Vida y muerte en Guantánamo
Mi cliente Ahmed Rabbani, ha sido aprobado para liberación de la infame prisión en Cuba hace meses, pero sigue
atrapado ahí.
Clive Stafford Smith
Abogado de derechos humanos
21 enero 2022
Al Jazeera
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 16 de febrero de 2022
En esta foto revisada por el Departamento de Defensa
estadounidense, un detenido en Guantánamo agarra una reja en el base naval
estadounidense de máxima seguridad, en la bahía de Guantánamo, en el Camp 6 el
27 de abril del 2010. [Michelle Shephard/Reuters]
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Ayer en la noche tuve una llamada con mi cliente Ahmed Rabbani, uno de los 39 detenidos que todavía están encarcelados
en Guantánamo. Como la mayoría de los hombres en esa infame prisión militar
estadounidense, Ahmed ha sido aprobado para ser liberado hace meses, pero sigue
atrapado ahí. Como dijo alguna vez uno de sus compañeros, Guantánamo se parece
mucho a la descripción de Hotel California de los Eagles: “…te puedes registrar
cuando quieras, pero nunca salir”.
Aun así, esperaba que Ahmed estuviera en su hogar en Pakistán antes del final de la temporada de festividades. No había
nada que lo detuviera: el primer ministro de Paquistán Imran Khan ha puesto un
sello personal en la aprobación de su regreso. Pero eso no sucedió así que tuve
que llamarlo y darle noticias urgentes y mal recibidas.
Le tuve que decir a Ahmed que su suegra estaba en su lecho de muerte en un hospital en Karachi, Pakistán. Que los
doctores creen que tiene cuatro o cinco días de vida. Cuatro días, por
supuesto, es suficiente tiempo para que el avión lleve a Ahmed desde Guantánamo
a Karachi, pero solo si el ejército estadounidense se lo permite. Es poco
probable que actúen a tiempo y Ahmed lo sabe. Así que le di las malas noticias
a Ahmed de que lo más probable es que jamás vea a su suegra de nuevo.
Hubo silencio del otro lado de la línea cuando terminé de hablar. “He perdido una gran cantidad de familiares durante
mis 20 años aquí”, dijo Ahmed. “Dos de ellos en particular, eran muy cercanos a
mí y estuve muy triste y deprimido cuando murieron. Uno era un familiar que
murió hace cinco años, que me trataba como a un hijo. El otro era mi padre. Es
terriblemente triste que mi suegra ahora esté en ese lugar. Si muere, eso me dejará
como el miembro más viejo de la familia, con toda la responsabilidad. Sin
embargo, estoy atrapado aquí”.
“Esta situación es muy triste”. Ahmed, continúo de manera silenciosa. “Mientras escucho esto, estoy llorando. Mi
esposa ha sufrido sola por 20 años sin mí y esto es realmente la última gota
para ella. Para mí, mi suegra es mucho más que la madre de mi esposa. Me ama y
yo la amo mucho. A veces actuaba como si me quisiera más que a sus propios
hijos. Hubiera sido para mí un honor poder estar con ella los últimos días y
hacer todo lo que hubiera podido por ella”.
“Hubiera querido, aunque sea, besarle los pies antes de que muriera”, concluyó.
No supe cómo responder. Es probable que mi país le niegue su última dignidad.
Ahmed ha estado en huelga de hambre casi continuamente desde el 2013 y, a pesar de haber sido alimentado forzosamente
dos veces al día, perdió la mitad de su peso, causando daño irreparable a su
cuerpo. En los más de quince años que llevo representándolo, también estuvo
cerca de perder la voluntad de vivir e intentó terminar con su vida en varias
ocasiones. Así que me preocupó que las noticias que le di pudieran nuevamente
hundirlo en un episodio depresivo de auto destrucción y le pregunté acerca de
su salud.
“Estaba comiendo y mejorando un poco después de haber escuchado de la aprobación de mi liberación”, dijo. “Pero
ahora tengo algunos problemas de corazón. Cuando respiro profundamente, me dan
dolores de pecho”.
“Es un asunto de estrés”, continuó. “Hay mucho estrés cuando has sido aprobado, pero no puedes ser liberado. Antes de
que me enterara de que puedo ir a casa, un día aquí era igual a diez días en la
vida real, arrastrándolos sin fin. Ahora cada día es como un mes. Estamos
esperando. Sabemos que vamos a ser liberados algún día así que hay esperanza.
Sin embargo, esperamos con ganas y nada sucede. Nuestro país está dispuesto a
aceptarnos, Estados Unidos ha dado luz verde y, sin embargo, nos quedamos aquí
mientras mi suegra muere. La espera con esperanza es peor que no tenerla del todo”.
Durante la llamada, platicamos brevemente el 11 de enero del 2022, el aniversario veinte de la prisión de Guantánamo.
“Para nosotros”, dijo Ahmed, “es un aniversario de sufrimiento. Desearía que fuera el aniversario de mi muerte,
hubiera sido mejor. Me he mantenido vivo simplemente porque quiero ver a mi
familia, sino ya me hubiera ido a casa en un ataúd hace mucho tiempo. Estoy en
mis cincuentas y no hay mucho entre la muerte y yo. Tal vez debamos suicidarnos
para que se den cuenta”.
Ahmed se pregunta si su caso se ha convertido en un balón político entre los Estados Unidos y Pakistán. “¿Qué es
lo que quiere Biden de mí? ¿Por qué me tiene aquí? No tengo respuesta alguna”.
Dice que sólo puede ver un camino para su difícil situación. “Sólo tengo una solución, una cosa que hacer en donde pueda
controlar mi propio destino: creo que comenzaré una huelga de hambre pacífica”.
“Estoy dispuesto, en esta ocasión, a hacerlo hasta que muera, para ayudar a los demás a salir. Comenzaré
inmediatamente. Después de esta llamada iré a confinamiento solitario.
Rechazaré todo hasta que muera y me iré a casa en una caja. Hasta que muera. No
es difícil para mí morir”.
Creo que después de dos décadas de sufrimiento, de verdad no sería difícil para Ahmed morir. Pero tampoco sería
difícil para el gobierno de Biden dejar de perder el tiempo y dejarlo ir a
tiempo para ver a su querida suegra una última vez.
Mi país le robó décadas de vida a este hombre, lo mínimo que puedo hacer es mostrar compasión, en esta ocasión.
Justo antes de la publicación de este
artículo, la suegra de Ahmed Rabbani murió. Su abogado no ha podido pasarle el
mensaje, así que todavía no sabe.
Los puntos de vista expresados en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de
Al Jazeera
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