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Ex-guardia: el lema de 'seguro, humano, legal y transparente' sobre Guantánamo simplemente no es cierto


Foto: Jason Leopold

Joseph Hickman
news.vice.com
15 de octubre de 2014

Gladys Kessler, una jueza de la corte del distrito de Washington, D.C, de los Estados Unidos, dictaminó el viernes que los protocolos de alimentación forzada a los que fue sometido un prisionero de Guantánamo llamado Abu Wa'el Dhiab no constituyen abusos y que, por tanto, pueden seguir siendo utilizados.

Varios grupos de defensa de los derechos humanos y los abogados de los detenidos han sostenido durante mucho tiempo que los protocolos de alimentación forzada que se utilizan en el centro penitenciario son una forma de tortura, y que los presos que están en huelga de hambre no deberían ser alimentados a la fuerza bajo ningún concepto. Se han dicho muchas infamias sobre los guardias encargados de escoltar a los detenidos a la silla de inmovilización y sobre el personal médico que coloca las sondas de alimentación nasogástrica a los detenidos en el estómago.

Estuve destinado en Guantánamo como guardia durante un año, y puedo afirmar a ciencia cierta que la alimentación forzada se ha usado de manera abusiva en el centro de detención. No obstante, no podemos culpar de los malos tratos a los presos a los guardias ni a los funcionarios médicos, que se ocupan de los detenidos diariamente y que se encargan de administrar la alimentación forzada. Los únicos responsables son los oficiales de la Fuerza de Tarea Conjunta de Guantánamo (JTF-GTMO), que crea procedimientos inhumanos que deben llevar a cabo los guardias y el personal médicos.

Cuando llegué a la Bahía de Guantánamo en marzo de 2006, me quedé conmocionada antes las condiciones a las que eran sometidas los presos. En el momento en que llegué, la mayoría de los presos ya llevaban allí unos cuatro años, detenidos en el Campamento Delta, en bloques de celdas rectangulares con ventanas en ambos laterales. Las celdas medían 1,8 m por 2,4 m, con paredes de rejas y techos de hojalata, que de poco para proteger a los detenidos del sofocante calor y de la humedad cubana. Tenían derecho a ducharse dos veces por semana y a una hora de "recreo" a la semana; tiempo que pasaban en un área de 20 metros cuadrados, apenas suficiente como para que caminaran en círculos.

Privados de todas sus posesiones y de mantener cualquier contacto exterior con sus familias o seres queridos, la forma más eficaz con la que los detenidos podían protestar por las condiciones de su reclusión era la huelga de hambre. Muchos de ellos ya habían empezado y dejado repetidas huelgas de hambre durante cuatro años antes de que yo llegara al centro, y su salud se estaba deteriorando debido a la desnutrición. Por este motivo tuvieron que establecerse los protocolos de alimentación forzada. Si algún preso de Guantánamo hubiese muerto de hambre o por complicaciones derivadas de la desnutrición, hubiese resultado una pesadilla para las relaciones públicas del comando de la JTF-GTMO.

Dicho ésto, muchos de los detenidos añadieron dimensiones adicionales a sus protestas. Crearon armas improvisadas con cualquier cosa que tenían al alcance de la mano — desde papel higiénico hasta manzanas o incluso muelles que extraían de los minúsculos lavabos de sus celdas — con la intención de utilizar las armas para apuñalar o estrangular a los guardias. Los detenidos también hacían cócteles con la orina y las heces para lanzar a las guardias durante sus rondas. Una vez fui golpeada por uno de esos cócteles en el Campo Delta y no fue nada agradable.

Cuando los detenidos en huelga de hambre eran trasladados a la clínica para ser evaluados, a veces también aprovechaban la ocasión para atacar al personal médico. Como consecuencia de estas acciones, se activaron protocolos para inmovilizar a los presos durante las evaluaciones médicas.

No estoy excusando el mal comportamiento de los guardias o del personal médico en Guantánamo. Presencié a varios guardias indisciplinados burlarse, pegar y usar gas pimienta contra los detenidos sin haber recibido ningún tipo de provocación. Sin embargo, la inmensa mayoría de los soldados y marines a los que vi tratar con detenidos regularmente — que son los de menor rango entre los guardias y los funcionarios médicos — eran profesionales entregados. Simplemente querían que los detenidos se mantuvieran sanos y obedientes, y ningún soldado o marine quería que ningún preso muriera durante su guardia. Si era necesario emplear la alimentación forzada, entonces eso es lo que hacían.

El problema fue que el personal médico no tenía la autoridad para utilizar los protocolos de alimentación forzada bajo las condiciones adecuadas — en lugar de ello, se les pidió que siguieran los protocolos de alimentación forzada tal y como las ordenaron los oficiales de la JTF-GTMO. Los guardias, el personal médicos y los presos fueron llevados más allá de sus límites por estos procedimientos. Y un guardia o médico no puede realizar operaciones de detención cuando se les ordena seguir protocolos que son inhumanos.

Los oficiales de la JTF-GTMO insisten en que su uso era "seguro, humano, legal y transparente", palabras que aparecen en el lema oficial de Guantánamo, pero han demostrado una y otra vez que este lema simplemente no es cierto. Y desde que dejé mi puesto en Guantánamo, la situación no parece haber cambiado mucho. Hasta que la JTF-GTMO no cree un entorno más humano para los detenidos, y emplee procedimientos seguros y humanos para abordar las cuestiones de las huelgas de hambre y la alimentación forzada, los problemas en Guantánamo no van a desaparecer.

El ex sargento del Ejército Joseph Hickman es autor del libro Asesinato en el Campo (Murder at Camp Delta) e Investigador Principal Asociado en Seton Hall Law Schools Center for Policy and Research.


 

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