Aún priva la esclavitud en campos de Florida
Un museo itinerante recorre EU para denunciar los abusos, sobre todo a
jornaleros migrantes
David Brooks Corresponsal Periódico La Jornada Viernes 6 de agosto
de 2010, p. 40
Nueva York, 5 de agosto. En el mismo lugar de Florida donde hace más de 230
años los ingleses cultivaban sus predios empleando mano de obra de esclavos
africanos, se dan ahora, en pleno siglo XXI, condiciones próximas a la
esclavitud para los jornaleros inmigrantes que trabajan algunas de las tierras
más productivas de Estados Unidos.
La Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en inglés),
integrada por jornaleros mexicanos, guatemaltecos y haitianos que laboran en
campos donde se cultiva jitomate en Florida, en alianza con organizaciones
religiosas, estudiantiles y comunitarias, han logrado liberar de las condiciones
de práctica esclavista a más de mil trabajadores, mediante litigios emprendidos
a raíz de sus campañas en defensa de los jornaleros agrícolas.
El Museo de la Esclavitud Moderna en Florida es una muestra itinerante que
documenta la historia de los cautiverios en los campos de Florida. Hoy,
estacionado ante una iglesia en el East Village, de Nueva York (ayer estaba
frente a otro templo a un costado de Washington Square), el museo –en realidad
un camión de carga que fue dormitorio y prisión de jornaleros– exhibe documentos
de los juicios contra los contratistas que imponían condiciones de esclavitud,
fotos y explicaciones sobre los siglos de explotación extrema en los campos de
cultivo en Florida, donde se puede constatar lo poco que han cambiado las
condiciones para los trabajadores agrarios.
Desde 1997, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha llevado siete
juicios –el más reciente en 2009– por explotación extrema en los campos de
Florida, algunos bajo las leyes contra la esclavitud y el peonaje, promulgadas
inmediatamente después de la Guerra Civil, en el siglo XIX. En uno de estos
casos, por ejemplo, Ramiro y Juan Ramos fueron condenados a 15 años de cárcel
por cargos de esclavitud, en 2004; ambos manejaban a unos 700 jornaleros en los
campos de naranja en Florida y en Carolina del Norte, a quienes tenían
amenazados de muerte si intentaban escapar. Otros contratistas golpeaban a sus
trabajadores y hasta los drogaban, además de que los mantenían en un
endeudamiento perpetuo al cobrarles renta, agua y alimentos.
Oscar Otzoy, integrante del CIW, dice a La Jornada en entrevista
frente al museo, que el propósito de esta iniciativa es dar a conocer a todas
las personas la situación que enfrentamos en la industria agrícola. Explica que
90 por ciento de los vegetales en los campos de Florida es distribuido en todo
el país, pero que pocos conocen cómo se producen, desde las condiciones de los
trabajadores en los campos, hasta el papel de las grandes empresas nacionales y
trasnacionales de la rama alimentaria.
Y por cada cubeta de jitomate (que pesa casi 15 kilos) se paga de 40 a 45
centavos de dólar, y uno puede trabajar hasta 12 horas para ganarse entre 50 y
56 dólares por jornada. Ese ha sido el pago desde los años 80 del siglo pasado
hasta hoy.
El objetivo, afirma Otzoy, es que la gente de todo el país nos pueda ayudar
en nuestra Campaña por la Comida Justa, donde demandamos que las grandes
corporaciones, que juegan un papel en la pobreza en que vivimos los
trabajadores, cambien sus prácticas para poner fin a estas condiciones. Agrega:
estamos dando a conocer la raíz de la pobreza en que vivimos los trabajadores, y
señala que “no tenemos voz ni derechos humanos –eso es esclavitud”. Detalla que
algunos jornaleros viven una especie de peonaje con deuda permanente. Unos cinco
vivían en este camión, y les cobraban renta, más cinco dólares por cubeta de
agua para bañarse.
Otzoy indica que esas condiciones en Florida son antiguas, desde que los
africanos llegaron como esclavos en el siglo XVIII, y después de las luchas para
acabar con la esclavitud y el gran movimiento por los derechos civiles de los
afro-estadounidenses en los años 60 del siglo anterior, se obtuvieron grandes
triunfos pero sin eliminar la raíz de estas condiciones en los campos de
cultivo. Cuando llegamos a este país como inmigrantes enfrentamos las mismas
condiciones en que vivían los afro-estadounidenses hace décadas, si no
siglos.
La situación en Florida no es muy diferente de la que describió un productor
en 1960: antes éramos dueños de nuestros esclavos, ahora simplemente los
rentamos.
Los activistas de la CIW dicen que la reacción general del público que ve el
museo es ¿cómo es posible que la esclavitud aún exista en Estados Unidos? Con la
impresión por estas condiciones de trabajo, muchos se suman a la Campaña por la
Comida Justa.
En su próxima escala, la CIW estacionará el museo cerca de la sede matriz de
la empresa nacional de supermercados Ahold, en Quincy, Massachussetts, y ahí
entregarán miles de cartas firmadas por clientes con las mismas demandas que la
coalición ha promovido ante otras cadenas de tiendas de alimentos en los años
recientes: un centavo más por cubeta de jitomate, cero tolerancia de la
esclavitud y la participación de los trabajadores en los acuerdos.
Estableciendo alianzas con organizaciones estudiantiles, religiosas, de
derechos laborales y civiles, entre otras, la CIW ha logrado que estas demandas
fueran aceptadas, después de grandes batallas, por ocho gigantescas empresas,
entre ellas Taco Bell, McDonald’s, Burger King y Whole Foods.
Mientras los consumidores se preocupan por la calidad de lo que comen, la
idea es que también se enteren de las condiciones de quienes cultivan y cosechan
ese alimento. Eso es el eje de la Campaña por la Comida Justa promovida desde
2001 por los trabajadores inmigrantes desde un lugar poco conocido en Florida, y
con ello alimentan a la justicia en este país .
Para mayor información sobre el museo y otras iniciativas del CIW: www.ciw-online.org/
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