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La violación de los secretos y La Ley del Embudo a favor de Hillary Clinton

El secreto es una religión virtual en Washington, D.C. Aquellos que violan sus dogmas han sido castigados drásticamente —al menos cuando el acusado no tiene poder o influencia política. Como se ha señalado ampliamente, bajo la Ley de Espionaje de 1917, el gobierno de Obama ha procesado más casos de filtraciones de información que todos los gobiernos anteriores combinados.

Glenn Greenwald / The Intercept
12 de julio de 2016

El secreto en Washington, D.C., es tan venerado que incluso los documentos más banales están marcados con el sello de clasificado, por lo que su divulgación o uso incorrecto es un delito grave. Como dijo el ex Director de la CIA y NSA, Michael Hayden, en el año 2000, “Todo es secreto. Es decir, hasta recibir un correo electrónico diciendo ‘Feliz Navidad’ y que lleve una indicación de estar clasificado como alto secreto de la NSA”.

Las personas que filtran información a los medios de comunicación con el propósito desinteresado de informar al público –Daniel Ellsberg, Tom Drake, Chelsea Manning, Edward Snowden– enfrentan condenas de varias décadas en prisión. Los que filtran para fines más innobles e interesados –tales como permitir la hagiografía (Leon Panetta, David Petraeus) o para congraciarse con una amante (Petraeus)– significa la destrucción de sus carreras, aunque por lo general se salvan si son lo suficientemente importantes en Washington. Para los don nadie, sin poder en Washington, incluso el mero mal manejo de una información clasificada –sin ninguna intención de filtrarlo sino que se limita, por ejemplo, a llevárselo para trabajarlo en su casa– ha dado lugar a la persecución penal, la destrucción de la carrera y la pérdida permanente de la autorización para tener acceso a documentos de seguridad.

Cuando la ley desapareció

Sin embargo, esta postura excesivamente extrema, que no perdona e irracional, con respecto a la información clasificada, desapareció por un instante en Washington –justo a tiempo para salvar a las aspiraciones presidenciales de Hillary Clinton. El director del FBI James Comey, una persona nominada Obama y que sirvió en el Departamento de Justicia de Bush, realizó una conferencia de prensa en la que condenaba a Clinton en razón de que ella y su personal fueron “extremadamente negligentes en el manejo de información sensible y clasificado”, incluyendo material de alto secreto.

A pesar de las mentiras

Comey también detalló que las declaraciones públicas de Clinton defendiendo su conducta –es decir, que nunca envío información clasificada usando su cuenta de correo electrónico personal y que había entregado todos los correos electrónicos “relacionados con el trabajo” al Departamento de Estado– eran totalmente falsas; insistiendo “que cualquier persona razonable en la posición de la Secretaria Clinton… debería haber sabido que un sistema no clasificado –los servidores en la casa de Clinton– no eran un lugar seguro”; y argumentó que ella puso en peligro la seguridad nacional debido a la posibilidad de que “actores hostiles tuvieron acceso a la cuenta de correo electrónico personal de la secretaria Clinton”.

Comey también señaló que otros, quienes han hecho lo que Clinton hizo, “a menudo, han sido objeto de sanciones administrativas de seguridad” –tales como la degradación, daño a su carrera, o la pérdida del permiso para tener acceso a documentos de seguridad.

Un perdón como recomendación

Sin embargo, a pesar de todos estos hallazgos altamente comprometedores, Comey explicó que el FBI recomendaba al Departamento de Justicia que Clinton no sea acusada de ningún delito.

“Si bien hay indicios de posibles violaciones de los estatutos, en cuanto al manejo de información clasificada”, dijo Comey, “nuestra opinión es que ningún fiscal presentaría alguna acusación”. Y para justificar esta afirmación, Comey citó “el contexto de las acciones de una persona” y su “intención”. En otras palabras, que para Comey no había evidencia de que ella hizo exactamente lo que la ley penal prohíbe, y que fue más negligente y descuidada que maliciosa y deliberada.

Protegiéndose de la FOIA

Visto de manera aislada, no tengo ninguna objeción en particular a esta decisión. De hecho, estoy de acuerdo: No creo que lo que hizo Clinton llegó al nivel de la criminalidad, y si yo estuviera en el Departamento de Justicia, no me gustaría verla procesada. Creo que no tuvo una intención maligna: el uso de una cuenta de correo electrónico personal y la instalación de un servidor en su casa siempre tuvo como objetivo, al menos en parte, controlar sus comunicaciones y ocultarlas de la FOIA y obligaciones de información similares. Como señaló The New York Times en mayo, sobre un informe altamente comprometedor del propio Auditor General del Departamento de Estado: “Los correos electrónicos revelados en el informe dejaron en claro que lo que preocupaba era que los correos electrónicos personales puedan ser hechos públicos bajo la Ley de Libertad de Información”.

Miles de correos no entregados

Por otra parte, Comey dijo expresamente que –contrario a las repetidas declaraciones de ella– “el FBI también descubrió varios miles de correos electrónicos relacionados con su trabajo, no estaban en el grupo de los 30,000 que fueron entregados por la Secretaria Clinton al estado en el 2014”.

El informe del Inspector General del mismo modo, en las palabras del New York Times, “socava algunas de las declaraciones anteriores de Clinton, para defender su uso del servidor”. Aun así, acusar a alguien de un delito grave requiere algo más que la mentira o motivos poco éticos; debería demostrar una clara intención de infringir la ley, junto con un daño sustancial previsto, y ambas cosas no estuvieron presentes aquí.

Una hipocresía de doble estándar

Pero este caso no existe en forma aislada. Existe en un clima político donde el secreto es considerado como el extremo más alto, donde las vidas de las personas son destruidas por la más trivial –o, peor aún, por la mejor de las intenciones– violación a las leyes de secreto, incluso en ausencia de cualquier evidencia de daño o intención maligna. Y estas son las injusticias a las que Hillary Clinton y la mayoría de sus seguidores incondicionales Demócratas jamás se opusieron, ni una sola vez –más bien lo ovacionaron con entusiasmo.

En el 2011, por ejemplo, el soldado del Ejército Chelsea Manning fue acusado de varios delitos y se enfrenta a décadas de cárcel por filtrar documentos que, él creía firmemente, el público tenía derecho a ver; a diferencia de los documentos que Clinton manejó incorrectamente e imprudentemente, ninguno de ellos era de Alto Secreto. Sin embargo, esto es lo que dijo la entonces Secretaria Clinton para justificar la persecución de Manning:

“Creo que en una época donde hay tanta información volando a través del ciberespacio, todos tenemos que ser conscientes del hecho de que cierta información que es sensible, que afecta a la seguridad de las personas y las relaciones, merece ser protegida y vamos a seguir tomando las medidas necesarias para hacerlo”.

Los carceleros del mundo

El anuncio de Comey también tiene lugar en una sociedad que encarcela más a sus ciudadanos que cualquier otra nación en el mundo, por delitos más triviales que cualquier nación occidental –abrumadoramente cuando son pobres o marginados debido a su raza u origen étnico.

Del otro lado, el tipo de indulgencia, misericordia y pasividad fiscal que Comey ofreció a Hillary Clinton, no está disponible para la mayoría de los estadounidenses.

Lo que sucedió aquí salta a la vista. Es el mal gusto producto de una mentalidad de la justicia criminal en la que –como he documentado en mi libro de del 2011 With Liberty and Justice for Some– los que ejercen el mayor poder político y económico son prácticamente exentos de la aplicación de la ley, incluso cuando cometen los delitos más graves, mientras que aquellos que no tienen poder son duramente castigados, a menudo por las transgresiones más triviales.

Castigos para los don nadie

Sí alguien que es un don nadie y sin importancia hace lo que hizo Hillary Clinton –actuando imprudentemente e instalando secretamente un servidor de mala calidad y trabajando con información secreta sobre el mismo, y encima miente abiertamente al público al respecto cuando es sorprendida– habrían sido acusado  penalmente hace tiempo, con poco ruido u objeción.
Pero Hillary Clinton es todo lo contrario a un don nadie. Ella es la multimillonaria ex primera dama, ex Senadora de Nueva York, y ex Secretaria de Estado, con el apoyo de prácticamente todo el aparato político, financiero y de los medios de comunicación, para ser la próxima Presidente, podría decirse que la única persona que está entre Donald Trump y la Casa Blanca.

Demasiado grande para caer

Al igual que los magnates de Wall Street cuyo sistémico fraude provocó la crisis financiera mundial del 2008, y al igual que los funcionarios militares y políticos que instituyeron un régimen mundial de la tortura, Hillary Clinton es demasiado importante para ser tratada igual que todos los demás en virtud de la ley.

“Los cargos por delitos graves parecen estar reservados para las personas de los estratos más bajos. Todos los demás que lo cometen, o bien no se les acusa o es acusado de un delito menor”, dijo el abogado defensor Edward MacMahon, de  Virginia, sobre los procesamientos secretos.

Abbe Lowell, un abogado defensor de Washington, ha denunciado de manera similar el “profundo doble estándar” que gobierna cuando el Departamento de Justicia de Obama procesa los casos de secretos: “Los empleados de nivel inferior son procesados… porque son blancos fáciles y carecen de los recursos y las conexiones políticas para luchar”.

Lo que salvó a la Clinton

El hecho de que Clinton es quien es: es, sin duda, lo que hizo que el FBI, al evaluar sus motivos, le concediera el beneficio de la duda. Su identidad, en lugar de su conducta, fue claramente un factor importante para no encontrarle nada que –en palabras de Coney– fuera “un manejo claramente mal intencionado de la información clasificada; o que grandes cantidades de materiales fueran expuestos de una manera tal como para poder determinar una mala conducta intencional; o encontrar evidencias de deslealtad a los Estados Unidos; o que haya cometido acciones para obstruir la justicia”.

Un sistema de privilegios

Pero un sistema que otorgue un trato especial basado en quién es alguien, en lugar de lo que ha hecho, es lo contrario a un sistema conducido bajo el marco del estado de derecho. Es, en cambio, un sistema de privilegios. Como Thomas Jefferson escribió en una carta de 1784 a George Washington, el fundamento último de cualquier orden constitucional es “la negación de la preeminencia de cualquier persona”. Hillary Clinton ha sido durante mucho tiempo la beneficiaria de este privilegio sistémico de muchas maneras, y hoy en día, ella recibió su mayor regalo del mismo.

El director del FBI, designado por Obama, dio una conferencia de prensa mostrando que ella manejó imprudentemente la información secreta, implicándose en una conducta prohibida por la ley, y mintió en público varias veces sobre lo que hizo. Pero ella no será procesada o encarcelada por nada de eso, por lo que los demócratas están celebrando. Pero si hay algo positivo que se puede extraer de este deplorable asunto es que, tal vez, los demócratas podrían comenzar a exigir la misma indulgencia razonable y restricción penal para todos los demás que no son como Hillary Clinton.

Texto original: https://theintercept.com/2016/07/05/washington-has-been-obsessed-with-punishing-secrecy-violations-until-hillary-clinton/

Traducción: A. Mondragón

Fuente: http://www.tribunahispanausa.com/nacionales/la-violacion-de-los-secretos-y-la-ley-del-embudo-a-favor-de-hillary-clinton/


 

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