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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




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Biden debería otorgarle Clemencia al denunciante de la guerra de drones Daniel Hale

Over years of investigation and prosecution, the U.S. government was never able to prove Hale’s leaks harmed anyone.

Después de años de investigación y persecución, el gobierno estadounidense nunca pudo probar que las filtraciones de Hale hayan causado daños. Defiende a Daniel Hale.

Danaka Katovich
Truthout
Julio 31, 2022

Traducido por El Mundo no Puede Esperar 25 de agosto de 2022

Hace un año este julio, el denunciante Daniel Hale se paró en frente del Juez Liam O’Grady en su audiencia de sentencia y explicó lo que hizo. Después de una larga investigación y persecución, llegó el día en el que Hale sabría si pasaría años en prisión por hacer algo por lo cual sintió una obligación moral: decir la verdad acerca del programa de drones de los Estados Unidos.

Mientras trabajaba como un analista de drones en el para la Fuerza Aérea estadounidense en Afganistán, fue testigo de ataques llevados a cabo en contra de civiles inocentes que, hasta el día de hoy, todavía lo acecha. Aquellas experiencias eventualmente lo llevaron a denunciar el programa de drones. El juez O’Grady dijo que Hale no estaba siendo castigado por decir la verdad, sino por robar documentos gubernamentales que revelan la verdad. Por eso, Hale fue sujeto a una larga investigación y persecución que terminó con su acusación bajo la Ley de Espionaje, una ley que pasó hace más de cien años para lidiar con espías, pero ha sido usada para enjuiciar disidentes anti guerra y denunciantes (whistleblowers).

Pero Daniel Hale no es un espía. Es una persona que no podía vivir consigo mismo si no les decía a los americanos lo que se estaba haciendo en su nombre. Gracias a él, tenemos pruebas de que el programa de drones no era tan preciso como les habían dicho. Los fiscales acusaron a Hale de filtrar información que estaba incluida en “The Drone Papers” publicado por The Intercept. Incluye documentos del Pentágono que confirman que, en una operación en Afganistán, 90 por ciento de las personas asesinadas no eran el objetivo deseado.

Hale le dijo al juez O’Grady:

    “Estoy aquí para responder por el crimen de robar documentos, por lo cual espero transcurrir una porción de mi vida en prisión. Pero por lo que realmente estoy aquí es por robar algo que jamás me tocó tomar: valiosa vida humana, por lo cual me compensaron bien y me dieron una medalla. No podía seguir viviendo en un mundo en el que la gente pretende que no están sucediendo las cosas que suceden…por favor, le ruego, perdóneme, su señoría, por tomar papeles en lugar de las vidas de otras personas. No podía, que dios se apiade de mí, haberlo hecho de otra manera”.

Ese día, Hale enfrentaba 10 años en prisión. Sus amigos y su familia se sentaron en el tribunal conteniendo el aliento, esperando saber cuánto tiempo les tomaría verlo de nuevo. El juez O’Grady le dio una sentencia de 45 meses. Días después, enviaron a Hale de Alexandria, en Virginia a Warsaw, a la cárcel de Northern Neck Regional en donde pasó su cumpleaños 33. Un año después fue enviado a una prisión federal en Marion, Illinois para cumplir el resto de su sentencia.

Una historia particular se comentó en varias ocasiones antes de la sentencia de Hales. Cuando estaba en Afganistán, vio cómo Estados Unidos ejecutó un ataque de drones sobre un vehículo que supuestamente manejaba el objetivo. El misil golpeó la parte trasera del vehículo y Hale vio a una mujer salir del lado del pasajero y sacó dos cosas del coche antes de arrancar de nuevo. Después se enteró que la mujer sacó a sus hijas del coche. Habían sido golpeadas por el dron. Tenían 5 y 3 años de edad.

Si el ataque de dron hubiera ido como fue planeado y el objetivo hubiera sido asesinado, su esposa e hijos hubieran sido considerados “daño colateral”. En este caso, el “objetivo” se fue manejando mientras dejaba a dos niñas pequeñas. La continua “guerra contra el terror”, a lo largo de 20 años hizo que el daño colateral se sintiera tan normal para tantos en Estados Unidos. Hale está en prisión por enseñarle al mundo que estas historias no son pocas y lejanas, sino que son una característica regular en la guerra de drones estadounidense.

A través de años de investigación y persecución, el gobierno estadounidense jamás pudo ser capaz de probar que las filtraciones de Hale dañaran a alguien: él no está en prisión por espionaje, sino por avergonzar al gobierno estadounidense por sus prácticas poco democráticas y brutales.

En algunas pocas ocasiones desde la sentencia, he abierto mi buzón en Chicago para encontrar cargas de la prisión federal en Marion, Illinois, a pocas horas al sur de mí — Cartas de Daniel Hale. También hablo con sus amigos acerca de lo que les ha dicho él para intentar armar cómo es que su vida puede verse. Cada conversación comienza con “¿Cómo le va a Daniel, se siente bien? ¿Quién lo ha ido a visitar? ¿A quién le ha escrito?” En Marion, Hale está detenido en la Unidad de Manejo de Comunicaciones que fue primeramente designada para lidiar con gente sospechosa de terrorismo después del 11/9.

Las comunicaciones están severamente monitoreadas. Le tomó a Hale seis meses para que dieran permiso de escribirme. Mientras que ninguna sentencia sería justificable, el hecho de que esté encarcelado en una unidad que efectivamente limita su interacción con el mundo exterior sólo puede ser descrito como cruel e inusual. Hale es una persona altamente sociable que tenía planes de escribir sus experiencias y continuar profundizando en sus relaciones con gente parecida mentalmente. Es casi imposible hacerlo en una unidad conocida como “Pequeña Guantánamo”.

The Drone Papers que contienen la información que Hale filtró fueron publicados durante la presidencia de Barack Obama y nadie vino por él. No fue sino hasta que comenzó el ataque de Donald Trump contra los denunciantes (whistleblowers) que Hale comenzó a enfrentar las consecuencias de su honestidad y de lo que él sentía era su deber con la humanidad. El presidente Joe Biden ha tenido la oportunidad de distinguirse de Trump y otorgarle clemencia a Hale. Sus revelaciones no dañaron a nadie y, en lugar de eso, lograron que musulmanes estadounidenses fueran sacados de listas no democráticas e ilegales de terrorismo al darle al Consejo de Relaciones americano-islámicas la información que necesitaban para demandar al gobierno estadounidense. Cualquier presidente que valore la democracia debería ver que Hale no posee amenaza alguna a la sociedad y liberarlo inmediatamente.

Hale es un escritor poderoso y hay tanto que retomar de su letra al juez O’Grady y de su declaración de sentencia. Sin embargo, odia cuando su historia se vuelve central. Denunció el programa de drones no poque quisiera atravesar una investigación de años y pasar tanto tiempo detrás de las rejas. Lo hizo porque no podía vivir consigo mismo si no le decía la verdad al mundo.

En octubre del 2012, un joven llamado Zubair fue herido junto con su hermana en un ataque de drones en Pakistán. Zubair fue al congreso y dijo, “Ya no amo los cielos azules. De hecho, ahora prefiero los grises. Los drones no vuelan cuando los cielos son grises”. Esa ha sido la realidad del programa de drones de EE.UU. Esa pena tiene el nombre de nuestro país escrito por todos lados y nos corresponde dramáticamente cambiar ese legado y liberar a la gente que se atrevió a decirnos la verdad a costa de riesgo personal grande.


 

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