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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Estas son las desgarradoras memorias de un torturador

Un relato sobre cómo el hombre se convirtió en bestia en Abu Ghraib, contado en primera persona

Margaryta Yakovenko
PlayGround
8 de abril de 2016

Abu Ghaib

Abu Ghaib

Imágenes de Billie Grace Lynn

"Yo fui un interrogador en Abu Ghraib. Yo torturé".

Con estas palabras, Eric Fair describe su trabajo en Irak en un artículo publicado en The New York Times.

Fair fue enviado en 2004 a la cárcel de Abu Ghraib como interrogador civil. Ese mismo año, las infames fotografías de las torturas de los prisioneros de esa cárcel salían a la luz.

Una pirámide de hombres desnudos, un hombre con la cabeza tapada de pie en posición de crucifixión, un hombre cubierto de excrementos de perro...


Todo eso se convirtió en una oscura parte de la Historia de Estados Unidos. Todo eso es ahora la recurrente pesadilla de Eric Fair.

Fair denunció varias veces lo que presenció en Irak en medios estadounidenses pero ahora ha decidido contar toda la historia en un libro que ha titulado Consecuencia.

"A pesar de mis esfuerzos, no puedo ignorar los errores que he cometido en los interrogatorios de Fallujah. Fallé al no desobedecer una orden sin mérito, fallé en no proteger a un prisionero bajo mi custodia, fallé en no cumplir con las normas de decencia humana", escribe Fair en un artículo de The Washington Post.

"En cambio, intimidé. degradé y humillé a un hombre que no podía defenderse a sí mismo. Puse en compromiso mis valores. Nunca me perdonaré a mí mismo".


Fair creció en una comunidad fuertemente presbiteriana que valoraba la fe por encima de todas las cosas. En 1995 se alistó en el ejército, en un programa lingüístico. Se convirtió en experto de la lingüística árabe.

En 2002 le diagnosticaron problemas cardíacos; ya no podía continuar su carrera militar.

Cuando comenzó la guerra de Irak del 2003, Fair se alistó en el CACI, una agencia de información estadounidense para la que no se requerían exámenes médicos.

Fue enviado a Irak, a la cárcel de Abu Ghraib. Su trabajo consistía en interrogar a los prisioneros, de los que por cierto, se disponía de muy poca información.

Algunos eran culpables, otros no. Todos estaban encarcelados en condiciones intolerables. Todos sufrieron vejaciones.

La Cruz Roja estimó que entre un 70% y un 90% de los encarcelados habían sido detenidos por error.

"He visto cómo los detenidos fueron obligados a permanecer desnudos toda la noche, temblando en sus celdas frías, pidiéndonos ayuda. Otros sufrieron largos períodos de aislamiento en habitaciones pintadas enteras de negro. La falta de sueño y comida era muy común junto a los abusos físicos, las patadas y los golpes", relata Fair en Consecuencia.

En el 2007, el interrogador no lo soportó más. Lo confesó todo a un abogado del Departamento de Justicia y a dos agentes del Comando de Investigación Criminal del Ejército.

Proporcionó imágenes, cartas, nombres, cuentas de primera mano, los lugares y las técnicas usadas.

No fue procesado.


"Torturamos a la gente de la manera correcta", relata en su libro. "Seguimos los procedimientos adecuados y las técnicas aprobadas".

El informe publicado por el Comité de Inteligencia del Senado en diciembre de 2014 dio a conocer que la CIA no rendía cuentas ante los organismos de EEUU y proporcionó información falsa y engañosa al Congreso y a la Casa Blanca.

El informe indicó que al menos 26 personas fueron detenidas injustamente y sin cumplir las normas del gobierno para la detención.

Fair no participó en las detenciones, su trabajo consistía en interrogar. Para ello usó, al igual que todos los demás trabajadores, técnicas agresivas que incluían dejar sin sueño una semana a los detenidos, aislarlos, manipular sus comidas u obligarlos a permanecer en posiciones dolorosas durante horas.

Ahora la culpa le corroe.

Actualmente, Fair imparte clases de escritura en la Universidad de Lehigh pero no consigue olvidar lo que pasó en Irak.

Él, que ahora corrige textos de sus alumnos, él torturó.

Cada noche tiene pesadillas en las que hay charcos de sangre que tiemblan, rostros sin nombre que le piden clemencia.

Su matrimonio se desmorona. Sus problemas con la bebida pueden acabar con su corazón más pronto que tarde.

Constantemente escucha sonidos en su cabeza que le suplican, que lloran, que gritan. Oye como la cabeza de uno de los detenidos choca contra la pared, como sus huesos se quiebran y crujen. Oye los sonidos de la muerte.

Escribir su libro le ha ayudado a sacar esa confesión agonizante de la crueldad que anidaba en su corazón. A exponer uno de los episodios más oscuros de la guerra de George Bush.


Para Fair, este episodio no debe quedar olvidado, debe ser parte de la Historia turbia de los EEUU, debe estar presente cada vez que se quiera iniciar una guerra por "los valores de la democracia".

Su libro es en el fondo un relato valiente que cuestiona a todo un país, que cuestiona a todos los seres humanos.

Sin embargo, él seguirá viviendo con estas visiones para siempre. Con los sonidos agónicos. "Así es como debería ser", confiesa el hombre que torturó.


 

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