Escrito por: Cordura 12 de
diciembre de 2009
“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que
hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce
y lo dulce por amargo!” (Isaías 5: 20)
“LA GUERRA ES LA PAZ.” (George Orwell,
1984)
“¿El Nobel de la Paz p’al Obama? Lo que merece ese tunante
es una buena patá en el culo (en dirección a la penitenciaría más
próxima.)” (C)
Excelentísimos Sres. (o el tratamiento que corresponda):
Quiero creer que ustedes fueron al colegio. Gente tan encopetada cuando menos
tendrá el certificado de estudios primarios. Si es así, entonces han de saber el
significado de las palabras. No digo que tengan que conocer lo que quieren decir
‘ornistiquio’, ‘disidir’ o ‘zarigüeya’. Pero sí vocablos tan corrientes como
‘mesa’, ‘ventana’ y ‘casa’, del mundo de los objetos. Y también otros, como
‘guerra’ y ‘paz’, que pertenecen al reino de los conceptos.
Además, no sé a ustedes, pero a mí en la escuela, ya de pequeño, me enseñaron
a identificar los términos antónimos. Por ejemplo, ‘luz’ y
‘oscuridad’, ‘antes’ y ‘después’, ‘bonito’ y ‘feo’, ‘arriba’ y ‘abajo’, ‘mal’ y
‘bien’. O, de nuevo, ‘guerra’ y ‘paz’.
Tal vez a ustedes no les diga nada el profeta Isaías (una de
cuyas sentencias encabeza esta carta). Pero hay algo que se llama “sentido
común”, y en virtud del mismo lo malo no puede ser bueno, ni lo bueno malo. Por
esa misma lógica, no cabe llamar “paz” a la “guerra”.
Ustedes, tengo entendido, otorgan cada año el premio Nobel de la Paz. Eso
debería implicar que saben lo que significa ‘paz’. Lo miro en el DRAE
y encuentro que ninguna de las diez acepciones recogidas tiene que ver con lo
que practica el buen hombre conocido como Barack Obomba… huy, perdón, Obama (es
que algunos ya le empiezan a llamar así y se me está contagiando).
Me he tomado la molestia de averiguar cómo se dice ‘paz’ en noruego y
encuentro que la palabra es ‘fred’. Lo he hecho pasando por el
inglés, el idioma más internacional. Dada su equivalencia con ‘peace’, deduzco
que ‘fred’ tiene que significar algo muy similar. Concluyo entonces, en virtud a
su vez de la relación entre ‘peace’ y ‘paz’, que ‘fred’ ha de tener el mismo
sentido básico que la palabra española. Todo lo cual me suscita algunas
preguntas.
Señor Thorbjørn Jagland, presidente del ilustre Comité Nobel
Noruego, ¿por qué le han dado ustedes el Nobel de la Paz a Obama? ¿Están ustedes
al tanto del carrerón que lleva ese bendito en menos de un año como presidente
de su agresivo gobierno? ¿Es que no han oído hablar de cómo, al mes de llegar al
poder, elevó en 17.000 soldados las tropas de su ejército en
Afganistán? ¿Saben que, pese a sus promesas, el campo de
torturas de Guantánamo sigue abierto y seguirá así pasado un
año desde que Obama ocupa su poltrona? ¿Saben que, siendo ya presidente electo,
aprobó con su silencio las atrocidades de “Israel” contra los palestinos en
Gaza de enero pasado? ¿Saben que este infeliz mantiene sus
tropas en Irak? ¿Saben que ha bendecido un golpe de estado en
Honduras, volviendo a una tradición que ni su predecesor, el
cruel texano Bush, había osado reanudar? ¿Saben que, lejos de abordar las causas
del conflicto sobre la piratería en Somalia, declaró la guerra
a los “guardacostas” somalíes? ¿Saben que, desde que llegó a la presidencia, ha
seguido hostigando a Irán, financiando grupos terroristas que
asesinan en ese país y preparando el camino para la agresión a ese pueblo,
aunque lo haya disfrazado con engañosas ofertas de diálogo? ¿Saben que, mientras
promovía una resolución de la AIEA contra Irán por su programa nuclear, ha
bloqueado otra resolución de la misma AIEA que denuncia el programa nuclear de
“Israel”, país que sí tiene bombas atómicas?
¿No le parece, señor Jagland, que todo esto contradice la palabra ‘paz’?
Ustedes justifican el galardón diciendo que Obama ha abogado por «un mundo
sin armas nucleares». ¿Las “israelíes”, incluidas? ¿Y qué decir de las
estadounidenses? Si al presidente le importa tanto ese asunto, ¿por qué no
empieza por condenar los precedentes, únicos hasta el momento, de Hiroshima y
Nagasaki, en los que algo tuvo que ver su propio país?
Añaden ustedes que con Obama vuelve la diplomacia multilateral. ¿Se llama así
ahora a orquestar en la sombra la ejecución y consolidación de golpes de
estado mientras se condenan con la boca chica? ¿A exigir a sus
“aliados” que manden más tropas a Afganistán? ¿A presionar a
países comparativamente débiles, como Turquía, para que se unan
al acoso a Irán? ¿A seguir negando cualquier estatus respetable a los legítimos
representantes del pueblo palestino?
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Dicen también que gracias a su laureado vuelven a respetarse los «estándares
internacionales». ¿Serían tan amables de decirme cuáles? ¿Tienen que ver con la
tortura, que según dijo usted en su discurso, señor Jagland,
"se ha prohibido"? Pero, ¿no sigue abierto el infierno guantanamero? ¿Se han
dado a conocer, para poder cerrarlas, las ubicaciones de las cárceles
secretas de la CIA? ¿No optó por bloquear este hombre, pese a sus
promesas iniciales, las investigaciones sobre tortura en el parlamento
estadounidense? ¿No se limitó a maquillar la Military Commissions Act
(o “ley de la tortura”) preparada por su antecesor? La ACLU
(American Civil Liberties Union) declaró anteayer, o sea, el mismo día
en que ustedes jugaban al paripé del Nobel: "La administración Bush construyó un
marco legal para la tortura, pero el gobierno de Obama está construyendo un
marco legal para la impunidad." ¿Acaso es creíble que por medio
de la impunidad vaya a impedirse la reiteración de semejante barbarie?
Señor Jagland, ustedes anunciaron la concesión del Nobel a Obama a principios
del pasado mes de octubre, y se lo han entregado en el solemne acto celebrado
tres meses después. Me pregunto si se han enterado de lo que ha ocurrido en ese
lapso de tiempo.
¿No saben que a mediados de noviembre esta bella persona sugirió que al
supuesto autor intelectual (?) del 11-S se le aplicase la pena de
muerte? ¿Está eso en consonancia con los “estándares internacionales” que
requiere la paz?
¿No saben que unos días después este señor se negaba a firmar, en nombre de
su país, el convenio
sobre minas terrestres, que matan cada año a miles de personas, muchos niños
incluidos? Por cierto, ¿recuerdan que su ilustre Comité otorgó el mismo Nobel
que ahora recae en Obama a su compatriota Jody Williams
justamente por su campaña para la prohibición de tales minas? Entiendo, señor
Jagland, que deberían ustedes plantearse muy seriamente exigir a esa señora que
devuelva su galardón, ya que parece que no tienen intención de quitárselo al
recién laureado. Aunque sólo sea por aparentar una pizca de coherencia.
Y, ¿tampoco saben que prácticamente en las vísperas de su recepción del
Nobel, Obama anunció el envío de al menos otros 30.000 soldados a Afganistán?
Así duplicaba las tropas estadounidenses de tiempos de Bush. El
propósito de ello, dice, es "terminar"
antes esa guerra, un verdadero anuncio de las masacres que llegarán para
añadirse a las ya realizadas, y que no han sido obstáculo para que ustedes le
concedan el premio.
Yo me pregunto, señor Jagland, si usted sabía todo esto. Y, siendo así, si se
ha planteado durante estos tres meses echarse atrás… De su
silencio deduzco que no, claro está. Y de sus solemnes palabras el día de la
entrega.
Por cierto, ¿no se lo planteó, al menos, cuando escuchó el discurso del
emperador? Estaba recogiendo «con gran humildad» (pero no la suficiente como
para rechazarlo) el preciado galardón a favor de la paz y no se le ocurrió cosa
mejor que hacer una apología de la guerra (“justa”, claro, como
todos los belicistas). Hasta los medios del Sistema lo han reconocido, como el
que tituló: “Obama
recoge el Nobel de la Paz con una encendida defensa de la guerra” ¿No cree
que eso ya es el colmo, señor Jagland?
No contento con eso, repitió allí sus típicas amenazas
veladas contra los países que no se pliegan a los dictados imperiales, e incluso
los mencionó por sus nombres («Irán y Corea del Norte»). De este modo convirtió,
ante las sonrisas de ustedes, un marco donde supuestamente se exalta la paz y a
sus defensores en un foro más donde expresar su belicismo imperialista “de
guante blanco”.
¿Ni siquiera entonces, señor Jagland, se planteó usted echarse atrás, al
menos como postura testimonial? ¿Eso es lo que aprecia usted el
prestigio del Premio Nobel de la Paz?
Pero el prestigio de ese sucio Premio es lo de menos. Lo grave aquí es que
han dado ustedes alas a un genocida para que siga matando “pacíficamente”. Y,
con ello (¿se da cuenta?), se han hecho ustedes cómplices de su
genocidio.
Entregándole el premio a ese señor, se han burlado ustedes
de toda la humanidad que, ansiosa, desea por fin la paz. ¡Pero si hasta los compatriotas
de Obama, en una proporción de dos de cada tres, considera que su presidente
no merece tal galardón!
Me gustaría pensar, señor Jagland, que estos días les estarán
lloviendo a ustedes miles, incluso decenas de miles, de cartas
tan críticas como ésta.
Me gustaría pensar que, a raíz de ese clamor, usted presentase su
dimisión declarando en voz muy alta: “Nos hemos equivocado.”
(Fíjese, amigo Thorbjørn, que no le estoy pidiendo a usted que se vuelva bueno
de repente, simplemente que sea lógico y asuma que la paz es lo
contrario de la guerra.)
Me gustaría pensar que nadie que trabaje sincera y genuinamente por la
paz aceptará jamás recibir el premio Nobel que otorgan ustedes, y que
ya está (por si no bastara con los Kissinger y compañía) definitivamente
manchado de sangre y violencia.
Pero sólo me gustaría… No me hago ilusiones, aunque seguramente eso le
traería a personas usted, señor Jagland, no poca 'fred' interior. Mientras el
genocida pronunciaba su discurso guerrero de “paz” en ese marco
estrambóticamente paradójico, se inauguraba en Yakarta, capital de Indonesia,
una estatua
idolátrica dedicada al Obama-niño, un simple mortal.
El propósito
de la misma, según las autoridades, es el de “inspirar a los niños del país
donde él vivió cuando era un chaval.”
Otros, en cambio, anhelamos que ningún niño indonesio, ni de ningún otro
país, llegue jamás a pervertirse tanto como para merecer el
premio Nobel de la Paz.
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