Los asesinatos de ciudadanos estadounidenses sin el
debido proceso son ya una realidad.
Cuando Obama puso el año pasado a
Awlaki en la lista de “para ser asesinados”, El Mundo no Puede Espera publicó
el desplegado Crimes are Crimes (“Los crímenes son crímenes”) en periódicos por todo el país.
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Glenn Greenwald
01 de octubre de 2011
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 4 de octubre de
2011
Se informó en enero del año pasado que el gobierno de Obama
había creado una lista de los ciudadanos estadounidenses que el presidente
había ordenado asesinar sin el debido proceso, y uno de estos estadounidenses
era Anwar al-Awlaki. No se hizo ningún esfuerzo por acusarlo de algún crimen (a pesar de un informe del pasado octubre en el que la
administración Obama “consideraba” esa posibilidad). A pesar de la profunda
duda entre los expertos yemeníes sobre si tenía algún tipo
de papel operacional en Al Qaeda, no se presentó ni una prueba de su
culpabilidad (en contraposición a las acusaciones del gobierno sin verificar).
Cuando el padre de Awlaki buscó una orden judicial
impidiendo que Obama matase a su hijo, el Departamento de Justicia dijo, entre
otras cosas, que esas decisiones eran secretos de estado y por lo tanto, más
allá del escrutinio de los tribunales. Simplemente, el presidente ordenó que lo
asesinaran: su juez, jurado y verdugo. Al confirmarse la inclusión de Awlaki en
la lista del presidente Obama, The New
York Times dijo “que era extremadamente raro, si no inaudito,
que un estadounidense fuera seleccionado para un asesinato selectivo”
Después de muchos esfuerzos sin resultado para asesinar a
sus propios ciudadanos, los EE.UU. tuvieron éxito hoy (y sí
que se trata de los EE.UU.). Casi seguro que pudieron
encontrar y asesinar a Awlaki gracias a la ayuda de su íntimo amigo el
presidente Saleh, que hizo una pausa en asesinar a sus propios ciudadanos para
ayudar a EE.UU. a matar a los suyos. Los EE.UU. consiguieron transformar en
un martir a alguien que, en el mejor de los casos, era una figura marginal,
además de volver a mostrar su verdadera cara al mundo. La búsqueda del gobierno
y los medios del “próximo Bin Laden” ha comenzado ya sin duda.
Lo más sorprendente de esto no es que el gobierno de EE.UU.
haya aprovechado y ejercido exactamente lo que la Quinta Enmienda trata de impedir
(“Ninguna persona puede ser privada de la vida sin el debido proceso de ley”),
y lo hizo de una manera que casi seguro viola las protecciones básicas de la
Primera Enmienda (asuntos que ahora jamás se decidirán en un juzgado). Lo más
sorprendente es que sus ciudadanos no solo se abstengan de oponerse sino que
aplaudan el nuevo poder del gobierno de EE.UU. para asesinar a sus propios
ciudadanos, lejos del campo de batalla, literalmente sin seguir ni una pizca
del debido proceso. Muchos celebrarán la fuerte y decisiva capacidad del
Presidente Duro para erradicar la vida de Anwar al Awlaki, incluyendo a muchos
de los que con superioridad moral condenaron como terriblemente bárbaros y
groseros a aquellos miembros del público republicano que aclamaron al gobernador
Perry por la ejecución de decenas de asesinos en serie y violadores: criminales
a los que al menos se les permitió tener un juicio, hacer apelaciones y otros
procedimientos del debido proceso antes de matarlos.
Desde una perspectiva autoritaria, este es el genio de la
cultura política estadounidense. No solo encuentra la manera de destruir las
más básicas libertades individuales diseñadas para salvaguardar a los
ciudadanos de los consumados abusos de poder (tales como acabar con la vida de
los ciudadanos sin el debido proceso). Es también capaz de conseguir que sus
ciudadanos se levantan para aplaudir e incluso celebrar la destrucción de estas
garantías.
* * * * *
En la columno que escribí el miércoles sobre las protestas
en Wall Street, erróneamente puse un vínculo con un post sobre un artículo de
Colin Moynihan en The New York Times como un ejemplo de un informe de prensa
“condescendiente” sobre la protesta. No había nada de condescendiente o digno
de crítica en el artículo de Moynihan; quería poner la referencia a este
artículo del NYT de Ginia Bellafante. Mis disculpas para Maynihan, que se quejó
acertadamente por correo electrónico del error.
Actualización: Lo que más me sorprende cada vez que escribo
sobre este tema es recordar la tremenda indignación que muchísimos demócratas
mostraron cuando Bush se arrogó el poder simplemente para detener o incluso
espiar a ciudadanos estadounidenses sin el debido proceso. ¿Recuerdan todo eso?
Sin embargo, ahora tenemos a Obama reclamando el poder, no para detener o
espiar a los ciudadanos sin el debido proceso, sino para matarlos. Es increíble
que los partidarios más incondicionales de la Casa Blanca celebran y aceptan
sin críticas el mismo razonamiento usado por Bush/Cheney (¡Estamos en
guerra!¡El presidente dijo que se trataba de un terrorista!) sin siquiera
reconocer por un momento la profunda contradicción o las implicaciones muy
perturbadoras de tener un presidente (aunque sea Barack Obama) investido con el
poder de seleccionar a ciudadanos estadounidenses para ser asesinados sin el
debido proceso.
Además, durante los años de Bush, los defensores de libertades civiles que intentaban convencer
a los conservadores para oponerse a los excesos radicales de ese gobierno a
menudo formulaban las preguntas así: ¿Estaría
cómodo si Hillary Clinton tuviera el poder para espiar tus llamadas o
encarcelarte sin revisión judicial o supervisión? Así que para vosotros los buenos progresistas que estáis justificando esto, os
preguntaría: ¿Cómo os parecería
el poder para asesinar a ciudadanos estadounidenses en manos de, digamos, Rick
Perry o Michele Bachmann?
Estuve en Democracy Now esta mañana temprano hablando sobre el asesinato de Awlaki y los
asesinatos presidenciales sin el debido proceso:
Este artículo apareció originalmente en Salon.com el
30 de septiembre de 2011.
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