Equivale a la combustión de 150.000 toneladas de carbón
El impacto medioambiental de la ofensiva israelí en Gaza
Nina Lakhani | 12/01/2024
Fuentes: El diario/The Guardian [Imagen: humo provocado por un bombardeo
israelí sobre la Franja de Gaza. Europa Press/Ilia Yefimovich/dpa]
|
Un estudio obtenido en exclusiva por The Guardian señala que en los dos primeros meses del conflicto
se han emitido 281.000 toneladas métricas de dióxido de carbono, la gran
mayoría de ellas generadas por el Ejército israelí
Un estudio publicado recientemente revela que las emisiones de efecto invernadero generadas durante
los dos primeros meses de la guerra en Gaza superan la huella anual de carbono
de más de 20 de los países más vulnerables al cambio climático. Según un
análisis pionero realizado por investigadores de Reino Unido y Estados Unidos,
la práctica totalidad (más del 99%) de las 281.000 toneladas métricas de dióxido
de carbono (CO2 equivalente) que se calcula que se han generado en los primeros
60 días tras el ataque del grupo palestino Hamás del 7 de octubre puede
atribuirse a los ataques aéreos y a la invasión terrestre de Gaza por parte de
Israel. Según el estudio, que se ha basado sólo en una serie de actividades que
generan grandes cantidades de carbono y, por lo tanto, es probable que se trate
de una importante subestimación, el coste climático de los primeros 60 días de
la ofensiva militar israelí equivale a la combustión de al menos 150.000
toneladas de carbón. El análisis, que aún no ha sido comparado con otros
estudios de este tipo, tiene en cuenta las emisiones de CO2 de operaciones
aéreas, tanques y combustible de otros vehículos, así como las emisiones
generadas por la fabricación y explosión de las bombas, la artillería y los
misiles. No ha tenido en cuenta otros gases de efecto invernadero, como el metano.
Casi la mitad de las emisiones totales de CO2 se debieron a los aviones de carga estadounidenses que
transportaban suministros militares a Israel. Los misiles de Hamás lanzados
contra Israel durante el mismo periodo generaron unas 713 toneladas de CO2, lo
que equivale aproximadamente a 300 toneladas de carbón. Esto deja en evidencia
la asimetría de la maquinaria bélica de cada bando en el conflicto.
Los datos, facilitados en exclusiva a The Guardian,
representan la primera estimación, aunque bastante prudente, del coste en
emisiones de carbono del actual conflicto en Gaza, que está causando un
sufrimiento humano, daños a las infraestructuras y una catástrofe
medioambiental sin precedentes.
Rendición de cuentas por las emisiones aremilits
El estudio se ha realizado en un contexto de crecientes llamamientos a una mayor rendición de cuentas por
las emisiones militares de gases de efecto invernadero, que desempeñan un papel
desproporcionado en la crisis climática, pero que en gran medida se mantienen
en secreto y no se contabilizan en las recomendaciones anuales que ofrece la
ONU para combatir la crisis climática.
“Este estudio es sólo una instantánea de la huella militar de la guerra… una imagen parcial del legado de
huella de carbono y presencia de otros contaminantes tóxicos que permanecerán
mucho tiempo después de que la guerra haya terminado”, señala Benjamin Neimark,
profesor titular de la Universidad Queen Mary de Londres (QMUL) y coautor de la
investigación publicada el martes en la Social Science Research Network, un repositorio institucional
dedicado a la difusión rápida de la investigación científica en las ciencias
sociales y las humanidades.
De hecho, estudios anteriores sugieren que la verdadera huella de carbono podría ser entre cinco y
ocho veces mayor, si se incluyeran las emisiones de toda la cadena de
suministro bélico. “El hecho de que las emisiones generadas por los ejércitos
no se incluyan en las estimaciones anuales ha permitido que contaminen con
impunidad, como si las emisiones de carbono que escupen los tanques y cazas de
los ejércitos no tuvieran un impacto significativo. Esto tiene que acabar, ya
que para abordar la crisis climática necesitamos que haya una rendición de cuentas”.
Neimark, que para elaborar este estudio ha contado con la colaboración de investigadores de la Universidad
de Lancaster y del Climate and Community Project (CCP), un think tank de política climática con
sede en Estados Unidos.
El bombardeo sin precedentes de Israel sobre Gaza desde que Hamás matara a unos 1.200 israelíes
en los atentados de octubre ha causado muerte y destrucción generalizadas.
Según las autoridades sanitarias de Gaza, más de 23.000 palestinos –en su
mayoría mujeres y niños– han muerto, y se presume que hay miles de gazatíes más
bajo los escombros. La ONU estima que cerca del 85% de la población civil ha
tenido que desplazarse a la fuerza y se enfrenta a una escasez de alimentos y
agua que pone en peligro su vida. Más de 100 rehenes israelíes siguen
secuestrados en Gaza y más de 500 soldados israelíes han muerto en los combates
en la franja.
Además del sufrimiento más directo, el conflicto está agravando la emergencia climática mundial, que va
mucho más allá de las emisiones de CO2 de bombas y aviones. Esta nueva
investigación calcula que el coste en emisiones de carbono de la reconstrucción
de 100.000 edificios dañados, con las técnicas de construcción actuales,
generará al menos 30 millones de toneladas métricas de gases de efecto
invernadero. Esta cifra es equiparable a las emisiones anuales de CO2 de Nueva
Zelanda y superior a la de otros 135 países, incluidos Sri Lanka y Uruguay.
En respuesta a la publicación de este estudio, David Boyd, relator especial de la ONU para los
derechos humanos y el medio ambiente, ha señalado que “esta investigación nos
ayuda a comprender la inmensa magnitud de las emisiones que generan los
ejércitos: desde la preparación para la guerra hasta su ejecución y la
reconstrucción después de ella. Los conflictos armados empujan a la humanidad
aún más cerca del precipicio de la catástrofe climática, y son una forma idiota
de gastar nuestro menguante presupuesto de carbono”.
Impacto duradero sobre el medio ambiente y la salud
Las consecuencias climáticas, como la subida del nivel del mar, la sequía y el calor extremo, ya
amenazaban el suministro de agua y la seguridad alimentaria en Palestina. Los
expertos advierten de que la situación medioambiental en Gaza es ahora
catastrófica, ya que gran parte de las tierras de cultivo y de las
infraestructuras energéticas e hidráulicas han quedado destruidas o
contaminadas, con consecuencias devastadoras para la salud que pueden
prolongarse durante décadas. Se calcula que en los dos meses de guerra entre el
36% y el 45% de los edificios de Gaza –viviendas, escuelas, mezquitas,
hospitales, comercios– han quedado destruidos o dañados. La construcción es uno
de los principales motores del calentamiento global.
“El impacto catastrófico de los ataques aéreos sobre Gaza no se desvanecerá tras el alto el fuego”, afirma
Zena Agha, analista política de Al Shabaka, la Red de Política Palestina, que
escribe sobre la crisis climática y la ocupación israelí. “Los residuos bélicos
seguirán en el suelo, la tierra, el mar y los cuerpos de los palestinos que
viven en Gaza, al igual que ocurre en otros contextos de posguerra como Irak”.
En general, el impacto de la guerra y la ocupación sobre el clima es poco conocido. Gracias en gran parte
a la presión de Estados Unidos, la notificación de las emisiones de los
ejércitos tiene carácter voluntario y sólo cuatro países presentan algunos
datos incompletos a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático (CMNUCC), que auspicia las conversaciones anuales sobre la crisis climática.
Incluso sin disponer de datos exhaustivos, un estudio reciente reveló que los ejércitos son
responsables de casi el 5,5% de las emisiones mundiales anuales de gases de
efecto invernadero, más que las industrias de la aviación y el transporte
marítimo juntas. Esto convierte a la huella de carbono militar mundial –incluso
sin tener en cuenta los picos de emisiones relacionados con los conflictos– en
la cuarta mayor después de la de Estados Unidos, China e India.
En la COP28 celebrada en Dubái el
mes pasado, la catástrofe humanitaria y medioambiental que se está produciendo
en Gaza y Ucrania puso en el orden del día la guerra, la seguridad y la crisis
climática, pero no dio lugar a ninguna medida significativa para aumentar la
transparencia y la rendición de cuentas de las fuerzas armadas o de la
industria militar.
La delegación israelí promocionó sobre todo su floreciente industria de tecnología climática en
ámbitos como la captura y almacenamiento de carbono, la captación de agua y las
alternativas vegetales a la carne. “La mayor contribución de Israel a la crisis
climática son las soluciones”, señaló Gideon Behar, enviado especial para el
cambio climático y la sostenibilidad.
Difícil de calcular
Por su parte, en declaraciones a The Guardian, Ran Peleg, director de relaciones económicas de
Israel con Oriente Medio, ha afirmado que no se ha debatido la cuestión del
cálculo de las emisiones de gases de efecto invernadero de las operaciones de
las Fuerzas de Defensa de Israel, ni actuales ni anteriores. “En realidad, es
la primera vez que se plantea esta cuestión, y no me consta que haya formas de
contabilizar este tipo de cosas”.
Hadeel Ikhmais, jefe de la oficina de cambio climático de la Autoridad Palestina de Calidad
Medioambiental, ha declarado: “Estamos intentando poner de nuestra parte en la
crisis climática, pero incluso antes de la guerra en Gaza, era difícil
adaptarnos y mitigar los efectos cuando no podemos acceder al agua ni a la
tierra ni a ninguna tecnología sin el permiso de Israel”. Ni el Gobierno
israelí ni las autoridades palestinas parecen haber informado nunca de las
cifras de emisiones militares a la CMNUCC.
El estudio que se acaba de publicar utiliza el presupuesto de Defensa de Israel como indicador y calcula
que en 2019 la huella de carbono militar anual del país –sin tener en cuenta el
conflicto– fue de casi 7 millones de toneladas métricas de CO2 equivalente.
Esto se aproxima al CO2 emitido por Chipre y es un 55% más de emisiones que toda Palestina.
Según los investigadores, no ha sido posible realizar un cálculo comparable de las emisiones militares de
Palestina, debido a la capacidad ofensiva puntual de Hamás. De hecho, la
situación entre Israel y Palestina era singular incluso antes del 7 de octubre.
En la Gaza ocupada, la mayoría de los palestinos ya se enfrentaban a una
importante inseguridad alimentaria, hídrica y energética debido a la ocupación
y al bloqueo israelíes, la densidad de población y el agravamiento de la crisis climática.
Los israelíes, por su parte, viven desde hace tiempo bajo la amenaza del lanzamiento de misiles. Para
reflejar algunas de las consecuencias climáticas de este entorno militarizado,
los investigadores han calculado la huella de carbono de las infraestructuras
de hormigón relacionadas con la guerra, como muros y túneles, construidas por
Hamás e Israel desde 2007. Según el estudio, la construcción de los túneles
subterráneos de 500km de Gaza, utilizados para trasladar y ocultar desde
suministros básicos hasta armas, combatientes de Hamás y rehenes, ha generado
unas 176.000 toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero, más de las
que emite anualmente el país insular de Tonga.
La construcción del muro de Israel, que recorre 65km a lo largo de la mayor parte de su frontera con Gaza y
cuenta con cámaras de vigilancia, sensores subterráneos, alambre de espino, una
valla metálica de 6 metros de altura y grandes barreras de hormigón, produjo
casi 274.000 toneladas de CO2. Esto equivale casi a la totalidad de las
emisiones de 2022 de la República Centroafricana, uno de los países más
vulnerables del mundo desde el punto de vista climático.
El papel de Estados Unidos
Estados Unidos desempeña un papel sobredimensionado en las emisiones militares de carbono, ya que
suministra a Israel miles de millones de dólares en ayuda militar, armas y
otros equipos que el Ejército israelí emplea en Gaza y Cisjordania.
Hasta el 4 de diciembre, al menos 200 vuelos de carga estadounidenses han suministrado 10.000 toneladas de
material militar a Israel. Según el estudio, los vuelos consumieron unos 50
millones de litros de combustible de aviación y arrojaron a la atmósfera unas
133.000 toneladas de dióxido de carbono, más que toda la isla de Granada el año
pasado. “No se puede subestimar el papel desempeñado por Estados Unidos en la
destrucción humana y medioambiental de Gaza”, afirma Patrick Bigger, coautor
del informe y director de investigación del centro CCP.
Y el impacto no se limita a Gaza. En 2022, el ejército estadounidense informó de que había generado unos 48
millones de toneladas métricas de CO2, según otra investigación de Neta
Crawford, autora de ‘The Pentagon, Climate Change and War’ (El Pentágono, el
cambio climático y la guerra). Esta huella de carbono militar de referencia,
que excluye las emisiones generadas por los ataques contra la infraestructura
petrolera del grupo terrorista Estado Islámico en 2022, fue superior a las
emisiones anuales de 150 países y territorios individuales, entre ellos
Noruega, Irlanda y Azerbaiyán.
Según Crawford, cerca del 20% de las emisiones operativas anuales del Ejército estadounidense se destinan
a proteger los intereses de los combustibles fósiles en la región del Golfo
Pérsico, una zona especialmente vulnerable al cambio climático porque se
calienta dos veces más rápido que el resto del mundo habitado. Sin embargo,
Estados Unidos –como otros países de la OTAN– se centra sobre todo en la crisis
climática como riesgo para la seguridad nacional, más que en su contribución a
la misma.
“Sencillamente, nos estamos preparando para los riesgos equivocados al apostar por recursos militares,
cuando en realidad nos enfrentamos a una emergencia mucho más grave. Destinar
recursos militares a la transición [energética] es una estrategia que solo aporta
beneficios a corto plazo”, afirma Crawford, catedrático de Relaciones
Internacionales en la Universidad de Oxford.
En respuesta al análisis de las emisiones de carbono, Lior Haiat, portavoz del Ministerio de Asuntos
Exteriores israelí, declaró que “Israel no quería esta guerra. Nos la impuso la
organización terrorista Hamás, que (el pasado octubre) mató, asesinó y ejecutó
a cientos de personas y secuestró a más de 240, incluidos niños, mujeres y ancianos”.
Por su parte, Ikhmais asegura que “entre todos los problemas a los que se enfrenta el Estado de
Palestina en las próximas décadas, el cambio climático es el más inmediato y
seguro, y esto se ha visto amplificado por la ocupación y la guerra de Gaza
desde el 7 de octubre”. “Las emisiones de carbono de los ataques militares
contravienen el objetivo de la CMNUCC y del Acuerdo de París… reconocer el
impacto medioambiental de la guerra es clave”.
Nina Lakhani es periodista especializada en justicia climática
Texto traducido por Emma Reverter
Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/impacto-medioambiental-ofensiva-israeli-gaza-equivale-combustion-150-000-toneladas-carbon_1_10825436.html
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|