas dicen que tienen el deber de buscar un terreno común respetando las tradiciones de sus clientes.

Al-Baluchi reza durante un receso

Al-Baluchi reza durante un receso


Al-Baluchi y Sowards en una oración

Bormann compró la abaya nueva, cuyo dobladillo pegó con cinta adhesiva, para sustituir una negra lisa que se llenó de moho en su oficina, ubicada en el complejo del tribunal de guerra sobre una pista aérea obsoleta de la Armada de Estados Unidos.

Dado que el asfalto está agrietado se forman charcos de lodo de vez en cuando y hay cuatro escalones muy complicados para subir a la letrina del tribunal, así que desde hace años, Bormann dejó de usar sus tacones Christian Louboutin en Guantánamo. A pesar de ello, su nueva abaya está decorada con diamantes de imitación, un toque de estilo que le pareció adecuado para combinar con unos zapatos Valentino de imitación.

Bormann comentó que había usado la prenda cada vez que había estado en la presencia de Bin Attash y no tenía planes de cambiar la práctica una vez que se eligiera al jurado.

“Definitivamente espero que ninguna de las personas que juren defender la justicia vaya a tomar a mal que yo vista una toga negra y un velo”, comentó.

Un hangar abandonado en Guantánamo cerca del tribunal de guerra

Un hangar abandonado en Guantánamo cerca del tribunal de guerra


 

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