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Cerrar la prisión de la bahía de Guantánamo no va a borrar los crímenes cometidos contra musulmanes

Los hombres que han estado encarcelados ahí por décadas no han sido condenados por algún crimen. Pero incluso aquellos que han sido liberados continúan soportando la mancha de la presunta culpabilidad.

Maha Hilal
Daily Beast
Jul. 17, 2023

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 20 de julio de 2023


Ilustración de Thomas Levinson/The Daily Beast/Getty

En un discurso la primera semana de junio, el Sen. Dick Durbin (D-IL) declaró la necesidad de cerrar la prisión de la bahía de Guantánamo, citando los costos extraordinarios de mantener la prisión abierta y la falta de justicia para las familias del 11/9, como resultado de las interminables comisiones militares.

El senador Durbin ha expresado opiniones diferentes previamente, por ejemplo, en una entrevista del 2022 con The Wall Street Journal cuando dijo que “detener a la gente sin cargos o juicio por años sin fin no podía ser reconciliado con los valores que defendemos como nación y ha despojado a las víctimas del s-11 y sus familias de cualquier parecido a la justicia o cierre”.

Notablemente ausentes de estas declaraciones, sin embargo, estuvieron cualquier tipo de llamados de justicia para los hombres que continúan detenidos. Este ha sido un tema consistente en las narrativas oficiales y/o mainstream alrededor de Guantánamo — hacer caso omiso para el llamado de justicia para los hombres detenidos, como si esta fuera una exigencia irrazonable que pudiera disminuir la legitimidad del llamado general para cerrar la instalación.

Guantánamo no fue creado como un lugar para justicia — especialmente no para los hombres musulmanes detenidos detrás de sus rejas.

Tan pronto como estos hombres fueron capturados, fueron etiquetados como sospechosos terroristas — por lo tanto, impidiendo cualquier posibilidad de que se les viera como inocentes hasta comprobar culpabilidad. De los largos años pasados detrás de las rejas esperando cargos y condenas que jamás llegaron, a la tortura e incluso al asesinato, el gobierno estadounidense ha, en cada paso concebible del camino, buscado consolidar la percepción de su culpabilidad inherente. Esta percepción ha sido moldeada por la implementación de narrativas estratégicas que han sido cuidadosamente construidas y mantenidas para pintar a los hombres como terroristas irremediables.

Incluso para los hombres que actualmente están en negociaciones de acuerdos de culpabilidad o los pocos que han sido acusados y condenados, el establecimiento de un sistema legal falso fue diseñado para enmascarar el proceso como si fuera justicia.

Desde la apertura de la prisión en Guantánamo, varios casos de Suprema Corte se han ganado dándoles a los detenidos el limitado derecho a retar su detención a través de habeas corpus.

En el 2009, Lakhdar Boumediene, el demandante principal en el famoso caso Boumediene v. Bush, tuvo su libertad ordenada por un tribunal federal y subsecuentemente transferido a Francia. En el comunicado de prensa del Departamento de Justicia anunciando la salida de Boumediene de Guantánamo, no hubo detalles de su caso, mucho menos nada que dejara a dudas su culpabilidad o reivindicación.

Guantánamo, después de todo, es principalmente un lugar que consigna a cada hombre con la suerte de poder salir, con un grado de culpabilidad colgando sobre su cabeza. Adicionalmente, la ley, como demuestra este caso, sólo pudo llegar a cierto punto para garantizarle justicia — particularmente para aquellos a quienes jamás se pretendió proteger.

Abdul Latif Nasser era un marroquí que pasó casi 20 años en la prisión de Guantánamo antes de ser el primer prisionero liberado por el presidente Joe Biden. Aunque Nasser había sido aprobado para ser liberado en el 2016, los retrasos administrativos del gobierno de Obama y el hecho de que Trump jurara mantener la prisión abierta (liberando únicamente un prisionero durante todo su mandato) significó que pasó otros cinco años detenido. Cuando Nasser fue finalmente liberado, en julio del 2021 — sin ser acusado o condenado — el Departamento de Defensa emitió un comunicado de prensa declarando simplemente que su detención “ya no era necesaria para proteger a los Estados Unidos en contra de una importante y continua amenaza a su seguridad nacional”. Después de casi 20 años, Nasser salió de Guantánamo manchado — con una eterna e incuestionable culpa estampada en la espalda y sin reconocimiento de su victimización.

En febrero del 2016, con su presidencia terminando, el presidente Barack Obama dio un discurso con su plan para cerrar Guantánamo. Bajo Obama, cerca de 150 prisioneros fueron transferidos, dándole a su gobierno una abundante evidencia, información y conocimiento acerca de quiénes eran en realidad los hombres detenidos. Pero, en lugar de hacerse responsable por el daño infringido sobre los prisioneros musulmanes en Guantánamo, la necesidad de cerrar la prisión fue cambiada a los musulmanes siendo esencialmente terroristas y vengativos. En ningún lugar del discurso de Obama estaba el reconocimiento de la violencia forjada sobre los musulmanes — para quienes la justicia necesitaba ser asegurada, si es que los Estados Unidos iban a defender los valores que decían defender.

Aunque el presidente Biden ha sido relativamente silencioso en el plan para cerrar Guantánamo, ha recibido, sin embargo, exhortaciones en publicaciones incluyendo The New York Times, cuyo artículo de opinión titulado “Biden puede cerrar la prisión extrajudicial en Guantánamo” publicada en abril del 2023. La pieza de opinión empapó el tema con un sentido de urgencia, dado que podría ser su único mandato como presidente. Sin embargo, la justicia para los hombres musulmanes sigue estando ausente del llamado.

Mientas la prisión de la bahía de Guantánamo se acerca a su veintidosavo año de operación, seguiremos haciendo un llamado para el cierre de la prisión. Sin embargo, también debemos cambiar vigorosamente cómo el discurso islamofóbico que rodea a Guantánamo ha perpetuado una narrativa de culpa inequívoca, incluso después de la transferencia de hombres. Estados Unidos no puedo absolverse a sí mismo de la responsabilidad sólo porque está manejado para criminalizar tan detalladamente a los hombres que su existencia se ha vuelto en algo inconveniente y desechable.

Si la justicia es una preocupación para el gobierno estadounidense, entonces debe haber una rendición de cuentas para aquellos que los Estados Unidos no han reconocido como daño colateral justificado para proteger a la “patria” estadounidense. Los hombres de Guantánamo no pueden ser hechos visibles cuando se trata de castigo, pero visibles cuando se trata de justicia.

Más aún, la injusticia jamás ha sido ni será un medio para obtener justicia — porque la justicia no se puede otorgar hacia una parte herida a expensas de la otra. Los llamados para el cierre de la prisión deben claramente articular esto para manifestar justicia muy atrasada para los hombres indefinidamente detenidos en Guantánamo.


 

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