La invasión de los espías
Juan Gelman Página 12 29 de junio de 2009
Se está produciendo calladamente en las universidades estadounidenses y desde
hace tiempo. Empezó en 1994 con el Programa Nacional de Educación en Seguridad
(NSEP, por sus siglas en inglés) del Pentágono y consistía en el otorgamiento de
becas para que determinados estudiantes dominaran el árabe, el hindi, el
mandarín, el farsi y otras lenguas de zonas geoestratégicas para Washington. Su
obligación al graduarse: trabajar en alguno de los dieciséis organismos de
inteligencia de EE.UU. Diversas asociaciones de profesores y especialistas
protestaron por “las dificultades y peligros” que esa conjunción entrañaba para
la integridad de las actividades académicas (chronicle.com, 16-8-02).
El Programa Pat Roberts de becarios de inteligencia (Prisp, por sus siglas en
inglés), aprobado a fines del 2003, amplió los campos de conocimiento para los
futuros espías. Se inició como un proyecto piloto, pero el director de
Inteligencia Nacional, Dennis C. Blair, anunció hace unos días que en adelante
será un rubro permanente del presupuesto y abarcará además disciplinas
científicas y otras de humanidades. Los becarios del Prisp se instalan en
campus, aulas y laboratorios de diferentes universidades sin revelar su
adscripción. Reciben 25.000 dólares anuales o más, participan en campamentos de
verano de entrenamiento, estudian lo que a la CIA o a la Agencia de Seguridad
Nacional le interesa a fin de superar “imperfecciones de la comunidad de
inteligencia”, por ejemplo, “idiomas, trazado de mapas geoespaciales o análisis
de imágenes obtenidas por satélite y evaluación de los usos tecnológicos de los
países” (www.aaanet.org, 24-6-2006). Una vez recibidos, deben trabajar en el
organismo de espionaje del caso una vez y media más que el tiempo dedicado a los
estudios.
La idea originaria nació en la cabeza del antropólogo Felix Moos, un acérrimo
defensor de la relación de los científicos con el Pentágono y con los servicios
de inteligencia, así como del empleo de la antropología en la guerra
“antiterrorista”. Durante años ha dictado cursos sobre “Violencia y terrorismo”
en la Universidad de Kansas y luego de los atentados del 11/9 recurrió a la CIA
para que el Senado financiara su propuesta de amalgamar antropología, academia,
análisis de inteligencia y capacitación de espías. El resultado es el Prisp, los
becarios estudian química, psicología o biología, además de dos idiomas por lo
menos, y su empeño presente y futuro no es conocido por profesores,
administradores y compañeros de aula. Así cumplen su primera misión
encubierta.
Los torturadores de Abu Ghraib utilizaron técnicas de humillación propias de
una cultura cuando desnudaban a los prisioneros, les hacían vestir prendas
femeninas, los fotografiaban en posturas inicuas y los azuzaban con perros para
obtener confesiones. Algún mando de la CIA habrá leído el libro del antropólogo
Raphael Patai titulado The Arab Mind (Springer, Nueva York, 2002) en el que se
subraya el aborrecimiento que los árabes sienten en general por los perros y por
la degradación sexual. Esto plantea problemas éticos a los profesores y
especialistas civiles, similares de algún modo a los que han experimentado
algunos científicos que fabricaron la bomba atómica.
El antropólogo David Prince, del St. Martin’s College de Olympia, Washington,
señala que en estos momentos de crisis económica y de severas reducciones del
presupuesto educacional, es grande la tentación de aceptar las becas del Prisp,
pero estima que éste no cumplirá el objetivo de renovar las ideas de la CIA y
demás organismos de espionaje: la influencia de la cultura imperante en esos
ámbitos –dice– amortiguará el impacto de la cultura académica en los jóvenes que
inician sus carreras (www.counterpunch, 23-6-09).
Quienes antes aprendían el árabe, el vasco o el urdu admiraban la cultura y
los idiomas que estudiaban. Los becarios del Prisp están más sujetos a la
ideología que les imponen que a su formación en el medio relativamente abierto
de la universidad.
Barack Obama practica continuidades y rupturas con las políticas de W. Bush
en el orden interno, pero está claro que no se aleja de la concepción
militarista de su antecesor. Insiste en la guerra de Afganistán y la ha
extendido a Pakistán. El martes 23, aviones estadounidenses no tripulados
causaron la muerte de unos 60 civiles paquistaníes que rezaban por los 13 que
habían muerto en un ataque previo (www.thenews.com.pk, 25-6-09). El hecho de que
el Prisp ya no sea un proyecto piloto sino una actividad permanente confirma los
planes del Pentágono y la Casa Blanca de preparar a sus efectivos para largas
campañas de contrainsurgencia de baja intensidad en suelo afgano. Pero no basta
con desear, además hay que tener buenos riñones, decía Diderot.
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