¿Cómo Estados Unidos ha esparcido caos
a nivel global?
Nicolas J.S. Davies
De ConsortiumNews
30 de octubre de 2017
Traducción del inglés para El Mundo no Puede Esperar 4 de diciembre de 2017
Como reconoció el documental de PBS acerca de la
guerra en Vietnam por parte de Estados Unidos, pocos oficiales americanos
creyeron que Estados Unidos podría ganar la guerra, ni siquiera aquellos
aconsejando a Johnson cuando comprometió a cientos de miles de tropas
estadounidenses, ni los que aconsejaron a Nixon mientras aumentaba el brutal
bombardeo aéreo que ya había matado millones de personas.
Una bomba F-105s de la Fuerza Aérea destruye un objetivo en el mendigar sureño de Vietnam
del Norte el 14 de junio de 1966 (Fotografía atribuida a la Fuerza Aérea
Estadounidense)
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Conversaciones grabadas en la Casa Blanca revelaron, así como algunos
escritores han documentado, las razones para vadear dentro del Big Muddy,
como Pete Seeger lo satiriza, y luego presionando sin cuidado alguno,
todo se redujo a “credibilidad”: la credibilidad política doméstica de los
políticos involucrados y la credibilidad internacional de Estados Unidos como
un poder militar.
Una vez que la CIA entró a hacer su trabajo en Vietnam
para socavar los pactos de Ginebra de 1954 y la reunificación planeada del
norte y el sur a través de elecciones justas y libres en 1956, el muerto fue
echado. El apoyo de la CIA para el régimen represivo Diem y sus sucesores aseguraron
una guerra siempre más fuerte, cuando el sur se rebeló y se levantó, apoyados
por el norte. Ningún presidente estadounidense puede librar a su país de
Vietnam sin exponer los límites de lo que puede lograr su ejército,
traicionando mitos sostenidos ampliamente y los poderosos intereses que
sostuvieron y de los cuales se beneficiaron.
La criticada “lección de Vietnam” fue resumida por Richard Barnet en su libro Roots of War
de 1972. “En el momento en el que la nación número
uno perfeccionó la ciencia de matar,” escribió Barnet, “se convirtió en un
medio impráctico para la dominación política”.
Perder la guerra de Vietnam fue un golpe fuerte para
la CIA y el complejo industrial militar estadounidense y fue un insulto sumado
a las heridas para cada americano que había perdido camaradas o seres queridos
en Vietnam, pero acompañó más de una década de paz relativa para América y el
mundo. Si el propósito del ejército es proteger a los Estados Unidos del
peligro de una guerra, como tanto proclaman nuestros líderes, el “Síndrome de
Vietnam” o la reluctancia de ser atraídos a nuevas guerras, mantuvo la paz y
salvó una enorme cantidad de vidas, sin duda.
Incluso el cuerpo de oficiales superiores del ejército estadounidense lo
vio de esa manera, ya que muchos de ellos sobrevivieron los horrores de Vietnam
cuando eran jóvenes soldados. La CIA todavía podía causar estragos en América
Latina y en otros lugares, pero la enorme fuerza destructiva del ejército
estadounidense no sería nuevamente desatada hasta la invasión de Panamá en 1989
y hasta la Primera Guerra del Golfo en 1991.
Medio siglo después de Vietnam, hemos cerrado trágicamente el círculo.
Con la inteligencia politizada de la CIA corriendo libre en Washington y todas
sus operaciones encubiertas esparciendo violencia y caos en cada continente, el
presidente Trump enfrenta las mismas presiones para mantener su propia
credibilidad y la de otros, como Johnson y Nixon lo hicieron. Su respuesta
predecible ha sido escalar guerras en curso en Siria, Irak, Afganistán, Yemen,
Somalia y el oeste de África, y amenazar con nuevos ataques a Corea del Norte,
Irán y Venezuela.
Trump enfrenta estas preguntas, no solo en un país, Vietnam, sino en
docenas de otros países alrededor del mundo con sus intereses perpetuando y
recargando este ciclo de crisis y guerra que solo se han atrincherado con el
paso del tiempo; como el presidente Eisenhower advirtió que pasaría, a pesar
del final de la Guerra Fría. y, hasta la fecha, a pesar de la falta de una amenaza
real hacia los Estados Unidos.
Irónicamente, pero de manera predecible, la política agresiva e ilegal
de guerra de los Estados Unidos ha provocado, finalmente, una amenaza militar
real hacia el país, aunque sea una que haya surgido únicamente como una
respuesta a los planes de guerra estadounidenses. Como expliqué en un artículo
reciente, Corea del Norte descubrió, en el 2016, un plan para asesinar al
presidente Kim Jong Un y eso provocó el lanzamiento de un programa para
desarrollar misiles balísticos de largo alcance que podrían dar a Corea del
Norte un disuasorio nuclear y la oportunidad de prevenir un ataque por parte de
Estados Unidos. Pero los norcoreanos no se sentirán seguros de un posible
ataque hasta que sus líderes y los nuestros estén seguros de que sus misiles
pueden ejecutar un ataque nuclear a tierra estadounidense.
Los pretextos de la CIA para la guerra
El coronel de la Fuerza Aérea, Fletcher Prouty, fue el jefe de
operaciones especiales para el Joint Chiefs of Staff del 95 al 64, manejando el
sistema de apoyo militar global para la CIA en Vietnam y alrededor del mundo. El
libro de Prouty, The Secret
Team: The CIA and its Allies in Control of the United States and the World,
fue suprimido cuando fue publicado por primera vez en
1973. Miles de copias desaparecieron de las librerías y de las tiendas y un
misterioso coronel de la armada compró un cargamento de 3,500 copias que el
editor mandó a Australia, pero el libro fue publicado nuevamente en el 2011 y
es un oportuno recuento del rol de la CIA en la política del país.
El sello de la CIA en el lobby de la oficina central de la agencia espía (foto del gobierno de los Estados Unidos)
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Sorpresivamente, Prouty describió el rol de la CIA como una respuesta por parte de gente
poderosa y de sus intereses para desaparecer el Departamento de Guerra
estadounidense y para la creación del Departamento de Defensa en 1947. Una vez
que el rol del ejército estadounidense fue redefinido como un rol de defensa,
en línea con la prohibición en contra de las amenazas o uso de la fuerza
militar de las Naciones Unidas en 1945 y movimientos similares por parte de
otras potencias militares, requeriría algún tipo de crisis o amenaza para
justificar el uso de fuerza militar en un futuro, tanto política como
legalmente. El fin principal de la CIA, como lo veía Prouty, era crear esos
pretextos que pudieran llevar a la guerra.
La CIA, es un híbrido entre un servicio de inteligencia que junta y analiza inteligencia extranjera y un
servicio clandestino que conduce operaciones encubiertas. Ambas funciones son
esenciales para crear pretextos para guerras y eso es lo que han hecho por los
últimos 70 años.
Prouty describe cómo la CIA se ha infiltrado en el ejército, en el Departamento de
Estado, en el Consejo de Seguridad Nacional y otras instituciones de gobierno, colocando
oficiales encubiertos en posiciones críticas para asegurarse de que sus planes
sean aprobados y de que tengan acceso a cualquier tipo de fuerzas, armas,
equipo, municiones y otras fuentes necesarias para llevar a cabo sus acciones.
Varios oficiales de inteligencia retirados, como Ray McGovern y los
miembros del Veteran Intelligence Professionals for Sanity (Profesionales Informantes Veteranos por Sensatez) (VIPS), vieron la fusión de operaciones
clandestinas y análisis de inteligencia en una agencia como corrupción del
análisis objetivo que trataron de proveer a los creadores de políticas. Formaron
VIPS en 2003 en respuesta a la fabricación de inteligencia politizada que
proveía de falsos pretextos para la invasión y destrucción de Irak.
La CIA en Siria y África
Pero Fletcher Prouty estaba todavía más perturbado por la manera en que la CIA usaba
operaciones clandestinas para detonar golpes de estado, guerras y caos. La
guerra civil y apoderada en Siria es un ejemplo perfecto de lo que él quería se
refería. En el 2011, después de destruir Libia y ayudar al asesinato y tortura
de Muammar Gaddafi, la CIA y sus aliados comenzaron a volar luchadores y armas
desde Libia a Turquía para infiltrarlas en Siria. Después, trabajando junto con
Arabia Saudita y Qatar, Turquía, Croacia y otros aliados, esta operación vertió
miles de toneladas de armas en los bordes sirios para poder encender una guerra
civil de escala mayor.
Rebeldes moderados sirios respaldados por Estados
Unidos sonríen mientras se preparan para decapitar a un niño de 12 años
(izquierda) cuya cabeza levantan triunfante en un video posterior (imagen del
video de YouTube)
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Una vez que estas operaciones encubiertas toman camino, siguen sin
control hasta desencadenar una salvaje afiliación de Al Qaeda en Siria (Jabhat
al-Nusra, hoy llamados Jabhat Fateh al-Sham), generando lo que se conoce como el
“Estado Islámico”, disparando la más pesada y letal campaña de bombardeo por
parte de Estados Unidos desde Vietnam y empujando a Rusia, Irán, Turquía,
Israel, Jordania, Hezbollah, milicias kurdas y prácticamente a todos los
Estados o grupos armados en el Medio Oriente hacia el caos de la guerra civil
siria.
Mientras Al Qaeda y el Estado Islámico expanden sus operaciones en
África, las Naciones Unidas publican un reporte titulado “Camino al extremismo
en África: choferes, incentivos y el punto de inflexión para el reclutamiento”
(Journey to
Extremism in Africa: Drivers, Incentives and the Tipping Point
for Recruitmen), basándose en 500
entrevistas con militantes africanos. Este estudio encontró que el tipo de
operaciones especiales y de entrenamiento y apoyo que conducen la CIA y AFRICOM
en África son, de hecho, el punto de inflexión que lleva a los africanos a
unirse a grupos militares como Al Qaeda, Al-Shabab y Boko Haram.
El reporte encontró que las acciones del gobierno, como el asesinato o detención
de amigos y/o familiares era el punto de inflexión que llevó al 71% de los
militantes africanos entrevistados a unirse a grupos armados, y eso fue un
punto más importante que la ideología religiosa.
Las conclusiones de Journey to Extremism in Africa confirman los descubrimientos de otros estudios similares. El
Centro de Civiles en Conflicto entrevistó a 250 civiles que se unieron a grupos
armados en Bosnia, Somalia, Gaza y Libia para su estudio The People’s
Perspectives: Civilian Involvement in Armed Conflict en el 2015. El estudio encontró que la motivación más común para
civiles que se unen a grupos armados es la protección propia y de sus familias.
El rol de “antiterrorismo” de las operaciones estadounidenses en
abastecimiento de resistencia armada y terrorismo y en la ausencia de un plan
para reducir la violencia asimétrica desencadenada por la “lucha global contra
el terror” no fue ninguna sorpresa para Fletcher Prouty. Como explicó
previamente, las operaciones clandestinas de este tipo, siempre toman vida
propia que no está relacionada, y muchas veces es contra producente, con ningún
objetivo racional político de Estados Unidos.
“Mientras uno se relaciona de manera más íntima con
esta actividad”, escribe Prouty, “más comienzas a darte cuenta de que estas
operaciones raramente, si es que alguna vez lo hicieron, iniciaron de un
intento de alcanzar algún objetivo nacional en primer lugar”.
Los Estados Unidos justifican el desplazamiento de seis mil fuerzas especiales y
entrenadores militares a 53 de 54 países africanos en respuesta al terrorismo. Pero
el Journey to Extremism in Africa de la ONU deja claro que la
militarización estadounidense en África es, de hecho, el punto de inflexión que
lleva a los africanos en todo el continente a unirse a grupos armados de
resistencia en primer lugar.
Esta es una operación de libro de la CIA, bajo el mismo modelo que
Vietnam en los 50’s y 60’s. La CIA usa fuerzas especiales y misiones de
entrenamiento estadounidenses para lanzar operaciones encubiertas y apoderadas
que orilla a poblaciones locales a alistarse con grupos armados y usa esa
presencia de grupos armados para justificar el enredo militar. Esto es Vietnam redux a escala continental.
Tomando China
Lo que parece en realidad mover a la militarización por parte de la CIA
de la política estadounidense en África es la influencia en crecimiento de
China en el continente. Como lo describió Steve Bannon en una entrevista para The Economist
en agosto, “vamos a joder un cinturón en la carretera”.
El entonces Jefe de Estrategia de la Casa Blanca Steve
Bannon hablando en la conferencia de acción política de los conservadores (CPAC) in National Harbor, Maryland
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China ya es demasiado grande y poderosa para que los Estados Unidos apliquen para la
llamada doctrina Ledeen nombrada por el teorista neoconservador y operador de
inteligencia Michael Ledeen, quien sugirió que cada diez años, más o menos, los
Estados Unidos “escogen un pequeño y desafortunado país y lo avientan hacia la
pared solo para demostrar que queremos algo”
China es demasiado ponderosa y armada con armas nucleares. Entonces, en este caso, el
trabajo de la CIA es propagar la violencia y el caos para interrumpir el
comercio y las inversiones chinas y hacer a los gobiernos africanos cada vez
más dependientes de la ayuda militar estadounidense para combatir grupos
armados militantes generados e infinitamente regenerados por operaciones de
contraterrorismo encabezadas por Estados Unidos.
Ni Ledeen ni Banon pretenden que dichas políticas estén diseñadas para
construir sociedades más viables y prósperas en el Medio Oriente o en África,
mucho menos que beneficien a su gente. Ambos saben muy bien lo que Richard
Barnet entendió hace 45 años: que la inversión sin precedentes de Estados
Unidos en armas, guerra y operaciones encubiertas de la CIA tienen solo un fin:
matar gente y destruir la infraestructura, reducir las ciudades a añicos,
propagar caos en las sociedades y que los sobrevivientes desesperados vivan en
pobreza extrema y se desplacen.
Mientras que la CIA y el ejército estadounidense continúen hundiendo a
los chivos expiatorios convirtiendo las fallidas políticas en crisis
económicas, violencia y caos, los Estados Unidos y el Reino Unidos seguirán
siendo los puertos seguros de la riqueza mundial, islas de privilegios y
excesos a pesar de las tormentas que han desencadenados sobre los demás.
Pero si el único “objetivo nacional significativo” es llevar a cabo
estas políticas, es el momento de que el 99% de los americanos que no obtienen
beneficio alguno de estos esquemas sangrientos para detener a la CIA y sus
aliados antes de que terminen de dañar completamente el mundo frágil y
lastimado en el que todos tenemos que vivir, americanos y extranjeros iguales.
Douglas Valentine ha estudiado la CIA probablemente de la manera más profunda que
ningún otro periodista, empezando por su libro The Phoenix
Program en Vietnam. Ha escrito un nuevo libro: The CIA as Organized Crime: How Illegal Operations Corrupt America
and the World en el que menciona el
análisis de Fletcher Prouty hasta el día de hoy, describiendo el rol de la CIA
en las guerras actuales y las varias maneras en las que se infiltra, manipula y
controla la política estadounidense.
Los tres chivos expiatorios
En el discurso de Trump para la Asamblea General de las
Naciones Unidas, nombró a Corea del Norte, Irán y Venezuela como sus
principales objetivos para desestabilizar, para lanzar una guerra económica y,
ultimadamente, derrocar sus gobiernos, ya sea por medio de un coup d’etat (o golpe de estado) o la destrucción masiva de su población e
infraestructura. Pero la elección de Trump para chivos expiatorios para los
fracasos americanos no estuvo, obviamente, basada en revaloraciones racionales
de la política exterior de su administración. Únicamente reafirmó un cansado
asunto no terminado de la CIA con dos tercios del “eje maligno” de Bush y el
fallido golpe de estado de Eliot Abrams, oficial de la Casa Blanca durante el
gobierno de Bush en Caracas en el 2002, ahora entrelazado con amenazas
explícitas e ilegales de agresión.
Trump hablando en la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 19 de septiembre del presente año (imagen de Whitehouse.gov)
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El cómo Trump y la CIA planean el sacrificio de estos tres chivos
expiatorios para los fracasos de su país, está por verse. Esto no es el 2001,
cuando el mundo se quedó en silencio ante los bombardeos y la invasión de
Afganistán después del 11 de septiembre. Es más como el 2003 cuando la
destrucción de Irak por parte de los Estados Unidos dividió la alianza
atlántica y alienó a la mayor parte del mundo. Ciertamente esto no es el 2011
cuando el encanto de Obama logró la reconstrucción de las alianzas con el ex
presidente francés Sarkozy, el ex primer ministro británico Cameron, la ex
Secretaria de Estado Hillary Clinton y la realeza árabe para destruir Libia, el
país menos desarrollado de África según la ONU, ahora inmergido en un caos
intratable.
En el 2017, un ataque por parte de Trump a cualquiera de sus chivos
expiatorios, aislaría a los Estados Unidos de muchos de sus aliados y socavaría
su postura en el mundo en maneras que serían más permanentes y difíciles de
reparar que la invasión y destrucción de Irak.
En Venezuela, la CIA y la oposición de derechas, están siguiendo la
misma estrategia que el ex presidente Nixon ordenó a la CIA infligir en Chile
para lograr que la economía “grite” en preparación del golpe de estado de 1973.
Pero la sólida victoria del partido socialista venezolano en el poder en
recientes elecciones gubernamentales, a pesar de una larga y profunda crisis
económica, revela poco apoyo público para los títeres de la CIA en Venezuela.
La CIA ha desacreditado de manera exitosa al gobierno de Venezuela
mediante el ataque económico, con protestas de derechas en aumento y una
campaña global propagandista. Pero la CIA estúpidamente ha enganchado su vagón
a la extrema derecha y oposición de clase alta que no tiene credibilidad en la
mayoría de los venezolanos, quienes siguen apoyando a los socialistas en las
encuestas. Un golpe de estado por parte de la CIA o intervención militar
estadounidense se encontraría de frente con la resistencia pública y dañaría
las relaciones de Estados Unidos con el resto de América Latina.
Boxeando en Corea del Norte
Un bombardeo aéreo estadounidense o “ataque preventivo” sobre Corea del
Norte podría rápidamente escalar en una guerra entre Estados Unidos y China,
que ha reiterado su compromiso con Corea del Norte en su defensa si se ve
atacada. No sabemos exactamente qué encontraron los norcoreanos en el plan de
guerra estadounidense, así que no podemos saber cómo responderían Corea del
Norte y China si Estados Unidos lo cumpliera.
Lanzamiento de misil norcoreano el pasado 6 de marzo
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Varios analistas han concluido, desde hace tiempo, que cualquier ataque estadounidense
sobre Corea del Norte se encontraría con artillería y misiles que podrían
causar bajas civiles inaceptables en Seúl, un área metropolitana de 26 millones
de personas, tres veces más grande que Nueva York. Seúl se encuentra a solo 35
millas de la frontera con Corea del Norte, colocándola al alcance de grandes
armas norcoreanas. Lo que ya es un cálculo no ganador es ahora compuesto por la
posibilidad de que Corea del Norte pueda responder con armas nucleares,
convirtiendo cualquier prospecto de ataque estadounidense en una pesadilla
todavía peor.
El deficiente manejo de las relaciones estadounidenses con Corea del Norte debería
ser una lección para sus relaciones con Irán, gráficamente demostrando las
ventajas del ser diplomáticos, las pláticas y los acuerdos por las amenazas de
guerra. Bajo el Agreed Framework
firmado en 1994, Corea del Norte dejó de
trabajar sobre dos grandes reactores nucleares, de mayor tamaño que el que opera
en Yongbyong desde 1986, que produce 6kg de plutonio al año, suficiente para
una bomba nuclear.
La lección de la invasión de Bush a Irak en el 2003, después de que Saddam Hussein
cumplió con la solicitud de que destruyera las reservas de su país de armas
químicas y cerrara el programa nuclear no se perdió en Corea del Norte. La
invasión no solo dejó cientos de miles de muertos, sino que Hussein fue
sentenciado a muerte por horca.
Aun así, después de que Corea del Norte probara su primera arma nuclear en el 2006,
incluso su pequeño reactor experimental fue cerrado como resultado de “Six Party Talks” en el 2007. Se removieron todas las barras y fueron
puestas bajo supervisión de la Agencia de Energía Atómica y la torre de
enfriamiento fue demolida en el 2008.
Pero las relaciones se fueron deteriorando y Corea del Norte condujo una segunda
prueba nuclear y reanudó el proceso de barras de combustible apagado para la
recuperación de plutonio para su uso en armas nucleares.
Corea del Norte ha conducido seis pruebas de armas nucleares. Las
explosiones de las primeras cinco incrementaron de manera gradual de 15-25
kilotones, más o menos el rendimiento de las bombas que fueron lanzadas en
Hiroshima y Nagasaki por Estados Unidos, pero se estima que el alcance de la
prueba en el 2017 podía tener un alcance de entre 110-250 kilotones que es
comparable con una pequeña bomba de hidrógeno.
El peligro aun más grande con una
nueva guerra en Corea es que los Estados Unidos podrían utilizar parte de su
arsenal de más de cuatro mil armas poderosas (100-1,200 kilotones), que podrían
matar millones de personas, devastando y envenenando la región, o incluso el
mundo, por los próximos años.
La complacencia de Estados Unidos para desechar el Agreed Framework en el 2003, el rompimiento del
Six Party Talks en el 2009 y la negación
para aceptar que sus propias acciones militares y amenazas crean legítimas
preocupaciones para Corea del Norte ha orillado a los norcoreanos a una esquina
desde la cual ven un creíble el uso de respuesta nuclear como su única
oportunidad para evitar la destrucción masiva.
China propuso un marco diplomático razonable para lograr
establecer un diálogo y hablar acerca de las preocupaciones de las dos partes,
pero los Estados Unidos insisten en mantener sus narrativas propagandistas de
cómo Corea del Norte tiene la culpa y cómo solo ellos tienen la “solución
militar” a esta crisis.
Esta podría ser la idea más peligrosa propuesta por los encargados de
hacer las políticas estadounidenses desde la Guerra Fría, pero es la
culminación lógica de la normalización sistemática desviado e ilegal de un país
cuyas guerras fabricadas han costado millones de vidas afganas, iraquís,
sirias, libias, somalís, yemenís y paquistanís. Como escribe el historiador
Gabriel Kolko en Century of War en
1994, “opciones y decisiones que son intrínsecamente peligrosas e irracionales
que no son simplemente plausibles pero que son la única forma razonable acerca
de la guerra y la diplomacia en círculos oficiales”.
Demonizando Irán
La idea de que Irán haya tenido alguna vez un programa de armas nucleares
es debatido seriamente por la IAEA, examinando cada alegación presentada por la
CIA y otras agencias occidentales de “inteligencia”, así como por Israel. El ex
director general de la AIEA, Mohamed Elbaradei, reveló varios detalles de esta
cacería en sus memorias Age of Deception:
Nuclear Diplomacy in Treacherous Times, en el 2011.
El presidente de Irán, Hassán Rouhani, celebra el término de un acuerdo interino
sobre el programa nuclear de su país el 24 de noviembre del 2013 besando la
cabeza de un ingeniero nuclear asesinado.(Fotografía del gobierno iraní).
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Cuando la CIA y sus socios de mala gana reconocieron las conclusiones
de la IAEA en un Estimado Nacional de Inteligencia en 2007, ElBaradei emitió un
alerta de prensa confirmando que “la agencia no tiene evidencia concreta de
la existencia de un programa de armas nucleares vigente o de instalaciones
nucleares en Irán”.
Desde el 2007, la IAEA ha resuelto todas sus preocupaciones con Irán. Han verificado que tecnologías de uso dual
que Irán importó antes del 2003 se usaron para otros propósitos y han expuesto
que los misteriosos “documentos de computadora” que mostraban planes para armas
nucleares, eran falsos. Gareth Porter exploró detalladamente todas estas
cuestiones y alegatos y la historia de desconfianza que las apoyó en su libro
del 2014 Manufactured
Crisis: the Untold Story of the Iran Nuclear Scare, que recomiendo ampliamente.
Pero, paralelamente, en un mundo bizarro de políticas estadounidenses,
envenenado desesperadamente por la campaña eterna de desinformación de la CIA,
Hillary Clinton pudo tomar crédito falso por el desarmamiento de Irán durante
su campaña presidencial y ni Bernie Sanders ni Donald Trump o algún reportero
se atrevieron a discutir sus declaraciones.
“Cuando el presidente Obama llegó a la presidencia, Irán se encontraba en la carrera
hacia la bomba atómica”, fantaseó Clinton en un prominente discurso de política
exterior el 2 de junio del 2016, adjudicándose que su política de sanciones
brutales “puso a Irán sobre la mesa”.
De hecho, como documentó Trita Parsi en el 2012 en su libro A Single Roll
of the Dice: Obama’s Diplomacy With Iran, los
iranís ya estaban listos, no solo para “ser puestos en la mesa”, sino para
firmar un acuerdo comprensible basado en una propuesta estadounidense negociada
por Turquía y Brasil en el 2010. Pero, en un clásico caso de “mover la cola del
perro”, los Estados Unidos rechazaron su propia propuesta porque hubiera
reducido el apoyo para sanciones más estrictas en el Consejo de Seguridad de la
ONU. En otras palabras, la política de sanciones de Clinton no “puso a Irán
sobre la mesa”, sino que evitó que su país llegara a la mesa.
Como un alto funcionario del Departamento de Estado le dijo a Trita
Parsi, el verdadero problema con la diplomacia estadounidense con Irán cuando
Clinton estaba en el Departamento de Estado era que Estados Unidos no aceptaba
un “sí” como respuesta. La desertificación de “puño de jamón” de Trump acerca
de la conformidad de Irán con la JCPOA viene del libro de juegos de Clinton y
demuestra que la CIA sigue determinada a usar a Irán como chivo expiatorio para
los fracasos de América en el Medio Oriente.
El falso discurso de que Irán es el patrocinador más grande del mundo
del terrorismo es otra mentira de la CIA reforzada por eternas repeticiones. Es
cierto que Irán apoya y suministra a Hezbollah y Hamas, que son dos
organizaciones terroristas en la lista del gobierno de Estados Unidos, pero son
básicamente grupos defensivos de resistencia que defienden Líbano y Gaza
respectivamente en contra de las invasiones y ataques de Israel.
Quitándole atención a Al Qaeda, al Estado Islámico, a Libyan Islamic Fighting Group
y otros grupos que sí cometen actos y crímenes
terroristas alrededor del mundo podría ser tranquilamente un caso de la CIA “dirigiendo
su mirada lejos de la bola”, si no fuera tan transparentemente acomodado el
marco de tiempo hacia Irán y las nuevas acusaciones en su contra ahora que la
crisis inventada de susto nuclear ha terminado de funcionar.
Lo que depara el futuro
El logro internacional con más consecuencias de Barack Obama podría haber
sido el triunfo del simbolismo sobre la sustancia detrás del cual expandió y
escaló la llamada “guerra contra el terror”, con una vasta expansión de
operaciones encubiertas y guerras que eventualmente llevaron a los peores
bombardeos aéreos de Estados Unidos desde Vietnam en Irak y Siria.
El presidente Barack Obama incómodamente aceptando el Premio Nobel de la Paz del
presidente del Comité Thorbjorn Jagland en Oslo, Noruega, el 10 de diciembre del 2009.
(Fotografía de la Casa Blanca)
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La ofensiva encantadora de Obama fortaleció viejas y nuevas alianzas
militares con el Reino Unido, Francia y las monarquías árabes, y
silenciosamente manejó el presupuesto militar más caro que cualquier otro
presidente desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero la expansión de Obama de la “guerra contra el terror” escondiendo
su engañosa campaña global de relaciones públicas, creó más problemas de los
que resolvió y Trump y sus consejeros son, lamentablemente, poco capaces para
resolver alguno de ellos. Trump ha expresado sus deseos para poner América
primero y resistirse a enredos foráneos, siendo un acercamiento
irremediablemente agresivo de intimidación para cualquier problema de política
exterior.
Si los Estados Unidos pueden amenazar y luchar en su camino hacia una
resolución, de cualquiera de sus problemas internacionales, ya lo hubieran
hecho. Esto es exactamente lo que han tratado de hacer desde la década de los
90’s, detrás de las fanfarronerías de Bush y Trump y del engañoso encanto de
Clinton y Obama: una rutina de “policía bueno, policía malo” que ya no debería
engañar a nadie en ningún lugar en la actualidad.
Pero como descubrió Lyndon Johnson cuando se metió cada vez más profundo
en el Big Muddy de Vietnam,
mintiéndole al público acerca de guerras imposibles de ganar, no las hace más
ganables. Solo se logra matar más gente y hace que sea más difícil cada vez
decirle la verdad al público.
En guerras imposibles de ganar, basadas en mentiras, el problema de
“credibilidad” solo se complica más, cuando nuevas mentiras requieren nuevos
chivos expiatorios y narrativas complejas para justificar entierros rellenos de
viejas mentiras. El encanto global ofensivo y cínico de Obama alargó la “guerra
contra el terror” otros ocho años, pero eso solo permitió que la CIA arrastrara
al país a más problemas esparciendo el caos a más lugares del mundo.
Mientras tanto, el presidente ruso Putin, se está ganando los corazones y las mentes de
la gente en las capitales alrededor del mundo a través del llamado al nuevo
compromiso con las leyes internacionales que prohíben las amenazas o el uso de
fuerza militar, excepto en el caso de defensa propia. Cada amenaza nueva por
parte de Estados Unidos o acto de agresión sólo le dará fuerza a Putin, lo hará
más persuasivo, no en menor medida e importancia para los aliados de Estados
Unidos como lo son Corea del Sur, Alemania y otros miembros de la Unión
Europea, cuya complicidad en las agresiones estadounidenses han ayudado, hasta
el día de hoy, a dar una falsa apariencia a la legitimidad política.
A través de la historia, serias agresiones han casi siempre provocado un
aumento en la oposición, como países pro paz y su gente han que han encontrado
el valor para desafiar al agresor. Francia bajo Napoleón y la Alemania de
Hitler, considerándose excepcionales y sí que lo eran, a su manera. Pero al
final, su creencia en lo excepcional los llevó a la derrota y la destrucción.
Los americanos tienen mejores esperanzas de que no son tan
excepcionales, y de que el mundo encontrará una solución diplomática y no una
militar a sus problemas. Nuestras oportunidades para sobrevivir mejorarían si
los políticos y oficiales pudieran finalmente empezar a actuar de otra manera
que no sea macilla en las manos de la CIA.
Nicolas J. S. Davies es el autor
de Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction of Iraq.
También escribió los capítulos de “Obama at War” en Grading the 44th President: A Report Card on Barack
Obama’s First Term as a Progressive Leader.
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