La guerra de Irak
Cuando la destrucción nos desborda de asco
Ron Jacobs CounterPunch Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo
Fernández 12 de enero de 2011
Hace ahora veinte años de un mes de enero en el que el mundo vivía temiendo
el desencadenamiento de una guerra anunciada. Fue el 16 de enero de 1991 cuando
la coalición dirigida por EEUU comenzó a atacar Irak. Algo más de dos meses
después, y en teoría, todo había terminado.
Durante los meses anteriores al ataque iniciado ese día, millones de personas
de todo el mundo se habían echado a la calle para oponerse a la deriva hacia la
guerra. Desde Washington DC a Londres, de Berlín a Tokio, de Bangladesh a Gaza,
todo el planeta fue testigo de las masivas protestas. Yo mismo asistí a una de
las más poderosamente emotivas protestas contra la guerra en las que había
estado nunca, precisamente el día antes de que comenzara la agresión. Fue en
Olimpia, la capital del estado de Washington. Alrededor de 3.000 personas (en un
condado con una población de alrededor de 100.000) asistimos a un mitin y
después iniciamos una marcha hacia el Capitolio de Washington. Después tomamos
el edificio y permanecimos allí varias horas. Les ofrezco una breve descripción
del momento en un ensayo que escribí hace muchos años (que aparece publicado en
mi libro “Tripping Through the American Night”):
“Cuando la mayoría de la gente llegó al espacio dedicado a estacionamiento
frente al Capitolio, Peter Bohmer empezó a hablar. Ofreció un discurso
entusiasta de veinte minutos, vinculando la lucha por la justicia con la lucha
contra la guerra imperialista y después instó a todos para que se le unieran
dentro del Capitolio donde se pretendía presentar una petición exigiendo que la
asamblea legislativa del estado de Washington aprobara una resolución
oponiéndose a la guerra contra Irak. Los manifestantes se dirigieron hacia la
puerta. Cuando entraron, la policía les pidió que dejaran allí sus pancartas.
Una vez dentro, la gente empezó de nuevo con entusiasmo a gritar “¡No a la
guerra!”. Aunque la mayoría nos quedamos en la rotonda, alrededor de 500
manifestantes se pusieron a buscar la puerta de acceso a las cámaras. Finalmente
encontraron una y entraron en tropel en la sala. La asamblea había cerrado
pronto ese día debido a la manifestación y la sala estaba vacía. Aunque no por
mucho rato. Unos minutos después, casi mil personas abarrotaban la sala,
cantando, hablando y bailando. Algunos de los miembros más organizados de la
multitud empezaron a preparar la estrategia para un plan a largo plazo. Llamaron
al orden, de cierta forma, al grupo y expresaron su deseo de ocupar las cámaras
hasta que los diputados respondieran a la resolución propuesta. Mientras tanto,
la policía reunía a sus fuerzas y se comunicaban unos con otros con
walkie-talkies. La prensa enviaba su versión de los hechos a la red nacional y a
las ondas de televisión a través de la CNN. Al cabo de una hora, las
noticias sobre la acción se habían extendido y varios medios más transmitían
cómo los manifestantes empezaban a instalarse para una larga estancia. Al
atardecer, la mayoría de los colegas había salido de las cámaras. Algunos se
dirigieron a sus casas. Pero una mayoría se unió a una sesión de vigilia y
oración que había empezado una hora antes en la rotonda del Capitolio.”
Al día siguiente, las protestas contra el ataque continuaron por todas
partes. Pero las condenas cayeron en saco roto. George Bush, el Congreso y el
Pentágono estaban dispuestos a poner fin al Síndrome de Vietnam de una vez por
todas, no importaba cómo. Después de poner fin a una etapa de la guerra con el
regreso de algunas tropas estadounidenses a las que pusieron a participar en una
exhibición de vacuo nacionalismo que incluyó toda una serie de desfiles y
generales lanzando los primeros saques en los partidos de la Gran Liga de
Béisbol, los iraquíes trataban de reconstruir su país como buenamente podían
mientras los soldados estadounidenses se quedaban allí para enfrentarse a sus
demonios por su cuenta. Durante la guerra murieron menos de 500 soldados de EEUU
y de otros países de la coalición pero más de 50.000 iraquíes. Se ha estimado
que a lo largo de los años siguientes más de un millón de iraquíes murieron a
causa de las sanciones que contra su nación impuso EEUU (con la complicidad del
Consejo de Seguridad de la ONU). Los aviones de combate estadounidenses y
británicos continuaron realizando incursiones sobre Irak a las que denominaban
desfiles aéreos, atacando en ocasiones ciudades y posiciones militares iraquíes.
Innumerables veteranos estadounidenses enfermaron y/o murieron por motivos
relacionados con la guerra, incluyendo un nuevo fenómeno médico que se conocería
como el Síndrome de la Guerra del Golfo.
No parece que las sanciones y los vuelos de reconocimiento o desfiles fueran
un tiempo de paz. Al volver la mirada atrás, es fácil ver que esos actos fueron
sólo otra etapa de la guerra de veinte años de Washington contra Irak, una
guerra que sigue su curso hasta el momento presente. Como todos sabemos, en 2003
varias muescas de esa guerra quedaron aún más apretadas cuando George W. Bush
siguió los pasos de su padre lanzando una fase aún más sangrienta. Esta fase ha
provocado las muertes de cientos de miles de iraquíes, las muertes de más de
4.400 soldados estadounidenses y varios cientos de víctimas más de soldados y
trabajadores de otras naciones. Una guerra cuya destrucción ha sido, es, casi
absoluta, en la que se lograron bastantes de los objetivos perseguidos mientras
otros quedaban ofuscados y algunos olvidados o abandonados. El gobierno de
Saddam Hussein quedó completamente destruido. El precio del petróleo en EEUU no
es barato y el control del mismo por Washington no es nada seguro. Y lo más
importante de todo, el país de Irak se encuentra en total ruina y continúa
sufriendo (entre otras cosas) explosiones de coches bombas, bandidaje,
corrupción rampante y la continuada carencia de una infraestructura que las
fuerzas estadounidenses destruyeron ya en la guerra de 1991, que los técnicos
iraquíes reconstruyeron y que fue de nuevo devastada en la etapa de la guerra
que empezó en 2003.
La destrucción, muerte y sufrimiento desatados sobre el pueblo y la nación de
Irak por Estados Unidos descuella como uno de los crímenes más atroces de la
historia de la humanidad. Pero nadie ha tenido que responder de ello. En cambio,
muchos de los grandes responsables de ese crimen se presentan como seres humanos
decentes, incluso morales, y se les concede premios y puestos honoríficos.
George Bush padre se sienta con Bill Clinton en las organizaciones que recogen
dinero para las víctimas del terremoto de Haití, con las manos chorreando sangre
de los inocentes iraquíes. A Tony Blair se le nombra enviado para Oriente Medio
en representación de las Naciones Unidas. Bush hijo y muchos elementos de su
administración se lucran escribiendo libros que incluyen, en el caso de Bush, la
descripción de su complicidad en la multitud de crímenes de guerra perpetrados
en Irak en nombre de los Estados Unidos de América. Quizá debieran firmar sus
libros con la sangre de los asesinados. Generales y políticos se lucran de
crímenes conocidos de múltiples formas, entre ellas: Operación Tormenta del
Desierto, Conmoción y Pavor, Operación Libertad para Irak y ahora Operación
Nuevo Amanecer. Finalmente, incluso Barack Obama podría encontrarse a sí mismo
haciéndose eco de Lady Macbeth mientras busca una forma para enjugarse la sangre
de las manos. ¿O acaso va a acabar también siendo tan inocente como todos los
asesinos que le precedieron?
Ron Jacobs es autor de “The Way the Wind Blew: a History of the Weather
Underground”, que Verso ha vuelto a publicar. El ensayo de Jacobs sobre Big
Bill Broonzy figura en la colección de música, arte y sexo de CounterPunch
“Serpents in the Garden”. Su primera novela “Short Order Frame
Up”, fue publicada por Mainstay Press. Su libro más reciente es
“Trippling Through the American Night”, publicado como libro electrónico.
Y de inminente aparición, en la primavera de 2011, tendremos la novela titulada
“The Co-Conspirator Tale”. Puede contactarse con él en: rjacobs3625@charter.net
Fuente:
http://www.counterpunch.org/jacobs01072011.html
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