Sin vergüenza
David Brooks
La Jornada
21 de abril de 2014
Una investigación del Comité de Inteligencia del Senado estadunidense ha revelado que el empleo de la tortura a
sospechosos de terrorismo durante el gobierno de George W. Bush fue excesivo y más brutal de lo que la CIA ha
admitido. Cuando Barack Obama asumió la presidencia dijo que anularía prácticas
inaceptables, pero descartó cualquier posibilidad de rendición de cuentas de su
antecesor, promesa que sí ha cumplido. Las imágenes del ex mandatario y el actual jefe de la
Casa Blanca son de hace unos días Foto Ap y Reuters
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Durante las últimas semanas se ha ventilado aquí, poco a poco, el horror de la tortura, ese crimen de lesa
humanidad según las leyes internacionales, condenado por la Organización
de Naciones Unidas, por la retórica de
cualquier gobierno que desea aparentar ser civilizado, y denunciado por toda
organización de derechos humanos. Durante años la tortura fue
practicada,legalizada y después encubierta por Washington.
Ahora que se está revelando que fue aún más extensa y brutal de lo que se había admitido, se ha vuelto un
problema político, pero lo que más asombra es que no haya causado un escándalo
nacional e internacional, y que los responsables sigan impunes. Los que
autorizaron y encubrieron el crimen dan lecciones y
critican a otros por violaciones de derechos humanos, sin considerar que
carecen de autoridad moral para decir algo. Ni vergüenza les da.
De hecho, mientras se filtraban cada vez más detalles atroces sobre el uso de tortura por el gobierno
estadunidense, el máximo responsable estaba tan poco preocupado que se dedicó a
montar una exhibición de su obra artística. El ex presidente George
W. Bush se ha dedicado a pintar retratos de mandatarios y figuras
internacionales que conoció, y hace unos días su obra se estrenó en Dallas. Todos los medios
nacionales cubrieron la exposición El arte del liderazgo: la diplomacia personal de un presidente, y casi nadie
vinculó al artista con los actos ilegales y bárbaros que se cometieron durante su mandato.
Por ello, tal vez la crítica de arte más inusual en tiempos recientes fue la de Jason Farago en The Guardian: muchos artistas
hacen cosas malas, y ofreciendo ejemplos de artistas famosos en la historia que
asesinaron o eran perversos, o cometieron fraudes, señaló sarcásticamente:
“entonces, sólo porque un pintor tiene –por ejemplo– la sangre de 136 mil 12
iraquíes muertos en las manos, eso no comprueba, por sí solo, que carezca de
talento”. Continúa con una evaluación a fondo de las pinturas y declara que son
vacías y nada revelan. Farago concluye: “uno se imagina que la excitación sobre
las pinturas de Bush forma parte de un hambre nacional por la expiación del
crimen imperdonable de su presidencia, como si transformar a Bush en un
jubilado dulce ante su caballete borrara su guerra ilegal, su política
económica obscena, la destrucción ambiental… el ahogamiento de Nueva Orleáns”.
Entre su legado está la tortura, que ahora sale a la luz cada vez mayor detalle. No hay suficiente pintura en el
mundo para encubrirla.
Una investigación de cuatro años realizada por el Comité de Inteligencia del Senado sobre el empleo de técnicas
de interrogación severas por la CIA en la guerra contra el
terror, declarada a partir del 11 de septiembre de 2001, concluyó a finales de
2012 con un informe de 6 mil 300 cuartillas, el cual ha sido clasificado. El 3
de abril el comité aprobó desclasificar el resumen ejecutivo de 480 páginas, el
cual envió a la Casa Blanca para que fuera preparado para su difusión pública
(y donde se decidirá qué partes salen a la luz).
Detalles de ese resumen ejecutivo fueron obtenidos recientemente por algunos medios. Entre las conclusiones del informe
se asienta que la CIA empleó técnicas de interrogación no aprobadas por el
Departamento de Justicia, impidió supervisión efectiva del Congreso, se obtuvo
muy poca inteligencia valiosa y la CIA manipuló a la opinión pública, a los
medios y a legisladores sobre la efectividad de sus técnicas, entre ellas el waterboarding (ahogamiento
simulado), posiciones de estrés, privación de sueño hasta por 11 días,
confinamiento en cajas y azotar a sospechosos contra paredes. Las técnicas eran más
brutales y mucho peores de lo que la agencia informó a los
políticos, y fueron aplicadas a un número mucho mayor de personas de lo que
había dicho la CIA. La
lista completa de conclusiones obtenida por McClatchy.
Algunos aspectos de esta información ya se conocían desde hace años, incluso durante la presidencia de
Bush. Y aunque hubo un amplio coro de condena, no pasó nada.
Cuando llegó Barack Obama a la Casa Blanca declaró que anularía prácticas y políticas que eran legal y
moralmente inaceptables, como el uso de algunas técnicas severas de
interrogación. Pero subrayó que su gobierno se enfocaría en el futuro y no
miraría hacia atrás, o sea, que no haría ningún esfuerzo para que sus
antecesores fueran obligados a rendir cuentas, no habría nada parecido a una comisión
de la verdad. Esa promesa sí la ha cumplido.
Pero la tortura se realizó en nombre del pueblo, y su encubrimiento también es un delito, ya que supuestamente en una
democracia los servidores públicostienen que rendir cuentas al pueblo. No hay duda de que estos son crímenes.
No hay duda de que hay crímenes que crecieron de los crímenes. Aquí hay una
prueba severa al estado de derecho...en Estados Unidos, comentó en Esquire Charles Pierce sobre
las divulgaciones.
Durante unos siete años se ha negado e ignorado, incluso se ha justificado, el uso de técnicas (tortura)
contra miles de detenidos en varias partes del mundo.Como país, necesitamos saber qué
ocurrió. Necesitamos confesar. Necesitamos ser específicos. Necesitamos abrir
el libro, escribió Eric Fair en un artículo reciente en el Washington Post. El
ex militar y contratista especializado en interrogatorios en Irak, arrepentido
de su papel, ha denunciado estas políticas en los últimos años.
Pero sus superiores, hasta ahora, siguen instruyendo al resto del mundo sobre los valores democráticos
y el respeto a los derechos humanos. Al parecer, aún no sienten vergüenza.
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