Cerca del estado fascista
En esta entrevista a Jason Stanley, autor de “Cómo funciona el fascismo”, se
compara las escandalosas similitudes entre las promesas de Hitler y las de
Trump y se describe cómo el fascismo destruye la política económica y puede identificárselo
cuando las clases dominantes se victimizan en nombre de ideales que pertenecen
a un pasado que nunca existió. Una descripción que excede a los Estados Unidos.
Robert Sheer | TruthDig.com*
10 de octubre de 2018
En un certero ensayo publicado en el New York Review of Books este mes, Christopher R. Browning, un destacado
historiador del Holocausto y el nazismo, describe los paralelos espantosos
entre los Estados Unidos y la República de Weimar. “No importa cómo y cuándo
termine la presidencia de Trump”, escribe, “el espectro del ‘contraliberalismo’
seguirá acosando a la política estadounidense”.
Jason Stanley estaría de acuerdo. Es profesor de filosofía en la Universidad de Yale y autor de “How
Fascism Works” (“Cómo funciona el fascismo”), donde sostiene que los fracasos
de la gobernabilidad democrática han forjado una sociedad que recuerda con
escalofríos a la Alemania anterior a la guerra, en la que existía un creciente
apetito por el tipo de ultranacionalismo que impulsa Donald Trump. De hecho, el
fiscal general Jeff Sessions ha elogiado abiertamente la Ley de Inmigración de
1924, que no solo creó cuotas y prohibiciones para ciertas comunidades de
inmigrantes, sino que sirvió de modelo para el “Mein Kampf” de Hitler.
“La idea en el fascismo es destruir la política económica”, dice Stanley. “Los corporativistas están del
lado de los políticos que usan tácticas fascistas porque están tratando de
desviar la atención de la gente de las fuerzas reales que causan la genuina
ansiedad que sienten”.
Esta ansiedad no es exclusiva ni primordialmente económica. Como Stanley señala con cuidado, las personas de
color han sufrido dificultades mucho mayores y, sin embargo, se sienten cada
vez más atraídas por el populismo progresivo. En su lugar, afirma, Trump y sus
semejantes están canalizando una tensión nociva de patriotismo que crea una
nostalgia por un pasado que nunca existió. “Cuando ves que el grupo dominante
se hace pasar como si fueran las víctimas de todos los hechos”, observa
Stanley, “es cuando la política fascista está tomando control”.
El episodio también concita el fenómeno de las noticias falsas, tanto su construcción como el modo en que se
implementa. Stanley sostiene que muchas de nuestras creencias más preciadas se
basan en mitologías, con la idea de que estamos esparciendo la democracia por
el resto del mundo, quizás la más letal de todas.
“América nunca ha sido grande”, concluye. “Pero la idea de América puede ser grande. Nuestra grandeza es cosa
del futuro, no del pasado. El pasado es algo que tratamos de conquistar, y
tratamos de forjar nuestra grandeza con ciertos ideales “.
—Usted enseña en Yale, ¿no? Ha escrito varios libros interesantes sobre propaganda, pero el gancho aquí es
Trump: la gente se asusta con los ecos del fascismo, no solo en este país sino
en todo el mundo. Y su libro intenta examinar la arquitectura del fascismo, sus
orígenes.
—Si bien el gancho es Trump, estoy de acuerdo con el expresidente Obama en que Trump es un síntoma y no una causa.
—Lo interesante de su libro es que habla de una sociedad desarraigada. Hay un sentimiento emocional detrás de
esto, de lo que sucede cuando las sociedades se desmoronan, y cuando las
figuras autoritarias sostienen una noción de ley y orden, y el nacionalismo
apropiado. Y básicamente, de lo que estamos hablando es de la mitología, y esa
es la conexión de Trump; desarrollan una mitología sobre el pasado y sobre
cuándo Alemania fue grande; Aquí tenemos cuando América fue grande. Y lo
utilizan como trampolín para desarrollar básicamente una filosofía de
nosotros-ellos. ¿No es esa la arquitectura básica?
—Esa es la arquitectura básica. Sin embargo, en “Cómo funciona el fascismo”, intento llamar la atención sobre
el hecho de que hay aspectos familiares de la política fascista que siempre han
estado aquí, a los que nuestro país siempre fue vulnerable Y algo acerca de mi
origen y el Holocausto: mis padres son sobrevivientes, eran refugiados; no
estaban en los campos, y siempre estaban atentos a estos detalles. Y más aún
porque mi madre era taquígrafa de la Corte en el distrito de Manhattan, en la
corte criminal, por lo que podía ver algunas de estas características desde el
principio. Y a menudo notaba las similitudes entre lo que estaba sucediendo con
el racismo en los Estados Unidos y lo que enfrentaba el pueblo judío en
Polonia, que experimentó cuando era niña. Ella notaba que apuntaban contra los
estadounidenses negros aquí. Nuestra historia de racismo nos hace especialmente
vulnerables a ciertas características elementales de la política fascista. Por
ejemplo, las noticias falsas. Quiero decir, las noticias falsas siempre han
estado dirigidas contra los estadounidenses negros, por lo que Angela Davis
llama “el mito del violador negro”, la teoría de la conspiración loca que subyace
a los horrores del linchamiento, que hubo una epidemia de violaciones de
mujeres blancas por hombres negros. A la teoría de los superpredadores a
mediados de la década de 1990, que se promulgó en un momento en que los delitos
violentos disminuían rápidamente, sin embargo, estos teóricos como John DiIulio
decían que los delitos violentos iban a aumentar porque los jóvenes negros
estadounidenses eran superpredadores. Entonces, con esta historia de noticias
falsas, cuando los partidos políticos trafican mensajes racistas codificados,
madura este trasfondo. La gente dice, “Bueno, no somos Alemania”. Y en algunos
aspectos, estamos incluso mejor pertrechados para este tipo de política. Así
que cuando las estructuras se rompen; cuando hay una guerra de Irak y una
crisis financiera; cuando suena legítimo culpar a la élite por los fracasos del
gobierno democrático y por adherirse a las normas adecuadas, cuando se tienen
esos fracasos y se tiene nuestro pasado que, de hecho, influyó profundamente en
la Alemania nazi, entonces hay motivos para una verdadera preocupación.
—Empecemos con eso, no somos Alemania. Porque los somos. En realidad, somos la sociedad más cercana a lo que
era Alemania, y la gente lo olvida. Pero el hecho es que eran las personas más
parecidas a nosotros, y personas como Henry Ford, como usted señala en su
libro, tenían una gran admiración por Alemania. Fue el país con la música mejor
educada, el más científico, de mayor nivel, una gran economía, y luego todo
comenzó a desmoronarse. Y las personas que más se nos parecían se convirtieron
en los bárbaros más malvados de la historia moderna. Y fue muy confuso para los
estadounidenses. Capta eso en su libro, esa ambigüedad.
—Así es, porque tenemos estas dos tradiciones. Por un lado, una gloriosa tradición de democracia liberal que
aprecio y venero, y en eso se abreva: el movimiento de derechos civiles lo
utilizó, los líderes intelectuales negros se remontaban al menos a Frederick
Douglass, pero incluso David Walker y Martin Delaney apelaban a nuestra
tradición de libertad e igualdad para señalar las hipocresías en la vida
estadounidense. Y Frederick Douglass usó eso, por ejemplo, en “¿Qué significa
para el esclavo el cuatro de julio?”, Su discurso inquiría ¿veneras la
libertad? Bueno, tenemos estos ideales. Pero también tenemos una larga historia
de hipocresía increíble allí. Y tenemos una larga historia –además del racismo
anti-negro y el genocidio de los nativos americanos– que afectó profundamente a
Hitler, las leyes y el sentimiento antiinmigrantes. “Mein Kampf” (“Mi lucha”,
el libro principal de Hitler) trata sobre un llamado a crear un estado
nacional, a derribar el estado y reemplazarlo por un estado nacional basado en
la identidad étnica nacional, y no en normas democráticas, no en ciudadanos, algo
multiétnico. Y su modelo allí es Estados Unidos. Así que critica las leyes de
inmigración de Alemania. Un vocabulario muy familiar para nosotros. “Pero hay
al menos un estado en el que los intentos débiles de concebir un mejor arreglo
son evidentes. Por supuesto, no me refiero a nuestra república alemana, sino a
los Estados Unidos de América, donde intentan, parcialmente, al menos, incluir
el sentido común en sus concejos. Se niegan a permitir la inmigración de
elementos que son malos desde el punto de vista de la salud, y prohíben
absolutamente la naturalización de ciertas razas definidas, y por lo tanto
están haciendo un comienzo modesto en la dirección de algo que no es diferente
a la concepción del estado nacional”. Hitler elogia a los Estados Unidos, y en
particular a la Ley de Inmigración de 1924, a la que Jeff Sessions elogió en
octubre de 2015 y solicitó que se retorne; lo elogia como una base, elogia la
Ley de Inmigración de los Estados Unidos de 1924 y los Estados Unidos, como un
modelo de lo que quiere crear en Alemania. Ahora, creo que Hitler estaba
equivocado acerca de nuestro país; Creo que la historia posterior de nuestro
país mostró que estaba equivocado. Pero debemos tener esto en cuenta, que hay
suficientes elementos en nuestro país que Hitler sí tomó en “Mein Kampf”, algo
así como un modelo.
—Bueno, en su libro, deja bastante claro que no podemos pasar por alto estas similitudes. Cita
generosamente de nuestra tradición, en la que “el otro” fue perseguido
brutalmente. No fue Donald Trump quien nos recordó que tenemos que ser geniales
al excluir a las personas, que es básicamente el mensaje de Hitler, que trata
de encontrar algún alemán mítico y puro. Lo hicimos con la Ley de Exclusión
China; rodeamos a los japoneses antes de eso, habíamos matado a los nativos
americanos. Y quiero comentar: me sorprendió una estadística que no he visto,
pero luego hice los cálculos y tiene toda la razón: los negros, hombres y
mujeres, representan el 13 por ciento de la población estadounidense; son más
del 50 por ciento de la población encarcelada que ahora es de dos millones y
medio de personas. Pero representan, como usted menciona en su libro, el nueve
por ciento de la población encarcelada de todo el mundo.
—Si su representación en la población mundial encarcelada reflejara la población mundial, entonces la
nación de la América negra debería ser la tercera nación más grande en la
tierra, detrás de China e India.
—Quiero mencionar una palabra en particular, “patriotismo”. En su arquitectura del fascismo, el patriotismo,
el alemán puro, hacen que Alemania vuelva a ser grande –aunque esas palabras no
se usaran en el libro–, el mensaje de Hitler, que era una figura tan extraña
como Trump. Y Trump, con su pelo naranja, y Hitler con su gracioso bigote, obviamente
era una figura caricaturesca, muy parecida a Trump. Pero, sin embargo, invocó
una idea de la historia aria perfecta, rubia alemana y mítica, y lo hizo en una
Alemania que se desmoronaba. El eco que encontré allí fue este patriotismo.
Incluso menciona usted a personas que se arrodillan en los juegos de fútbol
como una forma de objetar legítimamente a una especie de patriotismo falso. Y
el patriotismo fue realmente la clave de todo el mensaje fascista, ¿no es así?
—Yo diría que es el ultranacionalismo. Una cierta forma de patriotismo. Porque mi patriotismo
estadounidense toma la forma de veneración de la libertad y la igualdad, que
son dos valores abstractos. Y no están conectados a una cadena montañosa en
particular, no están conectados a un pasado particular; son abstractos, son
democracia liberal.
—¿Qué significa eso? ¿Se remonta a los franceses, se remonta a los griegos? Quiero decir, no lo
inventamos. Plantea un gran reto en este libro. ¿De dónde viene esta locura? Y
si va a hablar de Trump como una figura fascista, él no se inventó a sí mismo;
es un producto. Pero el hecho es que Trump es una figura familiar en la vida
estadounidense.
—Eso es cierto. Y no quiero negar la toxicidad que ciertas formas de patriotismo pueden tener. Es solo que,
como enseña nuestra propia historia, por ejemplo, el movimiento de derechos
civiles, que no tuvo lugar en Vermont; tuvo lugar en Alabama a principios de la
década de 1960, un lugar aterrador para albergarlo. Eso sucedió aquí, y esos
fueron los estadounidenses que lo hicieron. Y, entonces, quiero honrar su
legado y lo que hicieron para luchar por esos avances, aunque a veces es
difícil ver esos avances frente al encarcelamiento en masa y las diversas
formas de racismo y opresión anti-negro de todos lo que ocurrió después del
movimiento de derechos civiles. Pero en el pasado tenemos cosas que vale la
pena celebrar, y vale la pena celebrarlas porque están conectadas con ciertos
ideales virtuosos. Por otro lado, cuando el patriotismo toma la forma en que lo
estamos viendo ahora, una nostalgia por un pasado blanco, un pasado cristiano
blanco, y lo que hace el fascismo, la política fascista, es crear una sensación
de agravio e intensidad. La victimización por parte del grupo dominante. Cuando
ves al grupo dominante anhelando un pasado que nunca fue, donde obtuvieron la
apreciación que merecían, y sintiendo que esto les fue arrancado, es lo que el
fascismo trata de hacer. Crea este pasado mítico para que el grupo dominante
sienta que son las mayores víctimas del mundo. Cuando ves cristianos blancos en
los Estados Unidos que dicen que son el grupo más discriminado, entonces es
cuando la política fascista se ha afianzado. Eso es lo que hizo Hitler en
Alemania. Constantemente criticó a los alemanes: fueron las mayores víctimas de
la historia mundial. Tenía que usar Versalles, por supuesto, pero culpaba por
Versalles, extrañamente, a los judíos. Dijo que los alemanes eran las mayores
víctimas. Esa es la función de este tipo de visión extraña y falsa del
pasado.En este modelo una vez fuimos victoriosos, una vez gobernamos, y luego
vinieron los extranjeros y los liberales y nos hicieron compartir nuestro poder
con las fuerzas extranjeras. El liberalismo y el marxismo cultural destruyeron
nuestra supremacía y destruyeron este maravilloso pasado en el que gobernamos y
nuestras tradiciones culturales fueron las que dominaron. Y luego militariza el
sentimiento de nostalgia. Toda la ansiedad y la pérdida que las personas
sienten en sus vidas, por ejemplo la pérdida de su atención médica, la pérdida
de sus pensiones, la pérdida de su estabilidad, luego se desvían a la sensación
de que el verdadero enemigo es el liberalismo, lo que llevó a la pérdida de
este pasado mítico.
—Lo entiendo. Pero quiero insistir con el patriotismo. Porque es esta glorificación de la historia de la
nación. Así, cuando Trump dijo que quería hacer grande a Estados Unidos,
Hillary Clinton lo alzó y dijo que siempre hemos sido grandiosos. Entonces, al
decir que siempre fuimos excelentes significa que éramos grandes cuando
esclavizamos a las personas, que éramos geniales cuando cometíamos genocidio
contra los nativos, éramos geniales cuando tratábamos a la población china como
esclavos cercanos, y no nos regíamos por derechos humanos fundamentales, y
éramos geniales cuando reunimos a los japoneses inocentes y los pusimos en
campos de concentración. Y podría bajar de la lista; éramos geniales cuando
teníamos esclavitud y éramos geniales cuando teníamos segregación. Es una
noción absurda, y sabes, fue George Washington en su discurso de despedida
quien nos advirtió sobre las imposturas del patriotismo fingido. Este atractivo
patriótico es una amenaza e incluso las personas razonables tienen miedo de
decir eso. Miramos a Hitler y el patriotismo se convierte en culpar al otro.
Hitler no usó de chivo expiatorio a BMW o Mercedes Benz o los grandes
financieros alemanes, sino a los sindicatos, a los judíos, los discapacitados y
los homosexuales. Y en este país, eso es lo que hace Trump, culpar a todos
excepto a Wall Street por nuestros problemas.
—Correcto, porque la idea en el fascismo es destruir la política económica. Porque se quiere que la gente se
conecte a través de líneas raciales, líneas étnicas. Así se va tras los
sindicatos. No se menciona a las fuerzas económicas reales, porque se desea
crear un vínculo ficticio. Los movimientos fascistas siempre trabajan en
conjunto con los corporativistas, y estamos viendo eso aquí y ahora con las
conexiones entre, por ejemplo, los hermanos Koch (súper millonarios
estadounidenses) y los intereses concomitantes, y el ala nacionalista de los
republicanos, que está entregando al ala corporatista todo lo que siempre han
deseado; les han entregado las leyes del derecho al trabajo en la decisión de
Janus; les están entregando una interminable serie de jueces aprobados por la
Sociedad Federalista. Y esto, nos dice la historia, es siempre lo que sucede;
que los corporativistas están del lado de los políticos que usan tácticas
fascistas porque están tratando de desviar la atención de la gente de las
fuerzas reales que causan la ansiedad genuina que sienten.
—Sí, y lo que sucedió en Alemania es que las personas razonables, responsables, incluso las mejores,
fueron hacia Hitler.
—Absolutamente. Porque lo que hace la política fascista es pintar al Partido Demócrata, al partido de
centro-izquierda común y corriente, como comunistas. Y se crea terror sobre
eso. Goebbels escribe, en un ensayo: Cuanto menos amenaza el bolchevismo, menos
amenaza el marxismo, menos se preocupa el ciudadano común por nosotros.
Entonces, lo que Goebbels está diciendo, y lo dice con mayor detalle en “La
radicalización del socialismo”, es que se quiere pintar al partido de
centro-izquierda como marxistas y socialistas, porque la clase media ve en el
marxismo principalmente al ladrón de su propiedad, el incómodo perturbador de
la paz y la tranquilidad. Entonces, la política fascista dice que los marxistas
vendrán por tu propiedad. Así acoge a todos los dueños de propiedades en sus
brazos, porque crea este falso pánico. Luego promete a los corporativistas, les
dice que están en contra de los sindicatos, que van a romper su poder, que
están en contra de cualquier movimiento de masas que desafíe ese poder. Y
luego, por supuesto, como Arendt nos advirtió, están las tentaciones de la
regla de un solo partido. Arendt dice que es un gran peligro cuando los
políticos comienzan a sentir lealtad por su partido político en lugar de por la
democracia multipartidista. Y ya estamos en una fase de partido sobre partido,
ya estamos enfrentando la amenaza de los estados de partido único. Una minoría
de estadounidenses votó por este presidente, una minoría de estadounidenses
votó por el Senado, y parece que vamos a tener no solo una Corte Suprema de
derechas, sino una Corte Suprema de extrema derecha para las generaciones
futuras.
* Robert Sheer es editor jefe del sitio TruthDig.com, donde escriben algunos de los analistas más
destacados de la política estadounidense. La nota, bajo el título “America Is
on the Road to Becoming a Fascist State” (Estados Unidos está camino a
convertirse en un estado fascista) es una transcripción de la conversación que
mantuvieron en radio Sheer y Jason Stanley. Traducido por Pablo Makovsky, Cruz
del Sur. La nota completa, en inglés, puede leerse y escucharse en
Goo.gl/oGcEeZ.
Fuente: http://diariocruzdelsur.com.ar/noticia/noticia/id/313
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|