Ex preso de Guantánamo, Sami el Hajj intenta llevar a Bush ante los
tribunales
Aporrea.org 25/01/10
Los seis años y medio que Sami el Hajj (Jartum, 1969) pasó en Guantánamo
tienen un eco: el del ruido que hace el bastón con el que camina. Tiene sólo 40
años y ya dos vidas detrás: la del camarógrafo de Al Yazira que fue y la del
preso enterrado en vida que le condenaron a ser. El verano pasado, menos de un
año después de su liberación, fundó el Centro de Justicia para Guantánamo, cuyo
fin es ofrecer apoyo a otros ex presos de este penal. El Hajj aspira también a
que George Bush y sus colaboradores respondan ante un tribunal por "sus
crímenes".
¿Por qué le detuvieron?
En octubre de 2001 fui enviado por Al Yazira a Afganistán para cubrir la
invasión norteamericana. Allí informamos de muchas matanzas de inocentes. Cuando
cayó el Gobierno de los talibanes, nosotros habíamos vuelto a Pakistán, así que
tuvimos que pedir otro visado para cruzar de nuevo la frontera y llegar a
Kandahar. El 15 de diciembre de 2001, los servicios de inteligencia paquistaníes
me retuvieron en el paso fronterizo, tras comunicarme que tenían orden de
detenerme.
¿De qué le acusaron?
Estaban buscando al cámara de Al Yazira que había entrevistado a Bin Laden
junto con el periodista Taysir Alouni. Este cámara también se llama Sami, pero
es marroquí. En realidad, los servicios secretos paquistaníes sabían muy bien
que no se trataba de la misma persona; nuestro nombre de pila era el mismo, pero
el resto de datos no coincidían. Aun así, me entregaron a los americanos.
¿Qué sucedió después?
Estuve detenido en Pakistán 23 días, después me llevaron a la cárcel secreta
de Bagram, en Afganistán. Allí empezaron las torturas: unos encapuchados me
golpearon en las rodillas. Estábamos desnudos, al aire libre en enero, y
esposados. No nos daban comida ni medicinas. Tampoco nos permitían hablar, ni
rezar, y ni siquiera nos dejaban ponernos de pie. Nos pegaban, nos insultaban y
tiraban el Corán al retrete.
¿Cómo trató de defender su inocencia?
En mi interrogatorio les dije que no había entrevistado a Bin Laden pero que
de haberlo hecho sólo hubiese cumplido con mi deber profesional. Entonces se
comprometieron a liberarme, pero después me preguntaron qué iba a contar de lo
que había visto; yo les respondí que contaría la verdad.
¿Los americanos intentaron que colaborara con ellos?
Después de Bagram, me llevaron a Kandahar. Allí me dijeron que para conseguir
mi liberación tendría que trabajar con ellos como espía [dentro de Al Yazira]:
yo me negué. Llegaron a prometerme el pasaporte norteamericano si colaboraba con
ellos. También me ofrecieron dinero.
¿Cómo llegó a Guantánamo?
En junio de 2002 me llevaron a Guantánamo. Los presos no teníamos derecho a
nada, hasta a las ratas se las trataba mejor. Te encerraban en aislamiento en
celdas gélidas, a veces durante 40 días. En las celdas, diminutas, tenías que
comer, dormir y hacer tus necesidades. Sólo nos dejaban tomar dos duchas por
semana, con agua helada y durante tres minutos. Tampoco podíamos salir al aire
libre más que diez minutos dos veces por semana.
¿Las torturas siguieron en Guantánamo?
Sí. Lo que el mundo vio en Abu Ghraib, sucedía también en Guantánamo. No se
detenían ante nada, te hacían de todo, incluidas torturas sexuales. En una
ocasión me metieron la cabeza en un cubo y la mantuvieron sumergida unos
minutos. Además, no sólo torturaban los militares, incluso los médicos les
ayudaban. A pesar de todo, tengo suerte por haber vuelto a ver a mi hijo. Otros,
como el doctor yemení Ayman Butarfi, que ha perdido la razón, o mi compatriota
sudanés Ibrahim Osman Ibrahim, siguen allí. La mayoría son inocentes, y en
Guantánamo han muerto seis presos.
¿Tenían contacto con sus familias?
No me permitieron ningún tipo de comunicación durante nueve meses. Después,
pude recibir algunas cartas de la familia por mediación de la Cruz Roja.
¿Cuándo empezaron sus huelgas de hambre?
En enero de 2007 estuve en huelga de hambre durante 30 días, pero al final me
alimentaron a la fuerza con una sonda. El problema es que, después de estar
muchos días sin comer, el estómago se reduce y no tolera más que un vaso de
agua. Sin embargo, ellos me hicieron beber el equivalente de 24 vasos, que
después vomité. Pero, gracias a Dios, aguanté 480 días así hasta mi
liberación.
¿Cómo logró sobrevivir?
Cuando supe que mis colegas periodistas conocían mi caso, eso me dio fuerzas
para seguir. Mientras estaba allí me decía también que como periodista era una
buena oportunidad ver las cosas desde dentro. Durante esos seis años, recogí las
historias de 800 presos; unos venían de Bosnia, otros de África, de Indonesia,
de Georgia, de diferentes países.
¿Qué condiciones le pusieron para liberarle?
Me dijeron que no podría salir de Sudán [tras su liberación, fue devuelto a
su país natal], me prohibieron que hablara de las torturas en Bagram y
Guantánamo. También me prohibieron volver a ejercer el periodismo.
¿Confía usted en Obama?
Incluso con Obama en el poder, EEUU mantiene a más de 200 personas en
Guantánamo. Obama no ha cumplido sus promesas de llevar a los tribunales a los
culpables de torturas. Si fuese coherente, devolvería el Nobel.
Usted quiere que se juzgue a Bush y a Musharraf.
Sí. No será fácil abrir una causa contra gente como Tony Blair, Bush o
Musharraf, pero lo estamos intentando. Crímenes contra la humanidad como los de
Guantánamo no deben repetirse.
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