Drones para vigilar mexicanos
Una de las funciones que cumplirán esas naves no tripuladas será continuar vigilando a
los inmigrantes que cruzan el río Grande hacia el norte. La decisión se
difundió en el portal Defense Systems. El aeropuerto estará listo en el 2016.
Gustavo Veiga
Página 12
28 de diciembre de 2014
En Estados Unidos los drones piden pista. La tendrán en 2016 gracias a un contrato
por 33 millones de dólares. El ejército pagará esa suma para que la
multinacional SGS construya un aeropuerto exclusivo para ellos en terrenos del
Fuerte Bliss, en El Paso, Texas. No en vano se eligió esa zona fronteriza con
México. Una de las funciones que cumplirán esas naves no tripuladas será
continuar vigilando a los inmigrantes que cruzan el río Grande hacia el norte.
La decisión se difundió en el portal Defense Systems este mes y se da en el
marco de una campaña de activistas que se oponen a este tipo de tecnología
aeroespacial con fines bélicos.
El acuerdo entre el Cuerpo de Ingenieros de Forth Worth y el emporio empresario
que tiene 80 mil empleados y 1650 oficinas en el mundo, permitirá que desde el
aeródromo militar maniobren dos tipos de drones: el Grey Eagle y el modelo
Shadow. El primero es el más utilizado por las fuerzas armadas de EE.UU. Tiene
8,8 metros de largo y una autonomía de vuelo de 30 horas. También es el de
mayor tamaño entre estos aviones robotizados. El Shadow se lanza con una
catapulta, su longitud es de 3,3 metros y puede volar hasta 6 horas. El Grey
Eagle ha servido como arma de ataque en Irak y Afganistán; el segundo para
hacer inteligencia y vigilancia.
El aeropuerto, uno de los pocos que hay en su tipo, contará con casi dos
kilómetros de pistas, plataformas y un hangar de mantenimiento. “Tomará un año
aproximadamente terminar las obras. Tenemos planeada la ceremonia de la primera
piedra para el 2015 y esperemos que esté terminado en 2016”, declaró el
teniente Lee Peters, vocero del Fuerte Bliss. La base también será un centro de
entrenamiento en el manejo de esta tecnología. La Asociación Americana de
Fabricantes de Drones (Auvsi) está de parabienes. Prevé la creación de 100 mil
puestos de trabajo en esta actividad tecnológica y 82 mil millones de dólares
en ingresos durante diez años.
Los que no la pasan bien en Estados Unidos son los detractores de la industria.
Fronteras adentro, militantes que denunciaron el uso de esta tecnología para
cometer asesinatos selectivos, han ido a parar a la cárcel.
El caso más emblemático es el de Mary Anne Grady Flores. Esta abuela de 58 años y
que tiene tres nietos vive en Ithaca, Nueva York. Activista de la organización
Upstate Drone Action fundada en 2010, se sumó a las protestas ante la base
aérea de Hancock Field, vecina a Siracusa, desde donde se manejan a control
remoto los aparatos no tripulados que sobrevuelan Afganistán. El juez David
Gideon la condenó en julio pasado a un año de prisión y al pago de una multa de
mil dólares. Es el mismo que le concedió una orden de restricción al coronel de
la base, Earl Evans, quien argumentó en los tribunales que los manifestantes de
Upstate eran un riesgo para su seguridad personal.
Ni siquiera una recomendación a su señoría del Departamento de Libertad
Condicional, ni que el delito que se le imputaba a Grady Flores no merecía
prisión, ni que tiene a su cargo el cuidado de su madre, torcieron la decisión
de Gideon de enviarla a la cárcel de Jamesville, en Nueva York. La mujer le
dijo al juez antes de que dictara sentencia: “La última perversión es la
reversión de la verdadera víctima en este caso: ¿el coronel de una base militar
cuyos drones asesinan a personas inocentes al otro lado del mundo o las
personas inocentes que son las que realmente necesitan protección del terror de
ataques de drones estadounidenses?”.
Más de un centenar de militantes fueron arrestados en los últimos cinco años durante
la campaña contra la violencia teledirigida de estos aviones no tripulados.
Marcos Colville es uno más. Lo detuvieron el 9 de diciembre de 2013. Acaban de
dictarle un fallo adverso, pero no irá a la cárcel: un año de prisión
condicional. Aunque nada es comparable a las víctimas fatales de los drones en
Medio Oriente. En las guerras que ha llevado el imperio con sus socios europeos
a esa región del planeta, se estima que “el daño colateral” entre civiles
asciende al 32 por ciento. Un estudio de la New American Foundation de febrero
de 2010 lo ubicaba en aquel porcentaje.
El contrato de SGS para el aeropuerto de drones es demasiado oneroso si se lo
compara con los costos que podría demandar el uso de helicópteros. La razón, según
especialistas, es que los aviones sin piloto requieren una tripulación en
tierra de entre cinco y ocho personas para guiarlos. El uso civil que se les da
a estos aparatos en Estados Unidos está propiciando un caos en el espacio
aéreo. Pilotos y controladores de vuelos denunciaron desde el último 1º de
junio unos 25 incidentes en los que se vieron involucradas estas naves no tripuladas.
Según la Administración Federal de Aviación de los EE.UU. (FAA), los nuevos datos
revelan que los drones, sobre todo en despegues y aterrizajes en varios
aeropuertos muy transitados, están amenazando la seguridad aérea. En el de La
Guardia, en Nueva York, se comprobó que el pasado 30 de septiembre el vuelo
6230 de Republic Airlines fue “casi alcanzado” por un pequeño aparato que
volaba a 1200 metros.
Con las naves no tripuladas de Fuerte Bliss se supone que no debería ocurrir lo
mismo. “El aeropuerto será cercado y asegurado y todas las operaciones se
efectuarán en un espacio aéreo restringido”, explicaba el artículo de Defense
Systems. A esta política reservada del gobierno de Barack Obama, que intenta
modificar en el final de su mandato la imagen belicista que cosechó, algunos
teóricos la denominan light footprint o huella ligera en español. ¿Por qué? La
nueva estrategia militar de EE.UU. consiste en emplear de manera masiva el uso
de drones, fuerzas especiales y elementos de una ciberguerra. O sea, un modo de
intervención más invisible, acaso más sutil desde el empleo de la tecnología.
Como si el presidente de Estados Unidos no hubiera comprendido que ocultar las
torturas y las cárceles clandestinas a la mirada de la sociedad norteamericana
y del mundo ya no es posibles. Podría decirse, incluso, que hasta inútil.
gveiga12@gmail.com
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