¿Cómo será recordado Guantánamo?
Es el 2046 y Clive Stafford Smith ha regresado a Guantánamo, en donde alguna vez sus clientes fueron torturados y encarcelados.
Un uniforme y otros artículos que le son dados a los detenidos sobre una cama en
una celda del Camp Delta en la base naval en Guantánamo [Mark Wilson/Getty Images]
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Por Clive Stafford Smith
Al Jazeera
23 enero del 2017
Este es un recuento de ficción imaginando cómo será visto Guantánamo en el futuro.
Uno de los mantras que le repito a mi nieto Winston es que nosotros, como sociedad, no podemos
aprender de la historia si no sabemos lo que esa historia fue. Por esta razón,
hace unos meses lo llevé a ver el campo de concentración Sachsenhausen a 32 kilómetros en las
afueras de Berlín.
Sólo tiene ocho años y ahora yo tengo 87, sin embargo, parece entender en un nivel profundo el nivel de horrores que
sucedieron ahí hace un siglo. También visitamos el museo judío, con su puerta
secreta que lleva a la sonrisa del arquitecto para la cámara de gas y él
caminó, haciendo ruido con los pies, a través del pasillo lleno de caras
metálicas, cada una representando una víctima del holocausto.
Ha sido interesante tanto para mí como para Winston comparar nuestra experiencia en Alemania al viaje que acabamos de
completar al Museo de la Bahía de Guantánamo. Por supuesto es fácil que te
afecte emocionalmente, y es un dicho antiguo – a veces llamada la Regla de
Godwin – que cualquier discusión de historia inevitablemente gira entorno a Adolph Hitler, no importa el tema.
A cierto nivel, sin importar lo importante que sea la prisión cubana, discutir el campo de la muerte en la misma oración es
hipérbole: más de 200,000 personas pasaron a través de Sachsenhausen, de las
cuales 30,000 murieron. Con el Centro de Detención de Guantánamo, cerrado ahora
por casi 30 años, el número total de prisioneros jamás fue de más de 779, de
los cuales nueve murieron en custodia.
Dicho eso, imagino que más gente ha escuchado de Guantánamo que de Sachsenhausen. Winston
tiene un vínculo personal a ambos. Su bisabuelo – mi padre – era judío y peleó en la Segunda Guerra Mundial; yo – su
abuelo, un abogado de derechos humanos antes de mi retiro – pasé un total de
más de un año de mi vida en Guantánamo, realizando 35 visitas a hombres
musulmanes que representé ahí.
Así que tal vez sea justo y razonable que deba registrar algunas de las observaciones que discutimos. Ciertamente quiero que
aprenda las lecciones de Guantánamo que, aunque están en mi memoria viva,
también han sido olvidadas.
Existe algo que encontré casi divertido acerca de nuestra llegada al Museo de Guantánamo. Volamos nuestro
propio taxi aéreo directo al aeropuerto del lado de Leeward en lo que era la
vieja base naval estadounidense, el mismo lugar en el que aterrizó el avión en
noviembre del 2004.
Como abogado, fui clasificado como “el enemigo” de la prisión militar. Tenía una escolta militar todo el tiempo.
En el primer viaje, mi escolta fue un sargento genial del ejército
estadounidense y, entre visitas a detenidos, describía cómo soñó un día en
construir un hotel para vacacionar en lugar de una prisión. Después de todo,
tenía una pista suficientemente larga para que un jet grade de los que usaban
en los dos miles y muchas celdas de concreto que podrían ser convertidas en
cuartos de hotel muy seguros.
¿Qué pensaría si pudiera verlo ahora?
En Sachsenhausen, Winston tomó una fotografía del infame letrero de la entrada Arbeit Macht Frei (“El trabajo te hará libre). De
manera parecida, cuando tocamos Guantánamo, señalé el letrero que me recibió
cuando llegué hace más de cuatro décadas: “Obligados por el honor a defender la libertad”).
Significaban cosas muy distintas para los soldados, a quienes les dijeron que detener a unos cuantos musulmanes sin
juicio era la manera de preservar la libertad y, para los detenidos, que no
tenían libertad alguna que defender. La base naval estaba justamente libre de
ironía, pero sentía que yo era una de las pocas personas que realmente estaba
ahí para defender la libertad y los principios sobre los cuales se fundó
Estados Unidos.
La puerta de entrada del ex campo de
concentración Sachsenhausen, que lleva las palabras Arbeit Macht Frei o
“el trabajo de hace libre”, en Oranienburg, Alemania. [Bernd Settnik/EPA]
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Una de mis memorias más duraderas 42 años después de mi primera visita era aparente normalidad de un pueblo pequeño en el lado de Windward,
con avenida Recreation pasando por la parrilla, el boliche y el campo de golf, aunque
cambia el nombre antes de llegar al campo de la prisión.
Fue ahí que tomé una taza de café en el McDonald´s escoltado por un coronel de la armada. Mientras entrábamos, un soldado junior
lo saludó y gritó “honor obligado, ¡señor!”. El coronel saludó de manera floja
y contestó “para defender la libertad, soldado”.
Me reí. Pensé que esto era una broma, interpretada para mi entretenimiento. Ambos se sorprendieron. Pronto me di
cuenta de que era una regla – todos tenían que decir el lema cuando saludaban.
En Sachsenhausen, la mayoría de las cabañas de madera que hospedaban a los prisioneros ya se habían podrido hace tiempo y ahora eran
representadas sólo por una larga tablilla. Nada más quedaba del Camp X-Ray
original, en donde los primeros detenidos, confusos y abusados, habían llegado
a Guantánamo en enero del 2002.
Todo lo que pudimos encontrar eran losas de concreto que una vez estuvieron rodeadas de alambre de púa. La kudzu creció encima del
lugar, recordándome un poco al poema Ozymandias. Me dio gusto poder dirigir a
la joven guardia al lugar y enseñarle en dónde se tomaron algunas de las fotos
más icónicas, los prisioneros con sus overoles anaranjados, encapuchados y encadenados.
Tomamos un trasbordador hacia la prisión principal que
estaba, en alguna manera, igual que como la recordaba. Los Camps Five y Six
eran prisiones de máxima seguridad, construidas para soportar los intentos de
escape más imaginativos, porque a ¿dónde podrían haber escapado algunos de mis
clientes? De un lado, se hubieran encontrado con cientos de kilómetros del mar
del Caribe y del otro, el segundo campo minado más grande del mundo que nos
protegía de los infames comunistas castristas.
Una de las mitologías de Guantánamo incluía las explosiones periódicas que se escuchaban de noche. A los guardias se les había
dicho que los cubanos estaban tratando de escapar hacia la libertad. Lo más
probable es que haya sido una iguana con sobre peso tropezándose con un detonador.
Pensando en esas iguanas, le pregunté a Winston qué pensaba cerca de las leyes que
protegían a los animales.
“¡Están bien!” contestó con su ligera voz de pito.
“¿Qué pensarías de un lugar en el que los animales tienen derechos, pero la gente
no?”, le pregunté.
“Es una locura, abuelo”, me dijo. “¿Esto es Animal Farm o algo así?”. Amo a este chico, que ya sepa lo que es George Orwell. Así
le conté cómo uno de mis clientes en Guantánamo, Shaker Aamer, leyó y releyó 1984.
“El objeto del poder es el poder, el objeto de la tortura es la tortura”, citando la frase favorita de Shaker. Mientras que los
detenidos sufrieron tortura casi diariamente en las primeras semanas y meses de
su encarcelamiento, para el momento en el que pude verlo (dos años y medio
después, después de ganar Rasul v Bush en la Corte Suprema de EE.UU.)
los abusos no eran tan evidentes.
Otra cosa que dijo Shaker, que le recité a Winston, era que la tortura física no era lo peor. En lugar de eso, era el maltrato del
día a día, la degradación sin fin, reflejado principalmente en insultos a su fe religiosa.
En el Camp Five, le dije a Winston acerca del Echo Block, el lugar en donde los peores abusos a largo plazo sucedieron. Ahí
fue donde Shaker soportó meses de confinamiento solitario.
En el 2012, recuerdo a Shaker describiendo que las celdas eran mantenidas congeladas con aire acondicionado, esencialmente vacías,
sólo con los prisioneros. Me describió, y luego, cuando obtuve algunos de los hechos
a través de los censores, le pasé la información al mundo, cómo había una tabla
de concreto en lugar de cama, sin colchón y con las sábanas más delgadas; un
hoyo en el suelo como baño y agua que salía directamente de una válvula de la
pared. Shaker sólo vestía pantalones cortos y una playera y tuvo que temblar
los días y las noches.
El Camp Five del centro de detención de la estación naval de la marina estadounidense
en la bahía de Guantánamo. [Foto de archivo: Mandel Ngan/Reuters]
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El vocero estadounidense le dijo al mundo que ni siquiera había usado el “confinamiento solitario” como castigo, insinuando que
Shaker estaba diciendo falsedades y se rehusaron a dejarme ver el Echo Block.
Después, descubrí que simplemente habían redefinido lo que estaban haciendo:
“al aislamiento le llamaban SCO, lo que significa “operación de celda
única” por sus siglas en inglés, un eufemismo que permitía decirle mentiras a
los medios.
Y ahora, henos aquí, Winston y yo, en frente de una celda del Echo Block, preservada justo como estaba cuando Shaker sufrió ahí,
aunque la temperatura estaba puesta a un nivel más cómodo. Le pedí a Winston
que usara la cámara de sus lentes de contacto para tomar algunas fotografías y
que las enviara directamente a Shaker en Londres, con un mensaje advirtiéndole
que algunos recuerdos infelices podrían resonarle de vuelta.
La siguiente parada del tour fue el Camp Seven. Esta fue una novedad para mí. A principios de los 2000 se me prohibió la entrada
ahí. Como tenía dos pasaportes, un estadounidense y uno británico, me dieron
únicamente nivel “secreto” de autorización, no el TS-SCI (Top Secret-Sensitive
Compartmented Information o Información de compartimiento sensible top
secret) así que no podía ir al bloque de la prisión a donde estaban los
detenidos de alto valor.
En una de mis cajas de tesoros en Dorset tengo la tapa de un cartón de leche de Guantánamo porque tenía HVD (prisioneros de alto valor
por sus siglas en inglés) blasonado, aunque estaba ahí por su alto contenido de
vitamina D. El término en sí era tanto ofensivo como poderoso y sentí que debía
hablar de eso con Winston.
Había pocas personas en la prisión que presumían de haber hecho cosas terribles – incluso de estar involucrados en alguna manera en
la explosión de un edificio en Nueva York asesinando a 3,000 personas. Le
expliqué a Winston lo que había sucedido el día llamado 9/11. Fue una ofensa
asquerosa, asesinar a tantas personas, pero tristemente lo único que lo separó
de otros tantos horrores alrededor del mundo fue que sucedió en Estados Unidos
y que fue transmitido en televisión.
“Cualquier persona que haga algo así está simplemente enferma mental”, le dije a Winston. Cuando los primeros detenidos llegaron a
Guantánamo, le expliqué, el entonces secretario de defensa, un hombre llamado Donald
Rumsfeld, dijo que eran “lo peor de lo peor” del mundo – la palabra que utilizábamos
en ese momento era “terrorista”, explicándole que era un término emotivo
utilizado por gente que quería que se ignoraran los hechos y se condenara
automáticamente a alguien etiquetado así.
Este hombre Rumsfeld dijo que cada uno de ellos había sido capturado cometiendo atrocidades en Afganistán y no sólo no tenían
derechos humanos, sino que podían ser sujetos a tortura (no utilizó esa
palabra, sino un eufemismo, llamándole a su maltrato “técnicas de interrogación mejoradas).
“¡Es una tontería llamarlo así!”, comentó Winston, riéndose. Estuve de acuerdo con él, pero le dije que
necesitaba entender que a veces los políticos fomentan odio contra la gente. Para
que lo viera en sus propios términos, le dije cómo era un poco parecido a los
video juegos que le enseñaban que todos los Slimes eran malos y tenían
que ser asesinados.
“Pero los Slimes SON malos”, insistió, en su lógica.
Temo que le meneé el dedo. “Sí, en tu juego todos lo son, pero no en la realidad. Te hacen creer que lo son y que no son humanos. La
gente real nunca es una u otra – todos buenos o todos malos”.
Conozco a Winston.Recordará eso la próxima vez que le diga algo, y me lo va a regresar.
Así continue, explicándole cómo ciertamente no podemos aceptar la palabra de un político cuando dice que una hilera de personas debe
ser encarceladas porque él, Rumsfeld, ha decidido que son malas. Y es por eso
que vine a Guantánamo a conseguirles un juicio justo.
“¿Y sabes qué?, reclamé, “para cuando cerró este lugar, habíamos comprobado que 757 personas no eran los hombres malos que
dijeron que eran. En nuestra casa, tu escuelita tiene 100 personas. ¿Qué dirías
si alguien viene de Londres y dijera que todos en tu escuela son malos?”
“Diría que es un gran mentiroso! Hay uno o dos que me caen mal, pero son pocos”, reconvención Winston. Después añadió un pensamiento:
“Y, como dices siempre, probablemente es culpa de sus papás”.
“Y tienes razón”, dije. “Es igual a darte cuenta de que había sólo tres niños que hicieron algo malo en toda la
escuela, no cien”.
Winston quería saber cómo algunos adultos habían cometido tantos errores. Le expliqué que algunos estadounidenses
habían ido a Afganistán y Pakistán a repartir panfletos prometiendo grandes
cantidades de dinero si la gente entregaba a los malos. Hablamos un poco acerca
de su dinero, que ahora se pagaba en euros desde que (afortunadamente) el Reino
Unido había regresado a la Unión Europea hace 12 años.
Le dan tres euros a la semana. ¿Cómo te sentirías, le pregunté, si te prometiera 5,000 euros para decir una mentirilla acerca de
alguien? Al principio dijo que no lo haría – sabe que no me gustan las
mentiras. Pero cuando le expliqué cuántos juegos nuevos podría jugar con sus
lentes de contacto, entendió.
Incluso dijo que mentiría acerca de su hermana. Dejé pasar eso – he tenido una hermana por 87 años.
Mientras comíamos nuestra merienda, Winston y yo hicimos algunas comparaciones directas acerca de lo que vimos en Sachsenhausen y
Guantánamo. Mientras que el holocausto está virtualmente asociado con el trastornado
genocidio de la raza judía (que creo, por lo menos en parte, es mi raza), hubo,
de hecho, varias víctimas, y es importante recordarlas a todas – los judíos,
para estar seguros, pero también los Roma, comunistas, homosexuales y todos los
que la “raza maestra” nazi eligió detestar.
Los prisioneros de guerra rusos están dentro de las víctimas olvidadas de Sachsenhausen, más de 10,000 que fueron llevados a un
cuarto bajo el pretexto de exámenes médicos para que les dispararan en la
cabeza contra un muro. Mi nieto y yo contemplamos, un largo tiempo, el lugar
del desagüe de su sangre.
Los pies encadenados al piso, de un detenido de
Guantánamo, mientras toma una clase en el Camp Six, un lugar de alta seguridad
en la bahía de Guantánamo [Foto de archivo: Michelle Shephard/Reuters]
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Después de la guerra, el mundo se unió en las Naciones Unidas para promulgar la Convención Contra el Genocidio para intentar prevenir
la eliminación sistémica de grupos religiosos y sociales en el despertar de la
guerra. Al mismo tiempo, sin embargo, estuvimos de acuerdo en las Convenciones
de Ginebra de 1949 prohibiendo el trato barbárico de prisioneros de guerra, las
películas de ese periodo representaron a los PoW (por sus siglas en inglés)
reusándose a contestar cualquier pregunta además de nombre, rango y número de serie.
No estoy seguro de cuánto entendió Winston, pero le conté cómo los Estados Unidos y otros países intentaron alejarse de las
Convenciones de Ginebra para colocar a aquellos etiquetados como “terroristas”
más allá del alcance de la ley.
Primero, algún presidente llamado Bush, argumentó que podían detenerlos sin derechos legales, podían ser interrogados para sacarles
“información” e incluso podían ser torturados en maneras que eran medievales.
Winston sabe alguna que otra cosa acerca de la inquisición española, un par de años atrás lo saqué a la conversación en la
cena. Desde ese momento, me acusa a veces de ser un inquisidor cuando le pido
que no use groserías tan seguido.
Así que le conté acerca de mi hobby cuando hace mucho, en Guantánamo, tomé las espantosas cosas que, nosotros, como estadounidenses,
le hicimos a los detenidos y las comparé con pesadillas pasadas. Por ejemplo,
cuando colgábamos a los prisioneros de las muñecas, imitando lo que la
inquisición llamaba strappado – me dio mucho orgullo cuando el New York
Times comenzó a usar ese término.
Pero el mejor ejemplo fue el submarino, que el ejército estadounidense describió en su momento como nada más que una
TIM (técnica de interrogación mejorada). Le expliqué a Winston que la
Inquisición había sido honesta hace 500 años, cuando le llamaron “tortura del
agua”. Pero, paradójicamente, los nazis le llamaron “Verscharfte Vernehmung”,
que se traslada como “interrogación mejorada”.
Por un rato, temí que la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura estuviera en juego mientras que
Estados Unidos intentaba justificar estas técnicas aborrecibles. De hecho, el
experimento Guantánamo nos retrasó una generación en este sentido y no dudo que
estemos, hoy en día, más cerca de un acuerdo de lo que estábamos en el 2000.
Como le expliqué a Winston, tenemos que estar eternamente vigilantes cuando se trata de derechos humanos. Guantánamo sólo fue
el inicio de algo mucho peor.
Le conté a Winston que teníamos un tipo llamado Barack Obama, que se convirtió en presidente en el 2009 prometiendo todo tipo de
cambios. Dijo que cerraría Guantánamo y que detendría la tortura. Pero hizo
poco para educar al mundo acerca de lo que había sucedido, toda la gente que
torturó y se salió con la suya limpiamente.
Le pregunté a Winston cómo se sentiría si acosadores más grandes de otra
escuela vinieran y le pegaran, junto con sus amigos, mientras los maestros
observan. Y ¿cómo se sentiría si los maestros dijeran que nadie sería regañado
y que los chicos más grandes podían mentir si querían y sólo se negaran a
admitir lo que hicieron?
Winston pensó que era bastante tonto.
Le dije que el mundo real había sido todavía más loco que eso. En el caso de
Guantánamo, los matones habían torturado gente en cámara – gente como Mohammed
el Gharani que sólo tenía 14 años en ese momento. Me ha escuchado hablar acerca
de Mohammed muchas veces. El pobre chico pasó seis años en Guantánamo porque los
estadounidenses no hablaban árabe.
Le estaban preguntando en dónde había comprado su zalat en Pakistán – una palabra pensaba que significaba “dinero” en árabe, pero
significaba “ensalada” en el dialecto de Mohammed. Cuando enlistó un número de
lugares de vegetales en Karachi, decidieron que financiaba terrorismo de al-Qaeda,
que debía ser más grande de lo que admitía ser. Tengo que explicar que
“al-Qaeda” se traduce como “la base”, que era como el ejército americano
llamaba a Guantánamo. (Hago esa observación simplemente porque me sigue
divirtiendo cómo la gente odiaba a los demás y nadie se tomó el tiempo de
entender nada).
Cuando los estadounidenses terminaron de torturar gente, se les permitió destruir los videos y, cuando el gobierno escribió un
reporte, a los torturadores de la CIA se les permitió censurar sus nombres,
junto con cualquiera cosa mala que no quisieran admitir.
Eso fue admitido como oficialmente como el Reporte de Tortura del Senado, hace muchos años, en el 2015. Es difícil creer que algo así
sucedió, pero la secrecía era el nombre del juego.
Había otra ironía. En los 2010, si eras culpable de algo en una prisión estadounidense, te daban todo tipo de ayuda cuando salías a la
sociedad. Con mis clientes, quienes fueron pacientemente inocentes de cualquier
cosa…no recibieron nada.
Una torre de vigilancia abandonada en el Camp Delta de
la base naval estadounidense Guantánamo [Foto de archivo: Lucas
Jackson/Reuters]
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La gente que yo representé fue enviada a varios lugares sin nada y, ciertamente, sin una disculpa o algún tipo de compensación
por lo que habían sufrido. Sólo les dijeron que siguieran adelante. Destacablemente, la mayoría lo hizo – (como en comparación con 7 de 10
personas liberadas de las prisiones americanas que cometieron crímenes después
de su liberación). Ese era un tributo a su resiliencia y a los esfuerzos de mi
Reprieve, mi beneficencia, para ayudarlos a regresar a la sociedad.
El problema con los líderes políticos fundamentalmente débiles – más verdaderamente de izquierda que sus compañeros conservadores – es
que quieren parecer rudos acerca de los problemas del mundo. Así que el
presidente Obama, un profesor de ley constitucional, nuestro primer presidente
afroamericano fue el que se salió con la suya con la detención sin juicio en
Guantánamo y la sustituyó con ejecución sin juicio – a lo que llamo la era del dron.
Todavía encuentro bizarro el voltear hacia atrás a estos años y pensar en el presidente Obama sentado en la Casa Blanca en lo que
llamaron “martes del terror” viendo un mostrar de PowerPoint (que era un tipo de show de proyecciones, no las he visto en 20
años) con fotos de un musulmán con barba, decidiendo quién debería de ser
asesinado – un poco como Nero en el Coliseo, hacía algo metafórico con los
pulgares hacia arriba o hacia abajo. Se les ocurrió algo que llamaban Matriz de disposición, lo que todos
los demás llamarían una “lista de asesinato” – gente de la cual se quería
deshacer, un juicio era algo inconveniente.
Hice que eso fuera mi proyecto después de Guantánamo, porque por mucho que me molestara la detención sin juicio, la pena de muerte
sin juicio es mucho peor. No desde los Borgias había sido tan vago. El
asesinato es considerado ilegal desde 1758, cuando el teorista legal Emmerich
de Vattel etiquetó la práctica como nada más ni nada menos que “asesinato
traidor”. Pero, de manera igual, pensamos que la pelea contra la tortura ganada
en el 2000, pero después del 11/9 aprendimos que algunas personas jamás leen
libros de historia.
Esa fue una batalla difícil. Recuerdo que uno de mis clientes de Guantánamo, Sami al-Hajj, estaba en
la Lista de asesinatos. Winston conoció a Sami, así que contarle su historia significa más que contarle otra.
El gobierno estadounidense no podía dejarlo ir, cuando sacamos a Sami de
Guantánamo, porque regresó a Al Jazeera e hizo más historias de derechos humanos.
La nueva generación piensa que el mundo está llegando a su fin. Mi muchacho (el papa de Winston) ya tiene más de
40 años ahora, y trabaja en derechos humanos, lo cual me da orgullo. Opina que
el mundo jamás había sido tan perverso y no me gusta decirle que no tiene razón
porque quiero que sea incansable en lo que está haciendo.
Pero, de hecho, hemos avanzado tanto desde el principio del siglo…
Mientras Winston y yo estábamos parados en la playa Chapman, viendo hacia el mar, me dio gusto que hayan convertido la prisión en
un museo. Me da gusto haber regresado después de todos estos años. Me recordó
lo espantoso que era – y, si necesitaba un recordatorio, tal vez sea momento de
actualizar mi libro sobre Guantánamo, “Hombres Malos”, para asegurarme que
todos estén conscientes de lo lejos que nos alejamos del camino de los derechos
humanos en esos años.
Los puntos de vista que expresé en este artículo son del autor y no necesariamente refleja la política editorial de Al Jazeera.
Un miembro del grupo especial táctico escala la torre de guardia en el Camp
Delta en Guantánamo [EPA/JOHN RILEY]
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