De Portugal a Egipto: una moraleja
El informe anti-Imperio
Wlliam Blum Counterpunch 6 de febrero de 2011
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En julio de 1975 fui a Portugal porque en abril del año anterior un golpe
militar incruento había derrocado el régimen fascista de 48 años apoyado por
EE.UU., en la única potencia colonial restante en el mundo. Fue seguido por un
programa centrado en la nacionalización de industrias importantes, control por
los trabajadores, un salario mínimo, reforma agraria, y otras medidas
progresistas. Oficiales militares en una nación occidental que hablaran como
socialistas era ciencia ficción para mi mente estadounidense, pero se había
convertido en realidad en Portugal. El centro de Lisboa estaba abarrotado desde
la mañana hasta la noche de gente que discutía los cambios y colocaba panfletos
en carteles de anuncios. La foto de un niño colocando una rosa en el cañón de un
fusil en manos de un soldado amistoso se había convertido en símbolo visual de
la “revolución” portuguesa, y me vi envuelto en manifestaciones y desfiles en
los que participaba gente, y yo mismo, de pie sobre tanques y lanzando rosas,
mientras la muchedumbre vitoreaba a los soldados. Era algo intoxicante, y yo
quería creer que no sería así, pero yo y la mayoría de la gente con la que hablé
teníamos pocas dudas de que EE.UU. no podía permitir que semejante bocanada de
aire fresco durara mucho. El derrocamiento del gobierno chileno menos de dos
años antes había despertado la conciencia política colectiva del mundo, así como
el nivel de escepticismo y paranoia en la izquierda.
Washington y funcionarios de corporaciones multinacionales que mandaban en el
consejo de administración del planeta estaban profundamente preocupados. Aparte
de todo lo demás, Portugal era miembro de la OTAN. La desestabilización se
convirtió en el orden del día: acciones encubiertas; ataques en la prensa
estadounidense; subversión de los sindicatos; sobornos para medios de oposición;
sabotaje económico a través del crédito y el comercio internacionales; fuerte
financiamiento de candidatos seleccionados en elecciones; exclusión por EE.UU.
de Portugal de cierta información militar y nuclear comúnmente disponible para
miembros de la OTAN; ejercicios navales y aéreos de la OTAN frente a la costa
portuguesa con 19 barcos de guerra de la OTAN anclados en el puerto de Lisboa,
considerados por la mayoría de los portugueses como un intento de intimidar al
gobierno provisional. En 1976, el Partido “Socialista” (apenas más a la
izquierda y no menos anticomunista que el Partido Demócrata de EE.UU.) llegó al
poder, fuertemente financiado por la CIA. La Agencia también organizó que
partidos socialdemócratas europeos occidentales ayudaran a pagar la cuenta. La
revolución portuguesa estaba muerta, nacida muerta. [1]
Los eventos en Egipto no pueden dejar de recordarme Portugal. Aquí, allá, y
por todas partes, ahora y antes, EE.UU., como siempre, está muerto de miedo ante
cualquier cosa que sea genuinamente progresista o socialista, o incluso
demasiado democrática, porque conlleva el peligro de permitir que quién sabe qué
clase de no-creyente-en-EE.UU. llegue al poder. Honduras 2009, Haití 2004,
Venezuela 2002, Ecuador 2000, Bulgaria 1990, Nicaragua 1990... docenas más …
cualquier cosa es mejor, cualquiera, si hay una alternativa, incluso un
dictador, un torturador.
Somos tan buenos que hasta nuestros enemigos creen nuestras
mentiras
He dedicado mucho tiempo y esfuerzo al tema de cómo llegar a la mente
estadounidense respecto a la política exterior de EE.UU. En gran parte esto se
reduce a tratar de neutralizar toda una vida de adoctrinamiento que recibe quien
crece en EE.UU. Proviene de noticias de todos los días.
El 27 de enero, el Washington Post publicó un artículo sobre el
personal del Departamento de Estado que fue mantenido como rehén en la embajada
de EE.UU. en Teherán, Irán, durante unos 14 meses, de 1979 a 1981. Los antiguos
rehenes se preparaban a fin de realizar el día siguiente una evocación para el
30 aniversario.
“Me equivoqué desde todo punto de vista concebible”, dijo L. Bruce Laingen,
quien fue el encargado de negocios. “Fue totalmente equivocado… Es mi recuerdo
más vívido en la actualidad”. El ex oficial político John W. Limbert está de
acuerdo. Dijo que “aprovecharía cualquier oportunidad” para decir a sus captores
“qué cosa terrible habían cometido según sus propios criterios”.
Qué criterios, me pregunto, ¿guiaban a sus captores iraníes según ese
individuo? En 1954, EE.UU. había derrocado al gobierno democráticamente elegido
de Mohamed Mossadegh, lo que llevó, como había sido planificado, al retorno al
poder desde el exilio del Shah. Eso resultó en 25 años de gobierno mediante la
opresión incluyendo torturas rutinarias mientras el Shah contaba con la
protección continua del apoyo militar de EE.UU. ¿No es razón suficiente para que
los iraníes sintieran una ira amarga contra EE.UU.? ¿Qué pensaba el señor
Limbert? ¿Qué piensan los estadounidenses que leen u oyen semejantes
comentarios? Leen u oyen todos los días noticias distorsionadas sobre el papel
actual o histórico de EE.UU. en el mundo, y como en el caso del artículo citado
del Washington Post – no hay corrección por parte del periodista, no se
hacen preguntas, nadie cuestiona la idea de EE.UU. Noble EE.UU. víctima perpetua
de los Malos.
Ateo: “La blasfemia es un crimen sin víctima”
Salman Taseer fue asesinado en Pakistán hace algunas semanas. Era gobernador
de la provincia Punjab y miembro del secular Partido del Pueblo de Pakistán. El
hombre que lo mató, Mumtaz Qadri, fue elogiado por algunos como héroe, lanzaron
pétalos de rosa a su paso. Fotos tomadas en la escena lo muestran sonriendo.
Taseer se había atrevido a denunciar la estricta ley contra blasfemias de
Pakistán, pidiendo indulgencia para una madre cristiana condenada a muerta según
la prohibición de blasfemias. Un grupo nacional de 500 eruditos religiosos
elogió al asesino y emitió una advertencia a todos los que lamentaban el
fallecimiento de Taseer. “El que apoya a un blasfemo es también un blasfemo”,
dijo el grupo en una declaración, que advirtió a periodistas, políticos e
intelectuales que “aprendieran” del asesinato. “Lo que hizo Qadri ha
enorgullecido a todo musulmán”.[2]
Hermoso, verdaderamente hermoso, muy civilizado. No es sorprendente que
estadounidenses decentes, creyentes, crean que este tipo de pensamiento y
conducta justifica las múltiples guerras de Washington; que Washington lucha
contra esto – fanáticos islámicos, maníacos homicidas, quienes matan a sus
propios compatriotas por alguna parte esotérica de un dogma religioso, quienes
quieren matar estadounidenses por algún pecado sagrado imaginario, porque somos
“infieles” o “blasfemos”. ¿Cómo podemos razonar con gente semejante? ¿Dónde
queda la humanidad común de la que hablan pacifistas ingenuos y activistas
contra la guerra?
Pero la guerra puede ser vista como la religión de EE.UU. –últimamente
Pakistán, Irak, Afganistán, Somalia, Yemen, y muchos más en el pasado– todos no
creyentes en la Iglesia de Nuestra Señora de la Invasión Eterna, del Bombardeo
Sagrado y de la Tortura Inmaculada de Washington, todos condenados a la muerte
por blasfemia, mientras cada día EE.UU. descarga las benditas máquinas letales
llamadas Predator que vuelan sobre sus tierras para lanzar misiles “Hellfire”
(sic) [Fuego del Infierno] contra fiestas matrimoniales, funerales, casas, sin
saber quiénes son las víctimas, sin preocuparse de quiénes son las víctimas,
miles de ellas hasta ahora, mientras Washington pueda afirmar cada vez –con
razón o no– que entre ellas había un destacado blasfemo, llámese talibán, o
al-Qaida, o insurgente, o militante. ¿Cómo podemos razonar con gente semejante,
los de la CIA que operan esos bombarderos sin tripulación? ¿Cuál es la
diferencia entre ellos y Mumtaz Qadri? Qadri sonreía satisfecho después de
realizar su misión sagrada. El hombre de la CIA se sienta confortablemente en
una pieza en Nevada y manipula su sagrado videojuego, luego parte a una
agradable cena mientras sus víctimas agonizan. Mumtaz Qadri cree apasionadamente
en algo llamado Paraíso. El hombre de la CIA cree apasionadamente en algo
llamado Excepcionalismo Estadounidense.
Como la gran mayoría de los estadounidenses, nuestro operador de drone no es
necesariamente “extremista”. Sam Smith, el editor del maravilloso boletín de
noticias,
Progressive Review, escribió recientemente: “Uno de los mayores mitos
que dominan este país es que los así llamados “lunáticos” provienen sobre todo
de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Y que existe, sin embargo, un
establishment sabio y moderado que nos salvará de su locura. De hecho, los
verdaderos lunáticos se encuentran en el centro… después de capturar puestos
públicos y medios importantes. Propagan impunemente el desastre, la muerte y la
decadencia. Tomemos, por ejemplo, los cerca de 60.000 soldados estadounidenses
muertos en guerras sin sentido comenzando con Vietnam. Y sumemos la cantidad de
asesinatos políticos, asesinatos por prejuicios, actos terroristas, etc.
Simplemente no hay comparación. Sin embargo, cada guerra que hemos librado en
tiempos modernos ha sido por decisión directa del establishment estadounidense,
los que se describen pomposamente como moderados, centristas o bipartidistas.”
[3]
Ampliando la comparación: En 2008, un joven estadounidense llamado Sharif
Mobley se fue a Yemen a estudiar árabe y religión. Funcionarios estadounidenses
afirman que en realidad su intención era unirse a un grupo terrorista. “Ven a
Mobley como parte de un cuadro creciente de estadounidenses nacidos en el país
que son atraídos a la yihad violenta”.[4] [¿No se podría decir de la
misma manera que los numerosos estadounidenses nacidos en EE.UU. que se unen
voluntariamente a los militares para combatir en una de las numerosas guerras en
el extranjero de EE.UU. “son atraídos a la yihad violenta”?
………….
Notas
1. William Blum, Rogue State: A Guide to the World's Only Superpower,
páginas 187, 228 para fuentes
2. Washington Post, 5 de enero de 2011
3. Progressive Review, 27 de enero de 2011
4. Washington Post, 5 de septiembre de 2010
Fuente: http://www.counterpunch.org/blum02042011.html
William Blum es autor de Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions
Since World War II, Rogue State: a guide to the World's Only Super
Power, y de West-Bloc Dissident: a Cold War Political Memoir. Para
contactos: BBlum6@aol.com
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