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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




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Fui testigo de la crueldad estadounidense como abogado de Guantánamo. Las deportaciones de Trump resultan inquietantemente familiares

Mark Denbeaux
The Guardian
01 de mayo de 2025

Las alegaciones del gobierno contra los detenidos eran papel mojado y el proceso estaba plagado de errores. Ahora se repite la historia


Las propias pruebas del gobierno estadounidense establecen que sólo el 8% de los llevados a Guantánamo eran combatientes de Al Qaeda". Fotografía: Reuters

Guantánamo es un horror que los estadounidenses han intentado olvidar. Pero el régimen de deportación del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (Ice) se parece tanto a los males de Guantánamo que obliga a compararlo. Esa comparación revela diferencias significativas pero similitudes aterradoras.

El 11 de enero de 2002 se inauguró el centro de detención. Los primeros detenidos, vestidos con monos naranjas, desfilaron cojeando para mostrar a la prensa el éxito del gobierno en esta batalla de la "guerra contra el terror".

A pesar de este dramático desfile, había muy pocos terroristas reales entre ese grupo. De hecho, muy pocos terroristas reales fueron llevados a Guantánamo. No se celebraron audiencias, procedimientos ni revisiones de ninguno de estos detenidos iniciales para determinar por qué habían sido incluidos. Lo que importaba no era la verdad, sino la foto.

Representé a cuatro personas detenidas durante casi 20 años en Guantánamo, por lo que no es de extrañar que reaccionara de forma visceral ante la visión de personas secuestradas en las calles de mi propio país por hombres no identificados vestidos de paisano; encadenadas y luego metidas a empujones en coches sin matrícula, conducidas a lugares secretos y recluidas en régimen de incomunicación, incluso aisladas de sus familias y abogados.

Gitmo era una base militar situada fuera de Estados Unidos y elegida para este fin porque parecía improbable que la Constitución se aplicara allí a acciones en las que estuvieran implicados extranjeros y porque cualquier acceso de la prensa podía ser estrictamente controlado. Esto permitió la demonización sistemática de los detenidos, que fue fundamental para negarles cualquier audiencia.

Tal demonización fue un éxito para Guantánamo que los primeros abogados llegaron creyendo que nos encontrábamos con monstruos. La mayoría de los abogados salieron de sus primeros encuentros con sus clientes creyendo que, mientras que otros detenidos debían de ser demonios, el propio cliente de cada abogado era la desafortunada víctima de una detención errónea. Sólo mucho más tarde quedó claro que esos "errores" eran la norma, no la excepción.

Para mí, la verdad surgió una noche que estaba sentado fuera del cuartel, bajo un cielo cubano tachonado de estrellas, con otros abogados hablando de las visitas de sus clientes. Sólo podíamos hablar entre nosotros mientras estábamos en la base naval de Guantánamo; nuestras autorizaciones secretas nos prohibían informar sobre nuestros clientes cuando regresábamos a casa. Uno dijo: "Sé que aquí hay tipos malos, pero mi cliente no lo es. No sé por qué está aquí".

Me alivió oír eso, porque ninguno de mis dos clientes merecía estar allí tampoco.

Al día siguiente, durante mi visita, mi cliente me preguntó por qué estaba allí y qué podía hacer por él. Le expliqué que el Corte Suprema le había permitido tener un abogado que le representara. No se dejó impresionar: "Y si ganas en el tribunal por mí, ¿de qué servirá ganar? ¿De qué tamaño es el ejército del Corte Suprema?

Incluso hoy, algunos no reconocen el engaño al por mayor que supone etiquetar de "terroristas" a la gran mayoría de los detenidos en Guantánamo. Cuando se le obligó, años después de las primeras detenciones, a presentar sus fundamentos para la detención de un recluso, las únicas alegaciones que hizo el gobierno, en su totalidad, fueron:

    El detenido está asociado con los talibanes

    I El detenido indica que fue reclutado por los talibanes.

    El detenido participó en hostilidades contra los EE.UU. o sus socios de la coalición.

    1. El detenido admite que fue ayudante de cocina de las fuerzas talibanes en Narim, Afganistán, bajo el mando de Haji Mullah Baki.

    ii. El detenido huyó de Narim a Kabul durante la Alianza del Norte.

Apenas se ha afirmado que el detenido fuera un terrorista, por no mencionar que nunca se ha comprobado la veracidad de esas afirmaciones. Este individuo fue simplemente puesto en libertad, en silencio, muchos años después.

“La necesidad de un proceso es especialmente crucial porque ya se han descubierto errores trágicos”.

Esta persona no era un detenido atípico. Sólo el 5% de los detenidos en Guantánamo fueron capturados por las fuerzas estadounidenses; los demás nos fueron entregados por jefes tribales afganos, señores de la guerra y funcionarios locales a cambio de cuantiosas recompensas, lo que significa que a menudo no había forma de determinar si las acusaciones eran ciertas ni de comprobar si, aun siendo ciertas, eran suficientes para justificar una detención prolongada. De hecho, las propias pruebas del gobierno estadounidense establecen que sólo el 8% de las personas llevadas a Guantánamo eran combatientes de Al Qaeda. Incluso el gobierno admite que al menos el 55% de todos los detenidos en Guantánamo nunca fueron acusados de un solo acto hostil contra Estados Unidos o sus aliados.

Esto nos lleva a la actual demonización de muchos migrantes, a los que con frecuencia se niegan derechos procésales esenciales. Estos migrantes han sido trasladados fuera de Estados Unidos, y la ausencia total de procedimientos legales ha permitido al gobierno ocultar sus numerosas deportaciones erróneas. La necesidad de un proceso es especialmente crucial porque ya se han descubierto errores trágicos y estos descubrimientos ad hoc muestran con qué frecuencia, y con qué facilidad, se puede capturar, detener y deportar erróneamente a personas basándose en acusaciones no probadas de algunos burócratas desconocidos y que no rinden cuentas. A diferencia de Guantánamo, el gobierno no ha conseguido ocultar del todo sus acciones y los escasos datos de que disponemos sugieren que, una vez más, los errores son la norma, no la excepción.

Kilmar Ábrego García es ciudadano salvadoreño, reside legalmente en Estados Unidos, está casado con una ciudadana estadounidense y es padre de tres hijos, también ciudadanos estadounidenses: un niño de cinco años con autismo grave y sordo de un oído; un niño de nueve años con autismo; y un niño de diez años que padece epilepsia.

Ábrego García había recibido una orden judicial que le protegía de la deportación porque tenía un temor fundado a la violencia de las bandas en El Salvador. Sin embargo, fue enviado allí en lo que la administración Trump llama un "error administrativo". La administración se ha negado a corregir su error porque Ábrego García está detenido en un país extranjero y la administración afirma que no tenía capacidad para obligar a su regreso. Los tribunales federales ordenaron su devolución a Estados Unidos y a su familia, pero la administración siguió negándose y recurrió al tribunal supremo. El corte suprema dictó una orden por la que el gobierno debe "facilitar" el regreso de Ábrego García.

No hay pruebas de que el gobierno vaya a hacerlo. Pero el cumplimiento del tribunal supremo es esencial. De lo contrario, resuena la pregunta de mi cliente de Guantánamo: "¿Cómo de grande es el ejército del corte suprema?".

Mark Denbeaux es profesor emérito de la Facultad de Derecho de Seton Hall y durante 18 años representó a cuatro detenidos en Guantánamo que habían sufrido torturas de la CIA


 

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