Las víctimas civiles de hoy en Yemen serán ignoradas porque Estados Unidos y sus
aliados son los responsables
Glenn Greenwald
(The Intercept)
7 de julio de 2015
”Fayoush, Yemen, "un ataque aéreo masivo" alcanzó
un mercado y mató al menos a 45 civiles e hirió a otros 50. Los funcionarios dijeron a AP que los
cuerpos se esparcieron después del ataque." El bombardeo se llevó a cabo por lo que normalmente se
conoce como una "coalición dirigida por saudíes"; rara vez se menciona en los informes de los medios de
comunicación que EE.UU. está proporcionando un
apoyo muy importante a esta guerra "dirigida por los saudíes" en Yemen, ahora
en su quinto mes, que de manera
repetida e irresponsable ha matado a civiles yemeníes.
Debido a que estas muertes de inocentes están en manos del gobierno de Estados Unidos y sus
aliados despóticos, es muy predecible la forma en que se tratará en EE.UU. El perfil de ninguna
de las víctimas aparecerá en los medios de comunicación estadounidenses; sería una sorpresa si
tan siquiera se menciona a alguno por su nombre. Ninguna cadena de la televisión estadounidense
entrevistará a sus afligidas familias. Los estadounidenses nunca llegarán a conocer cuales eran
sus aspiraciones extinguidas al morir, o a los niños que simplemente se convirtieron en huérfanos
o a los padres que ahora entierran a sus bebés. En Twitter no habrá un hashtag #FayoushStrong convirtiéndose
en tendencia en EE.UU. Será como si nunca hubiera sucedido: la ignorancia es la felicidad.
Este es el patrón que se repite una y otra vez. Sólo hay que ver el pétreo y frío
silencio cuando el presidente Obama, semanas después de ganar el Premio Nobel de
la Paz, ordenó un ataque con mísiles de crucero en Yemen, con bombas de racimo, que puso
fin a la vida de 35 mujeres y niños, cuya humanidad no fue reconocida en
prácticamente ninguna noticia de los medios de comunicación occidentales.
Todo eso contrasta del modo más radical con la intensidad con la que se pone el foco sobre la
víctima cada vez que un estadounidense
o un occidental es
asesinado por un individuo musulmán. De hecho, los estadounidenses acaban de pasar la última semana siendo inundados con "advertencias" melodramáticas
del Gobierno de Estados Unidos -amplificadas
a críticamente como siempre por sus medios de comunicación- avisándoles de que se enfrentaban al
terrorismo del monstruoso ISIS en su días más sagrado: una "amenaza" que,
como de
costumbre, ha demostrado ser inexistente.
Este desequilibrio en los medios de comunicación es una herramienta vital de
propaganda. En el paisaje mediático estadounidense, los estadounidenses son siempre las
víctimas de la violencia y el terrorismo, siempre en peligro y amenazados por musulmanes
salvajes y violentos, movidos por ninguna otra razón que no sea la barbarie islámica primitiva.
Esa mitología es sostenida haciendo, literalmente, desaparecer las propias víctimas de Estados
Unidos, pretendiendo que no existen, negando su importancia a través de la invocación informal
de clichés que se nos ha entrenado para repetir (daños colaterales) y, lo más importante
de todo, nunca humanizándolos bajo ninguna circunstancia.
Así es como se mantiene la auto-percepción estadounidense de ser una víctima
perpetua de terrorismo, pero nunca su autor. Es también lo que alimenta la creencia
de que ellos hacen propaganda, pero nosotros no. Mientras estas muertes se oculten
a la opinión pública estadounidense, la gente en esta parte de mundo no iorá mucho
acerca de ellas: al igual que los estadounidenses no escucharon casi nada acerca del
periodista de Al Jazeera de Guantánamo durante anos sin cargos,
Sami al-Hajj, mientras era una causa célebre en el mundo musulmán, lo que lleva a los
estadounidenses a creer que sólo los países malos, pero nunca nosotros, encarcelamos a periodistas.
Las diferencias resultantes de este último atentado de Yemen y tantos como él, en visiones del mundo y perspectivas, no son
porque "ellos" hagan propaganda sino porque "nosotros" la
hacemos.”
Foto: 3 de julio; La casa destruida por el ataque aéreo conducido por los sauditas en
Saana, Hani Mohammed/AP
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