Los cristianos fascistas se están haciendo
fuertes
Chris Hedges TruthDig.com 28 de junio de 2010
Traducción: Anahí Seri

Collage de Truthdig basado en una foto de la Casa Blanca por Pete
Souza |
Decenas de millones de americanos, amalgamados en un movimiento difuso y
rebelde conocido como la derecha cristiana, han comenzado a desmantelar el rigor
intelectual y científico de la Ilustración. Están creando un estado teocrático
basado en la “Ley de la Biblia” y expulsando a los que ellos definen como sus
enemigos. Este movimiento, que se asemeja cada vez más al fascismo tradicional,
quiere obligar a un mundo recalcitrante a rendirse ante una América imperial.
Aboga por erradicar a las personas con conductas desviadas, comenzando con los
homosexuales y pasando luego a inmigrantes, laicistas, feministas, judíos,
musulmanes y aquellos a los que ellos llaman, peyorativamente, “cristianos
nominales”, refiriéndose a quienes no se acogen a la interpretación perversa y
herética de la Biblia que hacen ellos. A quienes se resisten a integrarse en
este movimiento de masas se los condena afirmando que suponen una amenaza para
la salud y la higiene del país y de la familia. Todos serán purgados.
Se debe convertir o reprimir a los seguidores de creencias desviadas, como el
judaísmo o el Islam. Los medios de comunicación desviados, las escuelas
desviadas, la industria del entretenimiento desviado, el gobierno y los jueces
laicistas desviados así como la iglesias desviadas se reformarán o cerrarán. Se
fomentarán incesantemente los “valores” cristianos, que ya se están promoviendo
desde la radio y la televisión cristianas y en los colegios cristianos, al mismo
tiempo que la información y los hechos son sustituidos por formas abiertas de
adoctrinamiento. Ha comenzado la marcha hacia una distopía aterradora. Está
teniendo lugar en las calles de Arizona, en los canales de la televisión por
cable, en las “tea party”, en las escuelas públicas de Tejas, entre los miembros
de la milicia y dentro de un Partido Republicano que está siendo secuestrado por
este grupúsculo de lunáticos.
Elizabeth Dilling, que escribió The Red Network (La red roja) y fue
simpatizante de los nazis, se pregona como lectura obligatoria desde programas
de tertulia televisada basura como el de Glenn Beck. Thomas Jefferson, quien
defendía la separación entre Iglesia y Estado, se pasa por alto en los colegios
cristianos y pronto desaparecerá de los libros de texto de las escuelas públicas
de Tejas. La derecha cristiana se congratula de las “contribuciones
significativas” de la Confederación. El Senador Joseph McCarthy, quien encabezó
la caza de brujas anticomunista de los años 50, ha sido rehabilitado, y el
conflicto entre Israel y Palestina se define como parte de una batalla a escala
mundial contra el terror islámico. La legislación como las nuevas leyes Jim Crow
de Arizona se están estudiando en otros 17 estados.
El ascenso de este fascismo cristiano, un ascenso que supone un grave riesgo
ignorar, está siendo impulsado por una clase liberal ineficiente y en
bancarrota, que ha resultado incapaz de poner freno al creciente desempleo, de
protegernos de los especuladores de Wall Street o de salvar a nuestra clase
trabajadora desposeída que se enfrenta a juicios hipotecarios, bancarrota y
miseria. La clase liberal ha demostrado ser inútil cuando se trata de combatir
el mayor desastre ambiental de nuestra historia, de poner fin a guerras
imperiales costosas y fútiles o de frenar el saqueo de la nación por parte de
las empresas. Por la cobardía de la clase liberal, la nación y los valores que
representa han llegado a ser injuriados y odiados.
Los demócratas se han negado a revocar las graves violaciones del derecho
internacional y nacional codificadas por la administración de Bush. Esto
significa que los fascistas cristianos que lleguen al poder dispondrán de
herramientas “legales” para espiar, detener, negarles el habeas corpus y
torturar o asesinar a ciudadanos estadounidenses, igual que las tiene la
administración de Obama.
Quienes se mantienen en un mundo basado en la realidad a menudo se
despreocupan de estos rebeldes tildándolos de bufones o inocentones. No se toman
en serio a quienes, como Beck, son condescendientes con unos anhelos primitivos
de venganza, de nuevas glorias y de renovación moral. Los críticos del
movimiento siguen empleando las herramientas de la razón, la investigación y los
hechos para desafiar los absurdos propagados por los creacionistas que piensan
que ascenderán desnudos hacia los cielos cuando Jesús regrese a la Tierra. El
pensamiento mágico, la distorsión total a la hora de interpretar la Biblia, las
contradicciones que abundan en el sistema de creencias del movimiento y la
ridícula pseudociencia, todo esto, sin embargo, es inmune a la razón. No podemos
persuadir a las personas de este movimiento para que despierten. Somos nosotros
los que estamos dormidos.
Quienes abrazan este movimiento ven la vida como una batalla épica contra las
fuerzas del mal y el satanismo. El mundo es blanco y negro. Incluso aunque no lo
sean, tienen la necesidad de sentirse víctimas rodeadas de grupos siniestros que
pretenden destruirlos. Necesitan creer que conocen la voluntad de Dios y que
pueden hacerla realidad, sobre todo a través de la violencia. Necesitan
santificar su ira, una ira en la que se centra su ideología. Buscan un dominio
cultural y político total. Emplean el espacio que les brinda la sociedad abierta
para destruirla. Estos movimientos actúan dentro de los límites del estado laico
porque no tienen otra opción. La intolerancia que promueven queda amortiguada en
los discursos tranquilizadores de su representantes más hábiles. Si tuvieran
suficiente poder, y están haciendo lo posible por conseguirlo, se acabaría con
esta cooperación. La exigencia de un control total y de una nación cristiana,
así como el rechazo a toda disidencia se hacen visibles dentro de sus lugares
sagrados. Estos pastores han establecido, dentro de sus iglesias unos diminutos
feudos despóticos, y pretenden replicar estas pequeñas tiranías a gran
escala.
Muchos de las decenas de millones de personas de la derecha cristiana viven
al borde de la pobreza. La Biblia, interpretada para ellos por pastores cuya
conexión con Dios significa que no se puede cuestionar, es su manual para la
vida cotidiana. La rigidez y sencillez de su fe son poderosas armas en la lucha
contra sus propios demonios y el esfuerzo por mantener sus vidas bien
encaminadas. El mundo basado en la realidad, un mundo donde no existía ni Satán
ni los milagros, el destino, los ángeles y la magia, los golpeaba como a una
madera a la deriva. Los privó de sus trabajos y destruyó su futuro. Echó a
perder sus comunidades. Inundó sus vidas con alcohol, drogas, violencia física,
privaciones y desesperación. Y luego descubrieron que Dios tiene un plan para
ellos. Dios los salvará. Dios interviene en sus vidas para promoverlos y
protegerlos. La distancia emocional que han recorrido desde el mundo real al
mundo de la fantasía cristiana es inmenso. Y a las fuerzas racionales, laicas, a
quienes hablan en el idioma de los hechos, los odian y en última instancia los
temen, pues éstos intentan devolver a los creyentes a la “cultura de la muerte”
que casi llegó a destruirlos.
Hay tremendas contradicciones dentro de este sistema de creencias. Se celebra
la independencia personal al mismo tiempo que una sumisión abyecta a los líderes
que dicen hablar en nombre de Dios. El movimiento dice que defiende la santidad
de la vida y a la vez aboga por la pena de muerte, por el militarismo, la guerra
y un genocidio justo. Habla de amor y promueve el temor a la condena eterna y el
odio. Hay una terrible disonancia cognitiva en cada palabra que pronuncian.
Para muchos, el movimiento es una tabla de salvación emocional. Es todo lo
que los mantiene unidos. Pero la ideología, si bien reglamenta y ordena sus
vidas, es despiadada. A los que se desvían de la ideología, incluidos los “que
recaen” y abandonan estas organizaciones de la Iglesia, los tildan de herejes y
los someten a pequeñas inquisiciones, una excrecencia natural de los movimientos
mesiánicos. Si la derecha cristiana se hace con las ramas legislativa, ejecutiva
y judicial del gobierno, estas pequeñas inquisiciones llegarán a ser grandes
inquisiciones.
A los creyentes les dicen que el feminismo y la homosexualidad han convertido
al varón americano en impotente física y espiritualmente. Para la derecha
cristiana, Jesús es un hombre de acción, musculoso, que expulsa a los demonios,
lucha contra el Anticristo, ataca a los hipócritas y castiga a los corruptos.
Este culto a la masculinidad con su glorificación de la violencia, resulta muy
atractivo para los que se sienten despojados de sus derechos, humillados. Es una
forma de desahogar la ira que condujo a muchas personas a los brazos del
movimiento. Los anima a revolverse contra aquellos que, según les dicen, están
intentando destruirlos. La paranoia sobre el mundo exterior se atiza mediante
extrañas teorías conspirativas, muchas de las cuales se defienden en libros como
The New World Order (El nuevo orden mundial), de Pat Robertson, una
diatriba xenófoba que incluye ataques a los liberales y a las instituciones
democráticas.
La obsesión con la violencia impregna las populares novelas de Tim LaHaye y
Jerry B.Jenkins. En su novela apocalíptica Glorious Appearing, basada en
la interpretación que hace LaHaye de las profecías bíblicas del segundo
advenimiento, Cristo regresa y destripa a millones de no creyentes con el sonido
de su voz. Hay largas descripciones de horror y sangre, de cómo “las mismas
palabras del Señor habían hecho hervir su sangre, haciendo estallar las venas y
la piel”. Los ojos se desintegran. Las lenguas se derriten. La carne se
disuelve. La serie Left behind, de la cual forma parte esta novela,
incluye a las novelas adultas de más éxito en el país.
Se debe usar la violencia para limpiar el mundo. A estos fascistas cristianos
se les llama a un estado de guerra perpetuo. “Predicar la paz antes del regreso
de Cristo es herejía” dice el teleevangelista James Robinson.
Los desastres naturales, los ataques terroristas, la inestabilidad en Israel
e incluso las guerras en Irak y Afganistán se ven como indicadores gloriosos.
Los creyentes insisten en que la guerra de Iraq se predijo en el noveno capítulo
del Libro de las Revelaciones, donde cuatro ángeles “encadenados al Éufrates son
soltados para matar a un tercio de la humanidad”. La marcha es inevitable e
irreversible y obliga a todos a estar listos para luchar, matar y tal vez morir.
No se debe temer la guerra global, ni siquiera la guerra nuclear, pues es un
augurio del Segundo Advenimiento. Y a los ejércitos vengadores los guiará un
Mesías iracundo y violento que condena a cientos de millones de apóstatas a una
muerte cruel y terrible.
La derecha cristiana, aunque adopta una forma de primitivismo, busca la
impronta de la ley y la ciencia para legitimar sus absurdas mitologías. Sus
miembros buscan esta impronta porque, a pesar de que aleguen lo contrario, son
un movimiento totalitario y manifiestamente moderno. Quieren abrazar los pilares
de la Ilustración para abolir la Ilustración. El creacionismo, o “diseño
inteligente”, al igual que hicieron los nazis con la eugenesia o Stalin con la
ciencia “soviética”, debe introducirse en la corriente de pensamiento dominante
como disciplina científica válida, de ahí que se deban reescribir los libros de
texto. La derecha cristiana se defiende a sí misma usando la jerga jurídica y
científica de la modernidad. Los hechos y las opiniones, cuando se usan de forma
“científica” en apoyo de lo irracional, llegan a ser intercambiables. La
realidad ya no se basa en la recopilación de hechos y pruebas. Se basa en la
ideología. Los hechos se alteran. Las mentiras se convierten en verdad. Hannah
Arendt lo llamó “relativismo nihilista”, aunque sería más adecuado llamarlo
locura colectiva.
Por esta razón, la derecha cristiana tiene sus “científicos” creacionistas
que emplean el lenguaje de la ciencia para fomentar la anti ciencia. Han logrado
que los libros creacionistas se vendan en las librerías de los parques
nacionales en el Gran Cañón y se utilicen como libros de texto en estados como
Texas, Arkansas o Louisiana. El creacionismo configura la visión del mundo que
tienen cientos de miles de alumnos que van a colegios y facultades cristianas.
Esta pseudo ciencia afirma haber demostrado que todas las especies animales, o
al menos su progenitores, cabían en el arca de Noé. Desafía la investigación
sobre el SIDA y la contracepción. Corrompe y desacredita las disciplinas
científicas: la biología, la astronomía, la geología, la paleontología y la
física.
Si los creacionistas pueden sentar cátedra desde la misma tarima que los
geólogos, afirmando que el Gran Cañón no se formó hace 6 mil millones de años
sino que lo creó, hace 6.000 años, la gran inundación que elevó la arca de Noé,
hemos perdido. Aceptar la mitología como alternativa legítima a la realidad es
un duro golpe para el Estado racional, laico. Destruir los sistemas de creencias
basados en lo racional y lo empírico es fundamental para la construcción de
todas las ideologías totalitarias. La certeza, para quienes no podrían hacer
frente a la incertidumbre de la vida, es uno de los mayores atractivos del
movimiento. La investigación intelectual imparcial, con sus continuos reajustes
y la exigencia de pruebas, amenaza la certeza. Por ello hay que abolir la
incertidumbre.
“Lo que convence a las masas no son los hechos -escribió Arendt en Los
orígenes del totalitarismo- y ni siquiera los hechos inventados, sino
solamente la coherencia del sistema del que se supone que forman parte. La
repetición, un tanto sobrevalorada por la creencia generalizada en la inferior
capacidad de las masas para captar y recordar, es importante porque las convence
de la coherencia a lo largo del tiempo.”
San Agustín definió la gracia del amor como volo ut sis – quiero que
seas. Según él, hay una afirmación del misterio del otro en las relaciones
basadas en el amor, una afirmación de diferencias inexplicadas e insondables.
Las relaciones basadas en el amor reconocen que los otros tienen derecho a ser.
Estas relaciones aceptan lo sagrado de la diferencia. Esta aceptación significa
que ningún individuo y ningún sistema de creencias capta o se adhiere a una
verdad absoluta. Todos, a su manera, algunos fuera de los sistemas religiosos y
otros dentro, se afanan por interpretar el misterio y la trascendencia.
Lo sagrado del otro es anatema para la derecha cristiana, la cual no puede
aceptar que sea legítima otra forma de ser y de creer. Si otros sistemas de
creencias, entre ellos el ateísmo, tienen una validez moral, entonces se
resquebraja la infalibilidad de la doctrina del movimiento, que constituye su
principal atractivo. No puede haber formas de pensar o de ser alternativas. Hay
que aplastar todas las alternativas.
Los debates ideológicos, teológicos y políticos no sirven de nada con la
derecha cristiana; no responde al diálogo. Es impermeable al pensamiento
racional y al debate. Los ingenuos intentos de aplacar a un movimiento empeñado
en destruirnos, de demostrarle que nosotros también tenemos “valores”, no hace
más que fortalecer su legitimidad y debilitar la nuestra. Si nosotros no tenemos
derecho a existir, si nuestra existencia misma no es legítima a los ojos de
Dios, no puede haber diálogo. Es una lucha por la supervivencia.
Aquellos que se dejan abrazar por este movimiento cristiano fascista están
intentando desesperadamente sobrevivir en un entorno cada vez más hostil. Les
hemos fallado; les debemos más. Esa es su respuesta. Los problemas financieros,
las luchas por abusos domésticos y sexuales, la batalla contra las adicciones,
la pobreza y la desesperación que soportan muchos de lo que pertenecen al
movimiento son una tragedia, dolorosa y real. Tienen derecho a la ira y a la
alienación. Pero también a ellos los utilizan y manipulan unas fuerzas que
pretenden desmantelar lo que queda de nuestra democracia y abolir el pluralismo
que una vez fue el distintivo de nuestra sociedad.
La chispa que podría hacer estallar esta conflagración podría estar en las
manos de una pequeña célula terrorista islámica. Podría estar en manos de unos
codiciosos especuladores de Wall Street que se juegan el dinero del
contribuyente en el complejo sistema mundial del capitalismo de casino. El
próximo ataque catastrófico, o el próximo cataclismo financiero, podría ser
nuestro incendio del Reichstag. Podría ser la excusa empleada por estas fuerzas
totalitarias, este fascismo cristiano, para acabar con lo que queda de nuestras
sociedad abierta.
No permanezcamos, sumisos, ante la puertas abiertas de la ciudad, esperando
con pasividad a los bárbaros. Vienen a por nosotros. Se arrastran hacia Belén.
Despojémonos de nuestra complacencia y nuestro cinismo. Desafiemos abiertamente
el sistema liberal, que no nos va a salvar, para exigir y luchar por unas
compensaciones para nuestra clase trabajadora. Reintegremos a estos desposeídos
en nuestra economía. Démosles una esperanza de futuro basada en la realidad. El
tiempo se está agotando. Si no actuamos, los fascistas americanos, empuñando sus
cruces cristianas, agitando la bandera americana y haciendo que se recite en
masa la “pledge of alliance” (promesa de fidelidad a la bandera),
utilizaran esa rabia para acabar con nosotros.
http://www.truthdig.com/report/item/the_christian_fascists_are_growing_stronger_20100607/
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|