El discurso de El Cairo ¿Un nuevo comienzo o la misma hipocresía de
siempre?
Primera parte: ¿Un nuevo comienzo o la misma hipocresía de
siempre?
Nima Shirazi palestinethinktank.com 12 de junio de 2009
Traducido por S. Seguí
El jueves 4 de junio de 2009, el día anterior al 42o aniversario
de la conquista por Israel del resto de Palestina, dos días antes del 65o
aniversario del día D y exactamente 425 años después del día en que Sir
Walter Raleigh fundó la primera colonia británica en el Nuevo Mundo, en Roanoke
Island, el presidente Barack Obama leyó un esperadísimo discurso que muchos
confiaban que señalara un cambio histórico sin precedentes en la política
exterior de Estados Unidos, y demostrara una transformación de las relaciones de
este país con el llamado mundo musulmán.
Podrían escribirse miles de palabras sobre si Obama estuvo o no a la altura
de las expectativas en su discurso, de tan amplia temática, en la Universidad de
El Cairo. ¿Estuvo a la altura del desafío del siglo, con respeto, gracia y
compasión? ¿O bien aprovechó la ocasión para dar el espaldarazo a la hegemonía
israelí, el imperialismo americano y el poder occidental sobre pueblos y
culturas indígenas?
¿Debemos alabar sus citas coránicas, su denuncia de los estereotipos
islámicos negativos, su utilización de términos como colonialismo, ocupación y
Palestina? ¿Deberíamos maravillarnos de su comprensión del hecho que, como
resultado del imperialismo occidental y la Guerra Fría, a muchos musulmanes se
les negaran “derechos y oportunidades” y los países musulmanes fueran “tratados
como países satélites, sin tener en cuenta sus propias aspiraciones”?
¿Deberíamos estar encantados con su reconocimiento de que Irán, país firmante
del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, tiene el inalienable
“derecho a acceder a la energía nuclear con fines pacíficos”, aun cuando nunca
mencionara a Israel por su nombre cuando dijo que “ningún país por sí sólo
debería determinar qué países disponen de armas nucleares” y señalara que
“algunos países disponen de estas armas” y “otros no”? ¿Y qué decir de la
extraordinaria confesión de que “Estados Unidos tuvo un protagonismo en el
derrocamiento de un gobierno iraní democráticamente elegido?
¿Deberíamos danzar la danza del cambio y la esperanza porque Obama
reconociera lo innegable: el sufrimiento, el desplazamiento, la deshumanización
y las legítimas expectativas de dignidad, oportunidad y construcción de un
Estado del pueblo palestino? ¿Deberíamos pasar algún tiempo comparando y
contrastando los adjetivos “indestructible” e “intolerable”? ¿Debería
estimularnos la referencia de Obama al “derecho a la existencia” de Israel, que
deliberadamente excluyó el calificativo habitual y excluyente de “como Estado
judío”? ¿Y qué pensar de su resuelto rechazo de la colonización ilegal israelí
que está teniendo lugar en estos momentos? ¿O de su asociación entre la
resistencia palestina a la ocupación y el deseo de “derechos plenos e iguales”
con la lucha del pueblo afroamericano contra la brutalidad de la esclavitud y la
“humillación de la segregación”? ¿O de su yuxtaposición de la narrativa
palestina con la del apartheid de Suráfrica?
¿Cómo podemos tomar la elevada retórica de Obama y su inspiradora invocación
de una Humanidad unificada? ¿Y la pasmosa hipocresía? ¿Con cuánta pasión
deberíamos destacar que, en el mismo momento en que Obama declara su
“indesmayable” compromiso de “lucha contra los extremismos violentos” que
amenazan al pueblo estadounidense y contra “las muertes de hombres, mujeres y
niños inocentes”, aviones no tripulados Predator y Reaper, que
lucen en su fuselaje las barras y estrellas, surcan los cielos de Afganistán y
Pakistán, aumentando probablemente la escandalosa cifra de muertos que acumula
ya el joven gobierno de Obama. ¿Deberíamos recordar a todo el mundo que, hace
tan solo un mes, estos raids aéreos asesinos se cobraron en un solo día las
vidas de más de 120 civiles afganos en la población de Granai? ¿Y qué hay del
hecho de que, en sus primeros 100 días, el nuevo presidente haya conseguido
crear más de dos millones de refugiados pakistaníes?
Al manifestar que los acontecimientos del 11-S traumatizaron al pueblo
estadounidense, y afirmar que Estados Unidos de América no es un “imperio atento
sólo a su propio interés”, y al declarar que las acciones de “extremistas” son
“irreconciliables con los derechos de los seres humanos, el progreso de las
naciones y el Islam”, Obama omitió cualquier mención a las 700 bases militares
que puntean el globo o a los cuatro millones de refugiados iraquíes resultado de
la invasión de este país por Estados Unidos. Dijo que Al Qaeda ha “matado a
personas de diferentes credos, pero más que ningún otro, ha matado a
musulmanes.” Obama no mencionó los más de un millón de iraquíes muertos en estos
seis años que no son responsabilidad de Al Qaeda, sino que son víctimas de los
Estados Unidos.
Obama citó el Corán cuando dijo que “quien mata a un inocente es como si
matase a toda la Humanidad”, y que “quien salva a una persona es como si hubiese
salvado a toda la Humanidad.” Así pues, ¿cuántas Humanidades han sido destruidas
por Estados Unidos en su intento de proteger a sus ciudadanos a medio mundo de
distancia?
Sobre el 11-S, Obama declaró: “Las víctimas eran hombres, mujeres y niños
inocentes de Estados Unidos y de muchos otros países que no habían hecho ningún
daño a nadie. Y sin embargo, Al Qaeda decidió asesinarlos sin piedad,
reivindicar el ataque, e incluso hoy manifestar su decisión de matar a gran
escala. Tienen afiliados en muchos países e intentan ampliar su alcance. Esto no
son opiniones que puedan debatirse, son hechos a los que hay que hacer
frente.”
Imaginen lo siguiente: si en este párrafo anterior el término Estados
Unidos fuese sustituido por Palestina, y Al Qaeda por el
ejército israelí, el presidente habría estado hablando de la devastación
causada por Israel en Líbano en 1982 y 2006, el bombardeo de Gaza el pasado
invierno, y su manifiesta decisión de atacar Irán. Por supuesto, esta relación
Obama la omitió.
En uno de los fragmentos más reveladores de su discurso de 50 minutos, Obama
manifestó que “los Palestinos deben abandonar la violencia. Es una verdad
evidente, la violencia es un callejón sin salida. No es ni un signo de valor ni
de poder lanzar cohetes sobre niños dormidos, o hacer saltar por los aires a
mujeres en un autobús. No es así como se consigue la autoridad moral, es así
como se renuncia a ella.”
Este ruego de Obama en favor de la resistencia pacífica y la denuncia de la
violencia es sin duda encomiable, especialmente en labios de un presidente
estadounidense. Pero aquí hay algo que no cuadra. Obama dirigió estas
observaciones sólo a los palestinos, dando fuerza así una vez más a toda la
narrativa propagandística según la cual los árabes practican un terrorismo
inmoral mientras que Israel actúa sólo en una defensa propia necesaria. Es
absurdo. No se dijo una sola palabra de los mortíferos ataques de Israel contra
la población encerrada y hambrienta de Gaza, durante los cuales los militares
israelíes mataron más de 1.400 palestinos –85% de los cuales eran civiles–, de
ellos 400 niños. Obama no consideró necesario condenar la utilización de misiles
y bombas, fósforo blanco y explosivos de metal inerte denso, tanques,
aplanadoras, aviones no tripulados y balas, todo ello de fabricación
estadounidense, contra niños durmientes y adultos aterrorizados en Beit Lahiya,
Beit Hanoun y Jabalya. Aparentemente, Obama no considera que Israel haya
renunciado a su autoridad moral al mantener a los palestinos bajo ocupación
militar durante un cuarto de siglo, al arrestar y a veces matar a tiros a
quienes protestan pacíficamente contra la anexión continua de tierra palestina
(17 palestinos han muerto por disparos israelíes cuando protestaban contra el
muro, desde 2004), o al mantener a miles de palestinos en las prisiones de
Israel durante años, sin cargos ni juicios. Los israelíes que protestan por el
comportamiento agresivo y racista de su gobierno son vilipendiados, y los
valientes jóvenes que se niegan a prestar servicio en la ocupación son enviados
a la cárcel.
Pero en ningún lugar fue la ironía de Obama más vergonzosa que cuando pidió a
los palestinos que “pensasen sobre todo en lo que pueden construir”, sin añadir
que durante el ataque a Gaza Israel destruyó más de 5.000 viviendas, 16
edificios gubernamentales, 20 mezquitas y muchas escuelas, universidades y
hospitales. Israel atacó ambulancias, instalaciones y refugios de las Naciones
Unidas, almacenes de alimentos, fábricas y plantas energéticas. Y es evidente
que, si bien Obama pidió poner fin a los asentamientos ilegales en Cisjordania
(sin mencionar el desmantelamiento de las actuales colonias y puestos avanzados
israelíes, todos ellos ilegales con arreglo al Derecho Internacional), no puso
en cuestión la continua construcción y el mantenimiento de los controles
militares israelíes, sus torres de vigilancia, el muro del apartheid, y
las carreteras de circunvalación cerradas a los palestinos que dividen sus
tierras.
Es cierto que Obama manifestó su apoyo a un Estado palestino e instó a Israel
a reconocer el “derecho a la existencia” de Palestina. También mencionó la
opresora ocupación de Cisjordania y el estrangulador bloqueo y cerco económico
de Gaza cuando dijo:
“… Israel debe también estar a la altura de sus obligaciones y garantizar que
los palestinos puedan vivir, trabajar y desarrollar su sociedad. Del mismo modo
que destroza las familias palestinas, la crisis humanitaria actual de Gaza no
sirve a la seguridad de Israel, ni tampoco la continua falta de oportunidades de
Cisjordania. El progreso en la vida cotidiana del pueblo de palestina debe ser
un elemento central de la vía hacia la paz, e Israel debe dar pasos concretos
que permitan dicho progreso.”
Son, sin duda, hermosas palabras en labios de la persona más poderosa del
planeta, y debería ser una esperanza para todos los defensores de los derechos
humanos y el Derecho Internacional que Obama diese continuidad a estas demandas
y sugerencias con medidas concretas. Hay siempre el temor de que los grandes
objetivos y los bonitos discursos sirvan para reforzar los medios israelíes que
permitan alcanzar los objetivos estadounidenses. Ahora bien, a la vista de las
palabras de Obama en El Cairo hoy hay la posibilidad de hallar un mejor punto de
partida.
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