Aviones no tripulados, ¿acabamos de matar al
chiquillo?
bigbrowser Le Monde 7 de enero de 2013
Traducido para Rebelión por Susana
Merino
Es un escalofriante relato bélico cuyos actores no pisaron jamás los campos
de batalla. Durante más de cinco años, Brandon Bryant combatió encerrado en un
container no más grande que una casa rodante, al fondo mismo de los EE.UU. “Solo
era necesario que apretara un botón en Nueva México para que un hombre muriera
en la otra punta del planeta” sintetiza el periodista del diario alemán Der
Spiegel en una cautivadora investigación sobre los pilotos de aviones no
tripulados, publicada esta semana en versión francesa en el Courrier
International.
Allí se descubre la otra cara de la guerra moderna, “invisible” a la que “la
distancia le quita gravedad” “La guerra moderna pretende ser más precisa que la
antigua, escribe el periodista y por eso muchos la llaman “más humana” Es sobre
esta la idea que plantea el raro testimonio del joven soldado.
Brandon Bryant tiene 27 años y recuerda con precisión las montañas afganas
con sus cumbres nevadas y sus verdeantes valles que le recuerdan su Montana
natal, observándolas desde 10 mil km de distancia. Sintesis:
Aquel día en la retícula del drone, una casa plana con un establo para las
cabras, recuerda. Cuando llega la orden de hacer fuego, Brandon aprieta un botón
con su mano izquierda […] El dron lanza un misil tipo Hellfire. Quedan aún seis
segundos antes del impacto. “Los segundos pasan lentamente” recuerda actualmente
Brandon […] Aún entonces puede detener el misil. Tres segundos, Brandon observa
hasta el más pequeño pixel en la pantalla. De repente un pequeño que corre en
uno de los ángulos de la casa […] Brandon ve un resplandor en la pantalla – la
explosión. Caen pedazos de la construcción. El niño ha desaparecido. Brandon
tiene el estómago hecho un nudo.
“¿Acabámos de matar un chiquillo? Pregunta al colega que está sentado a su
lado
“Creo que era un chiquillo” le responde el piloto […]
Interviene entonces alguién a quién no conocen, alguién que se encuentra en
alguna parte, en un puesto de comando del ejército que ha seguido el ataque:
“No, era un perro”.
Recuerdan de nuevo lo que registraron. ¿Un perro con dos piernas? Cuando
Brandon Bryant sale ese día de su container el corazón de la América profunda se
extiende ante él: la tupida hierba de la estepa sin límites, los campos, el olor
del borde boscoso […] Se está desarrollando una guerra.
El responsable de la fuerza de intervención con aviones no tripulados en la
Fuerza Aérea Estadounidense perfiere evocar el uso humanitario de los aviones no
tripulados luego del terremoto de Haití, el éxito contra las fuerzas de Kadafi
en Libia y el apoyo aéreo a las tropas terrestres en Afganistán, afirmando:
“Salvamos vidas” ante el periodista el comandante jura “no haber visto morir más
que combatientes”
Brandon afirma por su parte que durante sus seis años en la Fuerza Aérea
estadounidense ha “visto morir, hombres, mujeres y niños” y que jamás imaginó
matar tanta gente.
Impactado por las terribles escenas a las que asiste en directo, a pesar de
la distancia, termina por no soportar más su “cockpit” de Nuevo México. Sueña en
“infrarrojos” de noche no puede dormir, le dice a sus superiores. En su diario
íntimo escribe: “En el campo de batalla no hay beligerantes, solo sangre, la
guerra es total. Me siento absolutamente muerto. Quisiera que mis ojos se
deshicieran.
Un día cae a la oficina, escupiendo sangre. Los médicos del departamento de
antiguos combatientes le diagnostican un síndrome postraumático “La esperanza de
una guerra confortable sin secuelas psicológicas, duró demasiado” dice el
periodista.
Fuente: http://bigbrowser.blog.lemonde.fr/2013/01/04/drones-on-vient-de-tuer-le-gamin/
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