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Irak: Ciudadanos vulnerables en riesgo

Ocho años después de la invasión estadounidense, la vida en Irak está de hecho empeorando para las mujeres y las minorías, mientras que los periodistas y los detenidos enfrentan a graves violaciones de sus derechos. Hoy, Irak se encuentra en una encrucijada – o acoge el debido proceso y los derechos humanos o se arriesga a convertirse de nuevo en un Estado policía.

Joe Stork, subdirector de Oriente Medio de Human Rights Watch

Ocho años después de la invasión, mujeres, periodistas, detenidos y grupos marginados siguen bajo amenaza

Human Rights Watch
21 de febrero de 2011

(Beirut) – Los derechos de los ciudadanos más vulnerables de Irak, especialmente las mujeres y los detenidos, son frecuentemente violados con impunidad, señaló Human Rights Watch en un informe publicado hoy. Human Rights Watch llevó a cabo una investigación en siete ciudades de todo el país durante 2010 y descubrió que, más allá de la continua violencia y crímenes en Irak, los abusos contra los derechos humanos son cotidianos.

El informe de 102 páginas, “At a Crossroads: Human Rights in Iraq Eight Years After the US-led Invasion” (“En la encrucijada: Los derechos humanos en Irak ocho años después de la invasión liderada por Estados Unidos”), hace un llamado al Gobierno para que proteja los derechos de los grupos vulnerables y modifique su código penal y demás leyes que discriminan a las mujeres y violan la libertad de expresión. El informe también insta a Bagdad a abrir una investigación independiente e imparcial de todas las denuncias de abusos contra detenidos, minorías y periodistas.

“Ocho años después de la invasión estadounidense, la vida en Irak está de hecho empeorando para las mujeres y las minorías, mientras que los periodistas y los detenidos enfrentan a graves violaciones de sus derechos”, dijo Joe Stork, subdirector de Oriente Medio de Human Rights Watch. “Hoy, Irak se encuentra en una encrucijada – o acoge el debido proceso y los derechos humanos o se arriesga a convertirse de nuevo en un Estado policía”.

La invasión de 2003 y el caos que desencadenó cobraron una enorme factura a los ciudadanos de Irak. El deterioro de la seguridad ha hecho que reaparecieran ciertas prácticas tradicionales de justicia y el extremismo político de carácter religioso, lo cual ha tenido un efecto perjudicial sobre los derechos de la mujer, tanto dentro como fuera del hogar, concluyó Human Rights Watch.

Milicias que promueven ideologías misóginas se han centrado en mujeres y niñas como blancos de asesinato, y las intimidan para impedir que participen en la vida pública. Cada vez más, mujeres y niñas son víctimas en sus propios hogares por lo que se percibe como una variedad de transgresiones contra la familia y el honor de la comunidad. El tráfico de mujeres y niñas dentro y fuera del país con fines de explotación sexual es generalizado.

“Las mujeres y las niñas de Irak han soportado la mayor carga de este conflicto y la inseguridad resultante”, señaló Stork. “Para las mujeres iraquíes, que disfrutaron de algunos de los niveles más altos de protección de los derechos y participación social en la región antes de 1991, esto supone un trago muy amargo”.

Aunque las mejoras en seguridad han reducido desde 2008 la tasa de asesinatos de trabajadores de los medios de comunicación, el periodismo sigue siendo una profesión peligrosa en Irak, afirmó Human Rights Watch. Los extremistas y los agresores no identificados matan a periodistas y bombardean sus oficinas. Cada vez más, los periodistas se ven acosados, intimidados, amenazados, detenidos, y físicamente asaltados por fuerzas de seguridad asociadas a las instituciones gubernamentales o los partidos políticos. Figuras políticas de alto nivel se apresuran a la hora de demandar a periodistas y sus publicaciones por la aparición de artículos poco halagadores.

“Viendo lo que pasó en las calles de Egipto y Túnez, el Gobierno de Irak debería tomar medidas significativas para proteger la libertad de expresión”, añadió Stork.

Human Rights Watch también constató que los interrogadores iraquíes abusan rutinariamente de los detenidos, independientemente de cuál sea su secta, normalmente para coaccionarlos a confesar. A pesar de la existencia de un riesgo claro de tortura, las autoridades de Estados Unidos transfirieron a miles de detenidos iraquíes a oficiales de Irak, los cuales han perpetuado una tradición de tortura que fue característica del régimen de Saddam Hussein y las fuerzas de la coalición.

Si bien el Gobierno ha aprobado leyes para proteger a algunas de sus comunidades marginadas, y en algunos casos ha establecido importantes programas de asistencia, sigue sin atender a algunos de sus ciudadanos más vulnerables, dijo Human Rights Watch. Los desplazados dentro del país, las minorías y las personas con discapacidad se encuentran entre quienes enfrentan mayores riesgos. Muchos de los programas gubernamentales de asistencia y protección son incompletos e insuficientes para llegar a quienes más lo necesitan.

Más de 1.5 millones de iraquíes huyeron de sus barrios a medida que la violencia sectaria destruyó sus comunidades en 2006 y 2007. Miles de personas desplazadas internas viven ahora en asentamientos ilegales, sin acceso a necesidades básicas como agua potable, electricidad y saneamiento adecuado, señaló Human Rights Watch.

Grupos armados que proclaman ideologías intolerantes atacan a las comunidades minoritarias, causando graves daños a las poblaciones indígenas de Irak y obligando a miles de personas a huir sin planes para volver. El Gobierno no ha logrado detener los ataques contra mandeos sabeanos, cristianos y yazidis, entre otras minorías.

Además, los miles de amputados heridos durante los años de conflicto armado se encuentran relegados a los márgenes de la sociedad: no pueden encontrar trabajo, recibir atención médica adecuada, ni obtener nuevas prótesis o sillas de ruedas, concluyó Human Rights Watch.

“El futuro de Irak como una sociedad democrática basada en el respeto de los derechos humanos dependerá en gran parte de si las autoridades iraquíes defenderán adecuadamente esos derechos”, señaló Stork. “Para ello, las autoridades iraquíes necesitan establecer un sistema de justicia penal creíble que cumpla las normas internacionales con respecto a la tortura, la libertad de expresión y la violencia contra las mujeres y otras personas vulnerables en la sociedad iraquí”.


 

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