Desde Staten Island: "Pensé que estaba en
Haití…"
Elaine Brower 4 de noviembre de 2012
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 17 de diciembre de
2012
Cinco días después del huracán Sandy, habiendo recibido muy poca ayuda de las
dependencias gubernamentales, la gente de Staten Island salió afuera con una
rabia estruendosa y unos labores de auxilio sin par. Los "zombis" que vi el
jueves, al día siguiente del huracán, cuando la gente estaba atolondrada, habían
desaparecido. Curiosamente los reemplazaron seres humanos.
Por mi parte, decidí ir a las comunidades más afectadas para ofrecer
cualquier asistencia que pudiera dar. Mi carro no tenía gasolina, así que tuve
que pedirle prestado el carro a mi esposo, que afortunadamente tenía el tanque
lleno. Preparé un espagueti --después de todo se trata de Staten Island-- y me
dirigí a una zona playera muy afectada en Oakwood, al sur del bulevar Hylan. En
la avenida Guyon había un oasis de auxilio. Docenas de personas habían
improvisado un punto central de distribución de provisiones a las personas que
perdieron todo. Facebook, Twitter y el sitio web statenisland.recovers.org convocaron al público a donar toda
la ayuda que les fuera posible.
En realidad se trataba de un lugar maravilloso, igual a lo que vi en Haití
hace dos años después del gran terremoto que mató a cientos de miles de personas
y dejó varados a millones más. Rodeado de escombros y las ruinas de casas
inundadas o aplastadas por árboles que alguna vez eran majestuosos y
espléndidos, este refugio le proporcionaba a los residentes de la comunidad
cualquier cosa que necesitaban mientras se recuperaban emocional y físicamente
del siniestro. Comida caliente y artículos de limpieza, y también cobijas y
calcetines estaban en demanda. Las personas caminaron varias manzanas para
conseguir lo que podían y llevarlo a sus casas oscuras. Los que podíamos hacerlo
viajamos por las calles repartiendo provisiones. Algunos de nosotros cargamos
nuestros vehículos de provisiones y fuimos a otras partes de Staten Island, para
llegar a otras comunidades muy afectadas.
La última vez que yo había visto algo semejante fue en Haití, donde vi a
haitianos que habían perdido a familias enteras en el terremoto, sacarse de
entre los escombros y montar carpas improvisados, mientras que el personal de la
ONU y de Estados Unidos, mandado ahí junto con centenares de organizaciones no
gubernamentales como la Cruz Roja, en gran medida se quedaron mirando. Nosotros
que no teníamos afiliación con ninguna entidad organizativa hicimos la mayor
parte del trabajo en Haití. Las fuerzas militares de Estados Unidos vigilaban la
embajada en trajes blindados, portando armas, y cruzados de brazos.
Con la excepción de la gente de Staten Island, no llegaron curiosos. No llegó
ninguna dependencia del gobierno por lo que yo podía ver. De hecho, todas las
personas agrupadas en el centro de auxilio comentaban la falta de ayuda oficial
y de camiones de la Cruz Roja. Muchos se sentían abandonados, pero la mayoría
decidió que los “bustos parlantes políticos” que prometían ayuda, eran unos
mentirosos. El campamento base de FEMA [la Agencia Federal de Gestión de
Emergencia] y del personal de primeros auxilios estaba a unas cuadras de este
centro de auxilio de la avenida Guyon, pero las personas adscritas a la Guardia
Nacional o a FEMA se quedaban detrás de las grandes cercas de la zona playera,
con sus enormes generadores, sus carpas y camiones.
Decidí dejar mi comida caliente ahí, junto con otras bandejas, y cargar mi
carro para llevar ayuda a otras zonas. Conocí a Lynne, que decidió ir a ayudar
conmigo. Cargamos paletas de agua potable, cobijas, artículos de limpieza y de
higiene, y bocadillos. Decidimos dirigirnos a la avenida Cedar Grove, pues nos
dijeron que ahí necesitaban los artículos que llevábamos. Había un
embotellamiento inimaginable. Al avanzar centímetro por centímetro por el
bulevar Hylan Boulevard, el caos era total. No sé cómo era posible, pues no se
podía comprar gasolina en ninguna parte, sin embargo la gente se desplazaba. Lo
muy extraño fue viajar solo dos cuadras y ver la normalidad. Conductores
hablando por celular, radios a todo volumen, gafas Gucci y bolsas de las
compras. Como si no hubiera pasado nada, o como si no hubiera gente a unas
cuadras que lloraba porque había perdido todo. Es difícil comprender eso, cuando
uno está trabajando con cientos de personas en labores de auxilio.
La policía había cerrado la zona a la cual íbamos, así que decidimos ir
directamente a la playa Midland, una de las áreas más afectadas. En varios
kilómetros de camino, vimos UNA camioneta de la Cruz Roja y nada más. Pues,
fíjense, íbamos a unas cuadras de la “zona cero", por la calle principal. Lynne
estaba repasando Facebook y Twitter mientras yo manejaba, para buscar otras
zonas que necesitaban ayuda. Ella estaba conectada con todas las noticias de las
redes sociales, y me mantenía al tanto. Al dirigirnos hacia la avenida Midland,
ella leyó que un lugar tenía tantos suministros que pedía que la gente los
llevara. Llegamos a la escuela media Egbert y descubrimos que casi la mitad del
estacionamiento estaba lleno de provisiones. Nos pertrechamos con más gorros,
guantes y ropa de invierno, metimos todo en mi carro ya colmado, y seguimos en
camino.
Había mucha actividad en la playa del sur, así que seguimos adelante. Lynne
vio que la gente de Great Kills, donde el huracán había desparramado los barcos
por dondequiera, necesitaba de todo. Entonces dimos la vuelta y nos dirigimos
hacia esta otra zona playera, mientras preguntábamos a las personas en el camino
si necesitaban de algo. Al llegar al "puerto deportivo" encontramos que la
policía estaba vigilando los barcos estropeados y que también había una
camioneta de la Guardia Nacional y unos soldados que repartían frazadas. Un tipo
que tenía un camión de pizzería estaba dando comida a las personas, así que
fuimos en busca de personas que pidieron ayuda mediante Facebook. Finalmente,
vimos las mesas que unas cinco personas acababan de colocar con algunas
provisiones. Paramos y descargamos el carro. Estaban muy agradecidas por los
calcetines calientes, las cobijas, los abrigos y la comida. Las inundaciones
habían destruido por completo el interior de las casas y en un esfuerzo conjunto
la comunidad estaba arrancando los muebles destruidos, mientras la Guardia
Nacional se fue para otra parte.
Aquí la gente dijo que quería comida caliente y más calcetines. Así que
regresamos al centro de la avenida Guyon, que no estaba lejos. Cuando llegamos,
resultó que un servicio de comidas acababa de entregar 10 bandejas de comida
calientes, bolillos, sándwiches y café. Llevamos cuatro bandejas y cualquier
otra cosa que pudimos meter en el carro, y fuimos otra vez para Great Kills. Ya
había estado manejando por casi cuatro horas y empezaba a oscurecerse. Algunos
faroles estaban funcionando, pero la mayoría no. Llegamos y cuando abrí la
bandeja de calientes tiras de pollo empanizado, las sonrisas me recompensaron,
en particular de los niñitos que tenían tanto hambre. Todos se reunieron para
comer y estaban de buen ánimo. En eso vi al congresista Michael Grimm, quien
apareció de la nada. Él me miró directamente y dijo “gracias” por todo lo que yo
estaba hacienda. No podía decir nada porque me tomó por sorpresa. Quería
decirle: "¿cómo se atreve a dar la cara sin traer nada aquí? Sin traer comida,
pilas, cobijas ni nada". Solo vino para que le sacara la foto y para el
espaldarazo político que un viaje por los vecindarios devastados le iba a
dar.
De ese lugar, regresé con Lynne en la oscuridad al centro de la avenida
Guyon. El sitio había acumulado el triple de provisiones desde que salimos hace
más de una hora. Decidí llenar el carro una vez más con sándwiches y
provisiones, y regresar a la zona de la playa donde FEMA había establecido su
cartel general. El tránsito se había despejado un poco y cuando llegué a donde
el huracán literalmente se había llevado las casas, solo estaban los equipos
noticiosos. Encontré otra pequeña estación de auxilios y esperaba darles lo que
llevaba, pero ya estaban cerrando para la noche. Luego me topé con Alice. Ella
estaba "vigilando" su esquina contra cualquier saqueador. Ella estaba helada,
parada ahí delante de su casa y frente a un farol caído al suelo. Me bajé del
carro y le ofrecí algunas provisiones, pero ella solo quería una frazada.
Empezamos a platicar y ella despotricaba contra la Cruz Roja. Me dijo: "siempre
he donado a la Cruz Roja, cada vez durante toda mi vida, pero ya no lo haré
jamás". Ella estaba furiosa, decepcionada, indignada y triste, todo a la vez. Al
mirar por alrededor, vi ahí al lado a Geraldo Rivera en su limosina con su
chofer y su gente de seguridad. Ella dijo que hace unos momentos le había dicho
a Geraldo qué tan indignada estaba y que sentía que no había más que quedarse en
casa, fría y con hambre, porque no había ayuda.
Cuando regresé a casa, prendí el televisor para ver "Geraldo LIVE" con la
esperanza de ver a Alice. Pero no. Geraldo estaba en el centro de mando y
control de FEMA, con unos voluntarios de la Cruz Roja, y elogiaba el trabajo de
ellos y todo el personal de primeros auxilios, y de algunas personas “de pie”
que habían dejado provisiones que sobraron de sus labores de auxilio en
Brooklyn. Nunca vi el clip de Alice, y no lo vamos a ver nunca en los medios de
comunicación nacionales corporativos. La porquería que estos están presentando
al mundo es literalmente una “carita feliz” que dice qué tan magnífica es la
situación de nosotros aquí en la “zona cero”. No se lo crean. La gente está
sufriendo muchísimo y la única ayuda que llega es la que viene de otras personas
a quienes sí les importa.
Se pueden ver los vídeos YouTube de la situación de Staten Island en
youtube.com/user/elainebrower?feature=watch
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