El asesinato de Orlando Letelier
y la política del silencio en EEUU
Jon Schwarz
The Intercept
25 de octubre de 2016
Hace cuarenta años, la noche anterior al 21 de septiembre, agentes que
trabajaban para los servicios de la policía secreta chilena, incrustaron explosivos
plásticos en el fondo del Chevrolet de Orlando Letelier,
que estaba parqueado en la entrada de la casa de su familia en Bethesda,
Maryland, en las afueras de Washington, DC.
A pocas cuadras de distancia, en la Avenida Massachusetts, mi familia
continuaba su vida sin ser molestada. Todo nuestro barrio, incluyendo
mis padres, mi hermana y yo, dormía a esas horas.
En la mañana del 21 de septiembre, hace cuarenta años, los
agentes chilenos siguieron a Letelier mientras conducía él mismo su automóvil
en Washington, Massachusetts abajo, hacia el centro donde trabajaba. La bomba
explotó cuando Letelier bordeaba el Sheridan Circule. Le arrancó la mayor
parte de la mitad inferior de su cuerpo. Murió poco después, al igual que Ronni
Moffitt, una estadounidense de 25 años de edad, que viajaba en el coche
con él. Un segundo pasajero, el marido de Moffitt, Michael, sobrevivió.
El asesinato de Letelier fue ordenado por el dictador chileno Augusto
Pinochet, que había derrocado al presidente democráticamente electo del país
Salvador Allende tres años antes, en un golpe militar. Letelier, que había sido
Ministro de Defensa de Allende, fue detenido durante el golpe y torturado
durante un año hasta que Pinochet cedió a la presión internacional y lo liberó.
Pero en Washington, Letelier se convirtió en el líder internacional de la
oposición a Pinochet y el dictador decidió que su adversario debía morir.
Todavía hay muchas preguntas sin respuesta acerca de este hecho.
Exactamente, ¿hasta dónde llegó la complicidad de EEUU en el
derrocamiento del gobierno de Chile? ¿Por qué la CIA ignoró un cable en el que
se advertía que los agentes chilenos ;se dirigían a EEUU? ¿Por qué
Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado, canceló una advertencia formal a Chile para que no asesinara a sus oponentes
en el extranjero sólo cinco días antes del atentado a Letelier?
Pero para mí la pregunta más interesante es la siguiente: ¿Cómo es posible
que si yo estaba tan cerca de los hechos, no supe nada del asesinato de
Orlando Letelier hasta veinte años más tarde?
El silencio social
Es cierto que sólo estaba en segundo grado cuando Letelier murió. Pero esto
fue un golpe mafioso ejecutado en el corazón de nuestro plácido y frondoso
barrio residencial. Por otra parte, va mucho más allá de Letelier – todo el
vecindario estaba embarrado con la sangrienta historia de Chile:
- Si usted se dirige a pocas cuadras
en la otra dirección de la casa de Letelier se toparía con la casa de
Ted Shackley, en la carretera de Sangamore. Shackley, llamado por algunos ““The
Blond Ghost” (El Santo Rubio), fue jefe de la División del Hemisferio
Occidental de la CIA en 1973, y jugó un papel clave en el apoyo al golpe de Pinochet. La casa de
Shackley está directamente al otro lado de la calle de la escuela
primaria Brookmont – donde mi hermana y yo estábamos en la mañana del 21
de septiembre de 1976, cuando explotó la bomba.
- Bajando la colina desde
nuestra casa está la Western Junior High, donde mi hermana estudiaría
el preuniversitario. Otra de las alumnas era Michelle Bachelet,
la actual presidenta de Chile. Después del golpe, el padre de
Bachelet fue torturado hasta la muerte; Bachelet y su madre fueron
torturadas también.
- Cuando Letelier murió, a su
hijo Francisco lo llamaron para que saliera de la clase de geometría en la secundaria Walt Whitman High School,
a la que luego asistiríamos mi hermana y yo.
- Nuestro barrio está
directamente al otro lado del río Potomac, donde queda la sede de la
CIA en Virginia. Está tan cerca que uno de nuestros vecinos que trabajaba
allí en los días de buen tiempo iba en canoa.
- En el trayecto final que
hiciera Letelier en Washington, pasó por la Iglesia Episcopal de
St. Columba; sus feligreses en ese momento incluían a George H. W.
Bush, entonces director de la CIA. Pero poco después de que Letelier fuera
asesinado, la CIA filtró un informe falso a Newsweek donde decía que& Pinochet no había
participado.
Teniendo en cuenta todo esto, se puede suponer que los adultos hayan mencionado
algo sobre el asesinato de Letelier, no necesariamente para censurar, sino simplemente
porque debieron desviar el coche para llevarnos a las prácticas de fútbol. Eso
nunca ocurrió.
Y esto no era una aberración. Además de la práctica de fútbol, íbamos a
jugar al parque Woodacres, en la misma esquina de la casa de Letelier. Durante
el otoño de 1980, mi padre se ofreció como entrenador voluntario si Irán
liberaba a los rehenes estadounidenses detenidos en Teherán, porque nuestro
entrenador regular trabajaba para el Departamento de Defensa y estaba de
guardia durante esta crisis. Todos nosotros, los niños, sabíamos que había unos
extraños extranjeros molestos con nosotros por alguna razón extranjera
incomprensible. Nadie nos informó que EEUU había derrocado al gobierno de Irán
en 1953, por lo que los iraníes tenían razones racionales para ser hostiles con nosotros.
Así que a pesar del hecho de que todo esto acontecía delante de mis ojos,
no aprendí nada de los adultos acerca de Letelier (o de la historia de EE.UU. con Irán), ni en la televisión, ni en
la escuela secundaria ni en la universidad. Tuve que aprender acerca de
ellos por mi cuenta, tras conseguir los libros en la biblioteca y leerlos.
Shhhhhhhhhh
La respuesta a mi pregunta ahora es que esta es la forma en que ciertos países
funcionan. Los antropólogos llaman a este fenómeno “silencio social”. Llos aspectos más importantes del funcionamiento de las
sociedades son exactamente los que nunca son discutidos y, por tanto, son
más fáciles de olvidar.
Pero es imposible suprimir por completo el pasado, que inevitablemente se
escapa por los bordes. Recuerdo cuando mis amigos de Bethesda y yo fuimos a ver
la película Blue Velvet (Terciopelo azul) en 1986 y cómo
esa trama tenía un completo sentido para nosotros: todo era pulido, feliz y
mundano en la superficie, mientras que por debajo había una lucha eterna,
animal y sin piedad por el poder.
Orlando Letelier se ha ido y no va a volver. No podemos cambiar eso. Pero
podemos romper el silencio social sobre su muerte, lo que somos como país y lo
que somos capaces de hacer.
Quiénes fuero los asesinos
Los cinco individuos vinculados al asesinato de Letelier fueron los
hermanos Guillermo y Ignacio Novo, José Dionisio Suárez Esquivel, Virgilio Paz
Romero y Alvin Ross Díaz, todos nacidos en Cuba y agentes de la DINA chilena, que
pertenecían a un tristemente famoso grupo terrorista, el CORU. Los contrató Michael
Vernon Townley, un agente de la CIA que actuaba al servicio de la DINA.
El CORU fue creado bajo la dirección del asesino Orlando Bosch -autor
intelectual junto a Posada Carriles de la voladura de un avión civil cubano-,
en 1976, en República Dominicana, bajo una iniciativa de la CIA que deseaba
reunir en una sola organización a varios matones anticastristas. El grupo
se atribuyó, en el curso de los años, la paternidad de cientos de crímenes.
Ignacio y Guillermo Novo no eran desconocidos del FBI. En 1964, habían
disparado con una bazooka hacia el edificio de las Naciones Unidas cuando el “Che”
Guevara se dirigía a la Asamblea General. Los hermanos Novo fueron
arrestados…, condenados… y finalmente absueltos en un segundo juicio, donde sus
defensores usaron varios artificios para descartar el elemento clave de la
prueba de la Fiscalía.
Fuente: Cubadebate
Fuente original: The Intercept
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