En la era Trump, las filtraciones y las denuncias son más urgentes, y más nobles, que nunca
Glenn Greenwald
The Intercept
21 de noviembre de 2016
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Durante los últimos quince años, el gobierno estadounidense, con ambos
partidos, ha inventado métodos completamente nuevos para ocultar sus
actuaciones tras un muro cada vez más impenetrable de secretismo. Desde nuevas doctrinas
legales radicales diseñadas para proteger su comportamiento del
control jurisdiccional a fuentes de
procesamiento a velocidades de record, las acciones del gobierno se le han ido
escondiendo deliberadamente al pueblo en cada ocasión.
Una de las pocas vías que quedan para poder saber qué es lo que el
gobierno de EEUU está haciendo –más allá de la propaganda que pretende se
traguen los estadounidenses y que por tanto difunde premeditadamente a través
de los medios- es la filtración y denuncia. Entre los principales héroes
estadounidenses de la guerra contra el terror figuran una serie de hombres y
mujeres que desde el interior de las diversas agencias del gobierno
estadounidense descubrieron que estaban perpetrándose secretamente fechorías
muy graves, tras lo cual arriesgaron su propio bienestar personal para que la
gente conociera, para empezar, lo que nunca debería habérsele ocultado.
Muchas de las revelaciones trascendentales de las dos últimas
administraciones sólo fueron posibles gracias a fuentes valientes que dieron un
paso al frente en ese sentido. Así fue cómo supimos de los abusos de Abu Ghraib,
de la existencia de los “agujeros negros”
de tortura de la CIA, del programa de
escuchas sin orden judicial de Bush, de la masacre desenfrenada
realizada en Irak y Afganistán, de la temeridad y mentiras en el centro del programa de aviones no tripulados (drones)
de EEUU, de la construcción secreta por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA,
por sus siglas en inglés) del mayor sistema de
vigilancia de masas jamás creado y tantos otros escándalos, fraudes
y crímenes de guerra que de otra manera hubieran quedado ocultos.
Toda esa información fue posible sólo porque personas de conciencia decidieron
no tener en cuenta el corrupto decreto del gobierno estadounidense para que
toda esa información permaneciera en secreto, porque tal encubrimiento no se
había diseñado para proteger la seguridad nacional sino las reputaciones e
intereses de determinados responsables políticos.
Por todas esas razones, cuando se creó The Intercept,
en nuestra misión fue fundamental posibilitar denuncias seguras y productivas. Contratamos a algunos
de los tecnólogos y expertos en seguridad informativa y encriptación más expertos
del mundo para que dotasen de la máxima seguridad a nuestros periodistas y
fuentes. Adoptamos los programas más avanzados para facilitar que las fuentes
se comuniquen con nosotros para facilitar la información de forma anónima y sin
que puedan detectarlas, como SecureDrop. Y nos comprometimos a nivel
institucional para invertir los recursos que fueran necesarios para defender el
derecho a una prensa libre que informe sin amenazas recriminatorias y a hacer
cuanto estuviera a nuestro alcance para proteger y defender a nuestras fuentes,
unas fuentes que hacen posible un periodismo vital.
Durante los dos últimos años, nuestros expertos en seguridad han publicado diversos artículos sobre
cómo las fuentes (y otros) pueden comunicarse con
nosotros y proporcionarnos información del modo más seguro
posible para minimizar las posibilidades de que sean detectadas. Hemos publicado entrevistas con
otros expertos, como Edward Snowden, sobre las herramientas y medios más potentes de que se dispone
para asegurar las
comunicaciones de uno en la red. Como explicaba nuestro tecnólogo Micah Lee, ningún método es perfecto, por eso
“se sigue aconsejando precaución a quienes quieren comunicarse con nosotros sin
revelar sus identidades en el mundo real”, pero existen herramientas y
prácticas para maximizar el anonimato, que nos comprometemos a utilizar y a
informar al público de cómo utilizarlas de la forma más segura y eficaz
posible.
Donald Trump no ha tomado aún posesión de su puesto, pero todas los
indicios indican una presidencia que va a ser profundamente hostil a los
preceptos básicos de la transparencia. Durante la campaña violó repetidamente
normas establecidas desde hace mucho tiempo para la revelación de información,
incluyendo incluso la negativa a hacer pública su declaración de la renta y rompiendo
ya con la tradición al negarse,
durante la actual etapa de transición, a proporcionar información básica
sobre su paradero o actividades.
Más allá de ese detalle, las instituciones del poder ejecutivo están bien
entrenadas para resistir la transparencia todo lo que sea posible, dotándose de
innumerables herramientas para ocultar sus actividades más importantes. La inercia
institucional en sí, y mucho más ahora que se ha visto exacerbada por los
propios impulsos antitransparencia de Trump, garantiza prácticamente que la
presidencia de Trump sea agresivamente antagónica a la responsabilidad pública
más básica.
Por todas esas razones, The Intercept está más decidido
que nunca a hacer cuanto pueda para posibilitar que fuentes, personas que
filtren información y denunciantes trabajen con nuestros periodistas del modo
más seguro posible, asegurando que la información que pertenece al dominio
público pueda conocerse en lugar de ocultarse. Indudablemente, la
administración Trump hará cuanto pueda para ocultar actuaciones e información
que deberían conocerse, por lo que el pueblo va a necesitar que en el interior
del gobierno haya personas valientes que aseguren que esos hechos vean la luz
del día.
Glenn Greenwald es un abogado constitucionalista estadounidense,
columnista, bloguero, escritor y periodista. Es cofundador de The Intercept. Ha recibido numerosos premios por sus
trabajos, entre los que destaca el Premio Pulitzer por Servicio Público en
2014.
Fuente:
https://theintercept.com/2016/11/14/in-the-trump-era-leaking-and-whistleblowing-are-more-urgent-and-more-noble-than-ever/
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