La manifestación de Trump: cegados
por la luz
Mike Hastie, Médico del ejército de Estados Unidos, Vietnam | 30 de septiembre del 2020
Traducido del inglés por El Mundo No
Puede Esperar 16 de octubre de 2020
El sábado 26 de septiembre del 2020, fui a la manifestación
de Trump en Portland, Oregón. El evento fue en Delta Park, que está localizado
saliendo de la Interestatal 5, a dos millas del puente que cruza a Vancouver,
Washington. Un grupo de extrema derecha, los Proud Boys (“chicos
orgullosos”), que es una organización nacional con alrededor de 20,000
miembros, organizó la reunión. El periódico Oregonian mencionó en un
artículo ese día que posiblemente 10,000 irían al evento. El registro de
asistencia, más tarde, fue estimado en 500 personas, más menos. Creo que mucha
gente no llegó porque el alcalde de Portland, Ted Wheeler y la gobernadora Kate
Brown corrieron la voz acerca de que no tolerarían violencia de parte de ese
grupo porque habría una contra protesta en el parque Península, a tres millas
de ese lugar.
Los Proud Boys tenían una reputación de estar bien armados con
rifles y pistolas que disparaban munición real. Yo ya había estado en algunas
demostraciones de este grupo y, ciertamente, van armados con estas armas,
incluyendo pistolas de paintball, bates de beisbol y macanas. Todos los
miembros portan arrogancia vigilante. Tres semanas antes de este evento, uno de
sus miembros, Jay Danielson, fue asesinado por un miembro de Antifa. El
ambiente de venganza en el grupo, por este asesinato, se notaba.
La manifestación empezaría a medio día. Yo llegué cerca de las 11:30am. Cuando llegué, me di cuenta de que había mucha presencia
policiaca en la periferia del parque. Se podía escuchar música en volumen alto
que venía del gran escenario rentado que estaba amarrado a una pick up. Sobre
éste, se veía una película del tamaño de la bandera estadounidense. Se veían
muchas otras banderas estadounidenses y banderas de Trump que llevaban en
varias camionetas en el área contigua. Había algunos que incluso llevaban banderas
de reelección de Trump. La energía y la emoción eran muy festivas. Se veían
todo tipo de playeras de Trump con mensajes patriotas sobre ellas. Una daba la
impresión inmediata de que Donald J. Trump, presidente número 45 de los Estados
Unidos es alguien a quien siempre se le ha idolatrado.
A las doce de medio día, la protesta comenzó con la
interpretación de “Star-Spangled Banner” (himno nacional de los Estados Unidos)
en volumen muy alto por un muy buen guitarrista. Sonaba mucho como la versión
que Jimi Hendrix tocó en Woodstock en 1969. Después de eso, el ministro subió
al escenario guiando a la gente a una larga oración, pidiéndoles a todos que
rezaran por la ciudad de Portland, para que tuvieran la fuerza de sobrellevar
el pensamiento radical liberal. El ministro pidió que las actividades de ese
día fueran pacíficas. Después del rezo, todos dijeron la juramento de fidelidad.
Posteriormente, hubo dos oradores que dieron discursos informativos acerca de
lo importante de esto y las elecciones de noviembre son para salvar el corazón
y el alma de la democracia estadosunidense. Un orador hizo énfasis en que la elección
presidencial significaba la diferencia entre la vida y la muerte en el futuro
de Estados Unidos.
Mientras caminaba alrededor tomando fotos, el tema de
fondo era dios, las armas y el patriotismo a toda costa. Vi a una mujer con una
playera que decía Jesus importa en el frente. Vi varios hombres cargando rifles
y pistolas amarradas a sus piernas. Había siempre un fervor pesado de amor
patriótico incuestionable por dios y el país. Todos ellos creen que Estados
Unidos es el país más grande que jamás ha existido en la faz de la Tierra.
Ninguno de ellos se da cuenta de que mientras América reza por la paz, nuestra
economía idolatra la guerra. Ninguno de ellos se da cuenta de que el gobierno
de los Estados Unidos es un imperio global. La palabra fascismo no significa
absolutamente nada para ellos. En algún par de ocasiones, el canto “Fuck
Antifa” se podía escuchar alto y claro. Otro canto era “Build that wall” (“construyan el
muro”) o “4 more years” (“cuatro años más”).
Yo tengo 75 años, ya que nací en 1945, seis semanas
antes de que lanzaran las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Mi padre era
un oficial de la armada. En 1947 nuestra familia llegó a Tokio. Tenía alto
acceso de seguridad ya que su unidad estaba involucrada en las primeras etapas
de la preparación para la guerra de Corea. Mis padres recuerdan a los japoneses
comiendo de nuestros botes de basura de la calle porque la gente estaba
desesperada. Los últimos seis meses de esa guerra, el ejército estadounidense
bombardeó de manera barbárica una incontable cantidad de ciudades japonesas
desde una altitud baja con Bombardeos B-29 calcinando a muerte a más de un millón de civiles. Estos eran
todos crímenes de guerra.
Durante la guerra de Vietnam, el ejército estadounidense fue responsable de más de 20 millones de cráteres de bomba a
través de Vietnam, Laos y Camboya. El gobierno estadounidense cometió
atrocidades en Vietnam cada día. Yo estoy consciente de muchas de esas
atrocidades porque he conocido a varios veteranos que estuvieron involucrados
en esas atrocidades.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el
gobierno de Estados Unidos ha bombardeado 30 países. Solo busca en Google:
“historia de las intervenciones militar estadounidense alrededor del mundo” y
te aparecerá una lista que países que ahogarían un caballo. El 4 de abril de
1967 Martin Luther King Jr. dijo esto en un discurso que dio en la iglesia de
Riverside en Nueva York: “El proveedor más grande de violencia en mundo el día
de hoy es mi propio gobierno”. En el mismo discurso también dijo “una nación
que continúa año tras año a gastar más dinero en defensa militar que en
programas de levantamiento social está acercándose a la muerte espiritual”.
La guerra de Irak que comenzó en el 2003 fue lanzada
bajo una completa y fabricada mentira. Saddam Hussein jamás tuvo armas de
destrucción masiva. Todas estas guerras son para hacer increíbles ganancias
para las corporaciones americanas. WAR (“guerra” en inglés) significa “Wealthy
Are Richer” (los ricos son más ricos). La mentira es el arma de guerra más
poderosa. Más veteranos de Vietnam han cometido suicidio que los que fueron
asesinados (58,000) ahí. Y después, está la fascinante cita del reverendo James
M. Lawson Jr., quien habló en el funeral de John Lewis el pasado 30 de julio
del 2020. Dijo esto en con la presencia de tres ex presidentes en la iglesia.
Sus palabras fueron “no nos quedaremos callados mientras nuestra nación
continúa a ser la cultura más violenta en la historia de la humanidad”.
Absolutamente, ninguna de las cosas que he mencionado
es información crítica que los partidarios de Trump están cognitivamente
conscientes de. En todo el sentido de la realidad, ellos son una pizarra en
blanco. Los “Proud Boys” no tienen ni idea. Vi a uno de sus líderes
usando una gorra de béisbol que decía “The War Boys”. Son chicos que nunca crecieron y que quieren ser rudos.
Cuando regresé de Vietnam como médico del ejército, mi
sistema de creencias estaba completamente desmantelado. Me sentía un extraño en
una tierra extraña. Me criaron en una familia muy patriótica militar y yo
estaba emocionalmente desgastado de todas las mentiras que experimenté en Vietnam.
He pasado los últimos 50 años recuperándome de lo que llamo “incesto político”.
Es una herida profunda de traición por parte de la patria. No serví en Vietnam
por la causa de la libertad y la democracia, serví un gran negocio proliferó
por Estados Unidos. Las corporaciones estadounidenses no pueden matar por la paz.
Por muchos años después de mi regreso de Vietnam,
intenté convencer a la gente que toda la guerra de Vietnam era una locura
orquestada. Le dije a quienes escuchaban que los Estados Unidos, el país más
rico del mundo, con la fuerza militar más poderosa jamás vista por el hombre,
bombardeó todo Vietnam, Laos y Camboya. ¿Qué está mal con esta imagen? Después
de un rato, la gente dejó de escuchar, muchas veces cambiando el tema o
excusándose de la conversación. Me seguí preguntando, ¿por qué hacen eso? Y,
después, eventualmente me di cuenta de lo que sucedía. Cuando la verdad amenaza
el núcleo del Sistema de creencias de uno mismo, existe una urgente necesidad
de negar que es real. Eso era. No puedes darle a un recién nacido un corte de
carne de cenar. Para que me creyeran, tendrían que redefinir su propio sistema
de creencias. Y eso era muy doloroso. Nosotros somos nuestro sistema de creencias.
Cuando regresé de Vietnam, entré a otro mundo. Antes
de que me regresara de Vietnam, recuerdo que ayudé a bajar de un helicóptero evacuación
médica a un soldado que estaba muerto por un disparo en la cabeza. En otra
ocasión, abrí el cierre de una bolsa y vi el cadáver de un adolescente estadounidense,
soldado, que se había suicidado con un disparo a la cabeza con una pistola. En
otra ocasión, entré a una tienda de campaña para intentar salvar la vida de
otro adolescente americano que se suicidó disparándose en la cabeza con su
rifle M-16. Después de unos minutos, yo estaba bañado de sangre. Había un
helicóptero de Evacuación Médica en mi unidad, sobre el cual los de la
tripulación habían pintado con pintura blanca, en letras grandes sobre la
nariz, una palabra: “WHY” (¿Por qué?). Esa era le guerra de Vietnam en una palabra.
Una vez más, todas estas experiencias son eventos que los Proud Boys tipo “quiérelo o déjalo” no tienen ni idea. Están en
blanco, la pizarra de la historia les ha sido borrada. Cualquiera que no ame a Estado
Unidos de manera incondicional es un traidor. No pueden absorber la verdad
indecible, porque no podría sobrevivir la traición inconmensurable de su propio
gobierno. Entonces, siempre serán emocionalmente inmaduros. Como veterano de
Vietnam, no puedo permitirme esta mentalidad. Tuve que crecer políticamente o
morir. El mundo de hacer-creer ya no existía para mí. Estaba lleno de ira
contra la gente que gobernaba este país. Cuando los políticos y los ricos
comiencen a enviar a sus niños a la guerra, empezaré a creer en causas nobles.
Mi detector de mentiras se convirtió en mi poder más grande.
Cuando empecé a escribir este artículo hace unas horas, no tenía idea de cómo lo terminaría. Ahora sé. Lo terminaré con la
historia de una atrocidad. Tengo un amigo veterano de Viet Nam muy cercano, que
se llama Brian Willson. Escribió su memorias llamada Blood on The Tracks (“Sangre sobre las pistas”). Ha sido un
escritor prolífico acerca de la historia de la guerra de Vietnam. Ha escrito
por lo menos cuatro libros aparte de ese. Pueden buscar su historia en Google
Brian era un teniente de la Fuerza Aérea estacionado
en el área de Delta en Vietnam en 1969. Era un oficial de seguridad en una base
pequeñita de la Fuerza Aérea en Binh Thuy. El 14 de abril, le ordenaron manejar
un jeep y valorar el daño del bombardeo ocurrido unas horas antes por jets
americanos provenientes de su base aérea. Acompañándolo, fue el teniente de
Vietnam del sur. Él y Brian evaluaron cuatro áreas distintas que habían sido dirigidas.
Citaré las palabras de Brian Willson de su más reciente libro Don't Thank Me
for My Service (“No me agradezcas por mi servicio”) publicado en 2018 por
Clarity Press. Antes de que comience a hablar, es importante que yo deje claro
que Brian fue criado en una familia cristiana muy conservadora.
Brian, puedes hablar: “mientras que el jeep se acerca a un área con pasto alto sobre el lado izquierdo del camino, de repente estamos
cerca a un par de columnas de humo obscuro y noto un olor ácido y fuerte. Me
bajé del jeep y acompañé al vietnamita, el teniente Bo, en un pequeño camino
que llevaba del pasto alto a un claro. Ahí confronté una escena masiva de
destrucción. Inmediatamente a mi derecha, un búfalo acuático tirado sobre su
lado derecho, gritando agudamente por el dolor. Me di cuenta de que le faltaba
un pedazo de cerebro y tenía una apertura de tres pies en el estómago y me
dieron ganas de vomitar. Cuando me di la vuelta, vi una gran cantidad de
cuerpos humanos dispersos por todos lados, algunos en montones en lo que parecían
ser los vestigios de pequeñas casas quemándose. Vi a una niña chiquita tratando
de levantarse con un palo y cayéndose, llorando de dolor.
Por un momento, me quedé asombrado, en shock. Me tapé la boca y nariz con un pañuelo para bloquear el terrible olor, una combinación
de piel quemándose y químicos: en el aire, gotas de napalm, y lo que pude
deducir era el residuo de bombas que explotaron. Sentí náuseas y tosí bilis.
Luego me di cuenta de que no podía caminar más lejos por los cadáveres a mis
pies. Vi hacia abajo hacia los ojos abiertos de lo que parecía ser una joven
mujer. Se estaba aferrando a tres niños, muy chiquitos, ennegrecidos y
ensangrentados, probablemente suyos. Más de cerca, me doy cuenta que no tiene
párpados, que probablemente se le quemaron con el napalm. Me encuentro
cautivado, intoxicado por sus ojos abiertos. Su cara está parcialmente
derretida. ¡Dios mío! ¡Oh, dios mío! ¡Jesucristo! Quería levantarla en mis
brazos. Como si fuera mi hermana o algo.
Estoy temblando, abrumado con lágrimas mientras vomito
más. Supe, en un instante, que todos estamos conectados, una verdad que me
había eludido en mi mente occidental bien condicionada y protegida. Otro
pensamiento llega a mí, claro como un foco de luz: ¡esta guerra es una jodida
mentira maligna! ¡Mi familia ha estado mintiendo! Puedo calcular más de cien
cadáveres, tal vez ciento cincuenta, en un área del tamaño de un pequeño campo
de béisbol. Reconocí que la mayoría son de mujeres y niños pequeños, pocos
ancianos. Estos pueblerinos fueron golpeados rápidamente con muy poca
posibilidad de escapar. No veo armas. Estos son granjeros y Pescadores. Además
de sus herramientas, creo que están desarmados e indefensos. Acabo de
presenciar la muerte de mi familia. Tan pronto como digo estas palabras, creo,
¿de dónde vinieron? Pero me resuenan como verdaderas. En ese momento me sentí
más relacionado a esos vietnamitas muertos que a cualquiera del establecimiento
militar del que formo parte. No presioné ningún gatillo. No solté ninguna
bomba. Pero soy parte de una máquina de asesinato masivo. ¡Simplemente no puedo creerlo!
Después de algunos años de conocer a Brian, me contó
esta historia. Fue muy difícil para él contarla. Me dijo algo que jamás
olvidaré. Cuando miró hacia la joven vietnamita muerta, con sus tres hijos
muertos, hizo contacto con su madre. Fue entonces cuando Brian me dijo “En ese
momento, y solo tomó un segundo, lo entendí”. En ese momento se dio cuenta de
que él era el enemigo en Vietnam.
Ese fue, por supuesto, el mismo sentimiento que tuve
cuando regresé de Viet Nam. Había realizado tres viajes de vuelta a Vietnam
desde 1994. Había enfocado esos viajes al lugar de la masacre de My Lai en la
provincia de Quang Ngai. En marzo de 1968, soldados americanos entraron al
poblado de May Lai y, en cuatro horas, asesinaron a 504 vietnamitas inocentes,
civiles. Yo estaba en el aniversario 50 de la masacre el 16 de marzo del 2018.
Conocí y fotografié a varios de los supervivientes y escuché sus historias. El
dolor emocional que sentí ese día era agonizante. Tomé varias fotografías de
mujeres llorando en una zanja de desagüe en donde soldados americanos habían
masacrado a 170 de sus paisanos, cinco de los cuales eran familiares suyos.
Cuando regresé a Portland, Oregón, me di cuenta de que había nacido en Estados
Unidos pero que mi corazón era vietnamita.
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