‘Se siente como ser cazado’: la masacre de El Paso desata temores entre los latinos
en Estados Unidos
Por Simon Romero, Caitlin Dickerson, Miriam Jordan y Patricia Mazzei
The New York Times.es
7 de agosto de 2019
Visitantes de un monumento espontáneo en
memoria de las víctimas del tiroteo en El Paso, Texas, el martes Credit Calla Kessler/The New
York Times |
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EL PASO — Luego de que veintidós personas fueron asesinadas a tiros en un Walmart
de El Paso durante el fin de semana, un jubilado de Florida comenzó a
imaginarse cómo podrían matar a sus nietos. Una hija de inmigrantes
ecuatorianos lloró sola en su automóvil. Un abogado de Texas compró un arma
para defender a su familia.
Para muchos latinos en Estados Unidos, el atentado en El Paso ha sido un punto de
inflexión que los ha hecho cuestionarse todo lo que creían saber sobre su lugar
en la sociedad estadounidense. Ya sean liberales o conservadores, hablantes de
inglés o español, nuevos inmigrantes o descendientes de los pioneros que hace
cuatrocientos años apostaron por el suroeste, esta semana muchos latinos
dijeron en diversas entrevistas que se sintieron profundamente conmocionados
ante la idea de que el nacionalismo blanco radical parecía haberlos convertido,
al menos durante el sangriento fin de semana, en un objetivo de ataque.
“Al menos para los latinos, de algún modo es la muerte del sueño americano”, dijo
Darío Aguirre, un abogado republicano de origen mexicoestadounidense que vive
en Denver, sobre el impacto que los asesinatos han tenido en él y quienes lo rodean.
Aguirre se mudó a San Diego desde Tijuana cuando tenía 5 años y fue criado por su
abuela en barrios populares llenos de mexicanos. Se alistó en la Fuerza Aérea y
más tarde se convirtió en abogado de inmigración, una clásica historia de éxito
estadounidense. “Muchos clientes me dicen: ‘Somos los nuevos judíos, somos tal
como los judíos’”, dijo Aguirre. “Es algo nuevo para mi comunidad. Estamos
habituados a la oscuridad básica del racismo, no a esto”.
Ahora hay aproximadamente 56,5 millones de latinos en los Estados Unidos, el 18 por
ciento de la población estadounidense, casi una de cada cinco personas en el
país. Eso es mucho más que los 14,8 millones registrados en 1980, que
equivalían a un 6,5 por ciento de la población, según el Centro de
Investigación Pew. Casi dos tercios de los latinos nacieron en los Estados Unidos.
Desde Miami hasta Los Ángeles, muchas personas dijeron en entrevistas que las
acciones racistas se habían vuelto mucho más frecuentes desde que el presidente
Donald Trump fue elegido con la promesa de acabar con lo que calificó como “una invasión” en la frontera sur de personas que a menudo caracteriza como
delincuentes violentos. Pero las semillas del sentimiento antihispánico han
sido evidentes en el país durante años, dijeron.
Después de la masacre, Zachary Zuñiga, un
abogado en El Paso, se inscribió en un curso de tiro y planea comprar su
primera arma. "Básicamente, se debe al instinto de no querer ser una
víctima", dijo. Credit Jim Wilson/The New York Times |
Daniel Álvarez, de 66 años, nació en Cuba pero ha vivido en los Estados Unidos desde
que tenía 13 años. Álvarez dijo que hablar sobre el tiroteo le recordó cuando
estaba en la escuela secundaria y tocó a una joven, otra estudiante, en el
hombro. Todavía no había aprendido que algunas personas en los Estados Unidos
pueden sentirse incómodas al ser tocadas inesperadamente.
“La mujer se volteó y me dijo: ‘Quítame tu mano sucia, maldito spic‘”, recordó Álvarez,
quien ahora enseña estudios religiosos en la Universidad Internacional de Florida.
Se le quebró la voz al hablar, mientras contenía las lágrimas. “Estaba totalmente
paralizado porque no podía entender lo que acababa de pasar”, dijo. “No podía
entender por qué alguien se refería a mí con un lenguaje tan feo. Tengo 66 años
y aunque eso sucedió hace mucho tiempo, todavía me afecta”.
En El Paso, una ciudad fronteriza de aproximadamente 680.000 habitantes, con una
población hispana que alcanza el 80 por ciento, la masacre se ha sentido como
un hecho excepcionalmente personal. Chris Grant, de 50 años, fue testigo del
atentado y fue herido por el atacante. Le dijo a El Paso Times que había visto cómo el hombre permitió que compradores blancos y
afroestadounidenses salieran de Walmart, pero le disparaba a los latinos. En
una publicación en línea, el tirador de El Paso se quejó de la “invasión
hispana de Texas”.
Ahora los residentes hablan de cómo se sienten en peligro al salir a comer o al cine.
Las tiendas de armas en la ciudad están llenas de clientes, muchos de ellos latinos.
“Básicamente, se debe al instinto de no querer ser una víctima”, dijo Zachary Zuñiga, de 32
años, un abogado en El Paso que se inscribió en un curso de tiro y planea
comprar su primera arma.
“Quiero poder proteger a mi familia si personas como estas van a venir aquí pensando
que pueden disparar en lugares a los que van mi familia y amigos”, dijo Zuñiga,
quien creció en una casa donde sus padres nunca tuvieron armas.
Una vigilia en El Paso, el domingo. Muchos
latinos en Estados Unidos expresaron su preocupación ante la posibilidad de que
los nacionalistas blancos los tuvieran en la mira. Credit Ivan Pierre Aguirre para
The New York Times |
G. Cristina Mora, socióloga de la Universidad de California, Berkeley, que se especializa en inmigración y
política racial, dijo que el atentado probablemente haya generado una profunda
sensación de inquietud entre los hispanoamericanos, sin importar cuánto tiempo
hayan vivido en el país.
“Esto tiene un impacto más allá de la primera generación, la generación de
inmigrantes”, dijo Mora. “Reverbera. No tienes que ser quien cruzó la frontera.
Solo no tienes que ser anglo”.
Suzanna Bobadilla, de 28 años, se enteró del tiroteo mientras estaba de vacaciones en
Connecticut con unos amigos de la universidad. Trató de no leer sobre el
episodio en detalle durante los primeros días porque era demasiado devastador,
pero no pudo evitar la noticia cuando apareció en sus cuentas de redes sociales.
El padre de Bobadilla llegó a los Estados Unidos desde México como estudiante de
posgrado en la década de 1980 y se casó con su madre estadounidense, una mujer
blanca. Como la hostilidad hacia los latinos se ha vuelto más común en los
últimos años, dice que pasa mucho tiempo evitando las noticias para cuidar su
propia salud mental.
Ella lee o escucha las declaraciones del presidente, pero evita verlo en la televisión
porque le parece molesto e incluso aterrador ver a una multitud de personas
coreándolo cuando habla de los migrantes.
“Soy una niña de los años noventa y me enseñaron que si compartimos y nos unimos y
colaboramos, tendremos una sociedad armoniosa”, dijo Bobadilla, quien ha
trabajado para Google en San Francisco desde que se graduó de la Universidad de Harvard.
Pero admite que, últimamente, mantener esa actitud se ha convertido en “un trabajo
realmente duro y agotador”.
En Los Ángeles, Kenia Peralta, de 18 años, estuvo pegada a Twitter y a los medios para
leer sobre el tiroteo. Ese suceso ha hecho que se cuestione su identidad como estadounidense.
Suzanna Bobadilla dice que durante los
primeros días trató de no leer los detalles del ataque porque fue demasiado
devastador. Credit Christie Hemm Klok para The New York Times
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“Si esto es lo que se supone que es Estados
Unidos, solo blancos, entonces supongo que no soy estadounidense”, dijo
Peralta, hija de padres inmigrantes de El Salvador. Ella y su hermano de 15
años viven con sus padres en un apartamento de una habitación cerca del centro
de Los Ángeles.
“Siempre me verán primero como hispana, sin importar si nací aquí”, dijo Peralta, quien
se inscribirá en la Universidad de California, Irvine, este otoño.
Bertha Rodríguez, una jubilada de 73 años que nació en Cuba y creció en el Medio Oeste
estadounidense y en México, donde su padre trabajaba como jinete, dijo que le
resulta difícil poder hablar sobre el tiroteo sin llorar.
“Vivo aterrorizada por mis nietos”, dijo Rodríguez, quien ahora vive con su madre en
Century Village, una gran comunidad de jubilados en Pembroke Pines, Florida.
Dijo que dos de sus nietos estaban en un Walmart en Luisiana cuando sucedió la
masacre de El Paso. “Este no es el Estados Unidos donde crecí”, dijo.
En Connecticut, Karla Cornejo Villavicencio, de 30 años, dijo que se sintió
físicamente enferma cuando supo que el tirador en El Paso parecía haberles
apuntado a los latinos. Cornejo Villavicencio y sus padres llegaron a los
Estados Unidos desde Ecuador sin documentos cuando ella tenía 5 años. Ella está
temporalmente protegida de la deportación por el programa de Acción Diferida
para los Llegados en la Infancia (DACA) y está terminando un doctorado en Yale
sobre Estudios Americanos. Aunque está solicitando una tarjeta verde a través
de su cónyuge, sus padres aún no tienen documentos para estar en el país.
Cornejo Villavicencio había salido a cenar con su pareja cuando escuchó las noticias
sobre el ataque en El Paso. Lloró brevemente en el auto, pero luego dejó de
hacerlo. El llanto se considera un signo de debilidad en su familia y cuando
era niña la regañaban por hacerlo.
Para ella, el tiroteo fue la culminación de una vida de miedo. Antes, su mayor temor
solía ser la deportación de sus padres. Pero ahora también existe la
posibilidad de que puedan ser víctimas de un atentado terrorista.
“Ahora es realmente difícil vivir como inmigrante y no sentirse enfermo y agotado”,
dijo. “Se siente como ser cazado”.
Simon Romero reportó desde El Paso, Caitlin Dickerson desde Nueva York, Miriam Jordan
desde Los Ángeles y Patricia Mazzei desde Miami. Erin Coulehan y Arturo Rubio
colaboraron desde El Paso.
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