11 de Septiembre: Un día sin guerra
Amy Goodman Democracy Now! 9 de septiembre de 2010
Traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español
El noveno aniversario de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos
debería ser un momento para reflexionar sobre la tolerancia. Debería ser un día
de paz. Sin embargo, el fervor anti musulmán que existe aquí, sumado a la
continuada ocupación militar estadounidense de Irak y a la escalada de la guerra
en Afganistán (y Pakistán), todo unido, alimenta la idea de que, de hecho,
Estados Unidos está en guerra con el Islam.
El 11 de septiembre de 2001 unió al mundo contra el terrorismo. Todo el
mundo, al parecer, estaba con Estados Unidos, en solidaridad con las víctimas,
con las familias que perdieron seres queridos. Ese día será recordado por las
generaciones futuras como el día que se llevó a cabo el infame acto de asesinato
masivo coordinado más resonante de principios del siglo XXI. Pero ese no fue el
primer 11 de septiembre asociado con el terror:
El 11 de septiembre de 1973, en Chile, el Presidente democráticamente electo,
Salvador Allende, muere en el marco de un golpe militar apoyado por la CIA, que
marcó el comienzo de un régimen de terror comandado por el dictador Augusto
Pinochet y durante el cual fueron asesinados miles de chilenos.
El 11 de septiembre de 1977, en Sudáfrica, el líder contra el apartheid
Stephen Biko fue golpeado dentro de una camioneta de la policía. Murió al día
siguiente.
El 11 de septiembre de 1990, en Guatemala, la antropóloga guatemalteca Myrna
Mack fue asesinada por militares que contaban con el apoyo de Estados
Unidos.
Del 9 al 13 de septiembre de 1971, en Nueva York, se produjo un levantamiento
en la cárcel de Áttica, durante el cual la policía del estado de Nueva York
asesinó a treinta y nueve prisioneros y guardias e hirió a otros cientos.
El 11 de septiembre de 1988, en Haití, milicias de derecha llevan a cabo un
ataque durante una misa celebrada por el Padre Jean-Bertrand Aristide en la
Parroquia de San Juan Bosco de Puerto Príncipe en el que asesinan al menos a
trece fieles y hieren al menos a otras setenta y siete personas. Más tarde,
Aristide sería dos veces electo presidente, y dos veces derrocado por golpes de
estado apoyados por Estados Unidos.
Si hay algo que es el 11 de septiembre, es un día para recordar a las
víctimas del terror, a todas las víctimas del terror, y para trabajar por la
paz, como lo hace el grupo “Familias del 11 de Septiembre por un Mañana de Paz”.
Conformado por personas que perdieron seres queridos el 11 de septiembre de 2001
en el ataque a las Torres Gemelas, su misión podría servir como un llamado
nacional a la acción. En su página web escriben: “Transformar nuestro dolor en
acciones por la paz es nuestro objetivo. Al desarrollar y abogar por opciones y
acciones no violentas en nuestra búsqueda de justicia, esperamos romper los
ciclos de violencia engendrados por la guerra y el terrorismo. Reconociendo
nuestra experiencia común con todas aquellas personas afectadas por la violencia
a lo largo y ancho del planeta, trabajamos para crear un mundo más seguro y con
más paz para todas las personas.”
El estudio de “Democracy Now!” estaba ubicado a pocas cuadras de las Torres
Gemelas. Estábamos transmitiendo en vivo cuando cayeron. Durante los días
siguientes, miles de folletos con las fotos de los desparecidos volaban por
todas partes, con los números de teléfonos de los familiares para llamar si se
reconocía a alguien. Me recordaban a los carteles que llevaban las Madres de
Plaza de Mayo en Argentina, esas mujeres con pañuelos blancos en la cabeza que
marcharon valientemente semana tras semana portando fotos de sus hijos
desaparecidos durante la dictadura militar que vivió ese país en los años
70.
También recuerdo la constante corriente de fotos de jóvenes del ejército
asesinados en Irak y en Afganistán, y ahora, cada vez más frecuentemente (aunque
aparecen menos en las noticias) las fotos de quienes se quitan la vida a sí
mismos tras haber sido varias veces convocados a combate.
Por cada víctima de Estados Unidos o de la OTAN hay, literalmente, cientos de
víctimas en Irak y Afganistán cuyas fotos nunca se van a mostrar y cuyos nombres
nunca vamos a conocer.
Mientras una multitud descontrolada y furiosa intenta impedir la construcción
de un centro comunitario islámico en el Bajo Manhattan (en un edificio vacío,
ignorado durante años y dañado, a más de dos cuadras de la zona cero), un
“ministro” evangélico de Florida está organizando para el 11 de septiembre el
“Día Internacional de Quema del Corán.” El General David Petraeus afirmó que la
quema, que ha suscitado protestas en todo el planeta, “podría poner en peligro a
las tropas.” Y está en lo cierto. Así como también pone en peligro a las tropas
el bombardear a civiles inocentes y sus hogares.
Al igual que Vietnam en los años 60, Afganistán tiene una decidida
resistencia armada local, entregada a su causa, y un profundamente corrupto
grupo en Kabul enmascarado como gobierno central. La guerra está ensangrentando
al vecino país, Pakistán, igual que la Guerra de Vietnam se esparció a Camboya y
Laos.
Poco después del 11 de septiembre de 2001, mientras miles de personas estaban
reunidas en los parques de la ciudad de Nueva York y mantenían vigilias
improvisadas a la luz de las velas, un autoadhesivo apareció en carteles,
pancartas y bancos de plaza. En él se leía: “Nuestro dolor no es un grito de
guerra.”
Este 11 de septiembre el mensaje sigue siendo—dolorosa y
lamentablemente—oportuno.
Hagamos del 11 de septiembre un día sin guerra.
————————–
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2010/9/9/11_de_septiembre_un_da_sin_guerra
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|